viernes, enero 25, 2008

El segundo tiempo de la derecha

El segundo tiempo de la derecha

Parece que tenemos una confrontación entre dos tesis: desalojo y nuevo trato. No es así. Hasta los nombres nos alertan que son productos intermedios e incompletos.

Víctor Maldonado


El desalojo de Allamand

EN EL ACTUAL escenario, la oposición tiene más de un candidato presidencial y más de una estrategia para llegar a La Moneda. Este hecho constituye una gran diferencia con la situación anterior y tiene fuertes repercusiones.

Incluso quienes estiman que las posibilidades de llegar al poder son altas para ese sector, debieran tomar en cuenta un dato básico que hace relativa su sensación de avance: hace no tanto tiempo había solo un candidato y era éste quien dictaba -sin contrapeso ni discusión- cuáles eran las instrucciones a seguir para ganar la elección presidencial.

Y si el abanico de opciones se está abriendo, esto sólo se puede explicar porque se están cometiendo errores que no se han detectado y subsanado a tiempo.

Como siempre, quienes campearon en la primera etapa, son quienes han debido pagar los platos rotos que implican la evaluación crítica que ha merecido el desempeño de la oposición.

Desde luego, los candidatos a asumir las responsabilidades eran Sebastián Piñera (como abanderado) y Andrés Allamand (en su estrenada calidad de ideólogo).

Y, con algo de conocimiento de los personajes, no era difícil prever que todo se resolvería en una equitativa declaración de responsabilidades compartidas. Antes bien, el hilo se iba a cortar por lo más débil y de manera tan unilateral como inconsulta. De más estará decir que, luego de esto, las relaciones entre ambos no son de las mejores pero eso, desde hace años, no es una novedad.

Pero, para el resto de nosotros, el tema no es tanto qué tienen en la cabeza los que asumen determinadas estrategias, sino qué es aquello que los está obligando a cambiarlas.

En la superficie, parece que tenemos una confrontación entre dos tesis: desalojo y nuevo trato. No es así.

Hasta el nombre de estas formulaciones nos alertan sobre el hecho de que son productos intermedios e incompletos.

No se puede dirigir una campaña con un mensaje negativo y agresivo. Desalojar equivale a poner en el centro a quién debe salir, no en aquello que debe entrar.

Además, uno se plantea el desalojo de otro cuando de lo que se trata es de expulsar a alguien que ya no cuenta con recursos propios para su defensa por sus propios medios. Y, de seguro, esa imagen no corresponde a la del Gobierno que vemos todos los días.
Lo de “nuevo trato” no es otra cosa que el reconocimiento público de un error cometido. Nada había obligado a la derecha a sobredimensionar sus críticas, sin mucho contrapeso. En cambio, la faceta de cooperación entre los bloques políticos es tan antigua como la transición, y no tiene nada de nuevo.

Lo cierto es que en la derecha se generó un gran espacio no cubierto, y, sin embargo, valorado por los electores, que fue por donde entró Joaquín Lavín como la vía más apropiada para su resurrección política.

Trabajen pero que no se note

En toda elección, el territorio que hay que conquistar está ubicado en el centro, en el espacio que existe entre los rivales principales y no en los extremos.

Si en la derecha no han actuado en consecuencia es por un error de diagnóstico que los ha hecho extraviarse, marcar el paso y perder el tiempo. En esto no hay a quién echarle la culpa.

En otras palabras, la oposición ha dejado espacio para la recuperación del oficialismo, y éste último ha empezado a aprovechar la oportunidad que se le brinda de tomar y mantener la iniciativa.

Por esto, el Gobierno necesita no sólo tener aciertos sino actuar con constancia y coherencia, sin distracciones ni zonas flojas.

Sigue siendo efectivo que la Concertación requiere conducción política, discurso integrador incorporado en todo lo que hace, gestión eficiente y visible, constante presencia en terreno y una fortalecida capacidad de comunicar mensajes.

La obligación que ha contraído la Concertación al ganar el Ejecutivo comprende a todas las facetas de un buen Gobierno, sin prescindir de ninguna. De otro modo en verdad estaría fallando en su misión fundamental.

