viernes, septiembre 28, 2007

El plan secreto más conocido del mundo

El plan secreto más conocido del mundo

Víctor Maldonado


El descubrimiento del agua tibia

La prensa ha especulado sobre los planes de relanzamiento que tendría el Gobierno a partir de las Fiestas Patrias.

Según se puede leer en los reportajes, se supone que existe un cronograma, ideado con el fin de recuperar puntos en la popularidad de la Presidenta y su gestión, de aquí a marzo, fecha en la que se da por entendido que, de una u otra manera, empieza la campaña municipal.

En verdad, lo que se presenta como cronograma (el que correspondería a un plan supuestamente reservado), se parece sospechosamente al conjunto de las tareas prioritarias que está en conocimiento de todo el que quiera enterarse, que se puede encontrar en las páginas web oficiales de los ministerios y en las cuentas que se dan a conocer en el Congreso.

Los centros de atención del oficialismo se han mantenido estables y casi sin variaciones por un tiempo prolongado. Y si alguien pudo tener dudas al respecto, la presentación del presupuesto nacional 2008 las ha despejado hasta para los más intrigantes.

No se trata de cosméticos sino de una buena gestión; no son golpes de efecto, sino el cumplimiento de programas; no son operaciones comunicacionales, sino trabajo eficiente.

En realidad, no parece haber nada especialmente oculto dentro de lo que se informa.

Lo que se ha dado a conocer se parece a esto: el Gobierno planifica realizar su programa, darlo a conocer y sacar sus tareas adelante del mejor modo posible.

Según las notable pesquisas llevadas a cabo por algunos medios de comunicación, lo que se quiere hacer en los próximos seis meses es acentuar las salidas a terreno, darle mayor agilidad al desarrollo de las acciones emblemáticas que se encuentran en curso, mostrar obras realizadas y, por esta vía, mejorar posiciones en las encuestas.
Pero si hay algo de cierto en lo que se especula, es que el inicio de la primavera es un momento natural para dar un impulso final que cierre el año en alza. Ya ha acontecido varias veces antes, y es posible que de nuevo se repita.

Todo depende de que la conducción de Gobierno logre un trabajo coordinado de equipo, que permita lucir lo que se hace. Y hay que decir que, desde el encuentro de Cerro Castillo de la Presidenta con sus ministros hasta ahora, el Gobierno se ve ordenado y ejerciendo, en mayor medida, su capacidad de tomar la iniciativa.

Usando la ventaja comparativa

Otro punto en favor de las especulaciones al uso es que el secreto de una recuperación política no son los momentos excepcionalmente buenos, sino la capacidad de mantener una cierta continuidad en lo que se hace bien, de modo que lo que parte como una buena temporada se convierta es una tendencia sostenida.

Así que el énfasis del Ejecutivo estaría en la agenda social y conectaría de nuevo con la idea del Gobierno ciudadano, querría hacer lucir sus logros económicos y buscaría sacar partido a su mayor ordenamiento interno.

Otro modo de decirlo es que al Gobierno le irá mejor si la Mandataria tiene que actuar menos apoyando a sus ministros y, en cambio, son los ministros los que asumen a cabalidad sus carteras.

De este modo, la Presidenta se ubica de forma más permanente en su rol de Jefa de Estado, de Gobierno y conductora de la coalición, papeles en los que no resulta reemplazable. De momento, se puede constatar que en estas materias el Ejecutivo se ha mostrado proactivo en los últimos días, y que parece estar preparado para seguir. Quizá si esta decidida actitud se debe a que, al fin y al cabo, no se tiene más alternativa que encarar sus mayores dificultades con decisión si no quiere verse con un par de anclas al cuello.

Lo mejor que se puede decir de este tipo de situaciones es que lo que tiene que hacer un Gobierno resulta obvio para todos y lo que se necesita es que lo prometido se haga en forma rápida, oportuna y expedita.

Proceder de este modo tiene la enorme ventaja de hacer depender la suerte del oficialismo de lo que el propio Gobierno haga, no de lo que realice o deje de realizar algún tercero. Tampoco se basa en un derroche de ingenio inventivo, sino en darle una tenaz continuidad y finiquito a lo que ya se está realizando.

Pero si el tema clave es la continuidad, entonces lo que esto significa es que las distintas tareas prioritarias del Ejecutivo se encarnan y hacen visibles en personas, conocidas y reconocidas. La visibilidad de una política la consiguen las autoridades, las obras por sí mismas no hablan ni se explican. Y parece que la actual administración dispone de un amplio campo como para avanzar al respecto.

