viernes, mayo 26, 2006

Anclados en el presente, mirando el futuro

Anclados en el presente, mirando el futuro

Las demandas de los jóvenes son hijas legítimas de lo que critican. Quieren intervenir la reforma educacional y ella fue pensada para que ellos fueran protagonistas.

Víctor Maldonado


Lo que no sucedió

Los gobiernos que generan certezas son buenos gobiernos. El mensaje del 21 de mayo fue pródigo en anuncios concretos y posicionamientos importantes, lo que respondía a las expectativas previas. Pero, sobre todo, el discurso estableció lo que la Presidenta Michelle Bachelet quiere conseguir y cómo es que pretende lograrlo. Esto es lo que se le puede pedir a una intervención de estas características; en este sentido, se le puede clasificar entre aquellos que han tenido mayor éxito.

Muchos aspectos son discutibles en cualquier mensaje presidencial a la nación; además, adopta un formato que difícilmente puede llenarle el gusto de todos. Pero ahí no está lo central.

Lo decisivo es que no hay Gobierno que se ordene sin énfasis. Bachelet destacó cuatro tareas de país (“transformaciones”) y ya sabemos que el estilo consiste en hacer lo que se dice. Hasta el más lerdo ha podido entender que es eso lo que se hará.

No hay que perder la capacidad de asombro. Lo cierto es que pudimos tener un mensaje presidencial completamente diferente.

A estas alturas, podríamos estar obsesionados por la comparación con el ex Presidente Lagos. Podríamos estar en la cuestión la autoridad de la Presidenta. La Concertación bien pudo haber alabado las intenciones de la Mandataria, pero poner en duda su implementación práctica. La derecha era de esperar que pusiera en la agenda alguno de sus temas.

Todo esto, por decir algunas de las cosas obvias que pudieron estar siendo debatidas en estos días. Y lo que sucedió no tiene nada que ver con eso. Con ello, queda demostrada la enorme distancia que ha cruzado Bachelet en un espacio de tiempo muy limitado.

El discurso de Bachelet dejó anclado al país en el presente y le abrió una ventana al de cuatro años más.

La primera Presidenta de Chile gobierna sin fantasmas, con estilo y personalidad propia con sus énfasis y sus prioridades.

Que la recepción pública del discurso fue buena está fuera de dudas. Y eso se puede saber por el tipo de crítica que ha motivado.

La crítica no tocó el fondo

Tenemos a la vista la reacción opositora. Se sabía que este sector político ha estado sumido en una fase de depresión y desconcierto. Pero hay que decir que, en esta oportunidad, logró superar todavía más las honduras a las que había llegado. Me refiero a la actitud colectiva, con las conocidas excepciones personales. Porque de lo que fuimos notificados es de que la Alianza es un concepto, pero no es una realidad.

Unos dijeron que los anuncios habían sido pocos y otros que eran excesivos; unos que no había carta de navegación, pero no pudieron responder las preguntas sobre qué eran entonces las cuatro transformaciones y áreas privilegiadas de trabajo gubernamental; unos persistieron en repetir la pauta previa que se les preparó (aun cuando sabían que había quedado bastante superada por el discurso presidencial) y otros se alegraron sinceramente por lo escuchado.

Por lo mismo, no se puede tratar a la oposición ni a sus partidos como bloques. Bachelet se atrevió a hacer un llamado a realizar tareas de interés nacional superando banderías. Algunos reaccionaron con extraordinaria generosidad, otros se quedaron en las consignas y prefirieron no hacer ningún caso de lo que acababan de escuchar.

Al planteamiento de fondo nadie contestó. Se dijo que Chile necesita un nuevo sistema de previsión social, que requiere poner el acento en la educación preescolar; que necesita mejorar fuerte en innovación y emprendimiento; se apostó a establecer una mayor calidad de vida en las ciudades. Se escogió por más protección social, por lograr mayor prosperidad, mientras se cuidaba de tener un país integrado y con una vida mejor para sus habitantes. Ésta es la médula de lo planteado y no hubo quién la contradijera.

