viernes, mayo 29, 2009

La confusión como arma política

La confusión como arma política

Víctor Maldonado

Enríquez-Ominami no sabe qué apoyo va a alcanzar y por cuánto tiempo. Como no siente la obligación de mantener la unidad concertacionista, no es una incógnita su conducta: busca alimentar dudas sobre el liderazgo principal.


Tus banderas son las mías

En estos días nos hemos tenido que ir acostumbrando a un tipo de mensaje que se ha vuelto una constante en la actuación de Piñera. Repite a diario frases como "los gobiernos de la Concertación han hecho cosas buenas". También dice que mantendrá "la red de protección social que se ha construido en los últimos años y la vamos a extender a la clase media abandonada". Por si fuera poco, está repitiendo que él fortalecerá la negociación colectiva y la flexibilidad laboral.

Tal vez exagera un poco, pero está recurriendo a la vieja táctica de intentar arrebatar las banderas a los adversarios.

Este exceso está reemplazando el anterior énfasis en la necesidad del desalojo de la Concertación. Resulta ahora que los que no hacían nada bien, tenían muchas cosas rescatables.

La receta opositora parece ser la de hacer lo mismo que se hace ahora, sólo que más y mejor. En reuniones a puertas cerradas, ante empresarios, mantiene su discurso crítico, pero no a plena luz.

La segunda línea de voceros de la candidatura opositora se está especializando en complementar la maniobra. Cuando se les replica que la derecha no ha hecho nada por construir lo que se supone ha apoyado, contestan, sueltos de cuerpo y con un cutis muy poco terso, que aquello que se vincula con lo realizado (y sobre todo con lo que falta por hacer) es de responsabilidad de la Concertación, no de ellos.

En el extremo, Lavín señaló que la UDI no tenía que permitir "que Bachelet nos robe el sello de protección social". Se está acusando a la Concertación de tener el descaro de haber realizado durante 20 años lo mismo que la derecha se había propuesto realizar y que no ha podido, dada la reprochable costumbre de la coalición gobernante de ganar las elecciones presidenciales.

Cualquiera sea la opinión que nos merezca este comportamiento, se puede comprobar que representa un retroceso general de posiciones hacia un terreno más seguro y menos agresivo de lo que le habíamos conocido hasta ahora.

Antes se buscaba marcar las diferencias con la Concertación, y ahora se trata de pegarse tanto a ella que ya no se noten las diferencias. Es, por supuesto, un reconocimiento de una mayor fortaleza del oficialismo; también, el paso de la completa seguridad del propio triunfo a un intento de manejarse con habilidad para mantener la opción presidencial.

El problema del camaleón

¿En qué terminará este intento de presentarse como quienes quieren mantener la casa pero reemplazar a los moradores?

Hay que reconocer que la táctica no carece de sentido. Cuando las diferencias entre la Concertación y la Alianza tienden a difuminarse, también las fronteras políticas parecen perder significado. Por esta vía la derecha facilita el trasvase de apoyo hacia su reducto y se acerca a su mejor escenario.

Piñera sabe que no puede atacar a Bachelet. Teniendo la Presidenta un apoyo muy amplio, si el candidato-empresario concentrara parte de su arremetida en el personaje mejor evaluado, sólo conseguiría perjudicarse a sí. Parte de su electores no se lo perdonarían, y no pocos de quienes permanecen indecisos podrían encontrar en esta actitud una razón suficiente como para definirse por alguna de las otras opciones.

De modo que la oposición está actuando con cierta lógica y con alguna probabilidad que obtener resultados. Aunque algo nos dice que el razonamiento seguido puede que presente su implementación práctica uno que otro problema.

El éxito de este comportamiento depende de cómo actúen los otros candidatos y del espacio de maniobra que le dejen para establecer la interpretación sobre su peculiar aporte al progreso del país.

Ya se dispone de un antecedente. En la competencia entre Lagos y Lavín, este último se desmarcó de su sector e implementó una campaña amigable y rehuyó cualquier debate político de fondo. Lavín aceptaba todo lo bueno que hacía el Gobierno, pero afirmaba que había llegado el momento del cambio y pedía una oportunidad.

El abanderado gremialista era un personaje llano y agradable, al que se le reconocían buenas intenciones y que marcaba su distancia de la política tradicional. Dados estos elementos básicos, este comportamiento -regular y sistemático- se amoldaba al candidato como anillo al dedo. Respondía más a una manera de ser que al mero cálculo. Era el modo como se había comportado el líder gremialista antes de ser abanderado y estaba validado por el comportamiento que había tenido como alcalde.

