viernes, julio 25, 2008

Piñera en dos dimensiones

Piñera en dos dimensiones

Víctor Maldonado


Pero el empresario no acepta fácilmente reconocer sus debilidades. No reconoce que quien ha estado más cerca de la Presidencia, por parte de la derecha, ha sido Lavín y no él.


La estrategia del “ya llegué”

La estrategia de Sebastián Piñera parece consistir en mostrar que su llegada a la Presidencia es un hecho inevitable. Como siempre, escoger con tanta anticipación una conducta colectiva de estas características puede ser un gran acierto o un gran error. En cualquier caso, el efecto sólo puede ser apreciado hacia el final cuando, para bien o para mal, ya nada se puede hacer.

Por supuesto, todo depende de la capacidad que se tenga de convertir una idea en una certeza instalada en la mente de los demás. Una convicción es algo que se cultiva, no nace por generación espontánea y tampoco es una "evidencia" que cualquiera puede constatar.

El ideal para las pretensiones del abanderado de la oposición es que las certezas se alojen en su sector y las dudas se anclen en la Concertación. Porque las dudas también se pueden cultivar. Basta con hablar mucho de ellas. Basta con darle razones al adversario. Basta hablar sin convicción y en forma reiterada.

Pero, a decir verdad, no parece que ésta sea la línea que quiera seguir ni el Gobierno ni el oficialismo. Cada cual empleará -tropiezos más, tropiezos menos- los mejores argumentos que tenga a su disposición para poder presentar su punto de vista a la ciudadanía. Es decir, suponemos al Gobierno y a la Concertación tratando de ganar las elecciones presidenciales y, a la oposición intentando exactamente lo mismo.

En este escenario (esperamos que obvio para todos) se nos presenta la estrategia del empresario, que vemos escenificada a diario. Se trata de una estrategia preventiva y de anticipación, al mismo tiempo.

Por una parte, se trata de optimizar la ventaja que otorga el estar solo en la cancha. Por otra parte, se trata de inmunizar a su candidatura de un resultado electoral inmediato que se espera no sea de los mejores para las pretensiones opositoras.

Lo primero no necesita de muchas explicaciones. De momento, las encuestas muestran el resultado de un candidato único que representa a todo un sector versus el oficialismo con varios posibles nombres pero sin haber optado todavía por ninguno de ellos.

La derecha sabe perfectamente que está aprovechando un efecto óptico. Sabe que no tiene ganada la elección presidencial porque el escenario que importa para este tipo de definición se conforma recién después de los comicios municipales. Conoce, sin que nadie se lo tenga que decir, que su situación es similar a la que ya se ha presentado en otras ocasiones, a estas mismas alturas. El mismo Joaquín Lavín ha confidenciado que, luego de ir punteando por un largo trecho las encuestas, luego de los resultados de las municipales de 2004, se sintió derrotado. No es para menos, la rueda de la fortuna no se clava jamás.

La victoria tras la derrota

Los estrategas de la oposición conocen también el dato más importante de todos. Y es que su candidato aún se mantiene dentro de los márgenes que siempre ha ocupado la derecha. No ha desbordado su "corral". Por lo tanto, nada de lo que ocurra es seguro. Las posibilidades de ganar son buenas, pero eso ni hoy ni ayer ni mañana constituyen una certeza ni una garantía de nada.

Con todo, la imagen de triunfo también influye en la decisión de los votantes. Y es eso lo que se está tratando de afianzar en estos días.

Pero hay algo más que motiva a Piñera para actuar como lo está haciendo.

Lo que está tratando de hacer es "poner el parche antes de la herida", porque en la Alianza se tiene el convencimiento de que en octubre próximo, la Concertación obtendrá más votos, más concejales y más alcaldes. Eso hay que explicarlo.

El problema consiste en seguir siendo creíbles luego del traspié. No se puede ir "de derrota en derrota hasta la victoria final". De allí que se esté relativizando tanto el resultado electoral a nivel de municipios.

Se quieren bajar las expectativas para que no se desmoralicen los partidarios. Si se pierde, bueno, ya estaba calculado. Si se gana, es espectacular. Si se tiene un resultado intermedio, entonces sólo queda abrazarse porque se puede presentar la votación como una "tendencia al alza".