La oposición ha mostrado de inmediato sus cartas al respecto. Cada vez que el Gobierno moviliza sus recursos, recibe una réplica graneada de ataques. Nunca se le deja de acusar de intervencionismo y un reiterado mensaje de que no pierda el tiempo, se dedique a lo suyo y no malgaste los recursos públicos.

¿Nos estamos alternando o alterando?

Para la oposición, ha llegado el tiempo de la “alternancia en el poder” y nada debe detener o cruzarse en este propósito. Por eso, la derecha sobrerreacciona en extremo ante iniciativas tan obvias y acotadas como la de hacer circular una publicación de unas pocas páginas al mes. Simplemente sacó de sus casillas a la dirigencia opositora. Si el Gobierno es un fracaso, ¿para qué se preocupan? Si no hay avances, ¿qué importa que se muestre lo que no existe? Si se trata de una muestra de desesperación, ¿para qué desesperarse en la réplica?

Está claro que la capacidad de autorregularse no es la especialidad de la casa. En el fondo, lo que quiere decir todo esto es que no hay plena confianza en las propias fuerzas. Se está a la espera que la Concertación falle, entre en colapso o se desintegre en medio de peleas de diversa especie.

El problema está en que la derecha se está preparando para un escenario optimista, en que las buenas noticias corren de su parte y las desgracias, todas por cuenta de los adversarios.

La disposición de ánimo del otro lado de la cancha es completamente distinta. Se sabe que los mayores obstáculos en el camino, los peores escenarios y las mayores debilidades ya se han presentado. Es más, existe plena conciencia de que el programa comprometido con el país está en plena ejecución y que se puede llegar a la meta con los objetivos alcanzados y las metas cumplidas. Y quien está convencido de esto, actúa de un modo bien distinto de quien está haciendo sus maletas.

Por lo que se observa, lo que hará el oficialismo es gobernar a plenitud hasta el fin del período. Y esto no resulta tan difícil cuando no se trata de alterar las prioridades, sino de cumplirlas.

Con esto no se quiere decir que en las consideraciones políticas avasallan a las orientaciones técnicas perdiendo orden y mesura. Significa que no se pretende perder su sello social característico en medio de una administración anodina.

Significa que no se pierde sentido de la responsabilidad, pasando a una especie de frenesí electoral, sino que se quiere asegurar el cumplimiento de lo prometido durante la campaña presidencial.

El cumplimiento integral de lo que se compromete es todo lo contrario en las puras consideraciones tácticas del momento.

Así que se trata de dar conducción política, de otorgarle sentido a la acción que se emprende, de actuar con eficacia, mantener el contacto directo con los ciudadanos y comunicar en todo momento lo que se está realizando. El Gobierno tiene una ventaja y debe saber aprovecharla: todo lo que necesita hacer está en sus manos para llevarlo a la práctica. Esperemos que actúe en consecuencia.

viernes, enero 18, 2008

El verano y las golondrinas

El verano y las golondrinas

Se nota el cambio de vientos. El Gobierno ha dejado de estar en el centro de la polémica. Ahora los observadores están pasando de la crítica a un Ejecutivo débil a la crítica a partidos políticos oficialistas débiles.

Víctor Maldonado


El mejor momento del gobierno

ESTÁ CLARO QUE, luego del cambio de gabinete, la actividad política girar en torno al Gobierno. Incluso los principales líderes de derecha se dedican a hacer comentarios en la certeza de que se puede esperar un mejor año para el oficialismo. Al mismo tiempo, las encuestas de opinión están empezando a detectar un repunte en la aprobación que puede llegar a constituirse en una tendencia.

El importante despacho de la reforma previsional inaugura una etapa en que el Gobierno empieza a cosechar el fruto de la primera etapa en la que se instala, se organiza en torno a prioridades y centra esfuerzos en tareas prioritarias, que sólo ahora se empiezan a apreciar en su real dimensión.

Entre quienes tienen tareas que cumplir y los resultados los favorecen visiblemente se empieza a experimentar un cambio en el estado de ánimo -propio y colectivo-, algo que no se apreciaba hace un buen tiempo.

De hecho, se puede estimar que este es el mejor momento del Gobierno, no porque sea el de mayor apoyo, sino porque el Ejecutivo tiene hoy la iniciativa, cuenta con mucho que mostrar, dispone de un discurso que sintoniza con los ciudadanos y sabe que las expectativas son buenas hacia delante.

