lunes, enero 25, 2010

Una semana después

Una semana después

Víctor Maldonado


El día anterior: el optimismo pesimista

En una elección se puede perder o ganar, pero hay diferentes modos de encarar los resultados. La mejor manera es la de hacer frente al nuevo escenario de inmediato, partiendo por el indispensable análisis de lo ocurrido, pero pensando siempre en los desafíos que vienen.

Antes del domingo, se había hecho popular decir en la Concertación que “nos faltaron más días para poder ganar”. Esto, debido a que se sabía que la competencia era dura y la segunda vuelta había sido muy bien llevada.

Se tenía la constancia de un repunte en todos los planos y eso alimentó una especie de optimismo pesimista, que fue la nota característica de las últimas semanas.

Si se tuviera que resumir el desempeño de la campaña de centroizquierda a partir del término de la primera vuelta, no cabe duda que habría que destacar los siguientes aspectos: la subordinación de los intereses personales al objetivo común; la integración de las demandas más sentidas de las candidaturas alternativas a la derecha; la incorporación de figuras de recambio político en la primera línea y una eficiente organización del comando; la presentación de un mensaje político directo y atractivo, comunicado de una manera alegre y accesible; y el regreso de la iniciativa de base en la organización de las acciones de campaña.

Persistir en cada uno de estos aspectos, aún sin tener la presión directa de una contienda electoral, es importantísimo para la Concertación. Puede retomar estas buenas prácticas de inmediato, o dando rodeos cortos, largos o muy largos, pero su regeneración política depende de ello.

La coalición de centroizquierda mostró sus virtudes en segunda vuelta, pero con anterioridad había dedicado demasiado espacio a exhibir sus defectos. La suma y resta de factores dio el resultado que conocemos, pero eso no quita que se haya encontrado, en el derrotero final, con la mejor de las opciones disponibles.

En cuanto al desempeño electoral, hay que decir que la derecha estuvo en su punto más alto, y la Concertación en su desempeño básico. Ganar era posible si quienes se ubican en la frontera de la centroizquierda se hubieran sentido lo suficientemente convocados a participar y a dirimir. Eso no ocurrió, al menos no ocurrió a tiempo. Por eso se perdió y por eso, insistiendo en la línea correcta, se puede volver a ganar en el futuro.

Algo muy bueno de la centroizquierda es que se han aceptado los resultados, no como un trato injusto o malagradecido de los electores, sino como el resultado de faltas o errores propios. Algunos (los mejores) han partido con una autocrítica sincera y directa, y otros han preferido hacer un listado de las posibles responsabilidad de otros. Pero ninguno las ha emprendido contra los electores.

Las reacciones colectivas

Hay que entender que el mayor error que se puede cometer ahora consistiría en concentrarse en la búsqueda de responsabilidades individuales. No vale la pena ni se apunta con ello a lo medular.

Las únicas reacciones que al final resultan relevantes son las colectivas y las que tienen en mente las responsabilidades que se han de asumir por todos de ahora en adelante.

No fueron pocos los que auguraron un estado cercano a la anarquía y la desintegración, como respuestas iniciales de los partidos. Sin embargo, las primeras reuniones en las tiendas de la Concertación han sido particularmente exitosas en el procesamiento de la derrota presidencial. En otras palabras, se le está dando continuidad al último período de la campaña más que a los errores acumulados del tiempo anterior.

Sin duda, en la centroizquierda se requerirá un tiempo para absorber las nuevas situaciones. Y es del todo deseable que los partidos que la conforman entren rápidamente al proceso interno de evaluación, para que también salgan lo antes posible y del modo más constructivo que puedan.

Pero, al mismo tiempo, hay que decir que el período que las organizaciones partidarias necesitan para sus procesos internos es demasiado prolongado desde el punto de vista de los ciudadanos.

Las señales públicas la dan las figuras con mayor exposición y legitimidad en los medios de comunicación, bastante antes que los partidos terminen sus procesos institucionales en los próximos meses.

