viernes, abril 24, 2009

Cuando la Presidencia se aleja

Cuando la Presidencia se aleja

Víctor Maldonado

El entorno de Piñera demostró ser una corte cercana de incondicionales, preparada para la eventualidad de ganar pero no para afrontar la adversidad. La dirigencia política está, pero no pesa en lo cotidiano y eso se paga caro. Y eso que no entramos en la etapa dura.


El error como costumbre

Refiriéndose a las críticas recibidas de Sebastián Piñera por la forma en que su hija salvó la vida, el ministro de Hacienda, Andrés Velasco, dijo que "hay ciertos límites que no se traspasan fue cruel, bajo". Al decir esto, quería significar que existe una frontera ética que los adversarios en política respetan aun cuando sus posiciones sean muy encontradas. Se trata de una demarcación difícil de precisar en conceptos, pero que todo el mundo entiende que existe cuando se produce una transgresión manifiesta.

Queda por verificar qué tanto pesa en el juicio ciudadano un error coyuntural, pero muy demostrativo de una manera de ser. Hay ciertas acciones que calzan con la imagen que los chilenos y las chilenas tienen de su Presidente, y otras que simplemente no logran ajustarse. Estoy convencido de que este episodio será gravitante en el futuro próximo.

Pero más allá del aspecto valórico, en lo que todos concordarán es en que también existe un cierto límite a la cantidad de errores políticos que puede cometer un candidato, sin que logre exasperar a moros y cristianos.

Piñera está demostrando una gran regularidad en cometer errores. Todas las semanas nos regala con alguno nuevo, de forma metódica y sistemática.

Y no se trata de errores inducidos o de trampas puestas hábilmente por sus adversarios. Se trata de caídas que se producen sin estar bajo presión inmediata o en una situación de estrés particularmente acentuada. Acontecen en ambientes controlados y en territorio amistoso.

Cuando todos en su comando monitorean los ataques que pueden provenir de fuentes del oficialismo, he aquí que el abanderado se dispara solo, no le avisa a nadie y tarda una eternidad en corregir torpezas. Justo los problemas provienen del punto donde menos se espera, donde más cuenta el tiempo y la reacción de equipo y donde hay que saber jugar de memoria.

Cuando acontece una patinada de proporciones, cada hora cuenta para encontrar un curso de acción aceptable y conocido por los principales voceros de la campaña. En este caso, lo que quedó patente es que nadie de los cercanos se imaginó que el candidato pudiera llegar a tan evidentes desatinos, que mucho menos hubo alguien que pudiera reaccionar (si no a tiempo, al menos apenas se pudo), que -a lo más- la dirigencia política partidaria guardó un respetuoso silencio en el peor momento y, para rematar, que el primero en decir que es lo que había que hacer no era ni siquiera del comando, sino que era de la UDI.

En otras palabras, el entorno de Piñera demostró ser una corte cercana de incondicionales, preparada para la eventualidad de ganar, pero no para afrontar la adversidad. La dirigencia política está, pero no pesa en lo cotidiano y eso siempre se paga caro.

Y eso que no entramos en la etapa dura

En síntesis, lo que acaba de quedar en evidencia es que Piñera es un candidato débil acompañado de un entorno endeble. Piñera es un candidato al que le va mal en los buenos tiempos; cuando lo que se quiere es progresar, predomina lo individual y lo que se valora es el tipo de persona que parece encarnar el éxito.

Pero no está resultando un abanderado que encarne la capacidad de enfrentar la adversidad, con temple en los malos momentos y capaz de encontrar con habilidad la salida en los atolladeros.

Hay que decir que cuando Piñera enfrenta problemas, casi siempre logra agravarlos.

Tal como reconocen sus propios partidarios, es el tipo de persona que comete errores por apresuramiento. Todas sus caídas se relacionan con reacciones personales, desatinos evidentes que no pudieron ser detenidos por nadie de su entorno. Porque éste es un candidato que no acepta que nada obstaculice la ejecución de sus inspiraciones.

Con él no hay ningún sistema de alerta que funcione, porque cuando suenan las alarmas, él ya viene de vuelta de cometer un desaguisado.

Curioso, muy curioso. Sobre todo porque el año pasado conspicuos personajes, como Andrés Allamand, nos informaban sobre una notable mutación en la personalidad del empresario-candidato. Se nos decía que ahora estaba más sereno, que escuchaba más y que tomaba en cuenta la opinión de los demás.