¿Qué fue lo que cambió? Para muchos esto tiene que ver con la fuerte señal que se dio con el cambio de autoridades de primer nivel. No son pocos los que estiman que se trata de un regreso estelar de la política a la dirección de la actividad pública.

Desde la oposición, el juego más interesado presenta el cambio de gabinete como una transferencia neta de poder desde la Presidencia a personajes de la confianza de los partidos políticos. Se trataría de una renuncia a su estilo más propio. Al mismo tiempo, y en contradicción con lo anterior, en los días previos han abundado los análisis que elucubran con soltura sobre el distinto peso de los ministros, según su afinidad definida personal con Bachelet. Está claro que la dinámica interna de la toma de decisiones se les escapa por completo, y que se confunden juicios con prejuicios.

Pero, más allá de lo anecdótico, nadie niega el reforzamiento del poder político del Ejecutivo, como tampoco su potenciada capacidad de interlocución con los actores políticos, tanto en los partidos como en el Congreso.

En todo caso, se nota el cambio de vientos. El Gobierno ha dejado de estar en el centro de la polémica. Ahora los observadores están pasando de la crítica a un Ejecutivo débil a la crítica a partidos políticos oficialistas débiles. Éste es el nuevo foco de atención.

Es la política, estúpido

En lo que algunos analistas de oposición se equivocan por completo es en hacer un sinónimo de este renovado predominio de la política en la conducción de Gobierno con una supuesta mayor rudeza de la actividad pública del oficialismo.

En realidad, la buena política es lo contrario de las malas maneras. La rudeza del matón busca someter, el político por excelencia busca convencer y ganar mayorías. Nada puede ser más distinto.

La falta de sutileza no ha estado de este lado de la cerca. Hacer buena política no es imitar la actitud que ha predominado de la oposición durante este Gobierno. Por lo demás, la falta de imaginación no ha conducido nunca al poder.

Se pueden ver las cosas de otra manera. Bachelet ha estado ocupada cumpliendo, hasta este momento, un variado número de roles: marca la línea política del Gobierno, dirige o evalúa directamente el devenir de varias políticas públicas, entra en polémica directa con la oposición, etc. De más está decir que esta actitud no la había llevado a cabo si no hubiera sido indispensable y necesario.

Un equipo político reforzado permite que cada cual se dedique a sus funciones propias sin necesidad de abarcar más funciones. Eso terminará fortaleciendo la imagen presidencial y no disminuyéndola. En esto hay un claro error de percepción por parte de analistas y dirigentes.

La Presidenta debe dirigir y los ministros deben debatir y responder. Es el mejor de los escenarios para el Gobierno.

Al parecer la oposición acaba de descubrir las bondades de una política propositiva. Después de casi dos años ya era hora de que lo hiciera. Sebastián Piñera hasta se muestra modesto y considera excesivo el trato dado al ministro Francisco Vidal en la interpretación. Incluso Andrés Allamand está matizando sus propios dichos. Lo importante es que sea coherente y consecuente con la nueva línea que quieren emprender.

En parte, el cambio de actitud de la derecha se explica por la imposibilidad de mantener una oposición simple ante un Ejecutivo reforzado.

Pero, ¿por cuánto tiempo se mantendrá esta situación? Porque lo que importa es saber si esta golondrina presagia o no el verano.

Las tareas propias del gobierno

Hay que decir de inmediato que para el gabinete la prueba de fuego no está en demostrar la fuerza y el tonelaje político de sus ministros. Está en demostrar que se constituye en un equipo que representa al Gobierno ante los otros y no de los partidos o de figuras fuertes ante la Presidenta.

Tener representantes de candidaturas políticas diferentes sería nefasto. Es obvio que cada cual pueda tener sus propias opiniones y preferencias sobre candidaturas presidenciales futuras. Pero el Gobierno está pensado para dar conducción política hoy, tras la implementación del programa comprometido ante los ciudadanos.

El propósito principal es gobernar. Para la Concertación, el Gobierno es un centro aglutinante y si lo pierde como tal, no hay cómo reemplazarlo en las actuales circunstancias. Son los partidos los que tienen que buscar la continuidad de la Concertación en el poder mediante la mejor opción presidencial. No es éste el rol de los ministros ni puede serlo.