Algo muy importante adquiere forma en los primeros días, luego de un hecho histórico que marca frontera. Y es que lo primero que se define son los liderazgos sólidos que se ponen de pie, fijan rumbo a partir del espacio de poder que se tiene y no desde la añoranza anticipada del poder que se pierde.

Lo que la actividad política acepta con menos paciencia es el vacío de poder, y el predominio de nuevas figuras empieza a producirse en lo inmediato y sin mucha demora. Más que los procedimientos internos, lo que importa es la sintonía con las preocupaciones colectivas y la capacidad de interpretarlas, que es la característica propia de los líderes, antes que de las organizaciones.

La situación producida inicialmente en la Cámara de Diputados, con ocasión de un acuerdo inicial entre el PRSD con las bancadas de derecha y del PRI, muestra a las claras los peligros que se enfrentar en el nuevo escenario.

Promover acuerdos parciales, ventajosos para algunos socios de la Concertación (que mañana pueden ser otros) está en el ABC de los procedimientos a emplear por la Alianza con la Concertación. Dividir para reinar no es precisamente una invención contemporánea. Pero dejarse tentar por las ventajas inmediatas es abandonar por anticipado la ruta corta para volver al poder.

Afortunadamente la reacción ante este primer intento de la derecha fue de tal contundencia que no llegó a concretarse. Pero la Alianza no va a cambiar de conducta sólo porque ahora no tuvo éxito.

La oposición consecuente

Para que los intereses particulares no predominen sobre el bien común del progresismo se necesita definir objetivos políticos conjuntos que potencien las fortalezas de la Concertación. Hay que convencerse de que, no por haber perdido la elección presidencial se ha dejado de ser un actor imprescindible.

Los datos básicos son incuestionables: el próximo gobierno asume sin mayoría parlamentaria, sin luna de miel, con fuertes demandas sociales acumuladas y con conflictos sociales en desarrollo.

En un escenario así, quienes estarán a la cabeza del Estado debieran ser los más interesados en asegurara niveles de gobernabilidad adecuados. Por que, si no lo logran fracasarán. A los ciudadanos les interesan mucho más las soluciones que las explicaciones y un gobierno que se estanca es un gobierno que se debilita. Y ocurre que sin Concertación no hay acuerdos ni está asegurada la gobernabilidad: de allí su fuerza.

En esta perspectiva se puede constar que la derecha no ha dejado de cometer errores importantes. Por el momento pareciera que la inexperiencia y la ansiedad predominaran por sobre la prudencia.

Cuando se está en la oposición, se puede hacer declaraciones que sólo son juzgadas por la calidad de la opinión que se entrega. Cuando se está en el poder o se prepara para ejercerlo, las opiniones que se emiten tienen un impacto sobre los hechos y las personas y, por lo tanto, uno de los mayores males es la incontinencia verbal.

En la Alianza hay mucho deslenguado, mucho adelanto de proposiciones conflictivas, mucho tono innecesariamente agresivo. Al mismo tiempo, los más sensatos han propiciado una reedición de una “democracia de los acuerdos”. ¿Cómo ha de contestar a este planteamiento la centroizquierda? Muy sencillo: hay que evitar dejarle la iniciativa a la derecha y caer en simplificaciones. Declararse oposición a fardo cerrado es una muestra de debilidad y proponerse estar de acuerdo en todo es un desatino.

La oposición no ha de ser constructiva ni destructiva, ha de ser coherente. La centroizquierda definió un programa que la interpreta y tiene que llegar a acuerdo en todo lo que se acerque a sus posiciones y hacer frente a aquellas en las que discrepa. Sus posiciones son públicas y su conducta no ha de ser caprichosa sino consistente.

