viernes, junio 26, 2009

Mensaje no recibido

Mensaje no recibido

Víctor Maldonado

El candidato, el comando, los partidos de la oposición, han retomado su agenda como si tal cosa. Sus intelectuales han fallado a la hora de influir y de presentar cara al mal momento. Están adormeciendo en vez de estar alertando.


Cuando falla la adaptación

Quien siente la necesidad de iniciar una nueva fase de su campaña, reestructurando su estrategia o comando, reconoce que ha tenido errores de fondo. Nadie reforma lo que está funcionando bien. Piñera tiene la obligación de reestructurar la orientación de la campaña y su equipo si no quiere que la derecha se vea en la necesidad de cambiarlo a él o de ponerle compañía.

La necesidad de la reestructuración se debe tanto a la información disponible luego de la encuesta CEP como al estado de ánimo en el que ha empezado a sumirse la derecha, incluso en el entorno del candidato de la oposición. En realidad, se ha declarado un amplio estado de duda constante.

En tales circunstancias, la capacidad de reacción resulta vital y, también, el tiempo que se toma en producir los ajustes. La rectificación se ha de producir en días, no en semanas, porque si no, se consolida una tendencia negativa difícil de revertir.

El error básico que lo aqueja consiste en un menosprecio del fondo de la gente común. Si Frei está bien posicionado en el grupo más popular de la población, la dirección de derecha considera que el problema consiste en que éste es el sector menos informado y eso explica tamaña "equivocación".

Si la oposición estuviera confiada en sus propias capacidades no estaría calificando a los electores, sino que estaría tratando de conquistarlos.

En el fondo, la receta de la derecha es: que cambien todos los demás. Lo que en verdad se está diciendo es que un retroceso no se esperaba, y cuando se verificó, básicamente la oposición se quedó sin una conducta colectiva creíble que asumir. Ha detectado un mal, una falla central, pero no ha podido acertar en saber en qué consiste y, menos, en decidir cuál tratamiento adoptar: algo bien parecido al peor de los escenarios.

Lo que ha sucedido con la derecha es, simplemente, que no ha podido asimilar los acontecimientos. Creía estar haciéndolo todo bien. Creía tener la estrategia ganadora. Creía que estaba manejando a sus adversarios. Juraba que estaba manejando los tiempos con maestría. Estaba convencida de que los resultados en las encuestas la iban a favorecer. Sólo era cosa de continuar en lo que estaba.

Y ahora resulta que sabe que no es así. Que los errores que había cometido no son pequeños. Que los resultados no la están acompañando. No se lo dicen unos a otros, pero es evidente que en el fuero interno cada cual sabe que no llegarán a buen puerto. Y para saberlo no se necesita que otro despistado mande un correo electrónico interno de la campaña a quien no debía recibirlo.

El problema son los otros

Lo que tienen ahora es un gran desconcierto colectivo. El desconcierto se produce no tanto porque los resultados de sus esfuerzos no sean los esperados. Eso puede ocurrir, y de una falla de apreciación un sector político se puede reponer.

Lo indispensable para reaccionar es saber que los errores son propios y no ajenos. Al menos los errores que cuentan -los que explican el estancamiento y el retroceso- no son atribuibles a terceros.

Sin embargo, reconocer las propias faltas requiere de una gran fortaleza que no es fácil de encontrar, y que no es la típica actitud que adoptan los subordinados ante su jefe. Para salir adelante se requiere de confianza mutua, la que proviene de estar unidos por algo más que la expectativa de ganar. A quienes sólo reúne la victoria, nada los sostiene en la adversidad.

En otras palabras, enmendar la conducta requiere un grado de sinceridad que sólo puede tener un grupo que comparte una visión política de fondo y, por sobre todo, afectos humanos que van mucho más allá del utilitarismo inmediato.

De modo que, tras la encuesta, lo que se ha producido es un gran silencio. El candidato, el comando, los partidos de la oposición, han retomado su agenda como si tal cosa. Sus intelectuales han fallado a la hora de influir y de presentar cara al mal momento. Están adormeciendo en vez de estar alertando.

