viernes, mayo 30, 2008

La Concertación y las dos listas

La Concertación y las dos listas

Habrá que decir desde ya que, como nunca, será necesario una evaluación fría y serena posterior a las municipales para aprender en conjunto sobre lo positivo y negativo de esta experiencia.

Víctor Maldonado


Dos argumentaciones

LOS MEDIOS DE comunicación han abundado en estos días sobre la “crisis” del oficialismo a raíz de la decisión de dos partidos de ir en una lista separada en la elección de concejales. El debate continúa, pero es importante evaluar la dimensión y el alcance de esta diferencia. Hay que partir aclarando qué se está discutiendo en este caso y los argumentos de cada cual.

Quienes han planteado las bondades de presentar dos listas a concejales han puesto hincapié en algunos elementos relevantes.

Primero, argumentan que la presentación de más candidatos permitiría captar mayor votación. Segundo, se dice que en la modalidad actual no queda espacio para nuevos y buenos candidatos menos ligados a estructuras partidarias, lo que impide una renovación de la actividad política. Y, tercero, que el hacer uso de más cupos permite que sea el electorado quien decida entre postulantes de un mismo partido, no las direcciones de estas organizaciones, con lo que se minimiza la tentación a romper la disciplina interna y aún pasarse a otras tiendas (ChilePrimero, por ejemplo), que los están esperando con los brazos abiertos.

En otras palabras, quienes presentan esta idea están impulsados por una motivación de renovación partidaria y de consolidación y ampliación de sus estructuras.

Quienes plantean la mantención de una sola lista ponen el acento en tres aspectos. De partida, al dividir la votación en dos listas, puede que se obtengan más votos, pero de seguro se obtendrán menos concejales electos, porque la cifra repartidora beneficia a los conglomerados que se presentan unidos (en este caso, la derecha en solitario) y perjudica a quienes se dividen.

Se destaca que tanto la imagen de división que se proyecta, como el aumento de la competencia entre listas del mismo conglomerado y el proceso político que se inaugura llevarán a un camino que no se detiene en las municipales.

Se advierte, por fin, que la dinámica efectiva llevará a que se sobrerrepresente la lista correspondiente a la militancia del candidato a alcalde o de su pacto y que, teniendo el PPD y el PRSD menor número de alcaldes, terminarán siendo perjudicados con su idea.

En otras palabras, quienes aquí argumentan están pensando en la preservación de la coalición actual y en lo que suceda en las elecciones municipales y más allá.

Del diálogo a la notificación

Como se ve, son dos razonamientos que se plantean en niveles diferentes de argumentación. Esta es la mejor manera de no llegar a ninguna parte y que cada cual mantenga su posición original. En este tipo de debate el cruce de opiniones termina en tablas.

El hecho de que las consecuencias de todo esto sean terriblemente serias no evita que, para un observador desapasionado, tenga una faceta de humor negro innegable.

Unos argumentan que proponen dos listas para favorecer a la Concertación, puesto que amplían su base de apoyo, sin convencer a los partidos coaligados de lo mucho que les conviene. Otros, que la presentación de dos listas perjudica a los partidos que lo proponen sin que las dirigencias involucradas de esta colectividad lleguen para nada a esa conclusión.

En fin, la falta de acuerdo fue superada por medio de la notificación unilateral de que se iría en doble lista “a todo evento”.

El procedimiento resulta ser más importante que el contenido sobre el cual se pronuncia. Con anterioridad a este acontecimiento, lo habitual había sido que una propuesta sin respaldo mayoritario era una iniciativa a la que no se le daba curso.

En la práctica, la Concertación es lo que pueden hacer juntos quienes representan visiones y partidos distintos. Si en una ocasión uno de los socios comunica a los demás que algo le importa tanto que actuará como le parezca, sin importar que los demás hagan otra cosa, entonces la existencia de la coalición deja de ser una constante y pasa a ser una realidad “intermitente” y eventual. Aquí está el punto central.

Para dejarlo todo en su justa dimensión, hay que decir que esto no ha ocurrido en una materia valórica medular, en la renuncia a un compromiso programático o respecto del modelo de sociedad que se quiere construir. Ocurre sobre un procedimiento instrumental, bien importante por cierto, pero no contaminado por el deseo expreso de poner en entredicho a la coalición misma. Es como si la lógica de partido no dejara ver las implicancias no electorales de una decisión electoral.

Como en todo debate de fondo cada cual tiene algo de razón. Pero lo decisivo estriba en que no tienen razón respecto de lo mismo.

La caja de Pandora se abre una sola vez

Algunos actúan buscando una buena respuesta para la coyuntura. Están convencidos de proceder correctamente, puesto que tienen que enfrentar una amenaza externa que los pone -al menos así parece- en riesgo vital.

El problema con esta forma de proceder está en el pasado mañana. La efectividad de lo que se hace se agota en el presente.