La Concertación ha de asumir a plenitud y cuanto antes su nuevo rol como oposición. Esto quiere decir que tiene que fijarle una vara al próximo gobierno para medir su desempeño y evaluarlo en consecuencia; tiene que saber fiscalizar y asumir la defensa frente a cualquier abuso de poder que se presente; y tiene que ofrecer siempre un camino alternativo a las políticas que no sean coincidentes con sus convicciones o que signifiquen retrocesos sociales. La tarea es grande y hay mucho por hacer; cuanto antes se empiece, mejor.

sábado, enero 16, 2010

Un final en competencia estrecha

Un final en competencia estrecha


El riesgo de última hora

La candidatura de Frei enfrenta el final de la campaña en su mejor momento y habiendo superado el mayor de los riesgos. Lo que se avizora por parte de los observadores más calificados es una llegada estrecha y eso es un logro activamente conseguido por la campaña concertacionista.

Sin duda, la campaña oficialista pasó por un momento de peligro, porque el mayor error que puede cometerse en una competencia presidencial es distanciarse del objetivo principal e incentivar las diferencias internas.

Por supuesto, nadie comete un error a sabiendas sino con las mejores intenciones. Y fue eso lo que sucedió en el caso de las renuncias parciales de los presidentes de partidos.

A muchos les pareció del todo natural que el acercamiento a Enríquez-Ominani y a su electorado se produjera mediante un gesto significativo de este estilo. Como, además, las renuncias habían sido un tema abiertamente debatido con anterioridad en los medios de comunicación, casi se tomó como algo esperado y hasta necesario.

Sin embargo, tomar medidas de estas características no tiene un efecto exclusivo sobre la campaña, sino también en los partidos y en la coalición del gobierno. Si se consideran todas sus implicancias a la vez, la suma de los efectos no permitía pensar en un resultado positivo para la candidatura de Frei, ni tampoco se podría suponer que sus implicancias se detuvieran el 17 de enero.

Hay condiciones indispensables para que una medida como la renuncia de los presidentes de partido fuera positiva: debía contar con el apoyo del propio candidato; había de ser concordada entre los que debían renunciar (para actuar como coalición en un paso clave); y se necesitaba que se pudiera concentrar con rapidez todo el esfuerzo colectivo en ganar la campaña presidencial.

Nada de esto se cumplía: Frei había declarado que este asunto era para ser tratado después de la segunda vuelta; las renuncias de los presidentes de partido fueron decisiones individuales conocidas por pocos con anterioridad; y el descabezamiento de dirigentes en el tramo final de todas formas provocaba un período de reacomodo para el que no se disponía de tiempo.

Sin entrar en el mérito del gesto, lo efectivo es que se abría un segundo frente de preocupaciones en la oportunidad menos propicia que se pudiera imaginar.

La incógnita perdurará hasta el final

Afortunadamente las dos últimas semanas de campaña dejaron en la agenda exclusivamente los aspectos relacionados con la definición presidencial, ubicando en un segundo plano un debate amplio que retomará centralidad después de este domingo, con lo cual cada desafío queda ubicado en el espacio que le corresponde.

En cualquier caso, hay un cierto consenso amplio que el mensaje ciudadano de primera vuelta no puede ser desconocido. No por nada Frei declaró hace poco que “hay una forma de hacer política que se agotó”, y eso resulta tan cierto para la Concertación como para la derecha.

Tal vez sea pertinente consignar tres o cuatro datos significativos que se desprenden del reciente acto electoral. Primero, hay que tener en cuenta que el promedio de edad de los senadores que concluyeron su período en esta oportunidad es de 67 años, y que quienes los reemplazan tiene como promedio de edad menos de 50 años; ¡17 años de diferencia!, algo nunca visto.

En segundo lugar, que la cámara de diputados renovó sus integrantes en un 38% en el caso de la Alianza y en un 28% en el caso de la Concertación. En tercer lugar, que los conglomerados principales y el PC representaron en 2005 el 97 por ciento de los votos y ahora representaron el 87 por ciento de los sufragios para el Parlamento.

En otras palabras, la Concertación ya renovó sus liderazgos en el senado, la derecha aprovechó más la oportunidad en la Cámara y el sistema binominal no está conteniendo una diversidad mayor de la sociedad chilena: simplemente es un traje que le está quedando chico al país.