Piñera visitará todo el país. Si a la Alianza le va mal, será presentado como algo que ocurrió por culpa de la misma Alianza. Si le va mejor, lo será porque "Piñera estuvo cerca". Si no se ganó en lugares clave es porque Piñera no fue el candidato o "no será lo mismo cuando él se presente".

En fin, habrá explicaciones para lo que ocurra, suceda lo que suceda. Lo importante será siempre que la opción presidencial quedará en pie y tendrá la compostura. En eso consiste el diseño.

El signo de los tiempos

Pero el diseño no es el candidato. Y lo fundamental es que en todo el tiempo que queda sus defectos no brillen más que sus virtudes. Hay que ver al candidato en dos dimensiones (la mejor y la peor).

¿Qué terminará por predominar? Hay signos que retratan a alguien de cuerpo entero.

Piñera ha recibido consejos de parte de Lavín para ganar la elección presidencial. En resumen, lo que le dice es que se involucre en las elecciones municipales; fortalecer los partidos; saber tratar a la UDI; conseguir ser candidato único de la Alianza en primera vuelta y centrarse en ganar a las mujeres populares. Le sugiere, además, que tenga una actitud constructiva con el Gobierno; "asuste" a Lagos para que no se presente; se dedique sólo a la política, no a los negocios; no caiga en la farándula y, "bajarse del helicóptero".

A Piñera le dan un decálogo, pero, en el fondo, lo que se propone son pocas cosas centrales: mejorar la relación con los actores políticos que lo apoyan y con el electorado; tratar de ganar en la primera oportunidad sin esperar la segunda vuelta y ser un candidato transparente, confiable y cercano.

Lo que más importa en este caso es ver la primera reacción del candidato ante estos consejos. Las salidas al terreno y el contacto con los electores es algo que Piñera acepta de partida. Como es obvio, tampoco tiene dificultades para coincidir en la necesidad de un candidato único de la oposición. Con cierta impaciencia, reconoce que debe respetar los tiempos de la UDI para tomar sus decisiones. No lo considera a la farándula un problema para él.

Pero el empresario no acepta fácilmente reconocer sus debilidades. No reconoce que quien ha estado más cerca de la Presidencia, por parte de la derecha, ha sido Joaquín Lavín y no él. No es cierto que "nunca habíamos estado tan cerca". Le cuesta aceptar que el ex alcalde haya conseguido mayor aceptación entre las mujeres de la que tiene él por el momento. Mira con displicencia y subestima lo que se le dice. Primer error.

En cuanto a la relación de cooperación con el Gobierno, también su posición es ambigua. Destaca su combate contra la corrupción, y pone al Gobierno como responsable de la "mayor inflación, menor crecimiento y mayor desempleo". Sobre Lagos, sólo dice que, llegado el momento, lo enfrentarán con los "mega errores" cometidos durante su gestión. No da la impresión de saber con exactitud cómo combinar acercamiento con enfrentamiento. Segundo error.

Sobre los negocios, dice que ya está dejándolos paulatinamente. Bien paulatinamente a decir verdad. Y el helicóptero considera que es un medio de movilización a su alcance en cuanto "piloto". Está claro que sobre metáforas no entiende mucho. Tercer error.

Pronto veremos cuánto pesan las dos dimensiones de Piñera.

viernes, julio 18, 2008

El poder y las expectativas

El poder y las expectativas

Víctor Maldonado

La oposición sigue donde mismo, casi no se ha movido. Lo que sí se puede comprobar es que la Concertación ha perdido posiciones y, junto con ello, una ventaja holgada como coalición.


La derecha y la boca del pez

El poder en política tiene dos componentes: el poder que se tiene en el momento y la expectativa que se tiene de mantenerlo o de disminuirlo en el futuro próximo. Así lo saben todos los líderes y las organizaciones partidarias.

De allí que partidos y dirigentes se preocupen tanto por demostrar que lo que hoy tienen puede ser acrecentado en la etapa que sigue. De lo contrario, perderían parte importante de su influencia, no porque estuvieran haciendo algo malo, sino porque se pensaría que, en poco tiempo más, las cosas cambiarían para peor. Y eso los afectaría en lo inmediato.

