viernes, diciembre 28, 2007

Una ventana de oportunidad

Una ventana de oportunidad

Víctor Maldonado


La opción no confrontacional

Adolfo Zaldívar ha sido expulsado del PDC. Se esperaba que a ello le siguiera un largo período de mantención de un conflicto público. Eso es lo que hubiera ocurrido si el senador disidente hubiera optado por seguir la vía judicial de apelar a la sanción recibida (tentado estuvo, según propia confesión). En cambio, la Mesa falangista dio por cerrado el caso y el expulsado se dedicará a la conformación de un nuevo referente.

Este desenlace era, al mismo tiempo, el menos esperado y el mejor posible dada las condiciones en las que se llegó la confrontación interna.

Lo que más importa no es que el senador salga de la Democracia Cristiana, sino que salga del centro de preocupación y debate partidario, y eso es lo que se ha conseguido. Seguirá en los titulares de los medios, pero no en el centro de la Falange y eso –al final- hará toda la diferencia.

Se abre así, para todos, una ventana de oportunidades. Del seguro desgaste de unos y otros por igual, se ha dado paso a la posibilidad en emprender acciones positivas, y de volver a dirigirse a los ciudadanos. Con esto se supera un peligro potencial de grandes dimensiones, no solo para el PDC sino para el resto de los actores políticos propensos a sufrir contagios.

Hay que decir, por cierto, que Zaldívar llevaba tal cantidad de declaraciones descalificatorias dedicadas a la dirección de su partido, que ya se hacía difícil mantener un seguimiento exhaustivo. Cuando trató a la presidenta de la colectividad y a sus directivas de "mentirosos" ya nadie se extraño. Ni siquiera cuando responsabilizó por anticipado a Patricio Aylwin “de cualquier cosa que a mí me ocurra”.

Como ya habíamos adelantado que haría, no dio un paso en dirección a la reconciliación, sino que ha ampliado sus dichos de manera constante. Y ese, por cierto, no es el procedimiento que sigue alguien que busca un advenimiento.

Sin embargo, hay que hacer una salvedad necesaria. La salida de una persona de la organización no es el término de una tendencia. Nada es tan simple. La minoría partidaria tendrá que reacomodarse. Es necesario que lo logre para el bien común. Se trata de un proceso necesario que tendrá que completarse pronto y que, en cierto modo, hay que facilitar.

Es indispensable que la Democracia Cristiana comience ha habla de algo distinto a su crisis interna. El problema no es la crisis, el problema es hablar sólo de la crisis. Por eso no hay tiempo que perder en este partido para dedicarse a las tareas de interés permanente.

El duelo de interpretaciones

A todo esto, se acerca la fecha en la que el PDC tiene que renovar su directiva, y eso sacará la atención partidaria de la resolución del conflicto ya resuelto, para trasferirla al interés por obtener respaldo político en las nuevas condiciones.

En realidad, es el re-alineamiento partidario de mayorías y minorías lo que está empezando a concentrar las energías partidarias. Los líderes se agrupan según perspectivas e intereses compartidos. Se llegarán a fórmulas políticas bien conocidas (mesa unitaria o de mayoría) y todos recorrerán el país defendiendo sus puntos de vista.

Es decir, la vida partidaria recupera cierta normalidad y se abre a materias más interesantes que el amplio abanico de denostaciones del que pueda hacer gala Zaldívar.

Por eso, la solución a este conflicto no estuvo nunca radicada en la obtención de un acuerdo amistoso (nada de lo que se ha descrito resulta muy amistoso que digamos). Tampoco lo está en la definición de sanciones por sí solas. La salida está en fortalecer la conducción interna, operar en la práctica con quienes respetan la legalidad partidaria y abocarse a adoptar posiciones partidarias de interés nacional.