El que da a la coyuntura lo que es de la coyuntura y nada más se queda sin conducta al día siguiente.

Cuando se prepara una estrategia pensando en un adversario pequeño, uno mismo se empequeñece y, al revés, hace del otro una amenaza mucho más grande de lo que era en un principio.

No tengo ninguna preparación como para evaluar estrategias electorales, de manera que está fuera de mis posibilidades juzgar en su justo mérito la opción seguida. Más aún, presumo que las razones seguidas para llegar a optar por dos listas de concejales son válidas y correctas. Conociendo a quienes han sostenido este punto de vista, no me cabe duda de que ha sido defendido con brillantez y que, como técnica electoral, constituye la mejor opción.

Mi punto no tiene que ver con eso. La falla no está en el ámbito de la táctica, está en el efecto político que desencadena y en el factor humano que vivirá todo esto de una manera muy distinta a como se ve dibujado en el pizarrón de un experto.

Lo que tenemos a la vista es una evaluación diferente sobre el efecto que tendrán distintos factores en una elección. Simplemente, no hay acuerdo respecto del impacto y de las consecuencias que tendrán tanto en la elección municipal como luego de ella.

Hay ocasiones en que sólo la práctica puede dilucidar. Ya dijimos que hay quienes creen que los resultados serán negativos para los promotores de la idea. Pero ocurre que nadie puede convencer a otro que, en esta ocasión, ha identificado mejor los intereses que él mismo.

Llegado a este punto se entra en un círculo vicioso en que se pueden dar muchas vueltas para llegar siempre donde mismo. Quedarse pegados en una discusión procedimental, por importante que ella sea, genera más costos que adaptarse a las nuevas circunstancias.

Habrá que decir desde ya que, como nunca, será necesario una evaluación fría y serena posterior a las municipales para aprender en conjunto sobre lo positivo y negativo de esta experiencia.

En todo caso, se puede vislumbrar que estos resultados no resultarán anodinos para la Concertación. A la coalición de centroizquierda no le irá un poco mejor o peor en esta oportunidad. El cambio es demasiado decisivo para estas sutilezas. Las pérdidas o ganancias serán mayores y -más importante- serán repartidas de manera muy desigual entre los socios de la coalición.

Tal vez haya oportunidad de darle una vuelta más al asunto. Al fin y al cabo, la caja de Pandora se abre una sola vez.

viernes, mayo 23, 2008

El mensaje después del 21 de mayo

El mensaje después del 21 de mayo

En pocos momentos Bachelet antagonizó con actores políticos. En cambio rechazó actitudes, como un clima de confrontación, la práctica de la exclusión y la aceptación de las desigualdades.

Víctor Maldonado


Contenido y puesta en escena

EL MENSAJE presidencial del 21 de mayo es varias cosas, entre ellas una cuenta de gestión, el enunciado de una pauta política y una puesta en escena.

En el momento en que se lee el discurso de parte de la Presidenta, todos saben a qué atenerse respecto de los principales temas políticos y económicos. Al momento mismo de su presentación, cada cual sabe de inmediato si sus demandas, intereses y énfasis han sido atendidos o se ven representados.

Sin embargo, nadie reacciona de un modo directo y sencillo a lo que se dice. Antes y después, sobre todo en las reacciones públicas de los principales actores políticos, lo que predomina es la puesta en escena.

Cada cual dice lo que tiene que decir, y lo que ha planificado decir desde hace mucho tiempo. En el caso de la derecha esto puede llegar a extremos. Pero lo cierto es que los planteamientos de la oposición no se ajustan a lo que escucha, sino que -oficialmente- escucha aquello que se amolda a sus planteamientos, y el resto lo desestima o lo interpreta de un modo que resulta funcional a lo que se ha decidido decir.

Este año, quien hubiera querido saber cuál era la partitura que habría de interpretar la derecha, sólo debía poner atención a las orientaciones de Sebastián Piñera y los líderes del sector.

Por eso se podía saber desde antes que, sí o sí, la derecha iba a decir que el Gobierno había demostrado que ha desaprovechado la oportunidad de mostrar al país un rumbo claro por el cual dirigirse y que, por lo tanto, lo que teníamos ahora era un tiempo perdido.

Por tanto, estamos retrocediendo en todos los planos. Es decir, la calidad de la democracia se deteriora y las políticas públicas se degradan, el espíritu innovador se debilita y Chile ve postergada su esperanza de ser un país desarrollado.

Siempre siguiendo el relato opositor, ni el Gobierno ni la Concertación saben para dónde van. En estricto sentido, lo que se tendría es una agenda basada en el gasto, y la modernización de la gestión y la innovación que nos acerca a los países de mayor crecimiento brillan por su ausencia.