De hecho, las personas se empiezan a comportar de manera distinta con quien tiene un cargo apenas sabe que dejará de ocuparlo dentro de poco.

Así que el manejo de las expectativas es parte esencial de la tarea política. Es por eso que, en la Concertación, ahora no hay partido que se precie que deje de hablar sobre su candidato presidencial, o que no anuncie que lo tendrá pronto.

En la oposición también han aprendido del manejo de expectativas, por la pésima forma como las han encarado en el pasado. En la última elección municipal, la derecha informó de modo anticipado de un triunfo resonante. La única duda que tenían sus dirigentes y expertos era dilucidar si igualaría o superaría a la Concertación en número de alcaldes electos.

Cuando se conocieron los resultados, el efecto de la distancia entre los votos que se esperaban y los que se recibieron fue demoledor. Estrictamente hablando, los resultados (medidos en número de votos) no eran tan malos. Pero por la boca muere el pez y de la fiesta que no fue, se pasó al funeral que tampoco era. Ahora, saben que no les irá mal.

Pero, ya con más prudencia, han anunciado que esperan un amplio triunfo de la Concertación. Como eso tampoco puede pasar, lo que venga parecerá como bueno.

En realidad, la derecha no lo puede hacer tan mal como hace cuatro años. En esa ocasión habían cambiado las reglas del juego (se separó la elección de alcaldes y concejales) y eso facilitó de forma enorme las cosas para la centro izquierda. Además, la oposición se presentó dividida en muchos lugares y eso entregó ventajas adicionales.

Nada de eso ocurrirá ahora. La mayor parte de los municipios que la Alianza pudo perder, ya los perdió. Al presentarse unida, podrá recuperar lugares en los que es mayoría, y es ahora la Concertación la que tiene que defender muchos sitios, lo cual siempre es difícil.

En resumen, habrá interpretaciones para todos los gustos cuando se sepa cómo votaron los electores a fines de octubre, pero el estado de ánimo de la derecha no será malo. Todo por las expectativas.

El “efecto CEP”

De manera que está claro que los resultados electorales no hablan por sí solos. Y si lo que sucede en las urnas da para variadas interpretaciones, habrá que imaginarse lo que se puede decir de los sondeos de opinión.

La encuesta CEP tiene un reconocido prestigio. Por eso, la información que contiene tiene gran repercusión en el ambiente político.

Pero los datos son sólo datos. No resultan obvios de puro mirarlos, ni se relacionan entre sí de forma espontánea. Necesitan que se los reflexione para que nos digan algo más que lo evidente.

Por eso, lo que importa mucho es la interpretación que predomina al poco tiempo que los datos son entregados. Estas interpretaciones se relacionan con las expectativas y ya se sabe que éstas importan y mucho.

Así, por ejemplo, para la UDI está claro que lo que la encuesta "dice" es que "el país ya no quiere más Concertación"; para el oficialismo es "indudable" que la oposición está consiguiendo por menos grado de apoyo en mucho tiempo, por ser un dechado de errores acumulados.

Lo cierto es que cada cual puede "leer" los datos del modo que mejor beneficia a sus aspiraciones políticas.

Con todo, la tendencia resulta indesmentible. Ocurre que la derecha no se está moviendo hacia arriba en las encuestas. Si se compara la encuesta CEP equivalente a ésta, es decir la última conocida antes de la elección municipal pasada (julio de 2004), se puede comprobar que el candidato presidencial de la derecha obtenía el mismo nivel de apoyo que hoy obtenga Piñera. Se encontrará, además, que la derecha, como sector político, está peor evaluada ahora que en ese entonces y que ya para esa fecha era bajo.

La oposición sigue donde mismo, casi no se ha movido. Lo que sí se puede comprobar es que la Concertación ha perdido posiciones y, junto con ello, una ventaja holgada como coalición.

Lo que está por pasar

Convendría que en el conglomerado de Gobierno se preguntarán por qué ocurre esto. Talvez las dudas se despejarían si cayeran en cuenta del tiempo que hace en que no sale toda la dirigencia oficialista junta, hablando bien unos de otros, y proponiendo al país algo más que dudas, quejas o diferencias.