Ante esto, la oposición ha quedado desconcertada. La derecha se preparó con anticipación para responder a lo que suponía iba a ser el mensaje y no supo acertar. La distancia entre lo esperado y lo que se produjo muestra que la oposición sigue en el desconcierto que contrajo desde su derrota presidencial, del que no ha salido en ningún momento.

Esta percepción es tan fuerte que da la sensación de pérdida de brújula. Tanto es así que, desde la UDI ¡se acusó al mensaje de “cosista”! Algo que, en algún momento, fue presentado como motivo de orgullo del gremialismo, cuando se lo aplicaba a sí mismo.

Más todavía, Sebastián Piñera predijo que el actual Gobierno mantendría la iniciativa en los primeros días de gestión pero que, una vez que se empezara a demostrar que las metas que se había propuesto en lo inmediato no iban a ser conseguidos, se pasaría a tomar la iniciativa.

Al día de hoy, las voces de interés se presentan en los movimientos sociales, en especial los estudiantiles. Pero en lo que dice relación con la derecha, es claro que ha abandonado el primer plano.

En efecto, lo que debía acontecer a estas alturas es que una falta de liderazgo en la conducción central del Gobierno abriría la brecha por la cual se podía entrar con propuestas conjuntas, con partidos fortalecidos y con una desilusión ambiente que diera ánimos a la oposición, aunque sea por reflejo.

Pero lo que ha pasado es que los desconcertados, los no fortalecidos y los que no han ido variando su estado de ánimo en nada son los mismos opositores. Nadie los ha ido a buscar a sus casas para cubrir un déficit fundamental, simplemente porque este déficit -siempre en comparación con la derecha- no se ha presentado.

El tiempo es elástico

Es curioso, pero se ha puesto tanto hincapié en el hecho de que éste es un Gobierno corto, que en realidad se está perdiendo de vista lo esencial. Porque en términos políticos, el tiempo es elástico. Además, no conocerá los términos medios.

Si este Gobierno tiene éxito, es decir, si las transformaciones que le propuso al país tienen una efectiva implementación y la vida cotidiana de los chilenos sufre un impacto significativo, es como si el tiempo se expandiera y el pasado -junto con sus preocupaciones y la mayor parte de sus personajes característicos- quedarán muy distantes de nosotros.

En cambio, si el Gobierno enfrentara serias dificultades en implementar la mayor parte de su agenda, si no se registran avances importantes y no hubiera impacto real en la vida de las personas, es como si el tiempo se comprimiera y el pasado hubiera transcurrido sólo ayer. Sus temas y personalidades se habrían tomado unas breves vacaciones.

Las diferencias políticas en ambos escenarios son notables. Como se ve, todo depende de cuán significativo sea lo que ocurra en estos años.

Por ello lo más importante para los liderazgos y para los partidos es decidir para cual de los escenarios alternativos se van a preparar y van a trabajar.

Si una apuesta partidaria no calza con el mapa político efectivo que se consolida en cuatro años más, lo que ocurrirá es que tendrá una fuerte pérdida de poder relativo. Por desubicación básica, tal como le ocurre a la derecha en estos días. Del mismo modo, si realiza la apuesta correcta y empieza a trabajar desde ya para ir al encuentro de un país aún no plenamente perfilado, entonces las ganancias políticas serán enormes.

Si tuviera que hacer una recomendación, lo haría al apostar a que el Gobierno de Bachelet establecerá un punto de no retorno. Quiero decir que es mejor para un partido visionario prepararse para el tipo de país se empieza a manifestar que quedarse pegado en cualquier punto de partida, sea actual o del pasado reciente.

Algunos sonreirán ante este planteamiento, viendo el devenir de las manifestaciones estudiantiles. Tal vez debieran prestar mayor atención. Las demandas de los jóvenes son hijas legítimas de lo que critican.