Todo esto es signo premonitorio de una derrota. Han llegado al convencimiento de que los problemas y los errores están en los demás y no en ellos mismos. No parecen capaces de enmendar la conducta. Lo más osado que le han dicho a su candidato es que se necesita que sea más empático y cercano, pero éste es el dato más básico de todos, se ha sabido desde el inicio y ya se ha intentado enmendar. Así no se llega a ninguna parte.

¿Qué se puede esperar del futuro inmediato? Sencillamente que empiecen a operar los factores determinantes de esta etapa. Los datos nos dicen que la Presidenta, su ministro de Hacienda y el gobierno gozan de amplia popularidad. Dicen que la Concertación está mejorando su evaluación. Dicen que la transferencia de apoyo hacia el candidato se está dando en forma lenta pero segura. Dicen que Piñera está perdiendo ventajas en cuanto a atributos reconocidos para ejercer la presidencia. Señalan que entre los personajes con mayor reconocimiento público predominan con amplitud los de Concertación y del gobierno.

En otras palabras, encontramos factores que pueden incidir en la campaña que favorecen todos al candidato oficialista. Lo favorecen no de un modo que establezcan un efecto dramático y rápido, sino lento y constante.

No vamos bien, pero sigamos

En este cuadro, mantener la línea de conducta seguida por Piñera hasta ahora, hacer como si nada importante se hubiera detectado, seguir con la planificación inicial, no puede tener un buen pronóstico. Fue haciendo eso que se consiguió un retroceso en toda la línea.

Sin embargo, eso es precisamente lo que se ha decidido seguir como línea de conducta en la derecha. Primero, porque no parece posible alterar en una característica de fondo la imagen del abanderado. Segundo, porque el comando ya es lo que es y sus componentes partidarios no se pueden reinventar y sus expertos en comunicación y marketing no pueden cubrir más aspectos que los de su especialidad. Tercero, porque no han encontrado una estrategia alternativa a la seguida.

Por eso, lo único que ha quedado por hacer es acelerar el curso de las acciones. Aplicar todo el esfuerzo a la presencia en terreno, iniciar el copamiento de la vía pública con propaganda, hay mayor uso -si cabe- de los medios de comunicación, acentuar la elaboración programática.

Pero eso, desde luego, no ha de ser suficiente. Todos van a intensificar su presencia territorial. El predominio de la derecha en los medios de comunicación es grande, pero no al nivel de alterar las principales preocupaciones ciudadanas, que es precisamente en aquello en lo que está centrado el gobierno. La elaboración programática es importante, pero ella vale tanto como la credibilidad que despierta el candidato y es allí donde radica su problema.

Moverse más no es moverse bien, es sólo llenar el vacío con muchas actividades. En el fondo, lo que se puede estar perdiendo es la iniciativa, algo que queda en manos de los adversarios y, en particular, de la Concertación.

Es de esperar que las buenas noticias iniciales no sean motivo para el relajo en la centroizquierda. Lo que se tiene es la vía abierta para alcanzar la meta, pero sólo eso. Lo demás lo dará la constancia, el tesón y mucho esfuerzo.

viernes, junio 19, 2009

La caída del aprendiz de brujo

La caída del aprendiz de brujo

Víctor Maldonado


Mucha operación para tan poco talento

Lo que se ha propuesto todo este tiempo el comando de Piñera es graduar el efecto de la campaña de Enríquez-Ominami en primera vuelta.

Animar en campaña, enemistar en primera vuelta, atraer un tercio del electorado del ex diputado socialista en la segunda: esto es lo que ha estado propiciando la dirección de derecha.

Lo que más sorprende es que la ejecución de la maniobra sea tan evidente, obvia y poco oculta (¡su desarrollo era comentado por la prensa!). Impresiona esa nota de impunidad y soberbia con que se ha actuado y la carencia en sus autores de una duda razonable sobre si podían en verdad implementar sus deseos.

La idea de que el tiro pudiera salir por la culata brilla aquí por su ausencia: simplemente no estuvo en los cálculos de nadie.

Lo importante es que el diseño consistía en motivar la creciente rivalidad entre dos candidaturas que se presentan como alternativas a la suya. No era la existencia de dos candidaturas lo que los estrategas de la opción estiman que los beneficia, sino el que este hecho los llevara a la polarización. Se trata de que el conflicto llegara a ser tan grande que una parte sustantiva de la candidatura en tercera posición se abstuviera de votar por Frei.