Ahora está claro que este comportamiento no tenía nada que ver con un cambio profundo. Se trataba de una reacción refleja de una etapa particularmente favorable para sus pretensiones. Pero estar tranquilo y relajado en tiempos de calma no tiene ninguna gracia, lo importante es mantener la serenidad en plena tormenta. Al parecer ésa no es la especialidad de la casa.

Pensemos ahora un poco hacia adelante, para que los acontecimientos no nos sorprendan del todo.

Nunca tanto en tan poco tiempo

Nos acercamos al período más difícil del año. El paso entre otoño e invierno es siempre aquel en que los gobiernos tienen sus más notorias bajas de popularidad. El desempleo está aumentando. El Ejecutivo ha abierto la puerta para que lo investiguen cuánto y dónde quieran, lo cual es una invitación que no dejará de ser atendida por la oposición, los medios de comunicación, los grupos de presión y cualquiera especializado en áreas de su interés.

Me atrevo a pronosticar que el Gobierno hará frente a momentos difíciles en emergencias, en seguridad, desempleo, conflictos sociales, investigaciones de variado corte, y que saldrá bien librado.

Como ya sucedió antes, la Presidenta fijará el rumbo en mayo para la última etapa y los equipos de la administración la seguirán (con mayor o menor efectividad) en su dedicación a las prioridades.

Creo que sucederá porque enfrentar problemas, sufrir pérdidas, remontar situaciones complejas y experimentar altibajos es parte del diseño político que se tiene. Se dispone de un liderazgo que mantiene el rumbo. Los errores se comenten pero nadie es tan desatinado para ponerlos en el centro del debate.

En otras palabras, en el oficialismo existe más confianza en la tenaz persistencia en implementar su estrategia y ejecutar un plan de acción que en la búsqueda ilusoria de cualquier golpe de suerte. Subir o bajar en las encuestas tiene una importancia subordinada, porque la acción colectiva tiene un sentido compartido que las explica.

Para el Gobierno es también una excelente noticia la constitución del comando de Frei, que resulta ser novedoso y atractivo para electores menos politizados. A partir de ahora empezará a existir un centro de interés nacional que canalizará el debate político de campaña.

Hay que aclarar de inmediato que el panorama se ve menos prometedor para Piñera. Primero que todo porque, aunque parezca raro, habiendo partido hace tanto tiempo como candidato ahora aparece como retrasado si se lo compara con el avance de la Concertación.

Pero hay algo más que importa tener en cuenta. Y es que no interesando cómo le vaya al Gobierno, cualquier alza en las posibilidades de Frei y, sobre todo, cualquier estancamiento de Piñera o descenso en las encuestas de mayo y junio, terminarían por sumirlo en una especie de depresión política.

Puede que estemos todos equivocados, pero una baja de varios meses acumulada haría pensar en una derrota presidencial al final del camino. Lo pensarán los partidos y aunque seguirán apoyando en lo formal, se volcarán a la contienda parlamentaria y con ello sellarán el destino de Piñera.

¿Demasiado pronto para saberlo? Puede que sea así, pero en cualquier caso, le pido que se plantee esta pregunta: ¿recuerda usted un candidato que se haya equivocado tanto en tan poco tiempo?

viernes, abril 17, 2009

Mal momento y mal candidato

Mal momento y mal candidato

Víctor Maldonado

Algo falla, pero ¿qué puede ser? No hay una respuesta convincente de los estrategas del sector y esto hace que el futuro se mire cada vez con mayor inseguridad. No se aprecian razones para esperar que esto empiece a mejorar de modo misterioso.


¡Qué hemos hecho para merecer esto!

En términos de la tendencia electoral, la derecha está entrando en un escenario altamente inconfortable. La distancia entre su candidato y el de la Concertación se ha ido estrechando en todas las últimas encuestas conocidas.

Pero lo peor es la causa de este acortamiento de la ventaja inicial que tenía Piñera sobre cualquier oponente. Se acorta por pérdida de apoyo al candidato de RN y no, aún, por el acortamiento de la distancia de Frei.

