viernes, enero 30, 2009

En la tierra de las oportunidades

En la tierra de las oportunidades

Víctor Maldonado

El hecho de que la disparidad de fuerzas sea evidente no justifica que el candidato con más opción se pierda en el exceso de confianza; menos aún tratándose de una persona que ha demostrado que se puede ir de menos a más.



Sin ponerse pesados, por favor

Parece la obviedad misma, pero en estos días hay que partir de la base de que este es un país que quiere aprovechar al máximo las vacaciones. Es decir, que está compuesto por gente normal.

El efecto de este hecho colectivo de lo más humano es que, aunque nadie desconoce las dificultades que le aguardan a la vuelta del paréntesis veraniego, nadie desea tampoco que se lo recuerden a cada paso.

Causa extrañeza entre quienes se dedican a las encuestas que no pareciera que -hasta ahora- se tenga una conciencia muy amplia del impacto inevitable que se aproxima por la crisis económica mundial.

No debería extrañar tanto. Es tan evidente lo que viene, como inútil desperdiciar la única oportunidad que muchos tienen para descansar. Por eso, la política en vacaciones no puede ser la misma que la que se practica en un período ordinario ni ha de enfocarse con mentalidad rutinaria.

No son estas semanas para ponerse pesados. Con todo, hay un tema que se abre paso desde la política entre la distracción del estío. Y es que se ha convocado a primarias regionales en la Concertación y esto empieza a prepararse desde ahora. Una convocatoria tan amplia sin duda llama la atención.

Estimo, sin embargo, que en el tema de las primarias se ha cometido un error tanto político como comunicacional. De hecho, la Concertación se ha dedicado a hablar más de sus costos que de la iniciativa misma.

Lo que muchos parecen pensar, y no pocos dicen, es que sería mejor evitarse todo trámite y proclamar de inmediato a Eduardo Frei, que ya ha acumulado un impresionante número de apoyos individuales e institucionales.

Pero sería sumamente extraño que las cosas discurrieran de un modo tan fácil y sencillo. No me parece factible que, inmediatamente después de inscribirse como candidato, uno de los firmantes se dé cuenta súbitamente de que la suya fue una ocurrencia momentánea, se disculpe, sonría al público y haga mutis por el foro. No va a ser esto lo que ocurra, desde luego. Y más vale que todos se hagan a la idea.

Las dudas que se pudieran tener se despejan cuando uno se da cuenta de que no todos los actores tienen los mismos objetivos cuando se participa de un proceso de consulta ciudadana.

Para nadie es un misterio quién será escogido como candidato. Sin embargo, esta no es la única incógnita por despejar, sobre todo si se está pensando a más de cuatro años plazo.

Cuando se reparte más de un premio

En efecto, está claro que los partidos tienen bien delimitados sus liderazgos internos. No obstante, constituye una auténtica incertidumbre saber cuáles son los líderes concertacionistas que cruzan las barreras partidarias y se constituyen como puntos de referencia compartidos.

Por cierto, en esa categoría se encuentran los ex presidentes de la república. Pero, si pensamos más allá del próximo compromiso electoral (con sus primeros actores ya escogidos para salir a escena), ¿dónde están los liderazgos emergentes de reemplazo?

Habrá que reconocer que la Concertación ha dejado esta asignatura pendiente por un tiempo demasiado prolongado. De allí que los falsos postulantes a líderes (es decir los que se especializan en asegurar el Apocalipsis próximo y encuentran un gusto especial en expandir el desánimo) se hayan podido sentir a sus anchas por un largo período.

No obstante, ya no se puede aguardar por más tiempo. La tendencia a la diáspora y el relajo de la disciplina, así como los incentivos para romper los conglomerados dejan a las claras que hay una etapa que se agotó y que se ha dado inicio a un nuevo ciclo que exige más rostros presentes que aquellos a los que estamos acostumbrados.

Sigo pensando que la forma como se ha dado la competencia en la Concertación hasta ahora es una clara demostración de un desfase entre los requerimientos que exigía el escenario actual y la actitud de quienes tenían mejor opción.

Por lo general, lo que caracteriza un período de alto dinamismo político es la capacidad de los dirigentes nacionales de ir al encuentro de la gente, rompiendo barreras y los comportamientos demasiado acartonados.

No fue así en este caso. Llegó un momento en que se tenía la impresión de que lo que algunos aspirantes buscaban era que se produjera un movimiento exactamente inverso: que fuera la gente la que se moviera hacia ellos, o que los partidos se movilizaran a su encuentro, obligados por una combinación de temor, de falta de alternativas y por la presión popular. De más está decir que nada de esto se produjo, porque la política no está resultando ser tan atractiva como para cambiar una primaria (proceso de consulta ciudadana) por una procesión (visita de notables a la casa de otro notable). Pero, como sea, eso ya pertenece al pasado.