Todo esto pareciera muy bien, pero partía de un supuesto que no podía fallar: que Piñera se mantendría cómodo en primer lugar. Si no se acertaba, los daños serían mayores, porque no se tendría un tropiezo táctico en una campaña, sino que se caería la estantería completa.

Se jugaba el mayor capital de una campaña -la confianza en el triunfo- a una sola carta. Si uno se las da de insensible y se demuestra vulnerable, lo que se derrumba es el concepto fundamental de una postulación presidencial, y eso es irrecuperable.

Lo notable es que no se actuó con criterio político, sino con la audacia del jugador. O, si se quiere, con la irresponsabilidad del especulador. Pero como no todos en la derecha gustan de la temeridad, de un tiempo a esta parte se había incubado un secreto temor. Era palpable para quienes se percataron de un exceso de declaraciones de figuras secundarias o incondicionales a Piñera y un silencio expectante en las principales. La encuesta CEP ha dado la razón a los más prudentes y menos escuchados en la oposición. Se empezó a anidar el temor oculto del que sabe que de tanto exitismo nada bueno puede surgir. Y con razón.

La "diferencia irremontable"

El temor se relacionaba con la duda de que no se propiciara un fenómeno de desgaste sobre el candidato de la Concertación y que esto se volviera contra el mismo que quería adoptar el rol de titiritero.

Pero el error ya está cometido: consistía en calcular todos los efectos que pudiera tener sobre los otros alentar candidaturas ajenas, pero no sobre la propia. Es como si se creyera que la Alianza pudiera quedar indemne sólo porque ha fomentado el impacto de una candidatura que nace en el área izquierda del espectro político.

Que quede claro: la derecha ha armado todo este tinglado en el convencimiento de que una diferencia de 15 puntos de Piñera respecto de su más próximo seguidor es "una diferencia irremontable". Es lo que esperaba de la encuesta CEP y ya sabemos cómo les fue.

La prensa de derecha tiene la ingenuidad de informar que la evaluación de los efectos de la nueva candidatura se tomó -confesión propia- ¡"esta semana"! Semejante desatino sólo podía llevar a la catástrofe.

Repito lo característico del intento: no se trata de que existan personas que salen de la coalición de centroizquierda para un intento presidencial, sino de que el conflicto se anide en la Concertación, provocándole un continuo desangramiento.

El intento tiene una implementación práctica evidente: que el conflicto entre candidaturas se convierta en una disputa al interior de la Concertación como coalición política. Ahora, habría que ser ciego como para no darse cuenta de que ocurrirá todo lo contrario y el conflicto estallará ahora en la Alianza, y la UDI tendrá mucho que ver con ello.

¿Por qué se equivocaron?

Para responder, lo que hay que hacer es mirar a la derecha como el débil actor que es. Es evidente que el detenimiento y deterioro de su candidato en las encuestas va en paralelo con la imposibilidad de conseguir un aumento de la adhesión a la Alianza, la que -por lo demás- también va en retroceso.

Lo que no ha sido advertido por la oposición es que el descontento contra la política y sus actores está bastante extendido, no reconoce fronteras. Es más obvio de pesquisar en la Concertación, porque es el oficialismo el actor con mayor visibilidad y más cotidianamente en el centro de atención.

Pero el rechazo no excluye a la derecha. Ella suma la indiferencia. Cuando se han reducido las barreras entre sectores, y se estableció la costumbre del votante de tomar decisiones con mayor independencia, es evidente que agitar el descontento con la política es algo muy peligroso.

Un intento exitoso de suicidio

Por un extraño espejismo, los aprendices de brujo de la campaña de Piñera se han considerado indemnes a la crítica. No se ve por qué han podido partir de esa falsa base. En algún momento percibirán que las críticas que hacen a Frei se aplican a su candidato.

Únicamente para su entorno, Piñera es un obvio sinónimo de cambio. En realidad es una figura ya tradicional y promover a Enríquez-Ominami no ha hecho otra cosa que hacerlo más evidente.

