La Concertación y su apertura
La Concertación y su apertura
Víctor Maldonado
Más proyecto, más diálogo
Se ha iniciado en la Concertación un debate, a ratos áspero, sobre su apertura y ampliación. De hecho, se ha dialogado mucho sobre… la necesidad de dialogar. En estas circunstancias cabe interrogarse acerca de la pertinencia del enfoque que se ha dado, hasta ahora, al debate político en la centroizquierda.
Podemos partir de la base que, mientras más claro se tienen los objetivos, más fácilmente se encuentran los socios. Lo más importante en un diálogo no es con quienes se conversa, sino saber qué materias se conversa.
Si nadie está pidiendo entrar en la Concertación (los que pudieran hacerlo gritan en todos los tonos que no lo desean), entonces el foco de atención ha de ponerse en actualizar su mensaje propio, antes de dedicarse a pedirle a los demás definiciones precisas.
Si la centroizquierda ofrece un proyecto de país, entonces es sobre los aspectos fundamentales de ese proyecto sobre lo que debe convocar a conversar. Y si ha existido un cambio político importante (y un cambio de coalición política en el poder es de los más significativos que se pueden dar en política), entonces se impone una actualización y renovación del proyecto que se propone.
Para que esto se produzca se necesita un esfuerzo colectivo de grandes dimensiones. Mientras más diálogo hacia fuera se quiera, más trabajo interno se debe desarrollar en la propia Concertación.
Por eso hay que pensar en un esfuerzo equilibrado que se hace cargo de estas dos dimensiones de las tareas de centroizquierda. En el caso que la atención se haya concentrado demasiado en solo uno de estos aspectos, entonces ha llegado el momento de retomar el componente que ha quedado en rezago para no perder la orientación. En contrario, se estará conversando mucho sin demasiada claridad sobre el sentido que tiene el diálogo, o nos encontraremos con tantos sentidos posibles como interlocutores se tenga.
Se puede decir que el conglomerado opositor está retomando el camino que le resulta más provechoso: el duro y cotidiano trabajo conjunto de producir planteamientos en materias de interés nacional, retomar contacto con actores sociales relevantes; fortalecer la coordinación con regiones, y preparar grandes eventos ordenadores, dentro de los cuales, el más importante será –sin duda- el Congreso Municipal que debe tener lugar en mayo o junio.
Nada de esto es glamoroso ni puede llenar titulares en la prensa y, sin embargo, es justamente lo que se necesita hacer para adquirir la suficiente envergadura y consistencia como para proponerse ganar en elecciones altamente competitivas. Este esfuerzo consume mucha energía, porque se trata de una tarea dura y difícil, porque representar intereses partidarios y, al mismo tiempo, confluir con otros suele ser una prueba política de primera magnitud.
Sin vocación de comparsa
Sin embargo, da la impresión que aún falta ratificar un diagnóstico fundamental compartido. Cuando se pierde el gobierno, los que pierden deben evaluar las causas de la derrota y han de decidir hacia dónde y con quiénes se ha de continuar el camino que se tiene por delante.
Esta evaluación no se ha dejado de hacer a nivel individual, en grupos y por partidos. Básicamente los análisis están llegando a dos tipos de conclusiones antagónicas y alternativas. Para algunos la derrota se produjo por falta de Concertación, es decir, por falta de unidad, disciplina, tratamiento adecuado de los conflictos, ausencia de renovación del pacto con su base social. Para otros, en cambio, de lo que se trata es de desistir de la idea misma de la Concertación, reemplazándola por un grupo más homogéneo, circunscrito a la izquierda y en conexión táctica con el centro.
Estas visiones existen, pero no pesan lo mismo. Quienes quieren volver a ser mayoría social y política desde la Concertación, son muchos más que quienes la desechan en el punto de partida.
Hay, sin embargo, un aspecto que nos permite vislumbrar hacia dónde se decantará la más amplia mayoría en el momento decisivo: el de la efectividad en la acción y en las elecciones.
La idea de que nos va a ir mejor a todos divididos en trocitos, frente a una derecha que acumula un amplio espectro de poder, se asemeja bastante al absurdo.