Ojo con las reglas del juego

Lo que está en juego no es sólo escoger un abanderado, sino la definición de los pesos específicos del conjunto de los liderazgos.

Es ahora cuando la idea de reconcursar procurando obtener respaldo ciudadano se convierte en una motivación central entre los más despiertos. De más estará decir que, respecto de este propósito, la envergadura de la organización partidaria a la que se pertenece no es lo definitorio. Antes bien, resultarán decisivas las cualidades mediáticas de un dirigente y lo acertado que resulte el desempeño en campaña, según las reglas del juego que se estén efectivamente aplicando.

Aquí es donde no se ha de pasar por alto un dato sumamente importante. El hecho de que la Concertación disponga de una candidatura presidencial ya bien asentada no permite dar por concluido el capítulo y pasar a otra cosa. Esta es sólo una parte de los elementos significativos.

El otro aspecto importante es que primarias regionales hace posible que electorados relativamente acotados sean sensibles al contacto directo y la presencia en terreno de buenos candidatos. Un buen desplazamiento y una presencia activa aseguran una adhesión respetable y significativa. Cuando se da un ganador por anticipado, siempre sorprende la cantidad de votos que saca su contendor.

En otras palabras, mientras se mantengan las actuales reglas del juego definidas por la Concertación, lo que tenemos entre manos no es un mero trámite, sino una auténtica competencia.

El hecho de que la disparidad de fuerzas sea evidente, no justifica que el candidato con más opción se pierda en el exceso de confianza; menos aún tratándose de una persona que ha demostrado que se puede ir de menos a más, contra todas las expectativas iniciales.

De hecho, Frei no debería confiarse en absoluto, ni en este caso ni en ningún otro. Como se sabe, las virtudes suelen coincidir con los defectos, si no se los regula a tiempo.

El ex Presidente ha mostrado un tesón y constancia reconocidos hasta por sus adversarios. Su seguridad en sí mismo es notable. Esa convicción básica la ha sabido transmitir a su equipo de colaboradores más cercano, aun en los momentos menos rutilantes.

Pero eso no quita que su peor momento en el pasado fuera aquel en el que proclamó su intención de convertirse en "protagonista del futuro", es decir, un propósito más bien personal y de convocatoria restringida. No deja de ser significativo que le haya empezado a ir mejor cuando dejó esa fraseología y se abocó a los principales temas nacionales.

Por cierto, la confianza en sí mismo y un desarrollado sentido de la oportunidad no bastan para alcanzar la presidencia. También se requiere una amplia capacidad de convocatoria y mantener la capacidad de sintonizar con la mayoría del país. En otras palabras, va haber que agrandar la casa.

De momento, en la tierra de las oportunidades lo que reina es la competencia.

viernes, enero 23, 2009

Vidas nada de paralelas

Vidas nada de paralelas

Víctor Maldonado

Sebastián Piñera siempre aparece rodeado de gente y, sin embargo, nadie pareciera ser demasiado importante. Su entorno visible es estrictamente político o, en su defecto, se relacionan con los centros de investigación más adaptados.



Hay una gran diferencia entre la estrategia electoral de la candidatura de derecha y la que está siguiendo la más perfilada de las campañas presidenciales de la Concertación.

En el primer caso, las últimas actuaciones de sus personeros se han centrado en atacar la credibilidad de la candidatura de Eduardo Frei. En el segundo caso se están realizando eventos públicos en los que queda de manifiesto la consolidación de una base política de apoyo, y la capacidad de elaborar propuestas apoyadas por sectores sociales representativos.

De más estará decir que la primera es una actuación eminentemente reactiva y la segunda es la apropiada para ir acortando terreno con la -todavía- mejor posicionada candidatura opositora.

Se está mostrando, también, una diferencia adicional. Sebastián Piñera siempre aparece rodeado de gente y, sin embargo, nadie pareciera ser demasiado importante. Su entorno visible es estrictamente político o, en su defecto, se relacionan con los centros de investigación más adaptados al apoyo cotidiano a RN o la UDI. Es, si se quiere, un entorno tradicional y poco variado.

En la derecha, la imagen de una oferta innovadora para Chile está a cargo de los mismos de siempre, proponiendo lo mismo que ya les conocemos.

Éste ha sido, hasta ahora, el costo que se tiene que pagar para mantener los equilibrios, así esperan dar la sensación de que las cosas han empezado a ser distintas. Es decir que, por primera vez, se pueda dar la impresión de que la derecha se presenta ampliando su base de apoyo.