Además, cada cual debe poder dar cuenta de las tareas que se le han encomendado y del modo cómo ellas se integran en un programa mayor que les da sentido y orientación. Referirse a aquello sobre lo que se tiene responsabilidad directa, y a lo que otros hacen en complemento, es algo propio de los equipos bien afiatados.

Hay que decir que no todas las tareas que se mencionan tienen iguales características. Dos de ellas poseen la condición de que su desempeño es condición necesaria para que el resto pueda desarrollarse y puedan ser vistas y apreciadas como importantes. Me refiero a la labor en seguridad pública y la solución al problema del transporte urbano en Santiago.

El fantasma ha llegado antes

El Gobierno tiene la oportunidad de recuperarse, en parte porque ha trabajado bien, en parte porque la oposición no ha avanzado, en parte porque ha manejado con eficiencia los conflictos en curso.

Lo que no puede esperarse son milagros. Ninguna inercia arrastrará a la Concertación hacia arriba. Hay errores y deficiencias que superar; con ellas no se podrá tener un mejor desempeño. Sólo mejorando mucho se podrá tener éxito.

Para mantener un escenario político completamente reconocible se puede esperar que, haga lo que haga el Ejecutivo, la oposición creerá que se está iniciando una intervención electoral anticipada.

Pero si el Gobierno sólo puede actuar cuando la oposición le parece o se lo permite, es mejor cambiar los papeles, dirigir el país por control remoto y dejar de asumir directamente las responsabilidades.

Lo que no parece posible es un cambio de tendencias sólo por un efecto de temporada. Las oscilaciones debido a coyunturas favorables no es lo que se necesita. En lo que se debe confiar es en el mucho trabajo bien hecho, por tiempo prolongado.

Está claro que la labor que el Gobierno realice en octubre será la que defina si se consolida la recuperación o no.

En este trimestre, debe lograr un buen manejo de conflictos porque es ahora cuando ellos se presentan con mayor intensidad, luego del paréntesis de Fiestas Patrias.

viernes, septiembre 21, 2007

El desafío para las alianzas, los partidos, los movimientos...

El desafío para las alianzas, los partidos, los movimientos...

Si se considera como mínimo la próxima década, mucho se puede hacer. Pero hacer de este horizonte el modo cómo enfocar las tareas presentes, va contra la tendencia natural de quienes se involucran en política.

Víctor Maldonado


La prueba de la generosidad

Criticar a los conglomerados políticos no tiene dificultad. Constituirse como alternativa de los hoy existentes es una cosa totalmente distinta, como lo hace -por ejemplo- Chile Primero, porque se trata, en este último caso, de mostrarse capaz de construir soluciones que interpreten a la mayoría, no sólo exponer las mejores respuestas.

La política es algo que se hace, no simplemente algo que se dice y se predica.

La necesidad de mejorar lo que se está haciendo constituye una exigencia que no exime a nadie, pero quienes actúan como retadores han de cumplir con una condición previa.

Todo depende del grado de generosidad con que se inicie el intento, puesto que la suma de ambiciones personales no da el ancho para respaldar los propósitos altruistas esgrimidos como razón colectiva de existencia.

No hay quien desconozca las grandes deficiencias y los errores en que pueden caer las alianzas entre partidos y los partidos mismos: desconexión con la realidad de los ciudadanos, constitución de grupos que hacen de la permanencia en los puestos un modo de vida, captura de los partidos por minorías especializadas en controlarlos, escasa reflexión y preparación técnica de las decisiones adoptadas.

Sin embargo, no suele reconocerse con la misma frecuencia que un conglomerado político, como la Concertación, por ejemplo, no es un puro atado de deficiencias. Junto a sus miserias hay grandes virtudes. La derecha, que tanto la critica, no ha logrado nunca una práctica tan regular, ordenada y sistemática. Y es que las mayorías políticas no se improvisan ni basta la pura buena voluntad para formarlas.

No estará de moda decirlo, pero los partidos se mantienen porque en ellos sigue existiendo un importante número de personas que dan su aporte y trabajo por motivos nobles. Cuanto se entrega de modo voluntario a un partido no podría ser costeado por nadie (si tuviera que ser pagado); en ellos se reflexiona sobre cómo entregar un mejor aporte al país; eso no se ve a cada rato. Por cada dirigente conocido, muchos más no se ven, pero deben ser tomados en cuenta al momento de emitir opiniones.

Hay que conocer por dentro a los partidos para opinar con propiedad, de otro modo siempre sorprenderá la capacidad de reacción y superación de momentos difíciles que les viene desde dentro y que quienes juzgan a partir de la dirigencia no logran captar a la primera.