Es un problema difícil de tratar. Más si se lo compara con la evolución del candidato de la Concertación. En el oficialismo la situación es sencilla: hay desorden y bajan las opciones; hay mayor unidad y se crece en las encuestas. De igual modo, cuando van quedando menos candidatos, suben las adhesiones al abanderado de la centroizquierda; si reaparece la competencia, el mismo apoyo que ya se tenía se reparte de otra forma entre los aspirantes, pero en conjunto no se gana terreno.

Por si alguien duda sobre cómo operan las cosas, puede ver la evolución del apoyo al Gobierno. Cuando se cometen errores, falta unidad política, aumentan los conflictos mal llevados, todo se expresa en las encuestas. Al contrario, cuando se evidencian las muestras de liderazgo presidencial, mejora la coordinación política, se enfrentan los principales problemas, entonces (¡cómo iba a ser de otra forma!) el Gobierno es reconocido por los ciudadanos.

De manera que tanto el Gobierno como la Concertación pueden pensar muchas cosas respecto de cómo son evaluados por la opinión pública. Pero, con una mano en el corazón, se ha de reconocer que siempre se cosecha lo que se siembra. Nadie en el oficialismo ha dicho jamás que los ciudadanos son "injustos" con la Concertación.

Por eso en la centroizquierda no tienen mucha cabida los populismos o las apuestas a los cambios fortuitos. Si alguien pregunta en este lado de la cancha cómo piensan ganar la elección presidencial, siempre se les dirá que trabajando mucho, cometiendo pocos errores y haciendo buena política. Pero, ¿se puede decir lo mismo de la derecha? El problema es que aquí las cosas no se ven tan claras.

De error en error hasta la victoria final

Piñera ha seguido haciendo más o menos lo que le hemos conocido. Es el tipo de conducta que ha realizado mientras las encuestas lo empinaban al primer lugar, tan bien posicionado que ya se daba el resultado por conocido y la carrera por corrida.

He aquí que los efectos ya no son los mismos. Piñera pierde apoyo y se evidencia una caída en la apreciación de atributos positivos. En una reciente encuesta de un matutino del que la derecha no pueda abrigar sospechas, se encuentra que el candidato de la Concertación recibe mejor aprobación respecto de quién "tiene valores más sólidos", "proyecta mayor autoridad" y "es más respetado por los chilenos".

Algo falla, pero ¿qué puede ser? No hay una respuesta convincente de los estrategas del sector y esto hace que el futuro se mire cada vez con mayor inseguridad.

No se aprecian razones para esperar que, así como nadie parece saber por qué las cosas han empeorado, esto empiece a mejorar del mismo modo misterioso, ahora en sentido contrario.

Los datos no van en esa dirección. Desde ahora, la Concertación tiene un solo nombre, empieza el trabajo lento pero importante de confluir en un solo comando. Está claro que los temas puestos por Frei han incomodado a Piñera.

Del lanzamiento de la campaña, se puede esperar un mayor estrechamiento de la competencia, algo distinto de lo que hemos visto por muchos meses. La derecha parecía preparada para un Gobierno declinante, de timón inseguro y que se perdería entre la indiferencia ciudadana. No esperaba nada bueno, ni menos determinante en los resultados.

Pero no es lo que se aprecia. Al menos no es lo que opina la gente. El Gobierno es el actor decisivo en el manejo de la crisis, la líder mejor evaluada y reconocida es Bachelet, el desempeño del equipo de primera línea es cada vez mejor. El fin, el Gobierno importa y mucho.

Todo mejorará, menos el candidato

En la derecha ya se tiene definido un curso de acción para desequilibrar la balanza. La apuesta es mostrar a la Alianza como un grupo en expansión hacia el centro, que recoge de todo y que no tiene conflictos internos importantes. Hasta el nombre variará.

Pero esto tiene un problema importante: es una operación y se circunscribe al ámbito exclusivamente político. Supone una incorporación indolora de los nuevos integrantes, quienes sólo traerían más apoyo y ninguna dificultad. Pero esperar algo así es bastante ingenuo.

Se espera golpear al oficialismo con el impacto propio del cambio de bando de personalidades antes bien conocidas como de sus filas. Pero no debería esperarse mucho de esto. Si se puede considerar un golpe, habría que decir que ya hace mucho que fue asimilado. Quienes han salido de la Concertación ya pueden ser distinguidos y tienen que responder por su presente, sin representar lo que fueron en el pasado.