El secreto del éxito de la Concertación en la elección presidencial es la unidad. Sólo en conjunto los partidos de la Concertación son más que la mera suma de sus partes. Cuando sus candidatos son evaluados por separado, cuando la Presidencia se vuelve un asunto de aspiraciones personales, los representantes del conglomerado de centro izquierda llevan todas las de perder.

Pero no ocurre lo mismo cuando alguien se convierte en el representante de la Concertación en cuanto tal.

Eso sí, hay que dejar a la política lo que es propio de ella. Esto de que "la suma de la intención de votos" de los precandidatos de la Concertación den más que la derecha es un asunto estadístico. Que, de verdad, la centro izquierda se una tras una sola persona es otro cantar.

Porque, a la hora de la verdad, la suma de los derrotados no da un triunfador. La unidad tiene que verificarse en la práctica para que rinda frutos.

Pero lo que no se puede deducir de los datos conocidos es qué acontecerá con la elección presidencial. Nunca con tanta anticipación. En este caso, lo decisivo no es algo que haya pasado, sino algo que está por pasar.

viernes, julio 11, 2008

Los candidatos en el punto de partida

Los candidatos en el punto de partida

Víctor Maldonado


Un ex Presidente como Lagos puede esperar que su mejor momento no sea el que siga a una campaña tradicional, sino el que viene luego que los demás hayan demostrado que no crecen.


En la derecha ¿por qué no dos?

Definitivamente entramos en otra etapa. Transitamos hacia un nuevo escenario político de la mano de liderazgos renovados, y de la definición del procedimiento para elegirlos.

Por el lado de la derecha, la elección de la UDI ha significado una puesta al día de este partido con los acontecimientos que lo han impactado negativamente en el último tiempo. Está claro que la directiva entrante busca pasar del comentario depresivo sobre la crisis, a la preparación para la competencia electoral. Por supuesto, esto es preferible a quedarse buscando explicaciones a la cuestionada conducta de algunos de sus alcaldes.

Junto con el resurgir de un mayor orden en el gremialismo (facilitado por el paso a un lado del alcalde de Recoleta, Gonzalo Cornejo), de inmediato se presentaron las adormecidas ambiciones por llevar un candidato presidencial propio.

Pero esta tienda política está bien consciente de sus limitaciones. Enseguida se atemperaron los intentos espontáneos de proyectar al senador Pablo Longueira. Sin embargo, por supuesto, no está todo dicho al respecto.

No parece que sea el gremialismo quien tenga primeramente la palabra en este asunto, aun cuando se trata de definir un abanderado propio. Si la Concertación se encaminara a tener más de un candidato, y existieran otras opciones que buscan convertirse en factor decisivo o determinante, entonces las presiones sobre la UDI recrudecerían.

Eso se definirá a su debido tiempo. No ahora, cuando es demasiado precipitado. En cualquier caso, a todo partido se le hace cuesta arriba el acostumbrar a su electorado a votar por representantes de otra tienda. Más todavía cuando se es un partido grande, cuando se está pasando por un período difícil y no se sabe cuántos costos se han empezado a pagar.

Abandonar la cancha tranquilamente no será fácil para la UDI.


Las campañas superpuestas

En el caso de la Concertación, se ha encontrado un modo aceptable de encarar la definición presidencial. La nominación de candidatos de la DC y del PS se hará inmediatamente después de la elección municipal.

En la práctica, esta solución implica que la campaña presidencial se superpondrá con la campaña municipal. El tiempo es breve y el que apoye más y mejor a los candidatos en cada comuna tendrá una ventaja respecto de los demás. Y eso lo saben todos.

Está claro que en la Concertación hay un debate en torno a los tiempos adecuados para la presentación de candidaturas. Al menos lo es así en cuanto a Ricardo Lagos y José Miguel Insulza.

Se trata de personas con declaradas intenciones presidenciales, pero que consideran que son ellas quienes han de elegir cómo y cuándo aceptan presentarse oficialmente como postulantes.