En realidad, lo que se está presentando es una poco variada colección de odres viejos para un supuesto vino nuevo.

Lo que tenemos al frente no tiene nada que ver con este juego en que cuenta más la imagen que la transformación real. Lo que se está realizando es un proceso de construcción política, de procesamiento lento y complejo, que permite pensar en un auténtico nuevo comienzo.

Algunos consideran que de una figura tradicional de la política es poco probable que se pueda esperar ningún proceso innovativo. Pero lo que terminará por ocurrir será precisamente lo contrario, y es bueno tener una idea de cómo ocurrirá algo semejante.

En busca del complemento perfecto

Nadie que ya ha sido Presidente puede presentarse a sí mismo como "la novedad del año". Pero sí puede presentarse como quien entiende e interpreta la necesidad de los tiempos que vienen.

Cada candidato requiere de un complemento adecuado. El candidato que aporta experiencia busca la savia nueva que le otorga los nuevos rostros, rodearse de los que son como él no aporta para la transmisión del mensaje completo del país que se quiere construir. Ser y parecer han de tener una cierta correspondencia. Esto es algo que no está siendo logrado por la candidatura opositora, y en lo cual hay que proponerse superarla desde ya.

El secreto de una buena compaña es el de poner a cada uno en su sitio, conseguir el apoyo más amplio posible, evitar los roces y concitar la adhesión de la mayoría.

Por eso Frei necesita aglutinar y hacer muy visibles en su despliegue a las figuras que representan la posibilidad de renovar la política, dar nueva energía al desempeño de las tareas de gobierno y representar intereses ciudadanos que hasta ahora han ocupado un discreto segundo plano en la agenda nacional.

En otras palabras, no está para nada decidido quién termina por encarnar en esta campaña la mejor capacidad de llevar a Chile a una nueva etapa en su desarrollo. La posibilidad de dar "un salto" -como a tantos les gusta decir- no tiene por qué ser una característica atribuida a la derecha.

Partir de otorgarle a la derecha una ventaja en este sentido es tanto un error como una falla de diagnóstico. Representa una petición de principios asumida sin debate ni deliberación. Y para formarse un juicio es tan importante el candidato como la compañía de quienes lo rodean en lo cotidiano.

En una campaña como la que se aproxima, será muy importante la disciplina de los partidos. Ellos tienen un papel fundamental que cumplir, son quienes dan soporte a todo lo que se hace. Y, sin embargo, no deben rodear de tal manera al candidato que le inhabiliten el espacio que requiere para que se rodee de los ciudadanos de a pie que definen cualquier elección fundamental.

Para que esto ocurra, los líderes partidarios han de saber que su rol es vital, pero que no son lo único vital para asegurar el éxito.

A muchos les resulta extraño este planteamiento que pueden comprobar en lo cotidiano. Pero parece evidente que la derecha no ha aprovechado los últimos años para renovarse en personas e ideas. En este sentido, los primeros años de la transición democrática resultaron mucho más fructíferos que lo que hemos podido constatar en las últimas décadas.

Mucho más activo a este respecto se ha mostrado el gremialismo (que no es el pivote de la campaña de Piñera) y aún allí causa casi admiración que un diputado anuncie que no repostulará a su puesto.

Candidato sincero, campaña de verdad

Lo cierto es que la derecha no se ha regenerado a un ritmo lo suficientemente intenso. Durante el largo tiempo en el que la oposición se ha dedicado a mostrar las posibles falencias del oficialismo y a denostar sus errores, nunca ha tenido a la mano un espejo que muestre su imagen.

En términos de debate y del ejercicio de la crítica política, hay que reconocer que a la derecha le ha tocado fácil durante todo este tiempo. Está acostumbrada a "dar más que a recibir". Bien puede que este tiempo esté tocando a su término.

No ha de bastarle a nadie que un sector político afirme que lo hará mejor, sin pruebas y sin suficiente sustento.

Bien puede compararse lo que los opositores dicen con aquello que hacen en los territorios locales que hoy administran. Porque, si se dice que la seguridad ciudadana es muy importante y la delincuencia aumenta en su territorio, algo no está funcionando. O habla menos o logra más.

No se dice lo suficiente que la derecha ha reconocido durante todo este tiempo que carece de un proyecto país. Fácil es criticar, pero difícil es construir. La derecha trastabilla al proponer y han de ser sacados a la pizarra a exponer, más que a denostar.

Todos podemos ser llamados a mostrar coherencia entre lo que decimos y lo que hacemos. Esto vale también para la oposición. Y si alguien dice que le interesa la promoción de la equidad, de la solidaridad y de la no discriminación, ha de poder explicar qué es lo que ha hecho hasta hoy en cada uno de estos ámbitos.