Ahora y por unos días, lo que concentrará la atención es el duelo entre interpretaciones sobre lo ocurrido. El senador “colorín” ha sido recibido como una especie de héroe por quienes, ya antes, habían abandonado la Concertación. Para ellos, esto es una demostración más de que el conglomerado de gobierno está perdido, rechaza la crítica interna y se niega a renovarse. Todo esto es digno de comentarse.

Por cierto, ha nadie se le puede desconocer los méritos y su trayectoria sólo porque ahora se haya llegado a un impasse político. Lo demócratas no reescriben la historia según les conviene. No se puede decir que Adolfo Zaldívar haya sido un personaje fácil de tratar, pero en el pasado entregó un aporte indudable a su partido y a la coalición.

Lo que es igualmente cierto es que ningún dirigente político se legitima exclusivamente en base a lo que hizo, sino en mérito a lo que está realizando hoy. No hay derechos adquiridos exclusivamente por las acciones que una vez se realizaron en el pasado. En la democracia hay que estar siempre dispuesto a dar pruebas de coherencia y consecuencia en cada momento. Y nadie tiene licencia para hacer y decir lo que se le venga en gana.

El insulto fácil y rotundo no es un buen síntoma en nadie y menos en un dirigente. Hay que desconfiar de todos aquellos que ven en las diferencias políticas el enfrentamiento entre el mal y el bien en estado puro.

¿Quién abandono a quién?

No todo aquel que enfrenta un partido lo hace en calidad de héroe frente a una burocracia. Y definitivamente no es el caso de personajes que encabezaron a quienes hoy presentan como la encarnación del mal, porque cuanto le critican a otros es algo que ellos mismos conocen a fondo y lo practicaron con virtuosismo. Con cierta humildad, podrían hacer suya la frase de Terencio: "Soy hombre: considero que nada humano me es ajeno”, pero no lo hacen.

Para bien y para mal conocemos a los personajes de los que hablamos. Ninguno de los disidentes de hoy viene aterrizando recién en política tras una larga temporada en otro planeta. No vienen desde afuera del equipo. Eran parte constituyente de la elite que hoy critican. Sus hijos pródigos.

Para poderlos juzgar con justicia hay que hacer una pequeña prueba. Hay que constatar cuál era su comportamiento cuando estaban en la cúspide del poder de su partido y cuál es su comportamiento una vez que llegan a convencerse que ya no podrán volver a ese sitial dentro del mismo partido.

Si su discurso, y sus acciones, cambian drásticamente tras este convencimiento, se puede hablar de muchas cosas menos de una rebelión ética contra el sistema. Lo que hay es una acción política calculada, riesgosa, fuerte pero en ningún caso estamos ante la reencarnación de Gandhi en Chile.

No estamos hablando de personajes que hayan abandonaron el poder para convertirse en disidentes. Estamos hablando de personas que se hicieron disidentes cuando el poder los abandonó. Y eso hace una gran diferencia.

La divergencia de caminos políticos se puede aceptar siempre. Nadie está condenado a mantener sus lealtades partidarias. Lo que sí resulta inaceptable, es pretender que con la salida de uno se va el auténtico espíritu fundacional que justifica la incorporación a la política de cualquier persona honrada. La honradez y las buenas intenciones no se van de un conglomerado porque lo decreta el que se queda fuera de sus filas.

Para juicios equilibrados, el tiempo. Todos tendrán la posibilidad en un plazo no demasiado largo, de demostrar lo que son. No hay necesidad de más declaraciones.

Pero hay algo que agregar. Así como las personas, los partidos y los conglomerados necesitan momentos de renovación, reflexión y de tomar impulso. Hemos visto la crítica mezclada con afanes de destrucción, descalificación y descrédito. Por cierto la Concertación necesita renovarse. Todos lo necesitan. Pero siempre se ha podido y se debe renovar desde dentro. No porque alguien lo pida, lo exija o lo denuncie desde fuera, sino porque se está activo, vigente y abierto a las nuevas necesidades del país.