Para terminar, donde había anuncios la oposición veía “ofertones”; donde venían aciertos, se consideraba que el oficialismo no había hecho otra cosa que hacerle caso a lo que se le había planteado (algo tarde por lo demás); donde hay ideas, ven generalidades; y donde hay procesos bien hechos, no hace otra cosa que “cumplir con su deber”.

Los ojos del cristal con que se mira

Queda claro que lo importante de las reacciones de la derecha no es lo que dice, sino lo que pretende. Premunida de una partitura concordada antes, la Alianza busca desahuciar a la Concertación como alternativa política y fortalecer su propia opción presidencial.

Ciertamente, el Gobierno sabía desde antes de esta motivación de fondo, entre otras cosas, porque los líderes de la derecha no habían hecho de sus intenciones ningún misterio.

El Ejecutivo podía calibrar el tono y el contenido del mensaje para hacerle frente a una estrategia bien obvia, pero de la que no podía desentenderse.

El verdadero problema estaba, desde el principio, del lado de la coalición oficialista. Como siempre, la dificultad se relacionaba con las expectativas que se habían ido desarrollando en los días previos.

El razonamiento de los parlamentarios y líderes partidistas de Gobierno es fácil de entender: El momento económico es difícil, no se saca nada con guardar recursos cuando se puede aliviar la situación de quienes más lo necesitan. Por otra parte -continúa el razonamiento- es el momento de marcar las diferencias con la derecha y entrar con mucha fuerza en la campaña de este año.

Más aún, esta argumentación resultaba tan convincente que ya se daba por hecho que los anuncios constituirían el hilo conductor del discurso presidencial. Tanto así que la medida de más alto impacto (la eliminación del 7% de la cotización de salud de los pensionados), ya se daba como un hecho y, casi, como un piso a partir del cual se podía empezar a conversar otras cosas.

Por eso no tiene nada de raro que, unánimemente, la dirigencia política de la Concertación hubiera “echado de menos” la presencia del esperado “7%” en las palabras de Bachelet.

Dicho de otro modo, la Concertación esperaba que la intervención presidencial produjera un alto impacto de efecto inmediato en la opinión pública con miras a la contienda electoral. Al parecer, esta consideración no estuvo ausente en la Presidenta, pero pareciera que la apuesta fundamental fue otra.

Apuesta por la ética y la equidad

Bachelet tuvo en mente no los dos días que seguían al mensaje sino los dos años que le restan de su mandato. Se trataba de mostrar la apuesta política de fondo que representa su gestión y la de la centroizquierda.

Para Bachelet, éste, lejos de ser un tiempo perdido, es uno para una mejor democracia y una mayor equidad. Es posible que eso la motivara a agrupar su exposición en tres grandes rubros: el crecimiento sustentable en un período difícil; el sello social; y la gobernabilidad.

En el aspecto económico, destacó su decisión de reforzar la innovación como camino al desarrollo y la idea de compartir la prosperidad y crecer para compartir. En el área social resaltó, por cierto, el sistema de protección social, junto con la constatación de que los chilenos tienen hoy una vida más digna y tendrán un mejor futuro. Y, en cuanto a la gobernabilidad, identificó a su Gobierno y a la Concertación como constructores de acuerdos nacionales, al tiempo que se mostraba partidaria de una reforma del Estado orientada a generar más equidad.

Pero la política vive también de las diferencias. Si todos opinan lo mismo, da lo mismo quién gobierne. Por eso, la Presidenta establece como diferencia básica en encabezar un cierto concepto de ética pública centrada en el respeto al pluralismo y la diversidad.

En pocos momentos Bachelet antagonizó con actores políticos o aludió de manera indirecta a personas. En cambio rechazó de plano ciertas actitudes, como el fomento de un clima de confrontación, la práctica de la exclusión y la aceptación de las desigualdades.

Enfrentó de lleno a quienes tratan a los ciudadanos como menores, les indican cómo deben pensar o comportarse.

A la confrontación, la imposición de valores y el crecimiento desigual opuso el camino del acuerdo, de la garantía de derechos y el progreso equitativo. A cada momento, hacía referencia a los planteamientos y convicciones de fondo que daban sentido a las políticas y, tras aclarar ese contexto, mostraba los grados de avances obtenidos y por obtener.

Lo que hizo no fue irse por lo fácil. Lleva tiempo explicar y definir alternativas. Asumió costos también. Posiblemente quienes gustan de la política de trinchera no tendrán mucho que sacar. Pero puede que haya apelado a practicar lo que pide a los demás (tratar a los ciudadanos como mayores de edad) y, por lo que sabemos, no lo hizo en vano.

Este parece ser el 21 de mayo más escuchado de los que se tiene registro, contó con una aceptación mayoritaria de sus planteamientos y, en el discurso, los temas que más llamaron la atención, hacían -cada uno- referencia directa a aspectos valóricos y éticos de nuestra convivencia. En esta condición caben la inclusión política, el respeto a la palabra empeñada, el derecho a voto de los chilenos en el extranjero, el tratamiento de la píldora y la responsabilidad personal y la protección de especies en peligro de extinción, entre otros.