Mirando la segunda línea

De los partidos se puede decir mucho, pero hay que recordar que varios pudieron sobrevivir a 17 años de dictadura. Eso no lo lograron sólo porque fueran una colección de ambiciosos dedicados a la autopromoción. Por muchos años no hubo nada que ganar y sí que perder por atreverse a militar. Quienes corrieron el riesgo, en el más completo anonimato, lo hicieron en el convencimiento más profundo de que, al sostener a sus partidos, estaban haciendo algo importante en beneficio del país. Fue una respuesta colectiva y generosa.

Por lo mismo, cuando se quieren evaluar las alternativas a los conglomerados actuales, se deben tomar en cuenta sus figuras y, además, echar un vistazo a quiénes los acompañan. Con mayor razón en el caso de los aspirantes a ser protagonistas de primera línea a este nivel.

Se trata de calibrar un asunto de proporciones y de improntas. La generosidad está presente en todos los sitios, pero no siempre logra hacerse sentir y predominar. Al momento de nacer, un partido corre grandes peligros.

Hay preguntas básicas al respecto: ¿quiénes son los que resultan atraídos por estos movimientos?, ¿a quienes se escogerá como representantes partidarios?

Algo nuevo será el destino natural de todos quienes no hallan cupo en sus partidos para presentarse como candidatos en las municipales. Esto le da cierta fuerza al movimiento, pero más en el fondo lo debilita de muerte si no existen criterios nítidos de selección. El que todo lo acepta, se hace cargo de todo lo que llega.

No puede ser de otra forma cuando se convierte en el resumidero del más heterogéneo y dispar grupo de personas, unidas por la oportunidad más que por las convicciones.

Teniendo como partida una transacción, se tiene como llegada lo que permita repartir como utilidades aquello que se consiga. No es que la generosidad no esté presente, sólo no tiene espacio para seguir subsistiendo. En ese instante, lo que se presenta como nuevo se ha convertido en la más vieja de todas las experiencias. Lo que se consigue es pasar a la decadencia en tiempo récord.

Lo que puede suceder es que predomine la búsqueda del virtuosismo táctico, buenas maniobras y acuerdos de ocasión, pero sin consistencia ni continuidad.

En busca del rey Arturo

La pregunta que importa es quién termina por dirigir lo que se está haciendo. Porque no es de respuesta obvia. Convocar a un movimiento no es lo mismo que dirigirlo. El mago Merlín no es lo mismo que el rey Arturo. Las declaraciones oficiales no pesan tanto como la dinámica que se adquiere al oír tomando decisiones día a día. La situación es hoy altamente moldeable y oscila entre alternativas con marcadas diferencias.

Siempre le hace bien a un país volver a plantearse las preguntas fundamentales sobre la estrategia adecuada para conseguir una sociedad más justa y próspera.

Sin embargo, para aspirar a cambiar un país se ha de pensar en plazos largos. El tener como norte el próximo horizonte electoral siempre acota demasiado el replantearse el futuro.

Si se considera como mínimo la próxima década, mucho se puede hacer para mejorar la participación política, en especial de la juventud. Pero hacer de este horizonte el modo cómo un colectivo enfoca las tareas presentes va contra la tendencia natural de quienes se involucran en política.

Lo que hace la diferencia es la participación en las elecciones. Y eso no es lo que ha decidido hacer un grupo como Chile Primero. La tensión característica del momento queda graficada en las palabras del senador Fernando Flores. Al ser consultado sobre la decisión de constituir un partido, señaló: “Si no tengo un alcalde, no tengo un número de diputados, no me toman en cuenta”. O sea, que lo que se busca es influir ahora y eso es otro cantar, porque es bastante distinto que decir acto seguido: “No tener éxito no me provoca problema, más importante es ser auténtico”.

Esa predisposición personal no tiene por qué ser la de la organización que se crea. Lo más probable es que ocurra precisamente lo contrario. Lo que suceda está por verse, pero da la impresión de que lo que se prepara terminará por sorprender a los impulsores de la iniciativa.

Lo que parece un hecho es que se requiere de una mejor acción de los partidos. Si están hechos para representar a la gente y una amplia mayoría estima que lo están haciendo mal, ha llegado el momento de enmendar la conducta. También la Concertación debe actualizarse y botar lastre para mantener su posición de privilegio.