Tras 17 años hay quienes, frustrados dentro, se vuelven profetas fuera. Esta no es la única posibilidad que existe. La renovación de la política en Chile no ha de identificarse con rostros antiguos con maquillaje ad hoc. Desde la coherencia y desde la lealtad también se puede construir el futuro. Las mayorías también pueden ser fuente de renovación.

viernes, diciembre 14, 2007

Los tres escenarios del conflicto político

Los tres escenarios del conflicto político

Lo cierto es que de las crisis políticas no se sale con procedimientos legales, sino con decisiones respaldadas y legitimadas. Lo importante es no quedarse atrapado en el problema inicial ni en las primeras reacciones.

Víctor Maldonado


Como meterse en problemas y no morir en el intento

EL CONFLICTO -cultivado, privilegiado y desorientado- se está instalando como un gran actor en la escena política nacional. Está presente en todas partes y en cada sitio busca ocupar todos los espacios posibles.

Del tratamiento que se haga de este hecho dependerá mucho de lo que termine por ocurrir con el Congreso, los partidos políticos y otras organizaciones importantes.

Aquí hay un gran desafío para la dirigencia. No está claro que todos vayan a sortear bien la prueba. De hecho, algunos muestran tan poco criterio como Alfredo Ovalle que levanta un conflicto innecesario, donde no lo había, y sólo después (y por las reacciones despertadas) parece percibir que ocasionó un cierto malestar por el tono, oportunidad y falta de equilibrio de sus opiniones.

Pero los demás no se encuentran ante situaciones producidas artificialmente, sino que se las tienen que ver con el manejo de situaciones políticas importantes, de las que depende el prestigio de las instituciones a las que pertenecen.

En estas condiciones se encuentra la oposición en el Congreso, en la actitud que tome ante la posibilidad de interpelar al ministro Francisco Vidal; el destino final que tenga la redacción del informe de la comisión del Transantiago en la Cámara de Diputados; y, por cierto, la forma cómo se maneje en conflicto en el PDC.

Algo parece quedar claro en todo esto, y son dos lecciones de gran importancia para los actores involucrados en las distintas expresiones de un mismo fenómeno: primero, que en ningún conflicto hay que dejarse atrapar en el lastimero análisis de cómo es que llegamos a meternos en estos problemas, sino que hay que concentrarse en cómo salir de los de ellos; y, segundo, que mientras no se redefina la situación inicial que se enfrenta y se cambia uno de los datos que se consideraron en algún momento inmodificables, no hay salida posible, porque al principio no se ven caminos viables de salida. Esto lo podemos analizar en los tres casos mencionados.

El pedestal de los contrincantes

En caso del vocero de Gobierno, es para no creerlo. Se supone que la oposición lo está atacando, que quiere hacerle algún tipo de daño o mella y que quiere denunciar el “intervencionismo electoral” (algo que es una constante en su actuación colectiva). Y para lograrlo, no se le ocurre nada mejor que ponerle palco, micrófono, cámara, audiencia y oportunidad a un polemista nato y a un expositor persuasivo, fácil de entender y con entrenamiento de sobra.

Alguien que no quería a los congresistas debe haber sido el que propuso el formato de las interpelaciones. Es preferible pensar eso a la idea de que se prodigaron un autogol de primera magnitud. Pero lo cierto es que interpelación aparece en el papel como algo tremendo, una prueba terrible para el impugnado, quien se vería acosado, de pie, frente a un ataque de horas por parte de sus adversarios.

Eso en el papel. Porque en la práctica, un diputado pregunta y el interrogado contesta con amplia libertad, en sus términos, conduciendo las respuestas con soltura.

En otras palabras, y parodiando la canción, en estas circunstancias, el acusador calienta el agua, el acusado se toma el mate.

En este escenario, la derecha va a descubrir algo que la sorprenderá: se dará cuenta de que el discurso del intervencionismo es de consumo interno, parece algo temible, pero que no se sostiene fuera de la primera línea de argumentación.