Pero no se ha de regalar la oportunidad de que se exista quien para decir lo que le viene en gana y no sea interrogado en ningún momento por su comportamiento efectivo.

Sabemos que si hay algo que no gusta ni se toleran los ciudadanos de hoy (aparte de los privilegios injustificados en quienes consideran dotados de poder), es la falta de autenticidad.

En la elección municipal se pudo ver muchos candidatos exitosos que tenían reconocidos defectos y deficiencias, pero que no los ocultaron, supieron hacerse perdonar y se mostraron como eran (fallas humanas incluidas).

Pero la impostura es fatal. La sonrisa falsa es detectada a poco andar. Pontificar moralidad sin respaldarlo en la vida privada, provoca irritación.

En definitiva, las campañas no son mágicas, muestran en buena forma al candidato que se tiene, pero no al candidato que se quisiera tener o que no se tiene.

Al final, lo que importa no son los trucos, el dinero o los asistentes o colaboradores. Lo que importa es la persona, y lo que, de verdad, lo mueve.

viernes, enero 16, 2009

Una muestra evidente de inquietud

Una muestra evidente de inquietud

Víctor Maldonado

Lo que está denotando la derecha con su incomodidad, tan ampliamente difundida, es su preocupación por un efecto político fácil de prever, que no deja de percibir como bueno y malo al mismo tiempo.



La segunda reacción que está encontrando el anuncio gubernamental del plan económico para enfrentar la crisis internacional es muy representativa de lo que ocurre con la derecha de un tiempo a esta parte.

Por cierto, la primera reacción no pudo ser otra que la de apoyo. Las medidas anunciadas son las pertinentes; la envergadura del esfuerzo comprometido es la mayor de la historia registrada en nuestro país, y el destino central de los recursos permite asegurar la mantención del empleo para una gran cantidad de chilenos. No hubo quién pudiera oponerse a nada de esto. No se podía objetar nada importante.

Por eso el empresariado, los trabajadores y representantes de todos los sectores políticos entregaron un apoyo entusiasta y desacostumbrado ante una medida gubernamental.

Pero, en una mirada posterior, la oposición se ha empezado a interrogar sobre el impacto político que pudieran tener estos anuncios. Es decir, lo que ha empezado a inquietar es el efecto benéfico que pudieran tener las medidas sobre la administración Bachelet y, posiblemente, sobre la candidatura presidencial de la Concertación.

Los medios de comunicación opositores (casi todos, como se sabe) ya están empezando a divulgar encuestas en que -como ya es costumbre- las preguntas se centran sobre este aspecto. Es el modo aséptico que han encontrado los desconocidos de siempre para hablar a través de las preguntas, más allá del número de encuestados que las responden e, incluso, de cómo responden.

El intento de identificar su efecto político posible como un problema ciudadano está condenado al fracaso. En realidad, parece bien evidente que este tipo de consideraciones no está en la primera línea de la preocupación de ninguna de las personas que corren el riesgo de quedar desempleadas, las que no pueden sino mirar con buenos ojos que alguien se preocupe de entregar un aporte efectivo y contundente que va en su directo beneficio.

Antes no hubiera importado

Lo que está denotando la derecha con su incomodidad, tan ampliamente difundida, es su preocupación por un efecto político fácil de prever que no deja de percibir como bueno y malo al mismo tiempo.

Lo interesante de observar es que este tipo de consideraciones quedaba fuera de su campo visual, cuando consideraba -no hace mucho- que la suerte electoral estaba echada y nada podría impedir su victoria.

La crisis en la que estamos recién adentrándonos es de tal dimensión, que a nadie en su sano juicio puede sino alegrarle que nuestro país se encuentre bien preparado para enfrentar el temporal.

Un sismo económico mundial no puede sino impactarnos negativamente, pero no deja de sorprender que un país pequeño como el nuestro mostrara una igual capacidad de previsión y la fortaleza necesaria para actuar en consecuencia. Nada de esto se improvisa, sino que sólo se puede deber a un período amplio en que se han hecho las cosas como se debe.

La campaña presidencial de la derecha se basa en la capacidad del candidato de demostrarle al país que este Gobierno, y la Concertación en forma coincidente, ya no son capaces de entregar respuestas válidas para el país, que ya no lo pueden conducir en forma alguna y que estamos perdiendo terreno en todas las áreas más significativas de la gestión.