Aquí es donde encontramos hoy el mayor problema para la campaña de derecha: el traje de Lavín no se ajusta a Piñera, que no es afable, no sabe evitar polémicas, no acostumbra reconocer los méritos ajenos y no viene desde fuera de la política tradicional.

Lo que están haciendo en la Alianza puede que sea parte de la campaña, será todo lo útil que se quiera, pero no definirá su médula.

Esto nos lleva al segundo punto, ¿cuál es la médula de la candidatura de Piñera? ¿Qué define su propuesta o encarna su candidatura?

Por ahora no son las propuestas lo que define su opción. Hasta el momento se ha movido con algo más que un repertorio de lugares comunes y poco más. En el caso de Piñera, y de forma completamente distinta a Lavín, "el candidato es el mensaje".

Para bien o para mal, Piñera es un personaje conocido, del que no se esperan sorpresas. Encarna el éxito en una sociedad competitiva en que ha triunfado por su habilidad de aprovechar oportunidades para hacer fortuna. ¿Esto basta para ganar? Al parecer no, si se ha de atender a las señales que llegan de la oposición.

Cuando el candidato no basta

Las intenciones y la estrategia de los competidores son transparentes. La derecha sabe (también sus adversarios) que no cuenta con los méritos suficientes para ganar. Necesita debilitar a la Concertación y eso implica alimentar las divisiones internas, para lo que se recurre al expediente de reponer la duda sobre el mejor candidato concertacionista. ¡De algo que sirva el amplio control de medios de comunicación!

Todo esto tiene mucho de obvio y esperable. Es lo que la derecha tiene que hacer. Al menos, lo que tiene que intentar.

Una candidatura como la de Enríquez-Ominami va a explorar al máximo el alcance de sus posibilidades. El diputado no sabe qué apoyo va a alcanzar y, sobre todo, cuánto tiempo va a mantenerlo. Y como no sabe, y tampoco siente con intensidad la obligación de mantener la unidad concertacionista, no es una incógnita su conducta: buscará alimentar las dudas sobre el liderazgo principal, porque creerá que obtiene mayores posibilidades de crecimiento electoral.

Poco importa que la coincidencia entre la conducta práctica del candidato opositor, la prensa de derecha y el diputado sea producto de un acuerdo explícito o se deba a un paralelismo constante, notable e indeseado. El resultado es el mismo. Apostaría a que la coincidencia se mantendrá en los días que siguen.

Pero no hay que permitirles que desde la candidatura de Frei se realice cualquier acción que refuerce el ataque que recibe. Cualquier comportamiento en este sentido es necesario evitarlo.

Cualquiera que ventile diferencias internas, le sobra tiempo, y si está desocupado no está entregando su mejor aporte. El centro de la noticia es el candidato o quien actúe por delegación de él. Punto. Ésta es la mejor forma de agotar un ataque obvio, sin que cumpla con su objetivo.

viernes, mayo 22, 2009

Un mensaje para recordar

Un mensaje para recordar

Primer fulgor y una obra contundente

Lo primero que llama la atención de un Mensaje Presidencial son los anuncios que se pueden contabilizar en nuevos recursos disponibles. Quienes esperaban algo de esto, han de haber quedado más que satisfechos con el discurso del 21 de mayo. Allí están el nuevo bono para 4 millones de cargas familiares, el aumento de las pensiones solidarias, el seguro para quienes adquieren vivienda con subsidio habitacional y la garantía de que los estudiantes de enseñanza superior no tendrán que abandonar las aulas por encontrarse sus padres cesantes.

Nuevamente el gobierno sorprende con su capacidad de poner nuevos recursos ahí donde más se necesita. De esta manera los municipios, eternos descontentos, no pueden negar que el aumento del aporte fiscal de 8 mil millones actuales a 20 mil millones de pesos en el presupuesta nacional del 2010 para el Fondo Común Municipal, no es una bicoca.

Pero quién haya visto antes la reacción ciudadana, tendrá claro que este nivel del mensaje corresponde a un inicial y más brillante fulgor, pero que, rápidamente, pasa a ser absorbida por la opinión pública dentro de su habitualidad. Llena los titulares del día siguiente y del fin de semana. Pero transcurrido este plazo ya cada cual está en lo suyo.

Una segunda mirada a este mensaje se ha de concentrar en saber si se ha realizado bien el trabajo de un año y de una administración. Aunque la Presidenta Bachelet evito el tono de fin de ciclo y las despedidas anticipadas, no podía dejar de percibir que tenía que mostrar que había desarrollado un buen gobierno en todas las áreas y no solo que gozaba de un extraordinario momento de popularidad.