Quieren intervenir la reforma educacional y ella fue pensada para que ellos fueran protagonistas; vincula lo que les pasa con el interés del país y muchos soñaron para que llegara el día en que algo más que el interés inmediato se expresara en las voces nuevas.

Bachelet es producto de un despertar ciudadano, lo mismo ocurre con el movimiento de jóvenes. Pueden llegar a entenderse mejor y sería bueno para todos aplicarse a que ello ocurra pronto.

Perdonando la expresión, todo lo demás es secundario.

viernes, mayo 19, 2006

Expertos en tratar discrepancias unidos

Expertos en tratar discrepancias unidos

Víctor Maldonado


Sólo la Concertación lo ha logrado

Cuando existe plena coincidencia de opiniones, no es necesario ponerse de acuerdo. Tampoco se logran alianzas políticas estables cuando las diferencias son mayores que las coincidencias. La mejor política que se puede hacer es la permanente labor de ampliar coincidencias prácticas, manteniendo las diferencias en marcos acotados.

La Concertación es la única coalición en Chile que ha logrado, desde antes de la recuperación democrática, una constante ratificación de poder llegar a acuerdos.

Es su gran diferencia con la derecha, donde las discrepancias se superan en el papel, pero los acuerdos no logran efectos perdurables ni predominan frente a lógicas partidarias y vanidades personales.

Nadie debe decirle a la oposición que tiene que unirse para lograr propósitos, simplemente nunca ha podido lograrlo.

Al frente, la experiencia es la contraria. La coalición de Gobierno ha sostenido cuatro gobiernos en las más diversas circunstancias.

Al comienzo, se puso de acuerdo para alcanzar el poder, constituyendo una mayoría política. Luego, condujo la transición política y estableció sucesivas etapas en el desarrollo del país, siempre con la mayoría.

En el camino, ha encontrado toda suerte de dificultades, algunas por desafíos que provenían de la derecha, pero, la mayor parte y en lo cotidiano, debe lidiar con un debate interno en los partidos y entre los partidos.

Desde luego, uno de los debates preferidos ahora tiene que ver con algo que puede sonar extraño en otras latitudes: se ha discutido si nos podemos conformar con el éxito conseguido.

Puede que parezca raro, pero se ha debatido si los objetivos originales de perfeccionamiento democrático, crecimiento económico y mayor equidad han seguido siendo igual de importantes.

Con todo, aunque el debate puede ser intenso, de seguir esta línea es posible llegar a la excesiva complacencia por lo hecho o a una autocrítica excesiva.

A lo que no se puede llegar es a un principio de ruptura, porque el interés de todo el que participa de este debate es asegurar seguir siendo fiel al espíritu fundacional de la Concertación.


La receta de la perdurabilidad

Así que se puede notar que la perdurabilidad de ella tiene poco que ver con magia, suerte o azar. Es producto de un trabajo sistemático y un esfuerzo diario. No está de más recordar algunas prácticas que han constituido su sentido común.

Una de las que debe guiar es evitar las sorpresas. Cada cual tiene derecho a definir las propuestas que estime, pero si espera encontrar apoyo en el conjunto, debe prevenirlo antes de anunciarlas públicamente. Tan simple como avisar y tan básico como no olvidarse de hacerlo.

Otra igual de relevante es impedir dramatizar en exceso las discrepancias. Las diferencias de opinión son importantes sólo cuando ellas tienen algún viso de producir efectos prácticos. En el Congreso, sin mayoría nada se puede aprobar y cuando la Concertación no está unida, pierde la mayoría, para bien o para mal.

Nadie puede estimar válido desandar acuerdos ya logrados y, como siempre, los acuerdos programáticos (sobre lo que se hace y se deja de hacer) son aquellos en los que más acuciosidad hay que poner.

Pero, tal vez, la práctica más fina de la Concertación sea tratar las diferencias en su justa dimensión. Sin poner ni quitarle gravedad, pero en sí mismas.