Nunca un discurso llena todas las expectativas, porque es imposible abarcar el infinito. Lo que sí se puede esperar de un momento solemne en que se habla al país, que se señale lo esencial, darle sentido a lo que se hace y mostrar que se hace todo lo que se puede. Bachelet cumplió su objetivo.

Pero, claro, sólo el tiempo dirá si se dio inicio a una nueva etapa de Gobierno y se aprovechó la oportunidad. Hay que darle al futuro lo que es del futuro.

viernes, mayo 16, 2008

Al inicio de la competencia electoral

Al inicio de la competencia electoral

Como pocas veces, el debate nacional de fondo gira en torno a temas de profundo contenido ético. El problema de la derecha es que está justo en la dirección inversa a la de la gran mayoría.

Víctor Maldonado


En los puestos de salida

LAS ESTRATEGIAS para enfrentar las elecciones ya están definidas en sus líneas gruesas, tanto por los candidatos presidenciales como para los partidos. Ahora es el tiempo en que empieza la ejecución de acciones como parte de un diseño general destinado a conseguir una creciente distancia de los adversarios. Al inicio, en apariencia, las diferencias son pocas, pero a la larga llegan a pesar de manera decisiva.

No es que los preparativos estén adelantándose demasiado. Lo normal es que los actores den los primeros pasos en la competencia bastante antes que la mayoría ciudadana comience a prestar atención. Pero sabemos que se ha llegado a un momento decisivo porque los lugares comunes empiezan a ser cuestionados. Lo primero que muestra ser una falsedad es suponer que ya hay un ganador en la carrera a La Moneda.

Hace no demasiado las primeras evaluaciones parecían favorecer a la derecha: su candidato predominaba en las encuestas (muy lejos de cualquier posible contendor); la Concertación se veía sumida en conflictos o competencias internas que la alejaban de las preocupaciones ciudadanas; y, por si fuera poco, el Gobierno obtenía una baja evaluación.

Todo ello sin considerar los estados de ánimo, que en el caso de la derecha se acercaban a la euforia y en el de la coalición de centroizquierda se parecían mucho a la depresión.

Sin embargo, el transcurso del tiempo está terminando por demostrar algo que cualquier observador sereno hubiera podido constatar: que lo que hemos tenido, y seguiremos teniendo, son competencias políticas estrechas, sin resultado prefijado, el que depende -en grado muy alto- de los desaciertos acumulados de unos y otros.

Está todo por definir y probablemente el resultado final que se empieza a configurar desde ya es al menor número de errores, evidentes y ostensibles que cada cual tenga en los próximos meses.

Se puede decir que en el futuro próximo lo que importa, en el caso de la Concertación, son tres cosas: la demostración de su capacidad de llegar a acuerdos; la reorientación de los partidos para hablarle a los ciudadanos y no a los adversarios internos o escindidos; y aprovechar la oportunidad de explicitar un discurso aglutinante -de parte del Gobierno- en su momento estelar del año: en el mensaje presidencial del 21 de mayo.

Por el lado de la oposición, un mejor desempeño consiste en dar pruebas de que con un Gobierno de derecha se puede mantener todo lo bueno que hoy tenemos y agregar más y mejores resultados; superar la inclinación excesiva por el conflicto táctico y coyuntural; y demostrar que el liderazgo de Piñera puede congregar a todo su sector y a quienes han salido del oficialismo.

Las pruebas de la Concertación

Las tareas de la centroizquierda son fáciles de explicitar. Tiene que imprimir el sentido de urgencia a la definición de sus acuerdos. El más imperioso de alcanzar es un aceptable acuerdo municipal. Como los días y las semanas que siguen son importantes, se trata de llegar a un pacto admisible antes que óptimo. Ganar y conservar alcaldías es una meta que moviliza a la coalición y es necesario que las energías se dediquen, desde ahora, a tratar de ganarle… a los adversarios.

Se puede comprobar que todos los partidos de la Concertación han tenido algún grado de conflicto interno. Pero, por intensa que sea la pugna, ésta no llega a ser destructiva a menos que una organización se quede pegada en el procesamiento eterno de las heridas.

No cabe duda que la responsabilidad mayor de superar un período amargo lo tiene la DC. Sin exagerar, la recuperación pronta de la Falange es de importancia para toda la Concertación, porque ella vive del equilibrio entre sus componentes y nada bueno puede venir de una pérdida de vitalidad de la DC.

Este partido ha sufrido (esta es la palabra más indicada) una escisión por etapas, la peor de todas. Es como tener una herida que se niega a cerrar. Al mismo tiempo, los que se van en las etapas posteriores lo hacen calculando los costos que causan. Y eso, cuando se ha compartido una vida política, no puede dejar indiferente a nadie.