Su campaña para inmovilizar al Gobierno se basa en la denuncia y en tender un manto de sospecha ante actuaciones que pudieran tener efecto electoral (todas, casi, si se lo piensa bien). Está amenazando con un perro sin dientes, y eso quedará en evidencia en esta ocasión. ¡Menudo negocio! Si la Concertación le hubiera puesto asesores para perjudicarlos, no lo estarían haciendo mejor.

La derecha no está bien dirigida. Pero si quisiera salir del embrollo en el que se ha metido, debería darse cuenta de que no puede atacar a un ministro sin darle tiempo para que haya podido hacer algo antes de poder atacarlo.

Deberían partir por explicitar los criterios del buen desempeño ministerial que esperan encontrar, y después evaluar, sin reemplazar el procedimiento obvio por un intempestivo golpe, torpe y mal dado.

El Transantiago y su comisión

La fiscalización no es sinónimo de destrucción, aunque puede ser muy drástica en sus juicios. El diputado Patricio Hales expresó que la idea no era tener un informe suave, sino que “lo proporcionado y equilibrado es tener uno… tan duro como el desastre y la gravedad de los hechos sociales que se provocaron”. Y, sin duda, se cumplió este propósito.

Del informe de la Comisión del Transantiago de la Cámara, no son pocos los que aparecen con responsabilidad en la implementación del plan de transporte capitalino.

Ya no importa, para efectos prácticos, si la validez técnica de lo que se afirma sea acertada, impecable o discutible. Se ha emitido un juicio político, sobre un tema altamente debatido, y se ha llegado al final de un largo trabajo.

La Comisión, conformada con mayoría concertacionista, ha afirmado que hubo un error de diseño; que los encargados de más capacidad de decisión en dos gobiernos no previeron las deficiencias a tiempo; que se actuó con demasiada premura al momento de definir y también de implementar el cambio del sistema de transporte; el cálculo sobre los efectos sociales quedó muy por debajo de lo necesario; que los técnicos a cargo se limitaron -incluso dentro en su propio ámbito de decisión- sin advertir de los riesgos, etcétera.

Las menciones de la responsabilidad del sector privado son importantes, pero, probablemente, pasarán a un muy humilde segundo plano en los destacados de la prensa. Se menciona que ha habido incumplimientos por parte de los operarios de buses, que la empresa Sonda mostró su falta de experiencia en la materia que tuvo a su cargo, entre los más significativos juicios emitidos.

En relación a este tema, el punto es saber hasta cuándo se puede seguir concentrados en la evaluación del origen y primera etapa de la implementación de una iniciativa importante.

Por cierto que lo que se necesita es abrir el debate sobre cómo consolidar los avances reconocidos, ya conseguidos por el ministro René Cortázar. Ya no se trata de opinar repitiendo lo que ya se ha dicho en suficientes oportunidades. Es mejor concentrarse en que las soluciones sean más profundas, oportunas y necesarias. La mirada debe estar puesta en introducir las mejoras y no en lamentar el pasado.

Conflicto DC

El conflicto en la Democracia Cristiana se ve completamente diferente si se realiza como una lucha de facciones, o si se lo considera una diferencia entre la institucionalidad partidaria y un personaje relevante del partido que ha entrado en una conducta con la disciplina interna.

Pero el mismo hecho de que se esté interpretando de manera tan diferente lo que está aconteciendo, muestra que se empieza a asimilar la nueva situación y que ello consumirá una parte importante del tiempo partidario.

Lo cierto es que de las crisis políticas no se sale con procedimientos legales, sino con decisiones mayoritariamente respaldadas y legitimadas. Lo importante es no quedarse atrapado en el problema inicial ni en las primeras reacciones. Cuando se pierde tiempo, es el partido completo el que pierde en presencia, en conexión ciudadana y en la capacidad de adelantarse a los demás.