Un ex Presidente como Lagos puede esperar que su mejor momento no sea el que siga a una campaña tradicional, sino el que viene luego que los demás hayan demostrado que no crecen lo suficiente en las encuestas como para alcanzarlo. O, como ha dicho Camilo Escalona: "Se reserva como candidato de última hora en el caso de que las otras postulaciones no alcancen la potencia suficiente".

En otras palabras, puede esperar que el tiempo corra a su favor, si lo administra con sabiduría. En complemento, puede estimar que si los demás no lo superan en adhesión popular, la situación se tendería a resolver por sí misma. Simplemente, todos se rendirán a la evidencia que el mejor postulante ha estado ahí, frente a sus ojos, todo el tiempo, sin mayor desgaste.

Claro que este modo de proceder requiere de la ocurrencia de varias condiciones, ninguna de las cuales pude darse por descontada a estas alturas (menos luego de una encuesta CEP que muestra a los contendores muy cerca unos de otros). Entre estas condiciones destaca el que se termine teniendo un candidato único de la Concertación, que la campaña presidencial no se adelante y que los precandidatos pueden desistir de sus aspiraciones cuando llegue el momento (y esto, a su vez, implica que ellos no logran moverse hacia arriba de aquí a marzo del próximo año).

Por otro lado, no cabe duda que a quien mayores sacrificios previos se le pide es a José Miguel Insulza. Se le solicita que abandone la OEA para "en una de esas" llegar a ser el candidato de su partido, a lo mejor de la Concertación y, tal vez, Presidente de la República. Todos lo apuran, pero nadie parece garantizar nada.

En estas condiciones, no extrañará que, por motivos bien diferentes, Insulza también haya encontrado pertinente el preferir un compás de espera.


No apto para cardíacos

Quien no parece tener intenciones de esperar es Soledad Alvear. En este caso lo que se estima necesario es, precisamente, apresurar el paso. La razón es bastante explicable. La DC viene de una ruptura interna, ve a sus figuras estancadas en las encuestas y predomina la aprensión respecto del futuro. Sin un cambio en el estado de ánimo, y sin cambiar el escenario hacia uno más abierto e interesante para sus eventuales electores, sus aspiraciones no tienen destino.

Se necesitaba un cambio, y lo primero que había de cambiar era la actitud de la misma Alvear: escoger como adversario a Piñera, hablar de temas nacionales -más que tópicos partidarios- y tener mucho contacto de terreno con la gente. En la última junta nacional parece haber puesto en ejecución esta evaluación del momento político. Imbuida de un aire renovado, sorprendió a sus camaradas con una actitud acorde con la necesidades de los tiempos.

Con la definición de escoger candidato en diciembre, la falange consigue algo notable. Ha mostrado la capacidad de todos sus sectores internos de ordenar sus intereses y ambiciones tras un calendario que le entrega una ventaja interesante al PDC en la carrera presidencial: el asumir la iniciativa y presentar un frente unido ante los otros aspirantes.

En la ocasión anterior, ocurrió todo lo contrario. La DC gastó tiempo, prestigio y figuras en el debate interno. En esa ocasión Adolfo Zaldívar fue derrotado, pero consiguió que su candidata no tuviera tiempo para ocupar un espacio competitivo.

De modo que así están las cosas. En la formalidad, no es el tiempo de las candidaturas presenciales, sino de la definición comuna por comuna. En la práctica se están resolviendo las dos cosas, sólo que la elección municipal termina primero y la presencial se encuentra en su etapa de inicio.

Pero es ahora donde el cuadro se puede definir, y eso cada cual lo tiene claro. Es el uso positivo del tiempo, no los cálculos ni las esperas los que marcarán la pauta. Antes que las nominaciones, la presencia en terreno es lo que hará la diferencia.

Lo más probable es que la dinámica que se está inaugurando termine por modificar los planes de unos y otros. Los que querían salir al final, saldrán a la cancha más temprano. Los que querían salir de inmediato tendrán que esperar un poco. Pero, como sea, ya nadie se quedará quieto.

Habrá que estar atento. Las mediciones de hoy son las últimas fotografías de un escenario previo que nos abandona. Lo que resulta determinante es lo que se empiece a detectar en la opinión pública hacia fines de año.