La Concertación no puede ser tan irresponsable como la derecha y ha de actuar cualitativamente distinto. Los mismos que han transformado al país desde la política han de aceptar que ahora sea el país el que transforma a la política. Como lo ha hecho presente Frei en el Caupolicán, se hace urgente la siempre postergada actualización de los partidos.

No basta con un líder carismático para que la actividad política cambie. Al final se lo ve como una excepción, porque la mayor cercanía de uno no basta para compensar la lejanía del resto de la clase política.

La renovación de la política es una empresa colectiva y nada impide que la coalición gobernante emprenda esta tarea de primera importancia.

Hay que tomar en cuenta que lo más frecuente no es que se agote una perspectiva o una visión estratégica. Lo usual es que se agoten personas concretas y, a veces, un segmento importante de la dirigencia.

La gran ventaja de ofrecer un proceso abierto y transparente de actualización partidaria y de coalición es que no se necesita pasar por una etapa de inestabilidad, en que nadie sabe dónde va a ir a dar la gobernabilidad, el buen desarrollo de las políticas públicas, la relación entre Congreso, partidos y gobierno, las políticas de Estado y otros "detalles".

Muchos saben lo que no les gusta de la Concertación, pero pasan por alto lo que se logra con su existencia y lo que consigue sostener día a día con su actuación. Como siempre, no hay que esperar a que el vacío de poder llegue, para saber que hay experiencias que se puede ahorrar al país.

Hay que hacer pesar la diferencia: sólo conglomerados políticos amplios y sólidos pueden hacerse cargo de las grandes tareas nacionales tras las cuales se alineen amplias mayorías. Tal como lo ha dicho el presidente del PS, Camilo Escalona, con motivo del acuerdo instrumental con el Juntos Podemos: "Sabemos que la acción individual, por valiosa que sea, no puede llevar a buen término los propósitos y anhelos que tenemos, si no es sobre la base de coaliciones políticas que representen a la mayoría".

viernes, junio 12, 2009

El peso de la diferencia

El peso de la diferencia

Víctor Maldonado

A Frei se llega por aproximaciones sucesivas y lento convencimiento. El día de la elección nos hallaremos con un número importante de sus votantes que, alguna vez al inicio de la campaña, habrán declarado que de ningún modo votarían por él.


De comentaristas a activistas

Centrarnos en los defectos o errores ajenos tiene algo de perverso deleite. Nos da un aire de superioridad ponernos en el papel de quien diagnostica los males de otro. El problema es que nada cambia para mejor hasta que no hacemos algo para que cambie lo que se percibe como defectuoso.

En las campañas políticas ocurre igual. Al principio todos ven cómo trabajan los demás. El observador encuentra que los resultados no son lo suficientemente buenos y, así como van las cosas, no se llega a la meta.

Todo resulta muy correcto y cierto hasta que los que están trabajando se percatan de que son pocos los que están poniéndole el hombro y que es inusualmente alto el número de quienes, desde la gradería, ejercitan la lengua y poco más. De manera que las campañas se entonan cuando disminuyen los comentaristas y aumentan los activistas.

Da la impresión de que la Concertación está en el punto que se pasa de una mayoría de espectadores a una de participantes involucrados. Quiere decir que finaliza la etapa de instalación de la campaña y empieza el despliegue de iniciativas.

Se está retomando el ritmo de acciones que corresponde al mayor dinamismo que un retador debe imprimir a sus acciones para alcanzar y superar a su principal contendor.

Los avances en la campaña de Frei se han expresado en que los equipos están dedicándose a la elaboración de aportes y productos. Se ha retomado la práctica de presentar en terreno iniciativas programáticas, como el envío de un proyecto de ley para prolongar el postnatal a seis meses. Ha empezado a aparecer el tan esperado material de campaña que difunde las ideas que justifican la candidatura. Se prepara el desplazamiento territorial, la realización de eventos. Nuevos integrantes refuerzan el comando.

Aun cuando no son pocos los que tienden a impacientarse, por lo que consideran una lenta marcha hacia la velocidad de crucero en el funcionamiento del comando, lo cierto es que el proceso en cuestión no se está demorando ni más ni menos de lo que ha llevado tener todo a punto en las ocasiones anteriores.