Pero la DC sabe de rupturas y que ellas se superan regenerándose desde dentro y afrontando desafíos externos. Tiene que levantar una opción presidencial, y eso parte consolidando presencia en las comunas. Para afrontar tareas grandes hay que dejar de pensar en pequeño y volver a lo propio. La Falange es más que sus problemas y, aunque algunos ni siquiera se lo planteen hoy, se debe tener el valor y la sabiduría de recuperar gente. Alguna nueva y otra ya conocida. Al fin y al cabo, la DC tiene hoy militantes que ya un día se fueron para nunca más volver...

Por último, respecto del 21 de mayo sólo hay que decir una cosa: que éste tiene que ser el más político de todos los cuatro mensajes de la Presidenta Michelle Bachelet. Ello en el sentido de que es ahora cuando se requiere que dé la orientación política con la que se enfrentarán tres elecciones (municipal, parlamentaria y presidencial). No hay mejor oportunidad, y después ya no habrá más tiempo.

Los anuncios y las medidas del mensaje duran en cartelera dos días: pero el rumbo que se defina ha de iluminar los dos años que quedan.

Piñera es el candidato pero ¿va a ganar?

En nuestro país se pueden hacer muchas maniobras políticas a condición de no olvidar la gobernabilidad y de mantener una sólida base de convivencia social y política contra viento y marea. No cabe duda de que en esto ha fallado la oposición, y por eso en las encuestas tiene una baja calificación ciudadana. Y aun la poca que tenía parece estar menguando. Ha hecho lo que está en sus manos para desgastar a la Concertación y se está terminando por debilitar ella misma.

Tal vez la derecha empieza a descubrir que uno de los puntos débiles de su estrategia está en contribuir a un efecto de desgaste de lo que, hasta ahora, han sido las sólidas bases de consenso político sobre las cuales se ha edificado un sistema sólido y estable del que todo el mundo se beneficia.

Pero éste no es el único problema. La afición de la derecha por el conflicto y la polémica le está costando caro.

Como pocas veces habíamos visto, el debate nacional de fondo gira en torno a temas de profundo contenido ético. El problema de la derecha es que está justo en la dirección inversa a la de la gran mayoría.

Siempre ronda la idea de que cuando la derecha actúa de corazón resulta ser siempre más autoritaria de lo deseable. Lo que la detiene, por ahora, son las consideraciones electorales pero no las convicciones. En el tema de la píldora, los diputados tuvieron cancha libre para llevar una propuesta extrema al Tribunal Constitucional.

Durante meses los líderes no hicieron otra cosa que respaldarlos. Pero cuando vieron las encuestas, tomaron distancia. Lo que medió entre uno y otro momento no fue de un solo argumento ni una advertencia previa, ni una consideración de ética pública. Lo que conmocionó a la derecha fue un rotundo rechazo nacional de una envergadura que no se había visto prácticamente en materia alguna hasta ahora. Pero lo que importa no es cuando la derecha se detiene o se desentiende de sus propias iniciativas, sino el hecho de que estas iniciativas vienen genuinamente de lo más granado y representativo de sus filas.

Por último, no cabe duda que Piñera es el candidato opositor pero, ¿están ahora seguros en su sector de que ganará?

El punto clave estriba en saber si se está limitando a dirigir su campaña en vez de dirigir a la oposición. La duda es mayor si se toma en cuenta que el candidato aspira a encabezar un conglomerado amplio y heterogéneo cuyo objetivo común sea producir la alternancia.

La prueba de fuego de la candidatura de derecha está a varios meses de producirse, mientras que la Concertación vive su momento decisivo en estos días. Pronto veremos si aprovecha esta ventaja.

viernes, mayo 09, 2008

Mucho ruido y poco liderazgo

Mucho ruido y poco liderazgo

Lo verdaderamente importante no consiste en saber si se preparó o no una trampa, sino en interrogarse por qué están resultando tan fáciles de atrapar.

Víctor Maldonado


Una propuesta en negativo

EN ESTOS DÍAS, Sebastián Piñera ha dado a conocer su perspectiva central sobre la marcha del país. Y lo medular del planteamiento del candidato de la oposición es que Chile, desde hace más de una década, está perdiendo el tiempo con los gobiernos de la Concertación.

Esto implica -según el abanderado de RN- que en estos años la calidad de la democracia se ha deteriorado; que estamos retrocediendo en la calidad de las políticas públicas; que el espíritu innovador se ha debilitado; y que se está postergando la posibilidad de ser un país desarrollado.

En resumen, estamos sin rumbo, y el Gobierno estaría sosteniendo a duras penas una agenda basada en el gasto, sin conseguir avances significativos en modernización o en innovación, que es lo que verdaderamente se requiere.

Ante esto lo que propone Piñera es concentrarse en mejorar la calidad de capital humano; derrotar la pobreza; incentivar la inversión y la innovación; mejorar la calidad del Estado; adecuarse al mundo globalizado con mayor flexibilidad y ofrecer como proyecto compartido el convertirnos en un país desarrollado.