Las tareas de Gobierno son absorbentes y requieren de plena concentración. Y no es cosa de pura eficiencia y de muchas obras construidas.

Se equivocan los que piensan que al Gobierno le va a ir bien sólo por la cantidad de obras que realice. Si esto fuera automático, los problemas serían exclusivamente técnicos y no políticos.

En realidad a un Gobierno le va bien si cumple con cinco tareas que debe realizar de un modo simultáneo y coordinado: si hay conducción política; si tiene un discurso integrador; si la gestión es eficiente; si está presente en terreno; y si cuenta con la capacidad de comunicar sus logros.

En otras palabras, hay que saber para dónde ir, darle sentido a la acción que se emprende, gestionar con eficiencia, nunca perder contacto con los ciudadanos y convencer para lograr adhesión.

Si sólo importaran las obras o la capacidad técnica, es posible que varios ministros no hubieran cambiado en la última reestructuración del gabinete. Aparte de la conocida necesidad de preservar los equilibrios, es posible que cada cual cumpliera bien con lo que hacía. El punto ha estado siempre en saber si lo que se hacía era todo lo indispensable por hacer. Y estos cinco aspectos que señalamos constituyen elementos indispensables a la hora de evaluar.

¿Por qué es tan importante que el Gobierno realice todas y cada una de estas tareas con especial acierto?

Porque este año será pródigo en el tratamiento de conflictos y de tensiones en los partidos de la coalición gobernante. Para los partidos las exigencias a responder serán muchas en un año electoral, la necesidad de mantener la cohesión y la disciplina interna estarán a la orden del día, y las coyunturas en específico serán un imán de atracción permanente.

Si se juega en conjunto por el cumplimiento de los objetivos, compromisos y tareas comunes, entonces lo que predominará es la colaboración, la cooperación y la coordinación de unos con otros. Lo que viene es un esfuerzo de equipo: si se constituye una comunidad de trabajo, al Gobierno le va a ir bien. Ésa es la prueba más importante que sortear.

viernes, enero 11, 2008

De lleno en la segunda etapa

De lleno en la segunda etapa

Víctor Maldonado

El cambio de gabinete expresa la ratificación de un rumbo. Se han cambiado personas, pero se han confirmado los propósitos centrales tal cual fueron presentados en el programa.


En el inicio de la nueva etapa

La segunda etapa de Gobierno ya está entre nosotros. La salida anticipada del ministro del Interior dio un carácter de alta expectación a los pasos que siguieron a su renuncia, lo que llevó a otorgar una atención pública amplificada al desarrollo del cambio que se completaba con el anuncio de los nuevos subsecretarios.

Sin duda, no han sido días fáciles para las primeras líneas del Ejecutivo, pero el gabinete ya se encuentra en pleno reordenamiento, luego de conocerse el desenlace.

En esta ocasión había que "apuntarle a la primera", porque simplemente no queda tiempo para rectificaciones mayores. De allí la importancia de lo que acabamos de presenciar. La impresión inicial de los cambios ha sido buena, pero es importante fijar criterios para formarse una opinión más fundada sobre el grado de acierto que se ha tenido en este momento decisivo.

Lo que hay que partir diciendo es que, en esta nueva etapa, se está demostrando como un factor decisivo la necesidad de difundir certezas y confianza. Por eso ha llegado a ser crucial tanto tomar decisiones correctas en los cambios de autoridades como concitar un significativo apoyo a las decisiones adoptadas por la Presidenta Michelle Bachelet. Para tener éxito, ambos aspectos debían ir de la mano, porque un equipo idóneo y adecuado requiere tiempo y oportunidad para poder asentarse, cumpliendo con las tareas que le encomiendan.

Por eso, mirado en retrospectiva, el test decisivo para el oficialismo consistía en que, tanto el Gobierno como su coalición, adoptaran a cabalidad sus funciones propias, sin confusión y sin titubeos.

El equilibro no era nada fácil, pero de lo que se trataba era de que la Mandataria ejerciera sus funciones privativas, sin presiones indebidas, aunque logrando que los partidos que la respaldan se sintieran plenamente comprometidos con sus resoluciones.

De allí la importancia que tuvo -previo al anuncio de los cambios- la reunión sostenida por la Presidenta con los timoneles de los partidos el fin de semana recién pasado. Los buenos observadores habrán advertido que aquí se consiguió un acuerdo de fondo, que luego se materializó sin replicas negativas de relevancia.