Las cosas tienden a embrollarse cuando se usan debates de trinchera para dar mensajes políticos de fondo. Son varios los que se sorprenden cuando una polémica acotada y acotable parece provocar reacciones exageradas. Si el debate tiene un doble fondo, la posibilidad de llegar a acuerdos se reduce.

La gran diferencia entre los partidos no estará en cuán brillantes sean sus maniobras, sino en la capacidad que tengan de actuar como conglomerado, bancada o equipos, según el ámbito en el cual les toque desenvolverse.


El modo sencillo de resolver las cosas

Las negociaciones entre ellos tienen espacio indispensable en política. De ellas se obtienen ventajas, posiciones y prestigio. Pero ninguna de estas cosas es las que define su futuro.

Es más importante su fortaleza interna, la calidad de sus militantes, su predominio en el contenido de materias clave, presencia territorial, vínculos con actores sociales, culturales y económicos.
Bien poco ganan los partidos de la Concertación practicando entre ellos el virtuosismo de la maniobra, última novedad del manejo de situaciones, o haciendo de la comunicación espectáculo. Puede que sea entretenido, pero consigue más notoriedad que avance.

Una gran responsabilidad la tienen los liderazgos destacados. En lo más candente de una polémica es fácil ver aun a los experimentados que deben conducir el proceso cómo son conducidos por éste según el calor del debate.

Al inicio se reacciona ante una discrepancia, luego se contesta a las contrarreacciones, se dan por supuestas las intenciones de los demás, en pocas horas los medios han colaborado entregando dispares interpretaciones. En breve, nadie sabe qué se está discutiendo, sólo se supone que debe ser muy importante, porque están todos alterados y nadie encuentra el camino de salida.

De allí que, de inmediato, se haga notar la presencia de los líderes de mayor tonelaje, porque no pierden el norte, identifican el bien común y se la juegan fuerte porque prevalezca lo perdurable pese a los vapuleos del minuto. Por fortuna para la Concertación, estos dirigentes existen en número suficiente como para retomar el rumbo.

Aún así, se debiera reflexionar lo evidente: siempre hay un modo fácil de enfrentar una discrepancia. Consiste en cerciorarse de que exista antes de hablar con los medios. Los partidos tienen necesidad y obligación de perfilarse, pero mientras más lo necesitan, más requieren control fino de sus efectos.

Una diferencia valórica de fondo nunca desaparece, a menos que se debata; pero si se trata de un episodio menor, de una iniciativa sin apoyo o una colección de equivocaciones mutuas, nadie la retomará a poco andar. Siempre será tiempo de la política de calidad y no del apresuramiento.

viernes, mayo 12, 2006

Cambio ciudadano, cambio político

Cambio ciudadano, cambio político

La oposición está separando sus liderazgos reales de sus conducciones partidarias. El resultado es más bien desastroso. Se produce una desconexión de las preocupaciones básicas de la gente.

Víctor Maldonado


La participación ciudadana ya está aquí

Se habla de establecer una nueva relación con los ciudadanos desde la política y desde el Gobierno. Esto no es un deseo, sino una respuesta necesaria a una presencia.

Los ciudadanos, en forma significativa, han cambiado su comportamiento ante la política y los políticos. Ello está produciendo múltiples efectos que se han ido amplificando.

El haberse dado cuenta de que esta transformación venía, tiene sus precursores, pero no crea derechos adquiridos. No existen organizaciones expertas en el ejercicio práctico y cotidiano de la nueva relación.

No se trata de una tierra ignota. Muchas experiencias interesantes se han puesto en marcha. Pero nada parecido a un “estilo chileno de participación” ni actores políticos embarcados de modo colectivo en intentarlo.

La razón no es arbitraria. No se trata de asignar otra tarea a las organizaciones políticas, ya bastante saturadas con sus labores habituales.

De tomarse en serio, incorporar la participación ciudadana a la política implica el paso, en los partidos, desde estructuras rígidas a otras flexibles, desde agrupaciones cerradas a abiertas, de instituciones más preocupadas de hablar a otras más atentas a escuchar antes de decidir.