Pero hay, tal vez, una novedad que es importante para ordenar los esfuerzos. Cada vez aparece como más probable que las encuestas que falta por conocer ratifiquen en líneas generales lo que las encuestas conocidas ya informan. Esto quiere decir que lo que es dable esperar en los sondeos que se den a conocer la próxima semana es a Piñera en primer lugar, pero sin mayor movimiento; a Frei en segundo lugar, a la espera del despegue, y a Enríquez-Ominani en un significativo tercer lugar.

Si más allá de los porcentajes, las posiciones son claras, cada cual se puede dedicar a lo suyo sin mayores sobresaltos en los próximos meses.

Activando la diferencia

Para la Concertación éstas son buenas noticias, porque la dejan con espacio para desarrollar una estrategia que no se puede desplegar de la noche a la mañana.

Lo que debe hacer es seguir un camino más bien inverso al que tuvo la oportunidad de recorrer con Bachelet en su campaña. En esa ocasión, una personalidad carismática buscaba su complemento en el respaldo institucional y partidario del que carecía con suficiente amplitud.

Ahora de lo que se dispone en proporción desusada es de respaldo institucional. Hay veces en que estar cerca de un gobierno que termina es un lastre del que se huye, pero en este caso no sólo el candidato oficialista quiere identificarse con la Presidenta y su legado. Hasta el candidato de derecha trata de mimetizarse lo más posible.
Pero si hay apoyo listo a entregarse, la personalidad del candidato oficialista no se presta a encendidos entusiasmos iniciales. Puede que no nos demos cuenta, pero Bachelet ha cambiado la percepción ciudadana en cuanto a las características deseables de un líder, entre ellas la cercanía, la llaneza, la capacidad empática y la calidez en el trato.

La campaña de Bachelet se sostuvo en un efecto espontáneo causado por una personalidad con que muchos se identificaban, en particular las mujeres. El esfuerzo de quienes acompañaron a la candidata fue complementar sus cualidades, sistematizando contenidos que estaban más bien implícitos en el inicio.

Ahora el esfuerzo del oficialismo es representar sus contenidos en una personalidad diferente. Esto requiere tiempo y esfuerzo.

A Frei se llega por aproximaciones sucesivas y lento convencimiento. El día de la elección nos hallaremos con un número importante de sus votantes que, alguna vez al inicio de la campaña, habrán declarado que de ningún modo votarían por él.

Lo que la Concertación ha de poner en marcha es el peso de la diferencia. La envergadura de saber gobernar y estar en todos los temas es demasiado grande como para no ponerla en juego. Las principales figuras de gobierno tienen una credibilidad que no se puede desperdiciar. La Concertación sabe cómo continúa la historia en todo lo que interesa a los ciudadanos: esto ha de hacerse presente.

El propio esfuerzo

Al principio de una carrera presidencial lo que se ve son personas con aspiraciones, pero antes de llegar a la meta lo que se ve son apuestas de país con capacidad diferenciada de ser implementadas.

Llega un punto en que lo que se presenta es qué será del país por cuatro años completos. Lo que ocurre con la gobernabilidad, con el crecimiento, con la defensa y protección de las personas, con la capacidad de enfrentar y superar crisis, con los respaldos ciudadanos.

Cuenta cada vez lo que uno no soporta como opción de gobierno para Chile. Lo que no quiere ver representado en La Moneda y como cara del país ante el mundo. En un momento determinado, lo que importa no es cómo se ven los personajes de la política en televisión, sino qué pasará con un país del que no tenemos repuesto y al que hay que cuidar.

Para que esto suceda hay que trabajar para que se aprecien las diferencias. Así también hay que pensar en quién es capaz de integrar a la mayor parte del país, en especial a la mayoría progresista en los cambios sociales y políticos que tenemos que enfrentar en el futuro próximo.

A Frei se le reconoce experiencia, honestidad, credibilidad, capacidad de conducción. Con estas cualidades no se puede presentar como una persona novedosa, pero puede dar espacio a quienes lo sean y, en conjunto, llevar adelante una gestión tan innovadora y responsable como se necesita.