La otra línea de conducta se refiere al Gobierno; está claro que la derecha desea que Bachelet y sus colaboradores se inmiscuyan lo menos posible en este período de competencia.

A la Alianza le convendría una administración inmovilizada. Pero ha sido notificada de que no es esto lo que puede esperar. El Gobierno no puede detenerse a la sola voz de "intervencionismo electoral".

Gobernar a toda capacidad es lo que se exige al Ejecutivo en medio de una crisis. Y eso implica decidir, implementar, hacerse presente en terreno, acelerar el tranco y responder a consultas y críticas. Nada de esto variará en el futuro previsible.

De modo que lo que habría que mejorar es el desempeño de Piñera y, hasta ahora, este aspecto ha sido ámbito de preocupación. El episodio de su expulsión del velorio de una víctima de la delincuencia fue simplemente bochornoso. Aunque se ha hecho el parangón con un emplazamiento hecho a Frei en Peñalolén, la diferencia es central: mientras lo vienen a buscar para ponerlo en dificultades, Piñera va a meterse en dificultades solo, sin que nadie lo llame.

Quizá si el problema del empresario-candidato sea lo que había sido considerado virtud. Se ha mantenido haciendo lo mismo, cuando muchos datos de la realidad han estado variando a ojos vista.

Quizá tampoco se diga, pero lo que parece esperarse en la oposición es que el oficialismo caiga en alguno de todos los grandes problemas que se deben enfrentar en este período: aumento de la conflictividad social, recrudecimiento de la conflictividad política e impacto pleno de la crisis económica.

En verdad vienen tiempos difíciles. Las mayores movilizaciones están por venir, incluyendo el resultado de paros nacionales; en el área política importará sobremanera que se compatibilice el interés por la competencia parlamentaria y la presidencial, y será muy fácil excederse en la búsqueda de intereses particulares por sobre tareas comunes; la crisis económica ha comenzado, pero no sabemos aún su evolución.

Nada pesa tanto como los errores de Piñera. El mejor candidato es el que puede rebasar 50% de las preferencias. El malo es el que casi podría superar la mitad de las preferencias, se estanca antes y no lo puede cambiar ni mejorar; es el que deja a su sector atrapado, expectante y, al final, frustrado; es el que, a medida que más se mueve, más errores comete. Creo que en la derecha se han topado con uno de ellos.

viernes, abril 10, 2009

Debate grande y debate chico

Debate grande y debate chico

Víctor Maldonado

Quien busca la continuidad de un gobierno ha de decirlo, y quien lo rechaza no puede ocultarlo. Con mentiras no se hace una política seria, y hay que ser coherente con lo que se piensa y transparente con lo que se es.


Concentrarse en lo importante

Es bien sintomático que se haya implementado una inédita primaria regional, en la que han participado decenas de miles de personas, y se proclamó el candidato presidencial de la Concertación sin que hoy se hable de nada de esto. En cambio, de lo que se habla en los medios de comunicación es de un impasse entre los senadores Camilo Escalona y José Antonio Gómez.

Como esta disputa se produjo nada menos que en el cierre de un acto público, es entendible el modo cómo han procedido la televisión y la prensa. Lo que tenían los medios era nada menos que una imagen y, con esto, ya lo tenían todo.

La prensa podía tener una cierta certeza de que, en la exposición de la polémica, iba a contar con muchas y variadas reacciones de los asistentes. Con esto ya contaban con material como para otorgar continuidad a un hecho al que podían dar gran importancia, ya sea que la tuviera o no.

Cuando al fin se levante la polvadera, no quedará nada. Excepto un mal sabor de boca. Porque se opacó un proceso importante, largamente preparado, en que participó un número significativo de ciudadanos, convocados para algo trascendente y de relevancia nacional, no como teloneros de un exabrupto.

No hay que olvidar que el respeto hacia las personas no se termina con la visita a los hogares, ni con los actos públicos, ni tampoco con la convocatoria a participar de una elección. También el respeto se expresa en mantener la importancia y relevancia del evento al que se convocó. Y esto importa más que ningún orgullo herido y que ninguna sobreactuación, por justificada que parezca en el momento. En política cada cual puede decir qué es aquello que considera clave, es decir, a qué le dedica su tiempo. Quien se pierde en polémicas sin contenido deja de abordar aspectos de interés general, que ya no son atendidos como se debe, dejando un amplio margen de maniobra a los adversarios.