Algunos creen que los partidos son estructuras tan anquilosadas que no son permeables a los contundentes cambios sociales.

No son fáciles de convencer, pero ni con todas sus resistencias atávicas pueden arriesgarse a quedar fuera de juego. A nadie le gusta la obsolescencia. De modo que incentivos para cambiar existen y son poderosos.

Atrapados con salida

Todavía no se ha extendido por completo la conciencia de que los partidos entraron en un período en que reconcursan ante los ciudadanos, no sólo por representantes en las elecciones, sino porque tienen que revalidar su justificación.

No por nada se está cerrando un ciclo político y se está abriendo otro. Un amplio período que se abre con la exclusión y la persecución política tiene un desenlace cuando una de las víctimas llega a La Moneda. Sin importar lo que siga, resulta evidente que lo que se prolongue tras esta culminación es un nuevo comienzo. Cuando los desafíos y las esperanzas del pasado encuentran un desenlace, existe la obligación imperiosa de encontrar nuevos horizontes.

Si algún partido no lo entiende, si sigue enfrascado en sus asuntos, tan intensamente vividos como sobredimensionados, será atrapado en el cambio de página histórica. Quedará en “el capítulo anterior”.

Si antes se trataba de proyectar ideas visionarias, ahora eso nos parece insuficiente. Nada asegura que si el país esté bien, sus habitantes tengan vidas más plenas. Mayor prosperidad no es sinónimo inmediato de lo mismo para todos.

El énfasis al que obliga este despertar de la ciudadanía es la renovada importancia no de ir más lejos, sino estar más cerca, con mayor calidez y efectividad. Un país más integrado es una comunidad multifacética con la vivencia cotidiana de dialogar y llegar a acuerdos.

Casi se hizo lugar común decir que 16 años de dictadura habían afectado el comportamiento de los chilenos, los cuales -se decía- habían perdido tradición participativa, experiencia en organizarse y confianza mutua. Se puede discutir qué tan cierto es esto. Pero lo que no se puede dudar es que una década y media de democracia también tiene efectos profundos, tanto o más perdurables.

Nadie lo sabe más propiamente que La Moneda. No por nada las consultas que llegan cada semana se han multiplicado por diez. No por casualidad, la más típica está cambiando de “¿cómo accedo a este beneficio?” a la más contundente del tipo “¿por qué se tomó esta decisión?”. Si cambian las preguntas es porque han cambiado los ciudadanos y las respuestas rutinarias son obsoletas. Para hacer su trabajo el Estado necesita cambiar, la pregunta es ¿se habrán dado cuenta los partidos?

Dime de lo que hablas y te diré quién eres

Al parecer se está produciendo una reacción muy positiva.

No puede ser casualidad que todos los partidos que han terminado sus procesos electorales hayan concluido por elegir -en la Concertación- líderes con fuerte presencia pública.

Cuando actúan de esta forma sabemos que están movilizándose para ganar liderazgo. Su actitud es de conquista y afrontar los retos. En cada partido se está llegando al convencimiento que la pura legitimidad interna no basta. Se necesita atraer y acercarse a la gente que se quiere representar. Para eso debe haber una correspondencia entre dirección partidaria y credibilidad ciudadana. Son muchos los que se esfuerzan por reducir distancia entre representantes y representados.

Quizá la excepción esté en la derecha. Aquí se encuentran proclives a escoger a personas que responden a lógicas exclusivamente internas: o son componedores, evitando la confrontación; o actúan en representación de líderes fuertes, o son buscados por los demás para contener a líderes fuertes.

Cuando un partido actúa así, sabemos que está administrando las decisiones clave o que los liderazgos reales otorgan un rol menor a sus partidos durante dos años.