Pero si un Gobierno se muestra capaz de enfrentar el mayor desafío al que se puede hacer frente por parte de las naciones hoy, y si puede irle bien, en similares condiciones ante las cuales a los vecinos y los países más poderosos se los ve tambalear, entonces algo de lo que dice la oposición no tiene asidero en la realidad.

Eso es lo que le preocupa a la derecha. Lo que tendría que hacer es acondicionar su estrategia ante las nuevas condiciones. Mostrando que una cosa es el presente y otra bien distinta son los desafíos del futuro.

Pero no parece que este paso de audacia y creatividad sobresaliente esté siendo preparado por la derecha. Más bien lo que le pasa es que se está empezando a desconcertar.

Mala señal para sus adherentes. Pero también es la demostración de que lo que termine ocurriendo con la derecha no tiene que ver de forma inmediata con lo que esté haciendo, sino con lo que ocurra con la Concertación y su Gobierno.

Lo cierto es que ante el desempeño del Ejecutivo no hay nada de fondo que objetar. El plan económico de Gobierno es eso mismo que dice su nombre. Las medidas que están comprendidas en él no pretenden otras cosas que cumplir las acciones que se han identificado como pertinentes ante la crisis. Si son aplaudidas es porque representan bien lo que hay que hacer.

Pero tienen razón los que piensan que el éxito económico (que hoy no es el crecimiento, sino la protección) tiene efectos políticos.

Quejarse de esto sería lo mismo que renegar de un tratamiento médico que nos restaura la salud sólo porque ello prestigia al médico que nos atiende.

La duda creciente

Pero no es la autoconfianza la que dirige las acciones de la derecha. Excusas se pueden encontrar y, sin embargo, éstas no terminan de convencer. Puede pensarse que no es éste el momento en que hay que imprimir mayor fuerza a las acciones, que hay que esperar al regreso de vacaciones para emplearse a fondo. Y ciertamente no lo es.

Pero el punto está en que la candidatura opositora no está logrando mantener la mínima presencia que le permita mejorar sus posiciones. Es como si su actuación estuviera quedando bajo la línea de flotación mínima. Más aún si se lo compara con la energía con la que ha emprendido Frei el despliegue de su campaña.

El resultado se está haciendo sentir a un ritmo casi imperceptible, pero siempre en la misma dirección. Piñera no se mueve de su sitio y hay quien se le acerca sin prisa ni pausa.

En el área del estado de ánimo, el cambio es mucho mayor. Día a día los adherentes a la Concertación recuperan seguridad, mientras entre sus contrincantes la certeza original es reemplazada por el cálculo de probabilidades.

Pronto se descubrirá que lo que impedía una competencia política real no tenía nada que ver con las posibilidades electorales. Pasaba mucho más por la cabeza que por los números.

Lo cierto es que no se ve a la derecha a la ofensiva. De hecho ha tenido que enfrentar tropiezos completamente innecesarios, como el de la diputada Karla Rubilar. Con episodios como éste sólo se puede retroceder.

En fin, la derecha tendrá que sostenerse más en sus méritos que en los errores o en el desaliento ajeno (hoy en retroceso) y no es del todo seguro que esté en condiciones de hacerlo.

viernes, enero 09, 2009

La Gioconda sin sonrisa

La Gioconda sin sonrisa

Víctor Maldonado

En momentos de incertidumbre es cuando más se requiere la activa presencia de liderazgos que despierten confianza y seguridad. Lo que más se ha necesitado todo este tiempo son resoluciones tranquilas y capacidad de afrontar lo que venga.


El descarte continua

La Concertación se aproxima a su definición presidencial. Es una situación que se está imponiendo por sobre los procedimientos y los tiempos concordados.

Haciendo una rápida recopilación de los acontecimientos que se han sucedido en los últimos meses, queda en evidencia una diferencia radical de comportamiento entre los aspirantes originales a candidatos presidenciales.

Antes que todo, destaca el hecho de que las diferencias no se deben en nada a las distinciones ideológicas o partidarias. Se relacionan mucho más con el tipo de reacción básica ante el momento político.

La diferencia fundamental ha estado entre quienes han esperado el despeje de situaciones políticas para tomar decisiones relevantes, y quien ha tomado decisiones relevantes para despejar situaciones políticas.

En momentos de incertidumbre es cuando más se requiere la activa presencia de liderazgos que despierten confianza y seguridad. Lo que más se ha necesitado todo este tiempo son resoluciones tranquilas y capacidad de afrontar lo que venga.

Tal vez en escenarios menos apremiantes, o cuando un conglomerado tiene una ventaja inicial a su favor, estas diferencias de conducta no hubieran tenido una importancia decisiva. Pero no estamos en una situación normal y eso implica que no puede actuarse de un modo rutinario o acogiéndose a los procedimientos propios de los ambientes diplomáticos.