Quienes gustan de las situaciones estables y sin sorpresas, no se sentirán muy cómodos en el período que viene. Lo decisivo está aún por ocurrir.

viernes, julio 04, 2008

Cuando se pierde algo más que un municipio

Cuando se pierde algo más que un municipio

Víctor Maldonado

Por sobre el delito, la cercanía

Y finalmente sucedió. La UDI quedó atrapada entre dos alternativas, cada una peor que la otra. O sacrificar un alcalde o sacrificar su discurso político moralizador. De momento, ha resuelto tomar una tercera vía que resulta peor que las anteriores: demorar la decisión, con lo cual irá acumulando todos los costos, sin resolver ningún problema.

A primera vista parecía mucho más fácil optar por lo primero, es decir, sancionar políticamente a Gonzalo Cornejo. En realidad, ocurre todo lo contrario.

Sacrificar un alcalde, que es líder entre sus pares, es una señal fuerte de que todos los demás correrán la misma fortuna, en el caso de ser denunciados y sancionados por los organismos competentes. Si las faltas en esta área no son inusuales, entonces todos se sentirán en peligro y gran parte de la estructura partidaria, ligado a los órganos municipales, se vería seriamente afectada.

En otras palabras, el gremialismo sacrifica parte de su organización territorial en el caso dejar caer al alcalde Cornejo de Recolecta. Se trata de la columna vertebral del partido, no de cualquier cosa.

Por otra parte, si el partido no replica el duro informe de la Contraloría, con una sanción interna más drástica, entonces ya no hay manera de presentarse como adalides de probidad vida pública. Toda la crítica constante y acerva a la Concertación queda en nada. Es un reconocimiento abierto de que, por sobre la falta prima la cercanía. En otras palabras, que nunca se ha tratado de una cuestión de principios, sino de utilidad política.

Escoger cualquiera de las dos alternativas deja gravemente herida a la UDI. En semejantes casos, un partido ya ganado por el escepticismo en cuanto lo que él mismo representa, opta siempre por preservar los lugares de poder donde está anclado. Esto es lo que se ha hecho en este caso, porque la demora beneficia a Cordero. No cabe sino lamentarlo.

Esto es exclusivamente falta de confianza. El mayor capital que tiene un partido se relaciona con el convencimiento de sus militantes de estar trabajando por una causa justa, de ser parte de una organización que representa nobles ideales. Cuando es el mismo partido el que afecta esta convicción se pierde mucho más que municipio.

Hay todavía una tercera opción que es todavía peor que el resto y que consiste en… hablar de otra cosa. Se trata de levantar polvareda para que se hable de tantas cosas que el caso principal se pierda en la confusión. Así hemos podido ver a la senadora Matthei cuestionar a fiscal y a la labor de la Contraloría, a Iñaki Busto (uno de los involucrados en el caso y un conocido “operador” de la UDI) acusando a Lavín, y alguna otra cosa se le ocurrirá a algún espíritu ingenioso.

Pero el uso de tácticas distractoras en estos casos, son la bancarrota de un partido a nivel ético, y solo demuestran que las cosas son todavía peor de lo que parecen.

La segunda versión salió mala

El gremialismo puede seguir su política de denuncias de las posibles faltas de sus adversarios. Lo que no podrá ser, a partir de ahora, es pretender representar a la probidad y honestidad en esta tarea.

Probablemente muchos consideren pertinente y necesario lo que hace en su política de denuncias del oficialismo. Pero la UDI ya no será confiables respecto de su propia actuación. El autocontrol sobre las propias acciones estará evidentemente ausente. Y cuando alguien aspira a llegar al gobierno, esto es un problema mayor.

El que no es confiable en lo poco no es confiable en lo mucho. Entre los valores y los intereses se ha escogido los intereses. Se entiende la lógica que hay detrás. Pero no se puede decir éste sea el mejor procedimiento para representar algo noble en política.

El efecto es demoledor a nivel interno porque se relaciona con la forma como el gremialismo se ve al mirarse al espejo. Y lo que veía era una imagen muy idealizada y autocomplaciente.