En definitiva, lo que se nos señala es que -en cuanto país- “no estamos haciendo ni lo que podemos ni lo suficiente para fortalecer estos pilares básicos”.

Como se puede apreciar, habrá que esperar todavía más para que la derecha presente un programa propositivo más desarrollado y específico. Algo que sea un poco más que simplemente decir “nosotros podemos hacer todo lo que ustedes hacen, y mucho mejor”.

En cualquier caso, ya podemos darnos por enterados del tono central que tendrá la reacción opositora al mensaje presidencial del 21 de mayo. Con lo dicho, habrá quedado claro que, esta vez, predominarán las apreciaciones generales sobre la situación del país (calamitosa, por cierto), más allá de los juicios puntuales sobre esta o aquella medida o anuncio puntual.

Lo que la derecha hará será declarar a esta administración y a la Concertación como caso perdido. Se dirá que se han agotado las ideas, que se carece de proyecto de alcance nacional, que se hace sentir la falta de un liderazgo que solucione los problemas, y que, en general, el país va más hacia atrás que hacia adelante.

En pocas palabras, la oposición se apresta a ampliar y fortalecer la crítica política, no sólo a Michelle Bachelet sino al conglomerado que gobierna. El proyecto propio, al menos en esta etapa, no está en la médula de lo que se plantea, sino que es un complemento del mensaje principal.

Y, por cierto, éste consiste en algo negativo: señalar que el país está perdiendo la posibilidad de llegar a ser uno desarrollado porque las tareas esenciales que llevarían a ese resultado no se están cumpliendo como se debe.

El club de la pelea

Sinceramente, no parece el modo más indicado para enfrentar la coyuntura política. Se trata de acentuar la crítica para llegar a una esperanza difusa de un porvenir mejor. Pero, al final, se es mucho más preciso en criticar que en proponer.

De este modo lo que se consigue es girar en torno a lo que el Gobierno haga o deje de hacer, proponga o deje de proponer, cumpla o deje de cumplir. Es un modo seguro de perder la iniciativa.

La instrucción de la campaña presidencial para el conjunto de la derecha será atacar con fuego a discreción mientras, por supuesto, el candidato conservará su comportamiento personal de potenciar su imagen internacional. Deja a todos en tierra peleando mientras él, literalmente, sobrevuela el país y habla sobre los grandes temas y se reúne con gente destacada.

Se apuesta al fortalecimiento de un liderazgo individual haciendo que los costos del desgaste del debate pequeño sea pagado tanto por amigos como por adversarios.

Pero el punto está en que el liderazgo no sólo hay que predicarlo sino que hay que demostrarlo. Aunque sea en lo básico. Aunque sea cumpliendo con la palabra empeñada y haciendo que los más cercanos respalden las propuestas que se realiza para el conjunto de un sector político.

Pero no es esto lo que está pasando en la práctica. Una muestra de ello lo hemos presenciado al momento de tener que jugarse por el cumplimiento del compromiso asumido de hacer modificaciones del sistema electoral.

En la práctica, la derecha rechazó en la Cámara de Diputados la alteración del sistema binominal, al menos en lo que permitía la incorporación de los grupos que han quedado excluidos de la representación parlamentaria.

Por cierto, la derecha ha sostenido que no existen diferencias apreciables entre la opinión de Piñera y las de los parlamentarios opositores. Se trataría más bien de un malentendido propiciado por los ministros de La Moneda.

Ante esto habría que decir que, luego de largas conversaciones y negociaciones con el Partido Comunista de parte del candidato de Renovación Nacional, ellos y el oficialismo entendieron lo mismo: que alinearía a su sector para que el cambio fuera posible. Nada de eso ocurrió.

De modo que nos encontramos hoy con explicaciones de todo tipo, pero el mismo sistema binominal que rige la elección de autoridades electas. Es decir, que se habló durante meses y no se consiguió absolutamente nada. Mucho ruido y poco liderazgo.

La “trampa” de la coherencia

La Concertación es fácil de criticar, pero es igualmente difícil de reemplazar. Si en el pasado cada vez que se intentó una reforma el oficialismo hubiera entregado explicaciones en vez de resultados, a esta hora el “desalojo” sería un hecho histórico más que una tesis política. En cambio, lo que se puede mostrar ahora es una persistente búsqueda de objetivos que se alcanzan, con gradualidad, pero en una dirección reconocida.

Mal que pese, la Concertación muestra coherencia en lo que hace. Puede ser criticada, pero respalda con hechos lo que dice. Y, de momento, eso es mucho más de lo que se encuentra al frente.

¿En qué queda aquello de “perfeccionar el sistema binominal… terminando con la exclusión de los grupos políticos emergentes significados”, que dio a conocer Piñera en un documento aparecido justo cuando “sus” diputados votaron en contra del proyecto de ley?