Cada cual ha actuado con extrema corrección, pero no con la misma oportunidad y sentido de urgencia.

Lo que ha sucedido no se relaciona mucho con lo que hicieran o dejaran de hacer los adherentes a las precandidaturas. Entusiastas y voluntarios desinteresados y animosos han existido en todos los casos.

Pero el caso es que estos simpatizantes animosos no tuvieron ninguna oportunidad de ofrecer su participación activa. Antes de que llegara el momento en que pudieran intervenir, ya la candidatura que los expresaba había quedado fuera de concurso, de manera que lo que está terminando por dilucidarse en estos días no tiene que ver con lo que haya podido realizar un gran número de personas, sino con la responsabilidad de grupos extraordinariamente pequeños de involucrados.

Esto puede dejar muchas lecciones que asimilar y motivará el cambio de comportamiento de más de alguien. Deja, sin embargo, un saldo positivo nada despreciable.

Ocurre que, en la práctica, la decisión presidencial se está tomando de una forma casi indolora. Casi nadie alcanzó a jugarse por completo por las diferentes alternativas de liderazgo, no hubo campañas desplegadas, y los roces no alcanzaron a germinar. En realidad, nadie alcanzó a emocionarse ni por asomo.

Salvo un grupo que puede caber en un bus de locomoción colectiva, en la Concertación la amplia mayoría ha estado conformada por espectadores y no por actores de un proceso que ha sido elitario, debatido a puertas cerradas y rodeado de decisiones postergadas.

Éste ha sido un proceso que, si se lo mide por los resultados, está siendo óptimo. Y si se lo mide por los procedimientos, no puede ser menos estimulante y más aburrido.

Con una sonrisa en los labios

Los que han sentido más fuertemente el impacto de lo sucedido son, por supuesto, los que se han quedado callados. En efecto, son los dirigentes de la derecha los que tienen más conciencia de lo que se les viene encima.

En realidad, ellos saben que tienen la obligación de reorientar por completo la estrategia que han seguido hasta ahora y que su candidato ha difundido por todos los medios a su alcance.

¿En qué ha consistido la estrategia seguida por Piñera? En evitar el desgaste anticipado que suele afectar a quienes están, por lejos, en mejor posición para la carrera presidencial y, por lo mismo, en no dejarse arrastrar a la polémica casera que lo iguala con sus contrincantes. En el fondo, lo que quiere mantener es la majestad de la distancia.

Mientras todos los demás luchan y se debaten en peleas callejeras, hay quien adopta el papel de Zeus, quien, desde el Olimpo, mira con condescendencia los febriles y estériles esfuerzos de los humanos por cambiar su miserable destino.

Sin la menor intención de resultar divertido, alguien de mal gusto puso en labios de Piñera una frase que sintetiza su plan político básico, pero que va a contrapelo de los más profundos rasgos de su personalidad: "Es mi firme intención aportar a un nuevo clima y mejorar la política respondiendo a cada ataque con un argumento, a cada descalificación con una propuesta y a cada tontería con una sonrisa".

El póster emblemático de esta campaña podría ser el retrato de la Gioconda: elegante, distante, con un fino sentido del humor retratado en su semi sonrisa.

Entre los acontecimientos más improbables que ocurran este año, se encontrará el insólito caso de que Piñera haga caso de su propio consejo.

Arrebatado, autoritario y acostumbrado a imponer su voluntad, nunca ha podido aceptar que se le contradiga. Durante dos décadas se ha adelantado a cualquier consejo, y ha reaccionado siempre a la primera. Con este procedimiento ha hecho su fortuna económica y puede que forje su infortunio político. En todo caso, no va a ser ahora cuando cambie.

El más apropiado para convencer a los que deciden

Lo peor de todo es que Piñera sabe que en las encuestas sus posibilidades electorales se ven mucho mejor de lo que están en la práctica.

Quienes están decididos a votar por él no sobrepasan el rango de lo que ha representado la derecha desde que recuperamos la democracia. Quienes creen que Piñera será el próximo Presidente son, todavía, una significativa mayoría.

Quienes se encuentran en la posición intermedia (es decir, quienes deciden la elección) son personas que se identifican con el centro político, con la centroizquierda e incluso con la izquierda, y que son independientes.

En el abandono del terreno por parte de la Concertación, y en medio de un derrotismo paralizador y absurdo, Piñera hubiera tenido tiempo de sobra para imponerse como una especie de fatalidad histórica.