En esto tampoco el discurso desentonó con las expectativas. Lo que hizo fue explicar la ruta seguida en cada materia importante, destacando la visión integradora y la coherencia largamente sostenida en las políticas públicas.

Lo mostro describiendo los pasos seguidos para salir de la crisis económica y retomar crecimiento sostenido; en la ya evidente consolidación de la matriz de protección social; y en el avance experimentado en la construcción de un modelo de desarrollo inclusivo y sustentable.
Ahí está el plan de recuperación económica que incluye el estimulo fiscal para la reactivación de 4 mil millones de dólares (el quinto más grande a nivel mundial) y la materialización de inversiones por parte del Estado en una ejecución presupuestaria de inusual rapidez. Así también destaca el acuerdo inédito en materia de empleo y capacitación entre representantes de los trabajadores y de las empresas. Incentivamos a las empresas para que, en vez de despedir trabajadores, opten por capacitarlos.

Pero la Mandataria no mostró la fría solución de la tecnocracia sino el rostro humano de la protección social. No por nada esta crisis, dijo, no se enfrentó como lo hizo en su ocasión la dictadura quitándoles el 10% a los jubilados, sino aumentando las pensiones en un 25%.

Una posición política encarnada

Pero me atrevo a sugerir que el mensaje tuvo un tercer nivel que completa su atractivo y explica su recepción.

Bachelet hablo con prestancia sobre la apuesta política de fondo que representa. Mostró que un líder debe encarnar aquello que quiere representar y que, por que se atreve a ser progresista, puede llegar a ser integrador. Puede llegar a hablarle a toda la nación porque incluye a todos tras un rumbo de mayor libertad y justicia que es hacia donde quiere dirigir el país.

La primera mujer presidenta de Chile ofreció a sus compatriotas una visión fundamental de sí mismos como gente formada en la adversidad, forjada por el esfuerzo y el trabajo arduo y persistente.

Definió el rumbo seguido por los gobiernos de la Concertación como el camino correcto. Algo tan valioso que no debía quedar inconcluso.

Y dio tres razones para afirmar la necesidad de seguir construyendo un “estado social y democrático de derecho”: que el cambio hacia el progreso requiere de un Estado que protege a las personas; que se puede demostrar que los chilenos tienen una existencia cada vez más digna; y que son los progresistas los que se han acercado mejora a una política cada vez más ciudadana.
Es en la centro izquierda donde ha confluido la responsabilidad con la audacia en las políticas sociales. Mostró a su gobierno como una administración que apostó al manejo prudente de las finanzas públicas e hizo oídos sordos al populismo, cuando no se dilapidó los recursos extraordinarios del cobre. Pero que no tuvo ninguna vacilación cuando se requirió ponerse al frente del esfuerzo reactivador de la economía nacional.

En contraste la Presidenta mostró la crisis internacional como el efecto de un paradigma económico que toma al egoísmo como virtud y visualiza a la pasividad como modelo de política pública. Para ella la codicia y la especulación no pueden ser nuestros valores rectores y así lo dijo
con todas sus letras.

No es lo mismo reconocer que anticipar

El camino seguido es muy diferente. Para Bachelet el mercado debe ir acompañado de mayor deliberación democrática y el crecimiento de mayor equidad.

En el fondo lo que se ofrece como camino de continuidad y cambio social es la opción por un tipo solidario de sociedad. Aquella que afirmar que existen ciertos bienes públicos deben estar al alcance de todos los ciudadanos, para lo cual se generan mecanismos solidarios para asegurar estos derechos.

Porque se piensa de este modo es que se ha tenido un Estado que se nota y que apoya a los más vulnerables y que está llegando a la clase media, en vez de esperar a que “el mercado actúe”.
Pero lo medular de esta visión de Chile no es exclusivamente económica sino que política y ciudadana. Se trata de aplicar el principio de que de que el mercado debe ir acompañado de una mayor deliberación democrática y el crecimiento de una mayor equidad.

En el fondo estamos ante todo lo contrario del resultado de la improvisación, de la suerte o del esfuerzo ajeno. Porque se han hecho bien las cosas por tiempo prolongado es que estamos en mejor pie que uno pudiera esperar para enfrentar una crisis: Con la casa ordenada y las cuentas en regla; políticas sociales financiadas, y reservas para aplicar políticas económicas contracíclicas.

Por eso el Chile del Bicentenario cuenta con una red integral de políticas, servicios y programas que hacen efectivos los derechos sociales que reconocemos a los ciudadanos.

Por eso, y aún cuando todos aceptan ahora la red de protección social, no es lo mismo aceptarla que haberla construido. Dar algo por hecho no es lo mismo que levantar instituciones. Criticar no es lo mismo que emprender.