Por una parte, Bachelet pidió respaldo irrestricto a sus decisiones y, por otra parte, los timoneles solicitaron que se implementara una intervención profunda y a la brevedad.

Como se ve, ambas partes actuaron dentro de sus funciones propias. No se centró el debate en los nombres y los cargos, aunque es bien posible que nadie haya dejado de entregar sus sugerencias de manera oportuna y conveniente.

Lo que importa retener es que, tras el análisis de las condiciones del momento político y sus implicancias para la conformación de un nuevo gabinete, se pudo constatar que existía una amplia coincidencia en lo que se necesitaba realizar. Es decir, había perspectiva y piso para realizar los ajustes, tal cual se requería.

Con este punto de partida, el cambio de gabinete sólo podía ser exitoso, si se mira desde la Concertación.

El giro en la oposición

Otra forma de evaluar el mismo acontecimiento consiste en observar lo acontecido desde la vereda de enfrente. Y está claro que el ajuste ministerial no dejó indiferente a la oposición, sino que la obligó, a su vez, a ajustar estrategia y discurso.

Uno de los primeros efectos producidos fue la variación en la actitud pública de la directiva de RN y su candidato presidencial más posicionado. Da la impresión de que estaban esperando la primera oportunidad para hacer un giro hacia lo constructivo y hacia el centro.

Desde luego, hay aquí un reconocimiento de la imposibilidad de mantener una oposición cerrada y sin matices.

Sebastián Piñera se ha adelantado a reconocer que nos encontramos en una nueva etapa. Así es que su anuncio consiste en decir que la Alianza asumirá un rol más propositivo, dispuesto a concretar acuerdos, sin dejar de fiscalizar.

Muy de acuerdo con su estilo, Piñera no ha podido dejar de mencionar expresamente que esto es algo distinto de lo que realiza (el cual estaría actuando de un modo más "pasivo"). Eso quiere decir que cuando el que se acerca es Lavín entonces es malo, pero cuando el giro lo realiza él, es todo lo contrario.

Ahora resulta que se descubre que la "guerrilla y la descalificación permanentes no conducen a ninguna parte". ¡Como si esto no se lo hubieran estado diciendo desde hace tiempo desde el Gobierno y desde la oposición más moderada!

En definitiva, la tesis del desalojo aparece hoy como abandonada por sus autores. Esto es bueno para la política. Demuestra que la realidad y la opinión de los ciudadanos pueden llegar a ser más fuertes que la terquedad y el perjuicio en la actividad pública.

No es que este paso esté resultándole fácil a la derecha. Sigue insistiendo en mantener un vocabulario desfasado. Sigue siendo del gusto del presidente de la UDI hablar al referirse a la acción de Gobierno como de la "administración del caos", "marca el paso", "no más comisiones", etc. Pero, como siempre, las acciones son más importantes que las palabras.

El impacto

Como es obvio, un relevo ministerial no puede ser evaluado por sus efectos prácticos, aún por producirse. Ningún ministro ha tenido la oportunidad de hacer algo por lo cual pueda ser juzgado. Hay que esperar a los hechos y las suposiciones al respecto valen tanto como las adivinanzas.

Sin embargo, y como hemos visto, el solo anuncio del nuevo gabinete ha provocado efectos públicos que son de gran importancia y que permiten evaluar su funcionamiento inicial.

El gabinete ha tenido buena acogida tanto en la opinión pública como en el ambiente político. Lo primero era de esperarse: la gran mayoría quiere que todos se pongan de acuerdo para sacar el país adelante, y un cambio de este tipo es una promesa de nuevos bríos que parece ir de la mano con lo anterior. Las primeras declaraciones del ministro Edmundo Pérez Yoma justamente fueron destinadas a destacar la búsqueda de acuerdos y el espíritu de diálogo, lo que está en plena sintonía con lo que se espera de él.

En el mundo político, en especial en la Concertación, no se puede esperar más que buena voluntad. Al fin y al cabo, lo que se pedía que pasara fue justamente lo que terminó pasando.