Por eso cabe esperar, cada vez que ocurre un episodio atrayente e insignificante como el mencionado, volver al núcleo de interés que se identifica con las posibilidades de ganar la competencia presidencial.

El liderazgo se prueba en la capacidad de interpretar a importantes sectores ciudadanos. Pero también los conductores se prueban al superar -antes que otros- los más enojosos acontecimientos de tono menor. Meterse en un lío está al alcance de todos, pero saber salir a tiempo de un atolladero requiere ejercer capacidades poco corrientes.


La mejor reacción

El único camino posible es retomar la línea central de la campaña. Queda como tarea pendiente el realizar un acto público de la Concertación con su candidato, mostrando no el fin de una campaña interna, sino el inicio de una campaña nacional que a todos compromete.

No basta con que la unidad de la Concertación sea un hecho objetivo, también tiene que ser un hecho visible y palpable. Y como, por las razones por todos conocidas, ello no fue posible de entregar al final de las primarias en O’Higgins y Maule, entonces hay que realizarlo ahora.

En seguida, éste es el tiempo en el que se hace necesario una constitución más amplia y pluralista del comando nacional. La función más destacada de la conducción de campaña es la de integrarlos a todos y entregar los lineamientos que dan sentido y coherencia a la presencia territorial que se despliega y a los mensajes comunicacionales que se emiten.

En realidad, el lanzamiento de la campaña coincide, también, con el inicio de la constitución de las direcciones de campaña en todas las regiones. Se ha de movilizar y comprometer en tareas específicas a una gran cantidad de personas, hoy inactivas por causas ajenas a su voluntad.

La constitución del comando nacional y sus contrapartes en regiones es algo completamente necesario, porque la competencia presidencial obliga a un permanente aumento de la envergadura de la organización que la lleva adelante. Es posible que las primarias hayan mostrado que el equipo que acompaña a Frei requerirá reordenarse y reforzarse para poder asegurar el triunfo.

Pero esto es un paso inicial. En áreas sensibles se necesitan nuevos refuerzos para funcionar bien, y aun siquiera para funcionar a secas.

Puede que, al final, se muestre como una bendición el haber tenido que enfrentar tan temprano un desafío exigente a la vez que acotado. De otro modo, deficiencias importantes hubieran podido conservarse sin advertir por un tiempo más prolongado de lo conveniente.

Volver al esfuerzo medular de competir con la derecha y evitar despegarse del contacto ciudadano parece lo más importante en la actualidad.


Distinguir para unir

Puede que en este aspecto valga la pena observar la iniciativa tomada por Bachelet esta misma semana. Lo que hizo la Mandataria fue mantener su programa de visita a regiones sin ninguna variación. Tampoco ha alterado el formato de sus giras, que incluye siempre la invitación a los parlamentarios de Gobierno y oposición de la zona. Llegó a la Región de los Ríos y, por eso, en la inauguración de un complejo habitacional en Valdivia y el recorrido del programa estuvo acompañada por el senador Frei.

Este hecho, completamente ajustado a una línea de comportamiento permanente, fue muy criticado por la oposición. Estas críticas fueron contestadas de modo contundente. Si los parlamentarios son invitados sin distinción, no corresponden los rezongos. "Esto no es intervención electoral, es gobernar", dijo Bachelet.

Frei fue igual de rotundo. Primero, porque afirmó que "siempre que la Presidenta venga a mi región voy a acompañarla. Si a algunos les molesta, problema de cada uno". Segundo, puso el acento donde correspondía, en fijar su posición política de fondo: "Voy a mantener los programas sociales de la Presidenta Bachelet, que los otros candidatos digan si van a hacer lo mismo".

Estamos haciendo referencia a un hecho anecdótico, tanto como aquél que ha concentrado la atención de la prensa, pero con la gran diferencia de que es plenamente atinente a las prioridades del momento.

Nos encontramos con dos líderes, abocados a sus tareas, que confluyen en terreno tras los logros palpables del Gobierno y que hacen referencia a una conducta política permanente y nada oportunista.

Es una actitud que obliga a optar entre alternativas políticas bien delimitadas. No entra en la polémica pequeña, sino que identifica diferencias que interesan a muchos.