Si tenemos hoy una red de protección social es por haber atrevido –como lo hizo la Concertación- a mantener la prioridad nacional de mejorar la vida de las personas contra viento y marea, en los buenos tiempos y en los malos tiempos. Ciertamente es bueno reconocer logros mirando el pasado, pero es mejor anticipar el futuro llegando donde nadie se atrevió antes.

Michelle Bachelet termino sus palabras ubicando el puesto de nuestra generación en la historia nacional: “Sepan nuestros hijos e hijas y quienes les sigan que fue en este girón de nuestra historia cuando Chile decidió que haría surgir de su libertad un manto protector de justicia para todos” prestando su voz a todos nosotros. Lo valida con su experiencia y testimonio.

Pocos pueden hablar así. Sin duda este es el camino para ganar el alma de Chile. El que quiera ganar la presidencia debería seguir este camino. Y porque esto es así, este es un mensaje para recordar.

viernes, mayo 15, 2009

La prueba de la duración

La prueba de la duración

Víctor Maldonado

Hay que ver la tendencia en su ciclo completo. Hace un año parecía el tiempo de cambiarlo todo. Ahora resulta que la continuidad es muy valiosa y la derecha no tiene ni siquiera los derechos exclusivos para Chile de la idea de “cambio”.


Después de la primera impresión

En política hay que tratar de seguir una tendencia en su ciclo completo, no quedarse en el impacto inicial que una novedad produce en esa superficie turbulenta que es la contingencia.

Quien observe las principales noticias de los últimos días, lo que verá es el quiebre de las disciplinas partidarias y los cruces de frontera entre personajes bien conocidos de los antiguos alineamientos.

Son tan frecuentes las licencias que se están tomando ciertos dirigentes (respecto de acuerdos partidarios que los comprometen), que en cada ocasión se les está preguntando a algunos a cuál candidato presidencial apoya ese día, y éstos responden con acrobacias verbales cada vez más difíciles de mantener.

No cabe duda de que en la derecha han alentado este movimiento, suponiendo que el río revuelto les hará jugar el papel de pescadores. En todo caso, hay que decir que la pesca es una actividad para expertos, no es cosa de andar por allí tirando redes y anzuelos, porque cuando no se sabe hacer bien, termina uno mismo enredado.

Pero las muestras de indisciplina no son el fin del movimiento, sino sólo su comienzo. Es evidente que se están removiendo diferencias, pero no es seguro que estén desapareciendo todas las diferencias.

El caso del senador Flores es tal vez extremo, pero también resulta ilustrativo. Por mucho que el candidato de RN intente poner esto en el centro de la escena, lo cierto es que pasará rápidamente a ser un elemento lateral y accesorio. No por nada la incoherencia es el camino más corto hacia el olvido. La Presidenta Bachelet lo ha dicho de un modo que ahorra palabras: "Él apoyó mi candidatura el año 2005 y ahora apoya la candidatura de quien fue mi adversario". Hay ciertas actitudes que son tan chocantes que no dejan espacio para las explicaciones de ocasión.

Por otra parte, la derecha se ha visto en el extraño caso de tener que defender los exabruptos de su nuevo aliado, alguien que no se enmienda ni se calla. Nadie en la oposición sabe qué, en concreto, están ganando con tanta incomodidad. Pero se puede asegurar que sus dolores de cabeza sólo se han iniciado.

En realidad, los cambios radicales de postura política no harán otra cosa que acelerar el paso a retiro de un grupo, no muy reducido, que un día representaron posiciones sólidas y que hoy hacen de la oscilación su "guía" de conducta.

Candidatos y disidencia

A cada paso nos encontramos con señales de una transferencia general de poder desde los lugares tradicionales a otros más acordes con los tiempos que corren. Eso lo captan muy bien quienes han roto las disciplinas partidarias.

Sin embargo, no siempre los cambios se expresan del modo espectacular que quieren imprimirles quienes son los primeros que quieren montarse sobre la ola. Los que se anticipan en partir no son por necesidad los que llegan antes que los demás. Las carreras largas requieren consistencia, fortaleza interior y capacidad de perseverar, no es únicamente un asunto de imagen y de buen manejo de medios.

Por eso nos encontramos con una doble verdad: las opciones presidenciales siguen siendo las mismas; y, además, quien quiera que sea el ganador de la competencia presidencial, ya no podrá apoyarse sin más en las estructuras tradicionales de poder. Simplemente ya no tienen esa capacidad.

En un momento de cambios se acrecienta en la partida una tendencia a la dispersión y las discrepancias. Esto impacta a las candidaturas presidenciales de las coaliciones principales. En la Alianza y la Concertación es en los partidos que no cuentan con un candidato presidencial de sus filas donde se concentra la posibilidad de disentir.