Poner las cosas en esta perspectiva no es sencillo ni se consigue de la noche a la mañana. Pero es un esfuerzo al alcance de la mano del oficialismo.

Para eso tiene que tener confianza en lo que se es y lo que se representa. Los defectos de la coalición de gobierno son muchos, pero es posible llegar al convencimiento de que sus problemas se solucionan con más Concertación y no con menos Concertación; con más confluencia en lo fundamental y menos apuestas individuales; con más espacio para los ciudadanos comunes y menos juego de notables.

En los últimos días, a la derecha se le ha despertado su temor oculto: terminar como grupo político importante que casi consigue ser mayoría pero nunca lo logra. La encuesta Ipsos dio a Piñera alejándose del 50% que se necesita para ser Presidente. Si esto se consolida, alguien habrá cometido un gravísimo error al planificar la estrategia. Lo peor es que ya nadie puede echar pie atrás ni implementar giros bruscos. No hay tiempo. Habrá que ver lo que sucede.

Lo que ocurra con la Concertación depende de lo que sus integrantes hagan o dejen de hacer.

viernes, junio 05, 2009

CEP o no CEP, ésa es la cuestión

CEP o no CEP, ésa es la cuestión

Víctor Maldonado

Hace poco se sacó la imagen de la desubicación. Un personaje casi desconocido visita a otro personaje perfectamente desconocido afirmando que mantendrían diferencias que a nadie interesan, pero que ahora las comentarían internamente.


¿Como estamos por casa?

En política hay que concentrar la atención en el objetivo central más que en ninguna otra cosa. Y en cualquier caso, hay que dedicarse a mejorar el propio desempeño antes que a interrogarse sobre la suerte de los demás.

Para realizar este tipo de acciones efectivas, lo peor es esperar algún acontecimiento externo para evaluar con la mayor objetividad las propias acciones.

Los que se encuentran a la espera de la encuesta CEP para tomar decisiones están cometiendo un error de bulto. ¿Por qué la guía de nuestra acción ha de estar en los números cuando ya se tienen identificadas las definiciones clave a adoptar?

Los datos decisivos ya se conocen: Sebastián Piñera estancado pero arriba; Eduardo Frei sin crecer al ritmo esperado; Marco Enríquez-Ominami mejor posicionado de lo que se esperaba y los demás ubicados entre el testimonio y el acto de presencia.

Que los porcentajes sean algo más o algo menos puede que consiga poner una nota de dramatismo acentuado o disminuido, pero no implica un cambio sustantivo. ¿Para qué esperar entonces? La cuestión determinante no es la encuesta CEP, sino lo que ya sabemos que pasa.

Dado esto, lo que puede alterar el cuadro actual es la practicidad que impriman en sus acciones algunos de los candidatos. En particular, quien tiene el deber de reaccionar con fuerza es Eduardo Frei. Creo que se puede decir que la candidatura de la Concertación se encuentra en un momento decisivo, incluso más que las otras, puesto que ellas no han de variar un curso de acción que les acomoda.

En el caso del senador DC, este período es particularmente importante no por los resultados de alguna encuesta ya hecha o por hacer, sino porque, al interrogarnos si la organización de la campaña cumple con todos los requisitos como para dar lo mejor de sí, hay que contestar que aún no se encuentra en esa condición.

Es ahora cuando vale la pena ser frío, descarnado y sincero en el análisis, porque es cuando se está a tiempo -quizá justo a tiempo- para producir un giro.

Por supuesto, no hay que perder de vista a Piñera. Éste sigue ocupando el primer lugar. Pero no consigue aún consolidarse como mayoría absoluta, ni en primera ni en segunda vuelta. Eso es lo más importante a considerar, porque significa que puede ser derrotado. Más aun cuando una parte de quienes apoyan al empresario también apoyan a Bachelet, y si llegaran a pensar que ambas cosas no se condicen entre sí, más de algo podría cambiar.