Es necesario distinguir. Gobernar es distinto de hacer campaña. Se gobierna para todos, se trabaja para el bien común con bienes públicos, y los actos a los que se convoca son oficiales y abiertos a los más diversos sectores. Se hace campaña para llegar a ser mayoría en las urnas, se trabaja con los convencidos buscando la adhesión de los indecisos, y se marcan las diferencias con otras opciones en competencia.

Pero la esquizofrenia no es un ideal a seguir en política. Siempre es necesario distinguir, pero no al punto de la desconexión total. Quien busca la continuidad de un gobierno ha de decirlo, y quien lo rechaza no puede ocultarlo. Con mentiras no se hace una política seria, y hay que ser coherente con lo que se piensa y transparente con lo que se es.

El intervencionismo, el uso de recursos públicos, son fines sectarios, es repudiable. Pero ocultar las diferencias también. Lo que hay que lograr es el juego limpio de todos para que el ciudadano, informado y capaz de juicio propio, decida. Para que la democracia funcione, hay que volver a los temas grandes.

viernes, abril 03, 2009

Piñera: sin tener a quién echarle la culpa

Piñera: sin tener a quién echarle la culpa

Víctor Maldonado

Si Piñera no gana en primera vuelta, ya no ganará. Y si abre las alternativas en su sector, terminará por hacer una plantilla parlamentaria más compleja y disminuir sus posibilidades presidenciales.


Una situación cantada

Piñera está acumulando descontento en su entorno. Uno de los motivos más evidentes para esta reacción es su participación accionaria en FASA.

Todos tienen algo de razón pero, desde luego, unos más que otros. Piñera puede aducir que es una participación mínima, por lo que se exagera su responsabilidad en el caso. Su entorno puede estar disgustado porque había previsto que este tipo de circunstancias se presentaría y había solicitado al candidato a que no diera lugar al más previsible de los ataques. Tienen razón Frei y los dirigentes de la Concertación, porque han puesto hincapié en la separación de la política de los negocios, algo que en Piñera se confunde a cada rato.

Parece evidente que el que tiene menos razón es el abanderado de RN. Ha quedado expuesto a las críticas en un área sensible, a sabiendas y por dilatar una separación real entre intereses económicos y pretensiones políticas.

Es de su completa responsabilidad. Ha tratado de mantenerse en dos campos y se niega a optar. Como es inevitable si quiere mantener sus pretensiones políticas, no se sabe qué gana por mantener la impostura.

Pero ahí está, expuesto a los ataques y acusando a sus contrincantes de supuestas conductas igual de inapropiadas, con lo que no logra nada y se enreda en una telaraña autofabricada.

El candidato de derecha se defiende diciendo que desconocía su participación en FASA y que "hace mucho tiempo que estoy dedicado en cuerpo y alma a la candidatura y totalmente desligado de las empresas". Pero, ¿qué significan estas palabras? ¿Por qué ninguno de los partidos opositores las ha refrendado? ¿Por qué ellos insisten en aconsejarle que adelante la separación efectiva (y no sólo declarada) de sus intereses económicos?

Saber actuar en oportunidad y forma adecuadas es el sello de los liderazgos más importantes, y Piñera no ha sabido entenderlo o no se ha podido controlar. Ha mostrado una falla importante y, tal vez, decisiva. Se le cree poco porque habla mucho, pero sin dar a sus palabras el debido respaldo en gestos y acciones efectivas. Si lo que le ocurre con FASA se repitiera en otras áreas, estaría en un auténtico problema.

Candidato con agenda nacional

La derecha ha de preguntarse cuánto puede proteger a un candidato que no hace nada por protegerse. La oposición no puede sino advertir que un eventual Gobierno de un personaje que gusta de cruzar la línea entre negocios y política la puede llevar a asumir posiciones arriesgadas. Es inaceptable la explicación del diputado Julio Dittborn, que dice que "el gran culpable de que Piñera no haya tomado una decisión es la Concertación, que se ha negado a discutir y aprobar la ley de fideicomiso ciego". Uno espera que alguien que aspira a ser Presidente haga lo correcto, simplemente porque es ético, no por una ley que lo obliga.

En la oposición preocupa la fuerte arremetida iniciada por Frei cuestionando a Piñera. No se puede enrostrar a un candidato que se dedique a hacer su trabajo exponiendo, lo mejor que puede, los puntos débiles de su contendor.