Importan mucho los resultados prácticos y, por más que se tenga el más radical de los discursos progresistas, nada puede ocultar el hecho de que quien divide a la oposición trabaja para la derecha, es alentado por la derecha y es la derecha la que le entrega tribuna.
Al final, lo que se consigue radicalizando el discurso es llegar a ser la “cabeza de ratón” de una postura minoritaria, condenada permanentemente a acompañar a la Alianza como contraparte opositora.
Como moraleja se puede decir que no todo lo que parece como una apuesta de izquierda tiene como consecuencia un resultado positivo para la izquierda.
No se ve la necesidad de reincidir en los errores del pasado. Sin duda que una de las causas de la derrota presidencial es que se proyectó una imagen de división del entonces conglomerado gobernante. Puede que MEO haya establecido una tienda aparte con toda propiedad durante el proceso electoral. Pero continuaba siendo visto ampliamente como parte de “este sector”. Al mismo tiempo el candidato validó su postulación por la ausencia de un mecanismo que le dejara competir dentro de la Concertación y esta tuvo un eco positivo en una amplia audiencia.
Ahora el diálogo parte desde un piso distinto. La derrota enseña, hay tiempo suficiente como para que cada cual defina bien su perfil y cada quien sabe que ha de llegar a la próxima elección con representantes legitimados sin sombra de duda.
La Concertación es una opción de gobierno. Se encuentra en la oposición, pero no quiere quedarse en ella. Está pensada para conducir y liderar. La centroizquierda no tiene vocación de comparsa ni espíritu de dama de compañía.
El camino válido para la Concertación es el de crecer fortaleciéndose en ideas y en organización. La propuesta de mejorar mediante la eliminación de la posibilidad misma de recuperar la mayoría no tiene sustento ni toma en cuenta el más elemental sentido común.
Cantos de una sirena desafinada
Lo que destaca de la Concertación tras la pérdida del gobierno, no es su debilidad sino su fuerza, pese a los errores que su dirigencia pudiera estar cometiendo.
En estos días, el oficialismo ha dado inicio a una campaña para dar la impresión –falsa, claro- de que busca atraer al PDC a sus filas.
Pero los hechos hablan por sí mismos. La Democracia Cristiana no ha tenido una sola deserción hacia las filas oficialistas, y en su elección territorial votaron más de 28 mil militantes. Es casi imposible que esta situación varíe producto de la verdadera persecución a los militantes de la Concertación que se está dando en la administración pública, donde los despidos o la no renovación de contratos llegan a varios miles. Cada cierto tiempo, se repiten los llamados a la unidad y un amplio reconocimiento retórico a la supuesta mayor cercanía de RN con la DC, pero su sinceridad y efectividad es cercana a cero.
Los intentos mediales que sugieren que se está trabajando efectivamente en el acercamiento rondan lo patético. Al parecer se reducen a la conversación con un alcalde con buenas relaciones con sus pares y que gusta de tener reuniones. Bastante poco para tanto ruido.
Para marcar todavía más la distancia entre lo real y lo supuesto, basta con constatar que todos los que dicen que hay mucha cercanía entre RN y la DC son todos de RN y ninguno de la DC. En otras palabras, se trata más de un monólogo que de un diálogo. Y sería de desear que en la Concertación se dejara de prestar oídos a todo intento del oficialismo de instalar cuñas en su interior, aún a las menos verosímiles.
Simplemente, y desde la acción fuerte y sistemática de gobierno, esta es una línea de acción cerrada y tapiada. Sea lo que sea que ocurra, las diferencias de opinión se dirimirán en las urnas y no por aproximación.
La prueba de fuego de la centroizquierda no va por aquí. Si la Concertación quiere volver a gobernar tiene que ser una coalición cohesionada, con suficiente disciplina interna como para definir un rumbo y hacer que sus propios líderes lo sigan. No es aceptable pretender mantener todas las ventajas de pertenecer al conglomerado, saltándose todas las responsabilidades que ello conlleva.
No se puede pedir a la Concertación lo que no se entrega a la Concertación. El que siempre privilegia sus intereses personales por sobre el bien común, puede ser tratado más como una dificultad que como un aporte. Eso sí es decisivo.
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