A menos, claro, que sobreviniera una reacción. A menos, por cierto, que líderes de la Concertación dejen de pedir a gritos que los arrojen a patadas del poder. A menos, en fin, que se escogiera justo el tipo de persona que le pudiera hablar de mejor manera al tipo de personas que definen la elección. Eso fue, precisamente, lo que está ocurriendo.

Frei es bien evaluado entre los votantes de derecha (algo bueno pero no determinante), y es bien evaluado entre quienes se definen como de centro y por los independientes. Y esto último es otro cantar, porque éste es el tipo de votantes que definen la elección.

Eventualmente, si la Concertación recupera posiciones dentro de su propia área de influencia y, luego de ello, va tras el convencimiento de los indecisos, resultará que hacia mitad de año las diferencias se habrán acortado al mínimo. Al menos serán lo suficientemente estrechas como para tener la seguridad de que se llegará a una segunda vuelta.

Para ese entonces, el estado de ánimo del oficialismo habrá variado por completo. En complemento, el comportamiento del Gobierno en materia de enfrentamiento de la crisis económica y de protección del empleo se habrá vuelto determinante. En realidad una megacrisis termina por hundir a un Gobierno o vuelve muy sólida su base de apoyo: una cosa u otra, pero en ningún caso queda en la misma posición.

Así que veremos si, en los próximos meses, el candidato de derecha podrá mantener la sonrisa en los labios. Yo lo dudo.

viernes, enero 02, 2009

Piñera se detiene, la Concertación avanza

Piñera se detiene, la Concertación avanza

Víctor Maldonado

Lo que es más dudoso es que la elección de un liderazgo novedoso se pueda identificar con Piñera. Mal que mal se trata de un personaje que fue elegido senador hace casi 20 años y que ya en 1993 se pudo presentar como candidato presidencial.


La novedad está en la Concertación

ANTE LA PREGUNTA obvia ¿por qué interesa tanto lo que está ocurriendo en la Concertación?, la respuesta obvia es: porque la derecha se ha vuelto al mundo de lo previsible y, por tanto, el sector de la nula novedad. En el oficialismo "están pasando cosas" y por eso atrae las miradas.

Además, en la parte del año que acaba de concluir se ha podido constatar que Sebastián Piñera dejó de crecer en las encuestas. Cierto que está muy separado de sus contendores, pero no es menos verdadero que el apoyo que hoy día concita no le permite ganar. Y esto es más significativo que su buen posicionamiento.

En la UDI la candidatura del empresario RN es considerada como un hecho, casi una fatalidad, ante lo cual algunos se entusiasman y otros se resignan. Pero está claro que una cierta disidencia contra la decisión adoptada está más que viva. De hecho, Piñera ha tenido que soportar, si no el rechazo, sí al menos un constante hostigamiento.

Hasta hace poco, la Concertación parecía un conglomerado político dedicado a cuestionarse a sí mismo, a dudar de su desempeño presente y de su viabilidad futura. Varios de sus dirigentes casi parecían estar pidiendo excusas por el "indecoroso" hecho de estar aún gobernando.

Con el predominio de una actitud tan abiertamente entreguista, era evidente que el principal impulsor de la campaña de Piñera era el propio oficialismo. Al menos lo eran, sin duda, sus lenguaraces más inclinados a un masoquismo exhibicionista.

Pero de este marasmo la centroizquierda ha empezado a salir sobre la base de un mejor desempeño del Gobierno, una conducción política mejor lograda y el trabajo de definición presidencial.

La recuperación concertacionista vuelve problemáticas algunas de las anteriores certezas de las que partía la oposición. Todavía la última encuesta CEP muestra que la mayoría absoluta de los chilenos cree que Piñera será Presidente, pero un número bastante menor lo apoya. Esto lo obliga a tener que justificar una posición antes tan indiscutida como solitaria. Muchos empiezan a preguntarse: al fin y al cabo, ¿por qué Piñera ha de ser Presidente? Y la respuesta, sin el coro de las plañideras del infortunio que gemían en la Concertación, no tiene nada de evidente.

Algunos creen que la respuesta a la interrogante se contesta por el convencimiento de que ha llegado el momento de cambiar, escogiendo un liderazgo nuevo.

Por cierto, esto resulta algo siempre posible de sostener. Pero lo que es más dudoso es que la elección de un liderazgo novedoso se pueda identificar con Piñera. Mal que mal se trata de un personaje que fue elegido senador hace casi 20 años y que ya en 1993 se pudo presentar de candidato presidencial si no fuera porque fue sacado violentamente de la carrera por medio de un recordado caso de espionaje político. Simplemente, no se puede ser "la novedad del año" por décadas: esto es un contrasentido.