Nuestra sociedad es más pluralista, valora la diversidad y aspira a una mayor equidad en sus diversas facetas. Si alguien lo duda, tal vez debiera detenerse a pensar que esta es la primera vez en nuestra historia en que un porcentaje similar de mujeres (entre 13 y 14 por ciento) las representan en ambas cámaras del Congreso. Quizá sea poco, pero es una cifra promisoria que nunca se había dado y que puede ampliarse.

En fin, por donde se mire, queda claro que lo que está en discusión no es si se renueva o no la política chilena, sino quiénes encabezarán el proceso y cuáles, organizaciones constituirán una nueva mayoría.

Puede que, en un inicio y en medio de lo que parecía una tendencia general a la dispersión y el fraccionamiento, hasta ahora hayan destacado los díscolos y las expresiones de ruptura. Pero eso ya toca a su fin.

Viene el tiempo de los convocantes, de los integradores, de los que apuestan a las soluciones que perduran. Ha llegado el momento para confluir, y los que no entiendan ya pertenecen al pasado, aún cuando ellos mismos no los sepan.

El día D

Lo que quiero decir con todo lo anterior es que los temas políticos que interesan a la ciudadanía, y que no tienen que ver con la decisión del 17 de enero, ya han tenido un cause de expresión previo a la definición presidencial.

El que haya querido mandar un mensaje al conductor de un partido lo ha podido hacer. Quien es crítico de la Concertación ya se lo hizo saber. Quienes quieren cambio han visto la renovación de rostros y mensajes en la segunda vuelta. Quien esperaba ver a la centroizquierda unida antes de decidirse ya no tiene que seguir esperando.

Luego del 13 de diciembre los aciertos han sido mucho más numerosos en el oficialismo que en la oposición. La campaña de Frei se encontró con el entusiasmo y la movilización amplia en el último recodo del camino, y ha tenido un término de campaña vibrante.

Los hitos de la recuperación concertacionista son claros: una reconstitución del comando completamente acertada; una incorporación masiva de voluntarios y, en particular de figuras del mundo de la cultura y las comunicaciones; una franja de televisión verdaderamente optima; un debate presidencial que dejó al candidato concertacionista como claro triunfador; la decisión de Enríquez-Ominami en el momento justo; y, una reiteración de su apoyo a Frei por parte de la Presidenta Bachelet, que dejó sin conducta a la derecha. Nada de esto tuvo un equivalente en la campaña de la Alianza, que se volvió monótona y más triunfalista que triunfadora.

No cabe duda que la campaña de Piñera ha encarado la segunda vuelta como una continuación de la primera, sin nuevos énfasis y sin nuevos brios.

En realidad, se cometió un error importante que no se supo subsanar a tiempo. Se puede considerar como un tropiezo su anuncio inicial de que ningún personero de la dictadura tendría un puesto de responsabilidad de un eventual gobierno del empresario, porque fue seguido de una especie de disculpas públicas posteriores que disolvieron el efecto esperado.

El episodio es muy significativo. Piñera comete los errores del que se siente seguro. Para convencer indecisos hace un gesto que deja enterrado el pasado y sus actores. Sólo para descubrir que la derecha no está dispuesta que le entierren sin aviso a una parte significativa de su dirigencia únicamente porque beneficia a su candidato. No están dispuestos a ceder en lo fundamental y es eso lo que han notificado a todos.

En fin, la oposición tuvo una mejor campaña en primera vuelta y la Concertación ha predominado en la segunda. El logro de esta última ha sido dar alcance a alguien que ya se daba por ganador. Esto ha dejado el resultado dentro del margen de error de las encuestas, lo que ha animado a muy pocos a arriesgar una predicción.

A la postre la gran mayoría de la población ya ha definido por quién votar sopesando lo que ha pasado en tiempos largos. Las fuerzas están equilibradas. Unos pocos desequilibrarán la balanza presentándose a votar (con lo que gana Frei) o quedándose en su casa (con lo que gana Piñera). Todos han hablado y ahora se hace el silencio para que Chile se exprese en las urnas.