Por eso no ha de extrañar que el senador Pablo Longueira haya dicho en estos días que "para la UDI no es fácil proclamar a Piñera". Aun así, llama la atención que el líder gremialista haga siempre notar la falta de credibilidad del empresario-candidato y su demora en obtener un "compromiso con la pobreza". Por su parte, en la Concertación ha sido más de un senador el que más ha matizado en público el status de candidato único que tiene Frei.

Pero si la tendencia a la dispersión está presente en ambos bandos, la gran diferencia estará en la capacidad política de encauzar las diferencias y evitar las siempre fáciles disputas entre dirigentes. Más aún, lo que importa para efectos de la definición presidencial es lograr que diferencias que tienen implicancias parlamentarias e internas en los partidos no contaminen el desafío mayor.

Las disputas partidarias son un agujero negro que todo lo atrapa en su campo gravitacional. De allí que los candidatos presidenciales quieran escapar de ellos a como dé lugar. Por eso es que Piñera está intentando concentrar la atención en algo más positivo, como los avances programáticos. En este sentido se pueden mencionar sus propuestas en cuanto a mejorar la productividad, la modernización del Estado, el fortalecimiento del empleo y la adaptabilidad laboral.

Una relación privilegiada

Estamos ante un caso de diálogo preferente entre la Presidenta Bachelet y el senador Eduardo Frei. La Mandataria emplazó a los candidatos a pronunciarse a favor o en contra de la mantención de las conquistas sociales consolidadas o iniciadas en su mandato. Y quien responde primero y afirmativamente es Frei, que se comprometió a dar continuidad al sistema de protección social. Enseguida, Bachelet ha identificado a Frei como su candidato y como aquél que da garantías de continuar lo fundamental de su gestión. Enríquez-Ominami se declaró expresamente a favor del Gobierno de Bachelet.

Piñera se vio cazado entre dos aspectos de su campaña que entraban en colisión. Él basa su propuesta en la idea genérica de "cambio", al mismo tiempo tiene plena conciencia de que no se puede enfrentar sin daño a la Presidenta con mayor popularidad desde la recuperación de la democracia. Incluso, se vio obligado a reconocer la importancia de la red de protección social, que se ha convertido en un logro nacional reconocido.

Por supuesto, no había una buena solución que permitiera salvar igualmente bien ambos aspectos, por lo cual el candidato de la derecha buscó una solución de compromiso, defendiendo la idea de cambio, pero evitando cuestionar directamente a Bachelet. Ciertamente, no es un derroche de imaginación declarar como receta el "mantener lo bueno, cambiar lo malo".

Pero esta ambigüedad se seguirá presentando en el futuro y responder bien bajo presión cada vez más difícil de sostener.

De manera que la interpelación presidencial dividió aguas entre los que la respaldan y los que son opositores. De todo esto Frei es quien sale más beneficiado. En la oposición algunos lo han entendido al vuelo. Por eso el diputado Alberto Cardemil, de RN, reaccionó diciendo que la Presidenta "se equivoca al defender la continuidad, que es lo único que le puede servir a Frei". Está claro que éste es su efecto, pero no está claro que sea una equivocación.

Y en este punto nos encontramos. Hay que ver la tendencia en su ciclo completo. Hace un año parecía el tiempo de cambiarlo todo. Ahora resulta que la continuidad es muy valiosa y la derecha no tiene ni siquiera los derechos exclusivos para Chile de la idea de "cambio".

Si para ganar se requiere unir garantía de gobernabilidad, continuidad de Bachelet y capacidad de enfrentar nuevos desafíos junto con la generación de reemplazo, entonces seguiremos discutiendo mucho, pero lo claro es que la derecha ha perdido todas sus ventajas iniciales.

viernes, mayo 08, 2009

Llega una nueva generación

Llega una nueva generación

Víctor Maldonado

Los estrategas de Piñera alientan las alternativas que puedan debilitar a Frei. Antes, el empresario reunía todo el voto de descontento, hoy éste puede mantenerse en la centroizquierda. Tarde verán que lo que parece una astuta idea llevará a algo parecido al suicidio.


Los comandos por dentro

Las campañas presidenciales están todavía en la etapa de instalación. Esto quiere decir que la estructura básica de los comandos está definida, las responsabilidades han sido repartidas y los desplazamientos por el territorio y la realización de eventos como definición de mensajes y adelantos programáticos comienzan a tener una sistematicidad mayor.

Pero claramente se encuentra todo en rodaje, y las partes y secciones en las que se han distribuido las tareas están lejos de ensamblar a la perfección.