Se diagnostica, por parte de algunos, una sensación que confunde por parte de la militancia de base, y una preocupación creciente por el futuro del partido en la campaña municipal.

En realidad habría que decir que los partidos no debieran estar “preocupados”, sino intensamente “ocupados” en trabajar para dilucidar las incógnitas del porvenir. La DC, como todo partido, debe centrarse en los temas que le preocupan a sus adherentes en el más amplio sentido de la palabra, no en el más restringido. Muchos están mirando, y su paciencia no es infinita.

Hay maneras de meterse en problemas y no morir intentando salir de ellos.

viernes, diciembre 07, 2007

El inicio anticipado del año político

El inicio anticipado del año político

La llegada del nuevo integrante del equipo político no ha dejado indiferente a la oposición. Y eso, en sí mismo, es una señal fuerte de la importancia que se le atribuye.

Víctor Maldonado


El cambio de mapas mentales

LA POLÍTICA SIEMPRE nos puede traer sorpresas. El inicio del año político, esperado para enero, “como corresponde”, parece haber sufrido un adelanto. Desde luego, ésa es la sensación que deja el cambio ministerial de ayer.

Si hay una lección que sacar de los últimos acontecimientos es que los actores políticos deben acomodarse a las condiciones no sólo del presente, sino del futuro inmediato en plena evolución.

Las definiciones previas, a gusto y usanza de los clichés impuestos por los medios de comunicación, se irán borrando en los próximos días.

Francisco Vidal representa en la Concertación, simplemente, a uno de los rostros emblemáticos relacionados con la función de ejercer el Gobierno. Es casi sinónimo de experiencia ministerial. Eso implica que los cambios ratifican la decisión de concentrarse en gobernar, y gobernar bien, punto.

No se puede decir que la oposición lo haya recibido con los brazos abiertos. Casi de inmediato, y sin esperar declaración de intenciones alguna, asoció su llegada con el intervencionismo electoral.

Esto no debiera extrañar. Hay que decir que junto con el inicio anticipado del nuevo año político, la acusación de intervencionismo presidirá casi cualquier mención que desde la derecha se haga respecto de las acciones de Gobierno. Habrá que acostumbrarse a ello, porque no hay más alternativa que acostumbrarse a lo que sucederá todos los días de ahora en adelante.

En todo caso, la llegada del nuevo integrante del equipo político no ha dejado indiferente a la oposición. Y eso, en sí mismo, es una señal fuerte de la importancia que se le atribuye.

El cambio ministerial no es el único en el Ejecutivo. Del mismo modo, está la reacción de Bachelet ante la inusitada intervención de Alfredo Ovalle en la reunión de la Enade. Lo que se presentó en esta dura réplica fue la demostración de que el deseo del Gobierno de fomentar un ambiente de cooperación y entendimiento entre todos los sectores encuentra límites que se consideran inexcusables. Ante el desatino no hay opción.

Cuando no hay nada que ganar y sólo se obtienen perjuicios de un error de grandes dimensiones, es que alguien, sin consultar, por sí y ante sí, cometió un desatino sin apelaciones.

Un despropósito por parte de un actor público se identifica de inmediato, porque va a contracorriente de los intereses más básicos de los representados y porque pone en riesgo la reserva de confianza mutua que ha costado años acumular.

Porque, si hay algo de lo que no le cabe duda a nadie es de que las buenas relaciones con el Ejecutivo sólo han traído beneficios a los empresarios. Ellas se han construido en un espacio de tiempo largo. Y sólo alguien muy irresponsable o de visión muy limitada puede echar por la borda el esfuerzo sistemático de ambas partes.

Alguien aquí tuvo la torpe idea de actuar como el hijo derrochador, que gasta sin tino el capital de sus mayores, porque no sabe de los esfuerzos, el trabajo y el tesón que representaban.