Qué suceda en el futuro dependerá de quién cumpla mejor tareas fundamentales. Les irá mejor a las organizaciones que logren formar a sus militantes en las conductas éticas que se espera de ellos. Serán protagonistas los partidos que consigan hacer de la experiencia de militar algo enriquecedor y recomendable para quienes se comprometen con sus filas. Tendrán futuro quienes practiquen la democracia que predican para los demás. Y, por cierto, tendrán mucho que decir quienes apoyen sus propuestas en un proyecto de alcance nacional. Nada de esto resulta fácil, pero si lo fuera ni los partidos ni las coaliciones se justificarían.

viernes, septiembre 14, 2007

Monumento al candidato desconocido

Monumento al candidato desconocido

La directiva gremialista debió buscar un camino intermedio. No lo hizo o no pudo. Por ahora ha conseguido es debilitar las reducidas posibilidades propias.

Víctor Maldonado


Ese importantísimo asunto sin importancia

LA DERECHA BUSCA seguir adelante, dando por superados los problemas que no ha sabido resolver. Espera dejarlos atrás mediante el recurso de darlos por inexistentes, simplemente porque se deja de hablar de ellos.

Sin embargo, lo que queda en evidencia, por el empleo de estos subterfugios, es que su experiencia en construir acuerdos sólidos es bastante limitada.

Porque eso que puede ser olvidado sin dilación son los conflictos originados de discrepancias políticas, pero las diferencias que rozan lo ético no tienen guía de despacho rápida.

La disputa por la autoría de la reforma laboral es de tono menor en lo formal, pero no humanamente hablando, para quienes lo vivieron. Es el aprovechamiento individual del trabajo colectivo, una señal nefasta para lo que sigue. Si esto se hace ahora, con lo poco que se tiene, ¿qué seguirá después? Ha tenido razón Pablo Longueira en alarmarse, pero se aprecia como una costumbre partidaria el dejarlo solo.

Allamand parece creer que estas cosas se pueden dar por cerradas de manera unilateral. No es así: ha quedado una duda sobre el tipo de comportamiento aceptable entre socios. De lo que se lamentan en la oposición es del efecto que el episodio parece tener en la Alianza, pero del episodio mismo se pretende salir sin aclaraciones, disculpas o rectificaciones. ¡Qué reacción tan mediocre!

Si actúan de este modo, ¿cómo van a evitar que se les repita en situaciones análogas?

Las nuevas generaciones gremialistas son pragmáticas y están dispuestas a olvidar todo lo que no se ajuste a la mantención del trabajo conjunto. De más está decir que, entre el olvido y la queja amarga, hay algo más que vacío. Pero eso no ha importado ahora.

Está más que claro que la renovación generacional en la UDI no quiere fortalecer al principal líder histórico, ni incluso para alinearse circunstancialmente tras él por un reclamo justo.

Hasta tal punto se han deteriorado las relaciones internas en el gremialismo que ya no se comparten ni las respuestas colectivas básicas. Lo que venga ahora será de mayor calado; porque cuando nadie protege las murallas de defensa, los ataques se multiplican. Puede que todos se sientan muy astutos, pero al abandonar a uno de los suyos, lo que están haciendo en el partido es llamar a la desgracia, que siempre llega donde la llaman.

Nada de esto tiene aún expresión electoral. En política, los efectos de la falta de amistad sobre la organización no son nunca inmediatos. De momento no se nota porque cada líder importante está implementando su estrategia para sostener sus bases de apoyo. Pero lo que sí se puede constatar es que juntos pesan menos. La UDI parecía un gigante y ahora un atado de enanos refunfuñantes, más apiñados que unidos.

Es evidente que lo que ha mermado es el liderazgo y que la conducción colectiva brilla por su ausencia.

Las verdaderas opciones

Es interesante el papel que ha empezado a tomar Joaquín Lavín, en especial ante el estilo de conducción de Sebastián Piñera.

Mientras el empresario-político no logra tomar vuelo al tratar el asunto como el que mencionamos (habló de “dispararse a los pies” y del peligro de abortar la opción de Gobierno por “conflictos de envidias, egos o incomprensiones”), el ex alcalde le pidió a la Alianza “generosidad, unidad, no más personalismos y trabajo en equipo”.

Son dos estilos completamente diferentes. Uno adopta el vocabulario del mismo conflicto que quiere superar, el otro pone en la mira de los contendientes un punto de llegada común.

Pero además Lavín está colaborando con el Gobierno en el Consejo de Equidad, afirmando que éste es el modo de hacer política moderna. Es decir, se está moviendo con argumentos de bien común.

Para los que sólo cuentan los cálculos electorales, nada de eso tiene importancia. Como siempre, se equivocan. Porque la coherencia en política sabe permanecer, mientras que los que sólo saben de éxito salen de escena apenas este parece abandonarlos.