En RN han explicado que no se votó a favor de modificar la Constitución porque el Gobierno no aceptó otras modificaciones, esta vez referidas a “intervención electoral”. Ante esto, uno se pregunta cuántos cambios legales hubiera concretado el oficialismo en cuatro gobiernos si en cada caso concreto hubiera condicionado su voto al cumplimiento de sus exigencias políticas.

La derecha piensa que le han tendido una trampa para poner en dificultades a su candidato. Suponiendo que tuvieran razón, no cabe duda de que se tuvo éxito. Pero lo verdaderamente importante no consiste en saber si se preparó o no una trampa, sino en interrogarse por qué están resultando tan fáciles de atrapar.

Y lo cierto es que esto ocurre porque la oposición no tiene la costumbre de unir las resoluciones del liderazgo presidencial al necesario respaldo político.

Un candidato puede proponer algo, los partidos pueden opinar en contrario, y a todos les parece lo más natural, porque nada de lo que dicen o hacen tiene consecuencias prácticas. Tampoco se tienen que dar pruebas a diario de consecuencia, perseverancia y efectividad. Todo se disuelve en el mundo de las declaraciones de intenciones.

Sin embargo, semejante impunidad no se puede preservar en un período de competencia electoral. Porque los adversarios tienen pleno derecho a reclamar coherencia y consecuencia entre lo que se dice y lo que se hace.

Uno no puede acusar a los demás de ser unos perversos sólo porque le piden que responda por sus dichos y se comporte en consecuencia.

La derecha quiere ejercer más poder (es a esto a lo que llama “alternancia”), pero para que ello sea factible, ha de poder mostrar que está ejerciendo con responsabilidad la capacidad de decisión que hoy tiene. Porque el que no cumple en lo poco, menos podrá cumplir en lo mucho.

viernes, mayo 02, 2008

La derecha en la encrucijada

La derecha en la encrucijada

Víctor Maldonado

En el caso de Lavín es cierto que un retorno a la candidatura por la alcaldía de Santiago no es una mejor opción que obtener una senaduría por la Quinta Región. Pero aquí hay algo más.


Quién junta a quién

Hernán Larraín ha propuesto un "nuevo consenso" para integrar a la derecha con los grupos escindidos de la Concertación. Al hacerlo, ha puesto a la derecha en la obligación de tomar decisiones en las que se medirá su solidez como coalición que quiere ampliarse a nuevos socios.

¿Por qué la sola mención de una propuesta que aún se desconoce causa este efecto? Sencillo: porque obliga a definir posiciones a los partidos ancla de la oposición y a sus posibles nuevos socios.

Todos saben que este es un aspecto central para la conformación de las candidaturas presidenciales futuras, así como para definir los pactos electorales (u omisiones) más significativos. Pero, antes que todo, lo que se empieza a debatir es el tipo de coalición que es capaz de conformar la derecha junto a independientes y movimientos regionalistas.

Una dura prueba para un sector que sabe que, en esto, ha tenido un serio déficit desde la recuperación de la democracia. Quien define los términos en los que se constituye la nueva coalición es -a no dudarlo- quien terminará por dirigirla. Por eso nadie en la derecha esperó que el presidente gremialista dé a conocer su propuesta para opinar. No quieren ceder terreno antes de empezar la aventura.

La respuesta de los interesados ha sido de lo más reveladora. En el caso de ChilePrimero, su secretario general, Jorge Schaulsohn, ha dicho que no le encuentra mayor novedad. Como es lógico, prefiere su propia nomenclatura para referirse al anuncio. El ex diputado habla de "alternancia no traumática".

Estas palabras son muy decidoras del tipo de conversación que ha sostenido con la dirigencia de RN y la UDI. La idea es que hoy le toca gobernar a la derecha (alternancia), pero siempre se necesita un sector que permita asegurar la gobernabilidad del sistema (de allí lo "no traumático").

Todo parte de un pronosticado debilitamiento de la Concertación y la potenciación de nuevos referentes. El senador Fernando Flores ha afirmado que "en ChilePrimero vamos a llevar candidato presidencial en la próxima elección. Eso es muy claro". Su anhelo es el de inscribirse como partido en diez o más regiones.

Pero una cosa es lo que se planifica y otra lo que se hace. Schaulsohn, adquiriendo una costumbre que no hará más que ampliarse, ha terciado en una discusión interna de la derecha, permitiéndose aclarar que el presidente de la UDI está equivocado al sostener que su tesis (aún no dada a conocer, insistimos) tendría cierta originalidad.

El otrora presidente del PPD cree del caso informar que lo que plantea Larraín no se contrapone a la teoría del desalojo de Allamand, sino que "está planteando exactamente lo mismo pero con otras palabras".