La oposición está separando sus liderazgos reales de sus conducciones partidarias. El resultado es más bien desastroso. Se produce una desconexión de las preocupaciones básicas de la gente. Algo bien parecido a la pérdida de la orientación. Los análisis menos altruistas empiezan a predominar por la falta de ponderación que, obviamente, se tendría con liderazgos fuertes en los puestos de conducción.

Los ataques a Ricardo Lagos están mostrando un punto alto en esta línea. Es muy evidente, porque desde fuera de la oposición no cabe la menor duda que por esa ruta la derecha sólo puede perder. Objetivo nulo, efecto contraproducente, intento tan obvio de establecer una cuña que no llega a ninguna parte, pérdida de tiempo y oportunidades. Todo a la vez.

La derecha es una orquesta desordenada, en la que cada cual toca lo que quiere y suena pésimo. Para peor, Lagos se defiende ¡sin necesidad siquiera de hablar!

En fin, cada cual sabrá lo que hace y deja de hacer. Lo importante es saber que este tiempo es de los ciudadanos y de quienes, con humildad y perseverancia, se dediquen a entenderlos y servirlos. En estos días cada cual está tejiendo su destino.

viernes, mayo 05, 2006

El fin del recreo

El fin del recreo

Víctor Maldonado


Las semanas decisivas


Entrando ya en las proximidades del 21 de mayo, el gobierno de Michelle Bachelet puede empezar a respira con mayor tranquilidad. Ha superado el período más complejo de la instalación de las nuevas autoridades, sin turbulencias mayores y sin dificultades que provocasen reacciones en cadena.

En efecto, tendremos que acostumbrarnos a que los gobiernos cortos definen su suerte en las primeras semanas, de un modo mucho más acentuado que la de sus predecesores inmediatos.

Como es natural, en nuestra retina queda mucho más grabado el modo en que los gobiernos terminan, mucho más que por la manera en cómo ellos empiezan. Pero, apenas ordenamos mínimamente nuestros recuerdos podremos evocar que, tanto el gobierno de Frei como el de Lagos tuvieron –en la partida- extensos períodos de adaptación.

En ambas casos, la figura presidencial mantuvo un apoyo popular significativo, pero sus gobiernos no eran tan ampliamente respaldados en cuanto a su gestión.
En la práctica, el afiatamiento de los equipos de primera línea no demoró menos de dos años. Los cambios ministeriales en el tercio inaugural de ambos mandatos fueron significativos.

Es más, se puede decir que, a poco andar, el tema del ajuste de figuras para producir una auténtica partida en regla, era un debate tan abierto que se podía seguir por los medios de comunicación.

Como se puede entender con facilidad, que gobiernos de seis años se demoren dos en afiatarse, constituye una complicación, pero que esto le llegara a ocurrir a uno que dura cuatro años hubiera sido un auténtico drama.

Circunstancias y méritos han confluido para que el gobierno de Bachelet esté comparativamente en mejor pie que las de sus antecesores, en etapas comparables.

Por un lado, las circunstancias son inmejorables: alta popularidad de la mandataria; mayoría parlamentaria para legislar; oposición en reflujo; economía en crecimiento sostenido; y ausencia de mediciones electorales en el horizonte inmediato. Bachelet partió bien, en parte importante, porque Lagos terminó bien.

La conexión con lo concreto

Por otro lado, sería bien mezquino desconocer que no todo se ha debido a un entorno favorable. Con seguridad esta es la administración más sensible a las limitaciones que impone el tiempo disponible. Por eso se puede considerar un acierto el enfocar el conjunto de la acción de gobierno en un plan acotado de acciones –de exigente implementación- para los primeros cien días.

En comparación con ocasiones anteriores, se cambio el orden en que se busca concentrar la atención ciudadana (lo inmediato, ahora; la gran línea de conducción, después) y ello se aglutinó a la plana mayor de la administración desde el inicio.

Se estará de acuerdo en que, en el contexto, este modo de proceder en bastante sensato. Lo más difícil de establecer para un gobierno es la coordinación entre autoridades, pero esta es mucho más fácil de aceptar cuando estas se producen junto con asumir los cargos, por motivos conocidos y para metas acotadas.