Los criterios para decidir en la Concertación

De un personaje emergente se pueden esperar sorpresas, pero de alguien tan ampliamente conocido como éste, en ningún caso.

Tanto se lo conoce que las dudas que persisten no se refieren a la capacidad de Piñera de renunciar, desde ya, a la administración directa de sus intereses económicos. Sus críticos en la propia derecha se están concentrando en este aspecto. Al frente la situación es muy distinta.

No es la novedad de los principales personajes lo que se pondrá en debate en esta elección, sino la pertinencia de cada postulante para enfrentar momentos difíciles y su posibilidad de capturar electorado indeciso que se mueve en la frontera con la derecha.

Siendo los candidatos concertacionistas cercanos entre sí y colaboradores mutuos por tiempo prolongado, no nos enfrentaremos a escoger opciones marcadamente diferentes ni menos antagónicas.

Lo que no parece plenamente aplicable, en esta ocasión, es distinguir entre opciones presidenciales sobre la base del mayor o menor "progresismo" de uno u otro. Para que esto ocurriera, los involucrados deberían querer distinguirse acentuando las diferencias, y eso no es algo que vaya a ocurrir.

Es más, para que esta distinción sea la definitoria, basta con que uno de los aspirantes tenga como propósito convertirse en punto de referencia común, para que no sea el "progresismo" el criterio diferenciador para decidir. Proceder de otra forma sería insensato, puesto que en la Concertación no gana el que se aísla, sino el que busca ser un centro aglutinador.

La situación ha sido bastante anómala para los que gustan de las distinciones gruesas, porque no podría haber candidaturas "progresistas" sin el apoyo de los partidos que se ven representados en esta denominación. Y, a este respecto, lo que menos se ve es un bloque monolítico con fronteras infranqueables.

Para que se trate de una decisión entre bloques partidarios, los partidos han de actuar en la lógica de bloques, y no es eso lo que estamos viendo operar. Al menos en el caso del PPD y del PS se han mostrado opiniones diferentes y es a esta diferencia de opinión a la que se le ha dado más continuidad en los medios de comunicación.

Cualquier observador podrá concluir que, en verdad, las diferencias valóricas y políticas no se están produciendo entre partidos, sino dentro de los partidos. Lo que viene es un amplio debate intestino, algo bien distinto de un enfrentamiento entre bloques.

Algo similar ocurre en el caso de una de las diferencias políticas tradicionales, como es el caso de la relación con el Partido Comunista. Si los comunistas se sienten objeto de tantos guiños desde los presidenciables de la Concertación es, a lo menos, porque todos los quieren cercanos y nadie los rechaza.

Todo parte en la propia casa

Mientras más pasa el tiempo, más se afianza la idea de que se está abocado a escoger entre personas, no entre algún tipo de agrupaciones. No es que esto último sea algo impensable, ocurre, simplemente, que no se está verificando en la práctica.

Más que interrogarnos sobre las convicciones personales de un aspirante (sobre si es más o menos "de avanzada"), lo que importa es saber qué iniciativas se está dispuesto a presentar y hacer aprobar en la próxima administración.

De momento la situación no es pareja entre candidatos y partidos. Por eso el paso que sigue es despejar incógnitas.

Al día de hoy la situación es la siguiente: la DC y el PRSD tienen sus candidatos definidos; el PPD está en la duda y el PS tiene una opción mayoritaria por concretar.

Esta última es la situación más inconfortable. Incluso, dentro del propio PS, José Miguel Insulza ha sido cuestionado por el senador Carlos Ominami, que se ha negado a apoyar su candidatura por anticipado, alegando que "hoy no existen condiciones para proclamarlo, ya que no hay claridad sobre sus propuestas programáticas ni del elenco que lo acompaña".

Por cierto, esto es algo que podría ser dicho para cualquiera de los postulantes, pero que a otros no se les ocurre hacer. Porque cuando se quiere apoyar a un aspirante presidencial, las deficiencias o carencias son vistas como tareas para motivar al aporte del mismo que las observa, no impedimentos que se esgrimen en el punto de partida.

Tenemos un caso en que la viabilidad de la candidatura, el carácter de la candidatura y su representación eventual están reemplazando a la presentación pura y simple de una opción en carrera. De modo que presenciamos el camino de muchas personas trabajando por una posibilidad que tarda en despejarse como incógnita.

Se puede hablar a nombre de un candidato, pero nada reemplaza a la acción directa del candidato mismo. Se acabó todo el tiempo disponible. No queda más que presentarse para terminar de decidir.

Lo cierto es que las posibilidades de la Concertación son crecientes y el interés público está concentrado en ella. No cabe duda que en la centroizquierda "están pasando cosas".