En realidad, es una etapa de mucho dinamismo y de cierta experimentación, de tanteos y de ensayo y error.

Puede que todos los miembros de un equipo de campaña sean muy expertos en las funciones que les han sido encomendadas, pero eso no basta. De lo que se trata es de conseguir un trabajo colaborativo y no todos los encargados de algo tienen por necesidad que trabajar bien entre sí.

De modo que mientras no se produzca el ajuste y el entendimiento entre personas concretas a cargo de labores que son teóricamente complementarias, no se puede decir que un comando haya superado su fase inicial.

Por lo mismo, es parte de lo obvio y natural en estos casos que se pase por conflictos y ajustes que tienen que ser superados para llegar a una cierta madurez de equipo.

Así como hay ajustes de funciones, también hay ajustes entre perspectivas políticas y entre personalidades.

Fenómenos de largo aliento se están colando aún en los aspectos más prácticos de la coyuntura, y eso se está expresando, incluso, en los equipos de campaña. Tal vez el principal factor que se ha hecho presente sea el cambio generacional en política.

Esto pone una nota de interés adicional a la competencia electoral propiamente dicha. Gran parte de este proceso no será del todo visible para la opinión pública, pero adquirirá creciente importancia en los meses que siguen y, sin duda, sus aspectos no se detendrán con el final de la campaña.

Algunos analistas creen que se encuentran presenciando una maniobra cosmética en la contienda electoral. Pero ésa es una perspectiva muy superficial, que atribuye la corta visión propia a los candidatos.

Momento para abrir espacio

En realidad, estamos ante una respuesta política inicial, por parte de líderes que tienen la obligación de estar muy atentos a los cambios más importantes en las opiniones de los electores. Y ocurre que el cambio que ha ido madurando entre los ciudadanos es de tal envergadura, que hay que ser particularmente inepto como para no percatarse.

Las campañas presidenciales tienen que vérselas con un retraso en la capacidad de adaptación de los partidos a los efectos de un prolongado cambio social y cultural. Se trata de una larga deuda pendiente. Finalmente, la eterna costumbre de vivir en la coyuntura pasa la cuenta, justo cuando se abre el tema del futuro.

De este desfase (entre los generadores de cambios para todos los demás, que no se han ocupado de regenerarse ellos mismos a tiempo) proviene un cierto malestar colectivo del ciudadano de a pie con la elite política, que se ha expresado de las más diversas maneras.

Hay que saber desde el inicio que existe un cierto espacio para el descontento y para la expresión de lo alternativo, que ha estado siempre latente. Y esto alimenta terceras opciones que rompan moldes prefijados.

De allí que sea tan importante canalizar el mayor número de demandas ciudadanas y dar paso a las nuevas generaciones a los puestos de mayor responsabilidad.

No es un caso de pura buena voluntad. Es algo que se tiene que hacer, bien o mal, más rápido o más lento (y eso, incluso, en un rango acotado de espera posible), pero que hay que hacer. No se está agotando la política ni su lugar en nuestra convivencia, lo que se está agotando es una forma concreta de hacer política, que ha emprendido su rumbo sin retorno al pasado.

¿Cuál es la línea de conducta que ha de seguir la candidatura de la Concertación ante este escenario?

Lo que Eduardo Frei y su comando han de desarrollar en esta campaña para afianzar su opción presidencial es consolidar sus puntos fuertes, validarse como el mejor conductor de la nación en esta etapa de inicio del tercer centenario de la República y enfocarse en el adversario principal.

Conducción segura y de futuro

En las tres facetas mencionadas, el ejercicio del liderazgo se expresa en adelantarse a todos los demás en la línea de conducta que terminará siendo reconocida como la mejor, no de inmediato, sino al momento de emitir el voto.

Frei es un candidato al que se le reconoce solvencia, experiencia y capacidad. Da garantías de buen manejo del Estado en un momento de crisis, donde todo esto se privilegia y cuando creer que el Estado es importante es un aval de protección ciudadana. Esos son sus puntos fuertes.

El candidato de la Concertación no es una novedad en sí mismo, y sería un error presentarlo como algo distinto de lo que es. Menos aun cuando los electores consideran muy positiva la autenticidad, la veracidad en lo que se dice, la sinceridad con que se muestran convicciones y la voluntad de emprender tareas.

La novedad debe estar en las tareas a las que se convoca a la nación y la apertura a la idea de que en un siglo joven tienen espacio los jóvenes para marcar el rumbo. Trasmitir estos mensajes no es algo fácil y de rápida asimilación, pero se terminará por imponer si se persiste en este mensaje central.