Se pedía la instalación de un personaje fuerte, con experiencia y prestancia a cargo del gabinete, y lo tienen. Se pedía mayor sintonía fina con los partidos, y es lo que se obtuvo. Se sabía necesario una especial deferencia con el PDC, dada las dificultades del momento, y nadie podría denunciar en la falange algún maltrato en una ocasión tan importante como ésta.

El cambio de gabinete expresa la ratificación de un rumbo. Se han cambiado personas, pero se han confirmado los propósitos centrales, tal cual fueron presentados al país en el programa.

La novedad que se puede esperar del nuevo elenco es la efectividad con que combinan conducción política, capacidad de gestión y presencia comunicacional y en terreno. Se trata de saber cumplir, de saber mostrar y de hacer bien en trabajo. Esto tiene una gran ventaja que el Gobierno debe saber aprovechar: todo lo importante por lo cual se evaluará la gestión Bachelet está en manos de sus colaboradores para cumplirse a cabalidad. Espero que sepan aprovechar esta tremenda oportunidad que se les presenta.

viernes, enero 04, 2008

Ser o no ser DC

Ser o no ser DC

Restañar heridas, recuperar la normalidad, volver a atender las tareas de mayor proyección, dar motivos para converger hacia dentro. Tanto en la forma como en el fondo, no hay que dar motivo a una crítica que fue injusta y que debe seguir siéndolo.

Víctor Maldonado


Irse o quedarse

MILITAR SIEMPRE ha sido una decisión difícil. Requiere combinar, a cada paso, la libertad personal con la responsabilidad colectiva, un intento al que no todo el mundo está dispuesto. Las dificultades parecen haber aumentado ahora, cuando los partidos y las coaliciones sufren desprendimientos y rupturas.

Sin embargo, nadie niega la importancia de conformar aglutinamientos políticos estables, reconocibles, dirigidos por principios e ideas (no sólo por personas) y capaces de elaborar propuestas de interés nacional.

Los mismos disidentes, una vez que salen de sus partidos, se apresuran a anunciar que se están “constituyendo” en algo aún impreciso -y no se sabe si perdurable-, pero algo reconocible.

Como resultado, se está conformando un cuadro político bastante más ordenado e inteligible del que teníamos la víspera.

En realidad, es mejor tener partidos con una menor heterogeneidad, pero con mayor integración interna y con capacidad de emprender acciones colectivas. Al menos esto le permite a los ciudadanos optar entre alternativas identificables, en vez de expandir el desconcierto y la confusión, tal como tendía a ocurrir hasta hace poco.

La decisión de mantener o no la militancia se vive ahora con particular intensidad en la Democracia Cristiana. Antes le tocó al PPD y, casi con seguridad, ocurrirá otro tanto con los socialistas.

Por parte de quienes tienen la duda, su resolución no tiene nada de obvio y es que, en realidad, tienen las posibles alternativas igualmente abiertas.

Por cierto, que alguien coincida con las opiniones políticas del senador Adolfo Zaldívar no quiere decir que quiera abandonar la falange. Además, inevitablemente se pasará por una etapa en la que no es claro quién está fuera, dentro... o en ambos lados a la vez, mientras eso sea posible.

El destino individual de Zaldívar no es el mismo que el de quienes comparten sus puntos de vista. Porque una cosa es coincidir en planteamientos y otra, bien distinta, seguirle los pasos a alguien, no importando para dónde se dirija.

No hay que olvidar que el expulsado de hoy se presentó siempre como un DC a ultranza al que tanto le importaba proteger los intereses de su partido que estaba dispuesto a enfrentar a sus socios de coalición con tal de que su tienda pudiera mantener su identidad propia. Todo por la supervivencia falangista, sin claudicaciones, contemplaciones o dudas.

A los mismos a quienes esta idea les atraía no les resulta nada sencillo coincidir ahora con alguien para quien sus seguidores “no tienen nada que hacer en la DC, porque está muerta”. Algo básico no está funcionando aquí y por eso cada cual debe tomar sus propias decisiones.

Si hay espacio, hay convivencia

Está claro que para Zaldívar el amor y el odio no son sentimientos opuestos, sino contiguos. Pero puede que los demás no vean y sientan las cosas del mismo modo.

Así que las opciones están abiertas: quedarse o salir. Lo que no está permitido es una salida falsa que resulta reñida con la ética; es decir, quedarse para salir luego, según sea la conveniencia. Con lealtad y con las reglas internas, se puede construir un sector. Pero no puede uno quedarse sólo para la eventualidad de ganar en elecciones del partido.