La visión que predominaba era la de jóvenes gestores eficientes, insertos en sectores populares, capaces de gran ganar batallas electorales a la centroizquierda. Se percibían a sí mismos como idealistas capaces de ofrecer mejores alternativas que el resto, avalados por una conducta moral intachable. A decir verdad, no es así como lo veía el resto de los actores políticos, pero eso poco importaba de todas formas si nos atenemos sólo a las motivaciones que impulsaban a los integrantes de la UDI.

Pero ahora se encuentran con un problema de fondo. El problema consiste en que la generación de reemplazo –parte de ella, al menos- no está representando un adelanto respecto de los fundadores del partido, sino un retroceso. Tal vez domine mejor las técnicas de la comunicación, pero no aventajan a sus predecesores en la coherencia de su comportamiento.

A la generación fundadora se le criticaba internamente su falta de resultados. Entendiendo a los resultados, básicamente, como el fracaso en haber conseguido llegar a La Moneda. Pero resulta que quienes estaban dando lecciones al interior del partido, ni siquiera están siendo capaces de salir bien parados del liderazgo que han ejercido a nivel local.

Dios y los desmentidos


La corrupción política no parte del modo más obvio. No es que alguien se quede con el dinero para adquirir bienes personales. Al menos no ocurre así en los casos importantes. Rateros ha habido y habrá siempre (no es que se vuelvan rateros porque se meten en política, sino que se meten en política porque son rateros y lo consideran “un mercado a cubrir”). Pero no son estos los que causan los mayores daños.

Lo peor ocurre cuando el que se corrompe es el que se presenta como un cruzado que lucha contra la maldad en el mundo.

El procedimiento para que esto ocurra es tan antiguo como la historia. Mientras más bueno se considera a sí mismo y peor opinión tiene sobre los demás, más se convence de que está todo permitido para que los buenos derroten a los villanos. ¡Al fin y al cabo, los fines perseguidos son nobles! Tal vez sea cosa de usar procedimientos "extraordinarios", solo "por ahora".

Bien pronto la decepción se convierte en la regla. Cada vez se habla menos de los objetivos y cada vez más de los procedimientos empleados. Los que operan estos sistemas son, por supuesto, bien poco idealistas, no se suelen caracterizar por el exceso de escrúpulos y se quedan con el lado práctico del asunto. Es decir, con la obtención de beneficios.

Al final se ha terminado optando por la moral de los fariseos. Lo que "ellos" hacen es pecado, lo que nosotros hacemos es "entendible". “Sin nosotros pasarían cosas peores”, razona siempre el fariseo. Y así, va corriendo el cerco de lo que se permite hacer hasta que se convierte en lo mismo que partió combatiendo.

Pero falta un paso. De la costumbre por usar procedimientos incorrectos, se llega al hábito –que da apariencia de normalidad a lo que se hace- y del hábito se llega al relajo y del relajo a la perdición.

En Recoleta se une la falta ética a la torpeza. Por algún motivo, los que se acostumbran a la falta de probidad llegan a verlo como algo tan normal que no toman precauciones. Y eso nos pierde.

Peor no hay que engañarse. No todo termina en el momento en que los culpables salen de sus puestos. En especial porque la salida tarda en ocurrir. No todo se ha hecho mal y son muchos los que defienden la gestión, con la mejor buena voluntad. Por cierto, lo que no se pierde nunca es la adhesión de la clientela que se ha cultivado.

Pero el final llega cuando se invoca a Dios como aval de lo hecho. "Estoy cerca de Dios", dice Cornejo." Nada me preocupa", dice Cornejo. Usa casi las mismas palabras que cuando asumió su cargo cuando, dirigiéndose a su esposa, le dijo que la tarea era difícil pero que no se preocupara porque “desde el cielo, Dios y Jaime Guzmán nos están mirando".

No hay duda, Cornejo está protegido de la autocrítica. Tienes suerte, además. Desde el cielo, no se ha establecido la sana costumbre de enviar desmentidos públicos. Pero no se necesitan. Quienes lo escuchan no han sufrido el mismo proceso de aclimatarse, lentamente pero de manera irreversible, a la irregularidad. La mayoría escucha y calla. ¿Qué otra cosa se puede hacer, cuando se es testigo de una joven promesa que pasa a ser una joven frustración?