Anteriormente, lo usual era partir estableciendo la gran línea estrategia pero, como de ella no se desprende una sola forma de proceder, bien podía ocurrir que muchos en la primera línea queden igualmente desorientados para el proceder en la coyuntura.

Bien puede ser que el amor por lo concreto llegue a ser reconocida como una de las características sobresaliente del primer gobierno dirigido por una mujer.

Por lo mismo, en este caso ocurrirá que las explicitaciones en fino de más largo plazo serán posteriores a la conformación fogueada de los grupos de dirección.

Muy en concordancia con lo anterior, se ha puesto un renovado acento en la conformación humana de los equipos. Los lazos de confianza y afecto ahora tienen que ser cultivados antes que supuestos.

Cuando Aylwin llegó a La Moneda, sus colaboradores en los ministerios habían tenido tiempo de sobra para establecer vínculos que eran mucho más que políticos. No por nada, recuperar la democracia requirió un trabajo mancomunado de años.

Obviamente, una situación tan excepcional no se ha vivido nunca más. Pero quien crea que las tareas nacionales se mantienen por sí mismas por la pura virtud de las políticas públicas, no ha estado nunca en un gobierno. Se tiene la necesidad permanente de renovar la amistad cívica y no solo cívica, entre quienes tienen que llevar a la práctica las tareas principales.

El ajuste en los liderazgos

Así que se puede decir que el gobierno ha dispuesto de espacio y del tiempo (bien empleados por lo demás) para producir el ajuste entre las personas y sus cargos, y, también, entre autoridades que se requieren coordinar. Pero, además, ha influido notablemente en esta instalación sin excesivos sobresaltos un hecho muy importante que proviene de los partidos políticos.

Lo que ha ocurrido es que casi todos los partidos han estado vueltos hacia dentro, renovando sus directivas y sus liderazgos.

En los partidos, se han estado dando los resultados esperados en las elecciones internas. Probablemente, esta tendencia continúe.

En la Concertación, lo que estos resultados están perfilando es la selección de liderazgos con interlocución directa con La Moneda y que, probablemente empleen vías de comunicación sin mediaciones innecesarias.

Lo que está ocurriendo es que los equipos directivos de los partidos son los encargados de las tareas internas partidarias, pero es en la presidencia de estas organizaciones donde se está concentrando la relación con los demás actores significativos.

De modo que las directivas están reuniendo legitimidad interna y vinculación ciudadana a través de liderazgos de figuración nacional.

Un cuadro de estas características puede llegar a permitir una expedita decisión política aún en temas complejos. Si ello llega a concretarse en la difícil prueba de la legislación sobre subcontratación, sin duda se inaugurará un camino de transito frecuente.

En la Concertación el último partido que completa su elección interna es el PPD poco después del mensaje del 21 de mayo. También las directivas de la oposición terminan por renovarse en estos días.

Por lo mismo, los actores políticos tienen un despertar en cadena en el lapso de pocas semanas. Contarán con direcciones fortalecidas que saben que tienen que ejercer un rol de apoyo o de fiscalización del gobierno, según en caso, pero que siempre han de hacerlo marcando una perspectiva distintiva que los caracterice.

De más está decir que nos acercamos a un escenario bastante diferente del actual. En ese momento las tareas no se bastarán a si mismas. Requerirán de estrategias que las respalden.
Se puede decir que, como nunca, todos los partidos tienen plena conciencia de que requieren marcar su rumbo, no por meses sino por períodos más largos. Cada cual sabe si le falta estructura nacional, perfilamiento de sus lideres, elaboración de planteamientos, formación de militantes, renovar su imagen pública o todas las anteriores.

Con los partidos de vuelta al escenario, con el gobierno posicionado, con una oposición con tiempo suficiente para recuperar la compostura y una opinión pública que se nota cada vez más madura y atenta, entramos a una nueva etapa.