lunes, abril 18, 2011

El coleccionista de conflictos

El coleccionista de conflictos

Víctor Maldonado R.


En el club de la pelea

Terminó el episodio de la renuncia de la ex intendenta del Bío Bío, lo que ni el gobierno ni la Alianza supieron hacer fue dar vuelta la hoja. Lo que debió ser un epílogo resultó ser un capítulo intermedio.

La derecha tiene una falla política, no solo en la conducción del Estado por parte de un presidente que colecciona conflictos, en vez de ayudar a superarlos. Tampoco la dirección de los partidos lo hace mejor. Nadie prologa a sabiendas las pugnas internas, excepto que no esté en condiciones de solucionarlas, y es eso precisamente lo que ocurrió dentro de la Alianza.

De momento, lo que ocurre con las desavenencias en el oficialismo es que terminan en cada episodio por agotamiento, antes que por la habilidad demostrada en superarlas. Pero con ello nada se soluciona, porque cada cual queda a la espera de la próxima oportunidad en que se presente ocasión de volver a enfrentarse.

Cuando se carece de autoridad que dirima, no existe la paz, solo las treguas.

Debe ser sumamente desesperanzador el descubrir que el remplazo de Van Rysselberghe significó una nueva fuente de pugnas y polémicas que no dio tregua a nadie en unas relaciones partidarias que son cada vez peores entre RN y la UDI.

Nuevamente se llegó a una solución bastante obvia (no prolongar los motivos de discordia, dejando el puesto a alguien no involucrado en las querellas), luego de pagar todos los costos posibles en los ya cotidianos lapsos de indecisión que anteceden a las resoluciones de gobierno.

En este escenario, Piñera no es un árbitro por encima de los bandos enfrentados. Él y su ministro del interior son un tercer actor en medio de los conflictos y no sobre ellos. Son, además, ellos mismos fuente de problemas y no aquellos que generan un espacio común para encontrar soluciones compartidas. No tienen el prestigio y la influencia decisiva que se requiere para ser un permanente factor de unidad.

Por algo será que las encuestas los muestran a ambos siendo castigados en su deficiente rol de conductores del equipo de gobierno, en una administración que tiene figuras importantes, pero no en La Moneda sino en los ministerios sectoriales, donde la sombra debilitante de los habitantes de Palacio no llega o llega poco.

A cada paso nos encontramos con que el gobierno no sabe a quién recurrir y no saben encontrar otra guía que nos sea la de sus intereses electorales. La falta de norte es la fuente de los problemas y eso no ha variado nada en lo que va del gobierno.

A los gobiernos no se les interviene

Si alguien quiere saber cómo le irá al comité político con la integración de Longueira, ya tiene un indicio seguro. Los más optimistas ya pueden ir desengañándose de pensar que la situación mejorará mucho y en poco tiempo. No hay ambiente para ello, no hay cultura de entendimiento suficiente para producir un giro positivo. Y, sobre todo, no hay posibilidad de que un equipo asesor supere por sí mismo la generación continua de fallas que genera la figura principal del oficialismo.

Longueira sabe que no es bienvenido y que su arribo al gobierno ha sido retardado lo más posible. Por eso no se hizo el simpático para llegar a las reuniones estratégicas de los lunes, sino que pateo la puerta para entrar más por las malas que por las buenas.

Tal vez este sea el único caso en que se llega al Comité Político habiendo anunciado antes que el presidente lo estaba haciendo pésimo, que se entretenía con su “juguetito” (en referencia al helicóptero) y que tenía propensión casi enfermiza por sobre-exponerse en los medios de comunicación. Por si fuera poco, ha vuelto a repetir sus críticas después de su incorporación. Quiere hacer sentir su presencia y que la conducción del Ejecutivo sea abierta a un actor que es, a la vez, su contraparte, su detractor y su apoyo obligado. Por supuesto, todo esto es en vano.

En la situación que se ha creado el equilibrio no solo es inestable, sino que es imposible. El conflicto entre dos patrones de fundo termina con la expulsión de la visita, no del dueño de casa. Cuando el precio de la ayuda prestada es el sometimiento, no hay que ser adivino para saber que, apenas el mal tiempo despeje, el gobierno volverá a su funcionamiento habitual, y las decisiones serán tomadas internamente, aunque la visita se siente una vez a la semana a participar de interesantes conversaciones.

Pablo Longueira ha dicho que es tiempo de superar la guerra de egos en la derecha, pero sin duda su actuación no está exenta de un alto concepto de sí mismo. A cada rato deja en claro que Piñera tiene serias deficiencias como líder. Si no lo dijera tanto, tal vez influiría más pero, simplemente, no puede evitar el mencionarlo –de distintos modos- a cada paso.

No obstante su gran talento, es un mal conocedor de sus propias motivaciones. Es completamente sincero cuando dice: “He dedicado más de 30 años a la vida política y no es mi vocación". Lo cree y lo seguirá repitiendo, sin duda, en los años que viene, siempre a punto de dedicarse a su “verdadera” vocación. Por eso, su intento será vano, porque todos sabemos que, en un régimen presidencialista, el liderazgo no se delega ni el gobierno puede ser intervenido por un líder desde fuera, cualquiera sean sus méritos e intenciones. Menos con Piñera al frente. En realidad, el oficialismo seguirá por un derrotero bien distinto del que le gustaría imprimirle Longueira.

La ideología del ofertón

No hay que ser adivino para saber que lo único que le queda a la actual administración es reincidir en “la especialidad de la casa”: entregar ofertones el 21 de mayo y acompañarlo de una publicidad excesiva a la que seguirá la consabida letra chica.

Pero ya no estamos en el primer año y no todo se perdona ni todo se cree. Ya hay un cierto acostumbramiento ciudadano sobre lo que se puede esperar y lo que se debe creer de todo lo que se diga.

Esto no quiere decir que el futuro será toralmente oscuro para el gobierno. La verdad es que será completamente desigual. Las encuestas así lo señalan. La falta de coherencia también quedará patente en los sondeos de opinión.

Perfectamente puede coexistir la tendencia a un tener un presidente poco creíble, una mala evaluación de la conducción política, importantes éxitos sectoriales, ministros pesimamente evaluados y otros a quienes les ocurra al revés.

Veremos de todo y no habrá un padrón común al cual atenerse, porque al gobierno lo unen pocas cosas y es conducido con deficiencia. La falla es estructural, eso se nota y se sabe. En política no hay misterios solo silencios.

Al inicio del gobierno, las primeras torpezas y errores no forzados se enfrentaron denominándolas “episodios”. Con esto se quería decir que el oficialismo lo estaba haciendo bien pero, circunstancialmente, se había tenido la mala suerte de encontrar una piedra en el camino, que evitaba que lo bueno que se hacía brillara como era debido.

La moraleja era muy sencilla: de ahora en adelante, el “episodio” del momento dejaría de causar su maléfico efecto y, ahora sí al gobierno de Piñera le iría bien. Mes tras mes se han ido repitiendo, cada vez con menos convicción explicaciones de este tipo.

Ahora ya se ha hecho evidente que el problema no puede ser del empedrado sino del cojo. Sobre todo porque los problemas con los cuales se tropieza no son de aquellos que les pone algún adversario particularmente detestable. Cada vez nos encontramos con que es el oficialismo el origen de las torpezas más sonoras y más desgastantes. Si se pudiera hacer de otra forma, ya se habría logrado, por eso, lo que hará el gobierno es buscar buenas oportunidades que aprovechar y tendrá muchas ofertas que realizar este 21 de mayo.