Enseguida, hay que ver el recorrido completo de la campaña, no sólo el punto en que nos encontramos ahora. En este momento, todas las opciones parecen abiertas. Los candidatos están recién presentándose en la cancha. La habilidad comunicacional, el manejo de medios, las características personales, marcan partidas muy interesantes.

Pero esta campaña es larga y a cada paso se presentan pruebas que no se superan por imagen, sino por consistencia. Hay un tiempo para la novedad, un tiempo para la validación y un tiempo para evaluar y sopesar todos los factores. Hay que jugarse para el momento del juicio equilibrado, con la confianza en lo que se representa y en la invitación que se hace al país como el mejor camino posible. Todo lo cual no significa descalificar a nadie. Tal vez lo que se necesite es la capacidad de acoger puntos de vista interesantes antes que denostar o reprender.

Idea suicida

Por último, nunca se ha de olvidar que es la derecha el adversario principal. Sigue siendo cierto que si Sebastián Piñera no gana en primera vuelta, ya no gana. Por cierto, sus estrategas alientan las alternativas que puedan debilitar a Frei. Esto es de seguro su intención, pero no necesariamente el resultado que consiga. Antes, el empresario reunía todo el voto de descontento, hoy éste puede mantenerse en la centroizquierda. Demasiado tarde entenderán que lo que parece una astuta idea terminará en algo parecido al suicidio.

Lo que suceda en esta elección dependerá del transcurso de la campaña. Depende de quién cometa menos errores y sea más consistente y perseverante con su estrategia. En el inicio de este proceso, y pese a las apariencias, ni la novedad ni el cambio ni la validación en el manejo de crisis, ni la mayor credibilidad, parecen estar en manos de la derecha. Por eso es tan necesario tomar la iniciativa desde el primer momento.

viernes, mayo 01, 2009

La cultura de primera vuelta presidencial

La cultura de primera vuelta presidencial

Víctor Maldonado

Si la candidatura de empresario-candidato sigue perdiendo vitalidad, y las encuestas de aquí a mayo lo presentan en un lento declive, el escenario es bien distinto. En la derecha sabrán por anticipado que no va a ganar las presidenciales.


Un encuadre en ajuste

Una campaña presidencial tiene su partida más oficial cuando se sabe a ciencia cierta quiénes son los candidatos. No se trata sólo de conocer los nombres de las personas dispuestas a asumir la Primera Magistratura (su número puede ser inusualmente alto), sino de saber qué representa una postulación y a quiénes puede representar.

Lo que tenemos seguro son dos candidatos de las coaliciones mayoritarias, donde se han despejado ya las incógnitas previas.

Pero los otros candidatos también importan. Entre ellos la definición de un candidato de izquierda como Jorge Arrate es significativa, como complemento de las campañas parlamentarias a punto de sacar del ostracismo a todo un sector político.

Otra candidatura en curso es la de Adolfo Zaldívar, pero aún no está claro si llegará a representar una posición definida. También ha ido adquiriendo relevancia la opción de Marco Enríquez-Ominami, y aún permanece abierta la posibilidad del senador Alejandro Navarro.

El panorama de estas opciones tiende a clarificarse cuando se los pasa por el colador de su capacidad de convocatoria a sectores sociales relevantes. Esto nos permitirá separar la paja del trigo.

Arrate representa una posición política fácilmente identificable: los que quieren fortalecer un polo de izquierda por sobre una coalición de centroizquierda. La idea es atraer a esta posición al PC, humanistas y personas que han pertenecido a la Concertación. Es un llamado a un reconocimiento de filas que viene de lejos. "Los socialistas votan por los socialistas", nos dice Arrate, y ése es el aporte que quiere entregar a esta candidatura. Lo que quiere llegar a ser es la posibilidad de crecimiento de la izquierda abriendo un surco en el oficialismo más cercano.

También Marco Enríquez-Ominami parece tener un espacio que combina aparición generacional, enfrentamiento a las dirigencias y aptitudes comunicacionales.

La prensa de derecha ha hecho un esfuerzo especial por mostrar que goza de un amplio e insospechado apoyo. No sabemos si, de verdad, lo creen, pero sí sabemos que están convencidos de que cultivar esta idea en la centroizquierda sirve a sus propósitos.

Razones para dejar a Piñera

Si el grupo estratégico de Piñera ha llegado a concluir que alentar al diputado por Quillota -evitando su bajada- es bueno para el candidato-empresario, entonces hay que pedir disculpas públicas: hasta ahora los errores del abanderado de RN se han atribuido en exclusiva a su incapacidad de ceñirse a una estrategia ordenada y a un trabajo mancomunado con sus colaboradores. Ahora podría quedar claro que las torpezas también podrían provenir de su equipo asesor, que consigue lo contrario de lo que se propone.