Me ofrezco de estadista

Lo que Schaulsohn rescata como la interpretación correcta es que todos coinciden -incluyendo a Jovino Novoa y Sebastián Piñera- en que "la candidatura de Piñera se pueda sustentar en una coalición que trascienda a la Alianza por Chile". Puede que a algunos esto le parezca muy coincidente con lo que dice Flores, pero a mí me parece tan distinto como para pensar que uno de los dos está sirviendo a los propósitos del otro sin imaginarse a dónde lo llevará esto.

Habrá que darle tiempo al tiempo. Lo evidente desde fuera es que en los nuevos referentes se está jugando ahora el liderazgo y los rumbos al mismo tiempo, y que éstos pueden ser muy diferentes. Los más sensatos o experimentados se dan cuenta de que el espacio es bien acotado como para pensar en constituir clubes de buenos amigos orientados sólo en las mejores intenciones. Si alguien lo piensa así estará próximo a decepcionarse.

Para algunos el tiempo lo es todo. Tienen que aprovecharlo ahora porque después será demasiado tarde. Lo saben muy bien. Por eso algunos se concentran en potenciar su imagen, aprovechando cuanta oportunidad se presente.

De momento y por cómo está empleando su puesto de presidente del Senado, nadie puede dudar que Adolfo Zaldívar haya tenido oportunidad de mostrar al país su modo de entender la política.

Trata de unir el prestigio del cargo con las necesidades más sentidas por sectores movilizables de la población. La estrategia de Zaldívar consiste en la representación simbólica de demandas de sectores de clase media. Por cierto, no es que pueda satisfacer las demandas de las que se muestra cercano, pero se ofrece para hacerlo en el futuro. Se puede decir que se trata de una estrategia correcta.

Es el tipo de cosas que ha llevado a líderes carismáticos y llenos de buenas intenciones a altas posiciones en Chile y en otros países. Pero lo importante, tanto ayer como hoy es saber si el mismo Zaldívar es la persona correcta que encarna mejor su propia estrategia.

No, muchas gracias

El espacio para los nuevos referentes será, ni más ni menos, aquel que les permita tener la derecha. Algunos piensan que ya hay suficientes problemas entre los que están como para hacerle el trabajo electoral a quienes no salen por sí mismos.

Para que esto pase se requiere un factor ausente desde antes en la oposición. Y es que uno de los factores que más pesan en política -por presencia o ausencia- es la confianza. Es también algo que lleva mucho tiempo construir y no cuesta nada perder.

En política la confianza se basa en la capacidad de los personajes públicos de orientar su conducta por algo más que sus intereses. Cuando alguien gana confianza quiere decir que es un líder al que se le atribuye la capacidad de llevar adelante un acuerdo aun teniendo que soportar presiones y oposiciones, algunas muy cercanas.

Muchas de las decisiones y acciones que vemos emprendidas por los líderes de la derecha se explican mucho más por la ausencia de confianza que por la mala voluntad, el individualismo o la pura mezquindad.

Aquí nadie quiere quedar librado a la buena voluntad del socio. En el caso de Joaquín Lavín es cierto que un retorno a la candidatura por la alcaldía de Santiago no es una mejor opción que obtener una senaduría por la Quinta Región. De seguro hay algo más.

Es aquí donde opera la confianza. El líder gremialista tenía que estar seguro de que iba a contar con el apoyo irrestricto no sólo del presidente de Renovación Nacional sino de toda su militancia. Porque de no ser así, sus socios tenían la mejor de las oportunidades para entregar un apoyo tibio y, de este modo, deshacerse del único adversario potencial del que Piñera puede esperar una sorpresa.

Una campaña senatorial depende del candidato, una municipal depende de la adhesión de los socios. Sobre lo primero se tiene control, sobre lo segundo, una esperanza. Al decidir, opera el grado de confianza que tiene en los compañeros de ruta. Lavín optó sin dudarlo. Y esto es muy significativo.

Desde su partido y desde RN se solicitaba de Lavín su plena adhesión a la estrategia presentada por Piñera. Se le pedía que dejara de ser él mismo en vista de la representación formal de su sector. Aparte de que eso significaba una especie de autocensura, implicaba el reconocimiento público de haberse "equivocado" en sus últimas actuaciones conocidas.

Es por eso que en la carta que explica su conducta, Lavín asocia directamente su candidatura senatorial con su línea "gestar los grandes acuerdos" en los que ya se encuentra embarcado. Por si quedaban dudas, reiteró su compromiso de "una línea de unidad, por lograr acuerdos en los temas en que el país necesita avanzar" contribuyendo así a "la creación de este nuevo clima político".

Está claro que para Lavín se puede llegar al Senado con un perfil conciliador, pero no está claro que se puede llegar a La Moneda con uno confrontador. La derecha está en una encrucijada en que tiene que decidir quiénes son los socios, cuánto aportan y cuánto se les da. Algo nada fácil de definir porque las diferencias son bien nítidas.