Lo preocupante sería que no lo hiciera. Para que la competencia presidencial se dé en los mejores términos posibles, hay que dedicarse a los temas principales, al contendor principal y a la coyuntura que más concentra la atención pública. Es lo que está haciendo Frei y está obligando a Piñera a hacer lo mismo.

Hay que destacar que el senador DC ha mantenido una agenda nacional de temas prioritarios pese a estar concentrado en una primaria en O’Higgins y el Maule.

Como la campaña nacional ha tenido amplia cobertura en los medios de comunicación, se puede decir que ésta ha empezado a adquirir una dinámica propia, que no depende del detalle de lo que ocurra en la primera versión de las primarias regionales.

Dado que el liderazgo de Frei ya no está en discusión, posiblemente este proceso sea más ilustrativo de la fortaleza de los liderazgos parlamentarios locales de la Concertación que de la fortaleza del abanderado presidencial, en particular si los convocados a participar se identifican con el núcleo duro de la Concertación a nivel regional.

Las primarias nos darán una buena imagen de la efectividad del uso intensivo de medios locales (radio, prensa y TV regionales) para transmitir mensajes políticos en tiempo de campaña. Si tuviéramos que ser estrictos, deberíamos decir que este proceso ha permitido calibrar puntos débiles y fuertes de la organización del comando y la campaña.

Es probable que una confianza excesiva debió ser reemplazada por un exigente trabajo de terreno. Nadie gana por predestinación, sino por transpiración, como diría Thomas Edison. Las primarias nos permitirán decidir respecto de una amplia cantidad de materias excepto aquello por lo cual fueron convocadas y que ya resulta conocido de antemano.

El coleccionista

Ahora Piñera tiene la palabra. Sabe que se ha metido en un zapato chino, y debe salir de él lo antes posible. Una de las formas empleadas en política para salir de un atolladero es cambiar de tema.

El candidato de RN buscará este giro instalando la imagen de una negociación exitosa entre la Alianza y ChilePrimero que le muestre con una base que trasciende a la derecha. Nos espera un nuevo nombre para los mismos de siempre: la "Coalición por el cambio".

Habrá que ver si el candidato-empresario sabrá hacer bien una operación fina como ésta, si el socio escogido (o disponible) es adecuado y si esta asociación no termina por generar mayores anticuerpos que energía renovada.

Dependerá de si Piñera se constituye en factor de unidad. Si cada vez que logra un acuerdo con un sector, éste termina por dividirse, de bien poco le habrá servido. Lo que está haciendo es convertirse en coleccionista de apariencias y poco más.

La ampliación de la Alianza es más difícil de lo que parece. Asociarse a personalidades sueltas es posible (cuando éstas han quemado las naves y no pueden ir a otro lado), pero sumar un grupo organizado es otra cosa.

No hay que perder de vista que quienes están descontentos con la existencia de dos grandes bloques se sustentan sobre la promesa de superar a las alianzas "desgastadas y sin vinculación con los intereses reales de las personas". Cuando se llega a un acuerdo pragmático con uno de los "desgastados", siempre se producirán quiebres y, con ello, la desaparición del grupo emergente en cuanto alternativa y promesa de cambio.

Puede que llegue el día en que la Alianza lamente con amargura haber hecho crecer a un supuesto socio. Es el problema de no saber establecer una estrategia adecuada a sus intereses. Si Piñera no gana en primera vuelta, ya no ganará. Y si abre las alternativas en su sector, terminará por hacer una plantilla parlamentaria más compleja y disminuir sus posibilidades presidenciales. Tal vez no le agreguen más votos, sino que distribuyan de modo distinto los que tiene.

El salto a la derecha es demasiado largo para algunos. No es de extrañar que cuando en ChilePrimero el senador Fernando Flores prepara el pacto con la derecha, el diputado Esteban Valenzuela se desafilie, diciendo que "era imposible mentirme a mí mismo y terminar en un paco con la derecha".

Piñera ha empezado a bajar de apoyo en las encuestas. No tiene a quién echarle la culpa. Ha cometido errores y está pagando por ellos. Para superarlos tendría que tener la humildad de reconocerlos. El problema es que la humildad no se compra en un mall ni tampoco -perdonando la expresión- se vende en las farmacias.