Hace menos de un año, la Concertación parecía haber acumulado un porcentaje nada despreciable de voto castigo, que se canalizaba a lo que había, es decir, hacia Piñera.

Ahora (y esto es mérito de Bachelet y de Frei) este tipo de votantes descontentos está disminuyendo, y el que aún está en tal condición tiene alternativas más amigables y menos alejadas de sus convicciones.

Cuando este tipo de tendencia se consolide, será relativamente exótico el caso de quienes apoyan y hayan votado por Bachelet y opten ahora por Piñera. En esa medida se irá esfumando la chance presidencial del empresario-candidato. Hay que tener claro que quienes definen esta elección siguen encontrándose entre los indecisos, los independientes y entre quienes se definen como de centroizquierda.

Vuelvo por último al tema de los otros aspirantes a ocupar La Moneda, para decir que, en el caso de las alternativas que nos faltan por mencionar, pisamos terreno mucho menos firme.

Las precandidaturas del senador Navarro y del senador Zaldívar o bien van remitiendo o bien nunca han experimentado un despegue. El primero porque un candidato contestatario de izquierda se ve ahogado en su opción si hay otro aspirante que representa oficialmente a la izquierda tradicional, y si aun hay alguien más que hace un mejor papel de contestatario de nuevo cuño.

Y si Navarro ve ocupado su espacio, el senador "colorín" no tiene ninguno. Para la derecha, Zaldívar ha pasado a ser más una amenaza que un apoyo. Primero, sabe que por pocos votos que tenga, lo que le quite a Piñera juega contra su única opción real; segundo, no hay ninguna garantía de que el menguado electorado del ex DC lo siga a la derecha; y, tercero, no es ningún antídoto contra Frei.

Vitalidad perdida

Es fácil colegir que parte importante de la forma como se encara la campaña presidencial tiene que ver con el hecho de que tanto postulantes como electores han ido asimilando la lógica de las dos vueltas presidenciales.

Cada cual sabe que puede haber espacio para manifestar preferencias particulares y que luego llega el momento de la confluencia hacia la mayoría.

Lo que hace que el espacio se achique para expresar preferencias particulares, aun con plena conciencia que ellas no están entre las más viables, es lo reñido que esté resultando la competencia principal.

Aquí se presenta el problema. Se ha producido una evolución en la campaña de Piñera que anima a la dispersión.

Todos recordarán un tiempo, aunque parece ya lejano, en que Piñera asomaba en las encuestas como candidato destinado a ganar. Daba la impresión de estar corriendo solo, a gran distancia de los posibles contrincantes.

Lo decisivo es que daba la impresión de acercarse a la barrera del 50% de las preferencias, y con ello ganaba en verosimilitud la posibilidad de que la competencia se despejara en primera vuelta.

En tales circunstancias, para quienes dirigían la campaña opositora, lo importante era asegurar unos pocos puntos más y debilitar al oficialismo mediante una alianza de mutua conveniencia con personajes escindidos de la Concertación.

Si semejante escenario se hubiera consolidado, es muy improbable que las versiones más principalistas en la izquierda tomaran fuerza. Marcar distancia entre centro e izquierda sólo favorecía a la derecha.

En tales circunstancias sólo cabría esperar el mayor de los órdenes o el peor de los desórdenes desde el centro hacia la izquierda. Es decir, lo que cabía esperar -en el mejor de los casos- era que las diferencias se superaran a fin de detener una candidatura fuerte de la Alianza o, alternativamente, que, dando ya por perdida la presidencial, cada cual optara por defender intereses partidarios o personales.

El asunto estaba en que este escenario hacia la diáspora más probable sólo podía presentarse ante una candidatura de derecha creciendo o manteniéndose muy cerca de la mayoría absoluta. Pero no es eso lo que hemos visto.

Si la candidatura del empresario-candidato sigue perdiendo vitalidad, y las encuestas de aquí a mayo lo presentan en un lento declive, el escenario es bien distinto del que antes reseñamos. En realidad, si eso sucede, en la derecha sabrán por anticipado que no va a ganar las presidenciales, por mucho que las apariencias alienten a los más desinformados.

Si la derecha pierde peligrosidad, los demás sienten menos presión ambiente y se sienten con capacidad de maniobra. Y es eso lo que parece estar ocurriendo por ahora.

Cuando más lo necesita, el candidato de la Alianza no parece repuntar. Si de algo sirven las señales públicas es para marcar estados de ánimo, y nadie que vea a Piñera podrá quedar contagiado de ningún tipo de optimismo.