Pero no hay que exagerar. Lo cierto es que el deterioro de las relaciones con una persona -que es real, efectivo y perdurable- no tiene por qué constituirse de inmediato en retroceso en las relaciones del Gobierno con un importante sector social. Por lo menos, para muchos otros, la búsqueda del interés nacional sigue estando dentro de las prioridades.

No quedar atrapados en el conflicto


Lo que está apareciendo, una y otra vez, son las crecientes muestras de mayor presencia de los conflictos entre los actores políticos o que influyen en la política. De allí que cada cual se esté preparando para este nuevo escenario, más duro que el que se había tenido hasta ahora, con mayor anticipación de la que esperaba.

Hacia abril, no menos de tres partidos (DC, PS y PPD) tomarán decisiones importantes respecto de su conducción. Pero está visto que muchas cosas serán definidas antes de esa fecha.

De hecho, el peor error que puede cometer un partido es dedicar la mayor parte de su energía a la administración de los conflictos internos de cada día.

Así, por ejemplo, le ocurre a la DC, que es el partido que más cosas se juega en las semanas que siguen.

En lo sustantivo, ninguno resuelve sus problemas políticos por la vía judicial y este caso no será la excepción.

Por supuesto, los órganos disciplinarios tienen que funcionar y han de sancionar las conductas reñidas con la adecuada convivencia interna. Pero un conflicto político es mucho más que eso, y no se termina porque se arribe a una sanción.

Lo más relevante no es el tipo de sanciones que se adoptan, sino la reacción de los militantes ante las resoluciones de sus órganos regulares.

Por interesante que le parezca a algunos las resoluciones de su Tribunal Supremo, las declaraciones diarias del senador disidente encontrándole nuevos pecados a su directiva, y las visitas de apoyo en una dirección u otra. Lo decisivo estriba en que nada de eso sea lo fundamental de lo que la Falange proyecta a diario como imagen colectividad.

Énfasis en lo que se construye

Una organización política que se vuelca hacia dentro, olvidando sus responsabilidades públicas, es una organización en serias dificultades, sin importar cómo evolucionen sus querellas.

En conjunto, lo que se logra al adoptar el lenguaje de los iniciados en los misterios partidarios o el de los obsesionados por los pormenores del conflicto, es la pérdida del interés del público general sobre todos ellos.

Cualquiera sea la sanción que finalmente tenga Adolfo Zaldívar, ésta será un episodio más dentro de un proceso que augura ser largo y difícil.

La salida de una persona no es la salida de una tendencia. Lo que viene es un reacomodo. La institucionalidad terminará por imponerse, en la misma medida en que se permita el tiempo suficiente para que todos puedan asimilar la pérdida y reasumir la agenda de temas ciudadanos en los que se quiere sobresalir.

De momento, lo seguro es que Zaldívar seguirá siendo un actor relevante, que mantendrá una cierta influencia, sea que esté dentro o fuera de su actual partido. Esta influencia será forzosamente declinante, pero acompañará al escenario político por un tiempo.

Sin embargo, hay una tendencia interna en la DC claramente minoritaria pero significativa, disponible para nuevos liderazgos que la interpreten. Esto explica mucho de los movimientos que hemos visto dentro de la Falange en los días previos.

Lo más importante es lograr que el conflicto no atrape toda la energía disponible en una organización. Esto es algo que la DC debe recordar en estos momentos. De otro modo poco importará quién se está imponiendo dentro del partido. Lo será más quién está deteriorando su imagen, su fuerza, la capacidad de predecir y de transmitir mensajes que sean de interés ciudadano.

Los que viven del conflicto perecen al perder centralidad el ánimo general de querellas y disputas. Tampoco ayuda el declarar a los cuatro vientos que el Apocalipsis está cerca porque nadie recupera la fe en un futuro tras la enumeración reiterativa de los males a los que está expuesto.

La situación se despeja hablando del presente, pensando en el futuro y conquistando a la juventud para que aporte su sabia nueva y su energía revitalizadora.