Las pruebas del comando

Como sea, el caso es que Piñera no se ha movido en meses de su sitio, y es eso lo que ha motivado los movimientos más significativos de su campaña en el último tiempo. Cuando el camino no es el del crecimiento propio, la alternativa es procurar el decrecimiento ajeno. Y a juzgar por el despliegue comunicacional que se le da a Marco Enríquez-Ominami, ése ha sido un camino escogido por la derecha. Pero eso no importa tanto, puesto que es la conducta políticamente esperable por parte de la oposición. Como se dice entre nosotros, "están haciendo la pega".

Lo que hay que interrogarse es si, desde la Concertación, se está haciendo todo lo posible y al alcance de la mano para mejorar la opción electoral de la centroizquierda. Esto implica a lo menos tres cosas.

Primero, que el candidato está dedicado casi a tiempo completo a ganar apoyo, estar en terreno y emitir mensajes con impacto en la mayoría ciudadana. Todo ello, sin distracciones y siempre a la ofensiva.

Segundo, que en el comando están todos los que tienen que estar, cada cual está en el puesto en que más aporta, y que se trabaja con espíritu de cuerpo, asegurando que el único que destaque es el candidato único.

Tercero, que la dirección de los partidos y su militancia se encuentran plenamente integradas al propósito común, se les reconoce y valora, al tiempo que se van incorporando nuevos elementos de refresco que abren la campaña a sectores importantes afines.

Cuando estos tres aspectos se logran se nota siempre. Se consigue que los adherentes identifiquen las ideas básicas de la campaña, cada adherente encuentra algo que hacer y se expande la sensación de que, si bien no es posible saber si se va a ganar o no, lo cierto es que "nos merecemos ganar". Sinceramente, no estamos todavía en esa condición, perfectamente alcanzable por lo demás.

Adaptarse al candidato

Todos nos reiríamos si Enríquez-Ominami se las diera de estadista o intentara imitar a Frei. Sería patético porque se traicionaría a sí mismo. Con virtudes y defectos, no cabe duda de que entre su personalidad y su campaña hay una correspondencia que le otorga verosimilitud a su presentación pública. Es lo que es y se presenta como tal.

Igualmente puede cambiarlo todo a su alrededor, pero debe seguir siendo fiel a quien es. Si es serio y parco, si se le reconoce experiencia y honestidad, si despierta más seguridad que entusiasmo, pues bien, así es como ha de presentarlo su campaña. Su programa puede ser novedoso, pero debe apostar a ser creíble. Cualquier otra cosa no tiene asidero.

El mecanismo que aún no ajusta es el comando. Falta más izquierda, faltan más mujeres, falta más conducción experta. Frei es un buen candidato, pero no es seguro que pueda ser un buen jefe de su propia campaña y su campaña necesita de un jefe.

Por otra parte, las líneas paralelas alimentan la competencia y las desavenencias. Y eso no le sirve a nadie y se cometen errores gruesos. Hace poco se sacó la imagen de la desubicación. Se pudo ver a un personaje casi desconocido visitando a otro personaje perfectamente desconocido afirmando que mantendrían diferencias de las que a nadie le interesa enterarse, pero que ahora las comentarían internamente. ¡Y todo esto con publicidad y con representantes de un mismo comando! En otras palabras, se necesita más trabajo, y menos vanidad.

En fin, se puede decir que desde los partidos y la Concertación se está en condiciones de aportar más de lo que la dirección central de la campaña puede, de momento, absorber.

Actuar ahora

Todas las campañas tienen un momento de quiebre, de crisis y de reconstitución. Es natural partir con buena voluntad, las mejores intenciones y muchos deseos de hacer cosas. Al inicio del proceso siempre se encontrará un grupo de amigos y entusiastas capaz de dar inicio a una opción presidencial.

El problema radica en que esto nunca ha sido suficiente para lograr la meta. Si el traje le queda chico a una opción, tiene por destino crecer a la altura de las circunstancias o de perecer en el intento.

Y la verdad es que los amigos no bastan para nada, porque el mundo "es ancho y ajeno", como ya se sabe desde hace mucho tiempo.

Es el despertar del entusiasmo lo que conseguirá mejores posiciones en las encuestas, no al revés. Por tanto, no hay que esperar a nada para enmendar rumbo. Para el que va segundo, el tiempo es más valioso que para el que va primero, porque necesita hacer todo lo bien que hace el adversario y más todavía.

Por eso hay que actuar ahora.