La honestidad política es un capital muy preciado. Para continuar en una colectividad hay que estar de acuerdo en su orientación general. No es un mero asunto de conveniencia o cálculo. En poco tiempo, se pasan demasiadas pruebas para mantenerse en la organización sobre bases febles. No es sólo un asunto de respeto con los demás. Es básicamente un asunto de autorrespeto.

Al mismo tiempo, para alentar que todos puedan quedarse, un partido debe dejar espacio para que se pueda tener, legítimamente, distintas posiciones políticas internas.

Pese a que las rupturas son difíciles y dolorosas, y son ocasiones en las que las argumentaciones se extreman, no hay que olvidar que lo que provoca el quiebre no es la diferencia de opiniones (algo completamente normal), sino la negativa a compartir criterios básicos de convivencia, buen trato y disciplina elemental. Comportarse de acuerdo con esta diferenciación resulta decisivo en este momento.

Cuando se rompen las normas de convivencia de modo unilateral, la directiva que enfrenta la situación no puede ser tratada como un bando en contraposición a otro al que quiere perjudicar. Ambas posiciones no son equivalentes. Por mucho que las diferencias existan, no es sobre eso sobre lo que se está hablando. En este caso, unos representan la institucionalidad partidaria y los otros, la ruptura de la misma.

Pero eso ya se ha resuelto. Ahora, la tarea del momento es la preservación orgánica. Restañar heridas, recuperar la normalidad, volver a atender las tareas de mayor proyección, dar motivos para converger hacia dentro. Tanto en la forma como en el fondo, no hay que dar motivo a una crítica que fue injusta y que debe seguir siéndolo.

Se ha empezado a discutir mucho sobre si la próxima ha de ser una mesa directiva homogénea o integrada (es decir, con la presencia de todos los sectores). Ambas cosas son posibles y quien encabeza es quien decide cuál alternativa se ajusta más a su programa. Lo que sí se presenta como una condición necesaria de éxito es que la nueva dirección debe garantizar en sus miembros la visible preservación de los intereses partidarios más permanentes.

Pero, tal vez, la más relevante es que debe garantizar la presentación de los mejores candidatos a las elecciones municipales, sin más consideraciones que la excelencia y la capacidad de conseguir adhesión ciudadana.

Los funcionales

Esto en cuanto a los que se quedan. En cuanto a los que se van, hay que decir algo ahora, antes de que los acontecimientos se sucedan con la velocidad que siempre sorprende. Y es que, más allá de sus intenciones, es evidente que en la actualidad, la posición política que ocupa el líder “colorín” es la de ser plenamente funcional a los intereses de la derecha.

Por ahora, y aún hoy, ocupa el espacio de quien puede desgastar a su partido y a su coalición, precisamente por provenir de dentro. Por cierto, Zaldívar no ahorrará epítetos hacia quienes quieren descalificar.

Lo típico de un personaje que llega a ser funcional a la estrategia de otro es que, en todos los problemas que existen, ve y destaca la peor posibilidad que se presenta para el futuro.

En este, su comportamiento, es sistemático. Siempre pondrá el acento en lo que no se hace, nunca en lo que sí se ha logrado. En cada ocasión, declarará que se ha perdido el sentido de lo que se hace, en ningún caso percibirá como propia la tarea de explicar las motivaciones de las políticas que se implementan.

Desde luego, se dedica a restar apoyo a las iniciativas clave, la idea de apoyar las propuestas de Gobierno es la última y no la primera de las opciones a su disposición. El vaso está permanentemente medio vacío. Las promesas no están en un determinado estado de avance, sino que no se ha cumplido con lo prometido y punto.

En otras palabras, el personaje funcional a la oposición no trabaja para constituir y mantener una mayoría detrás de un programa de acción; por el contrario, trabaja para que una minoría pese, se imponga y fije las reglas.

En el momento de la crisis, todo el mundo tiene derecho a dudar y a ponderar de distinta manera la posturas de cada cual. Lo que a estas alturas cada uno debe tener claro es que, aunque el punto de partida es el mismo para todos, los caminos divergirán de modo creciente entre los hasta ayer camaradas.