Fuera de las decisiones de trinchera, la actitud de Lavín implica una actitud política que no se satisface con la simpleza de plantear un “desalojo”, una propuesta confrontacional y negativa. Colaborar no es antagónico a proponerse como alternativa de Gobierno. Ahora incluso puede considerarse un prerrequisito, exigido por los ciudadanos desde que hay democracia

Así que la falla de la derecha es de la calidad de la política que practica y no se debe a algo que la esté afectando desde fuera.

Por eso se puede decir que no es efectivo que el problema de la UDI sea el de carecer de candidato. Mucho más exacto es decir que el gremialismo está fracasando en la capacidad de apoyar a una o un candidato, todos juntos y con la generosidad suficiente, por parte de varios, de posponer sus ambiciones. El problema no es que no tiene una figura posicionada, es que no se conduce de un modo en el que pueda posicionar a alguna figura.

Está esperando que del transcurso del tiempo surja una solución y eso no tiene mayor sentido.

Donde los lleve la marea

La UDI sabe que está tratando mal el tema presidencial. El itinerario oficial (hasta después de las elecciones municipales, dejándolo todo nada menos que para abril de 2009), se está evidenciando como irreal. Elegir ahora un abanderado únicamente dejaría claro que Longueira ha tenido razón desde el principio.

La decisión adoptada significa que la UDI está renunciando a la definición de una estrategia presidencial partidaria, es decir compartida. Deja lo que ocurra a la libre iniciativa de los precandidatos.

La directiva gremialista debió buscar un camino intermedio. No lo hizo o no pudo. Por ahora -hay que recordarlo- lo único que han conseguido es debilitar las reducidas posibilidades propias y empezar a girar en torno a Piñera, algo en lo que ya se han adelantado un grupo de alcaldes más pragmáticos.

Con eso, queda en el peor de los mundos, porque deja suficiente espacio como para que se construya un monumento al candidato presidencial desconocido; le quita cualquier posibilidad de competencia real (alguien que empieza desde abajo necesita disponer de espacio para marcar presencia); y, sobre todo, deja la sensación de que no está marcando el escenario político, sino que queda librado al ritmo de la marea que lo arrastra.

No vamos a decir que la directiva está mostrando una gran imaginación al definir cronogramas. Peor aún, lo que de verdad estará haciendo es monitorear la evolución de la candidatura de Piñera para saber si tiene techo en 45% (como se piensa) o si puede iniciar un declive anticipado. Quiere actuar sobre seguro y de esta actitud nada bueno puede esperar.

Se sigue intentando el camino lateral antes que la definición de reglas del juego oportunas, asumidas y conocidas por todos. Por eso, la UDI se está debilitando y eso se nota desde fuera. Piñera se reúne con alcaldes de la UDI en la semiformalidad y, con esto, más desordena que ordena la relación entre los partidos.

En estas ocasiones la oposición, sin querer, realiza reconocimiento de modo oblicuo. El senador Jovino Novoa, ante la imposibilidad opositora de solucionar los conflictos procesándolos de una manera adecuada, hizo el siguiente comentario: los “roces son más en la Concertación, pero ellos los manejan mejor”. Frase corta, pero no sus implicancias.

En realidad, no es sólo eso: hay más roces, hay más partidos, hay más decisiones que tomar, hay más responsabilidades que asumir. Y, sin embargo, y en perspectiva, el desempeño es mejor en el oficialismo. Es como dice Novoa, sólo que él no sabe todo lo que está diciendo con pocas palabras.

viernes, septiembre 07, 2007

Lo siguiente es de responsabilidad compartida

Lo siguiente es de responsabilidad compartida

Víctor Maldonado


La posibilidad de un relanzamiento

Está por concluir el invierno con el porcentaje de apoyo más bajo al Gobierno, con una desaprobación mayoritaria a la manera cómo están haciendo su labor la Concertación y la Alianza, y con una especie de recaída del Transantiago.

El tradicional peor momento del año se comporta de un modo que ratifica su fama.

De nuevo, nos encontramos con un movimiento como de marea: todos suben o bajan según la ola. Pero siempre ha de sorprender por qué es que no se ha producido -en los momentos más duros- el fenómeno más entendible de los vasos comunicantes: a medida que uno de ellos pierde líquido, el otro lo gana.

Tal vez influya que la oposición no parece dotada con el mínimo de prestigio necesario como para poder capitalizar errores ajenos. Pero la verdad es que nadie está ganando y eso, a fin de cuentas, es más importante que la ineptitud de la oposición.

Sin embargo, en política, una situación en la que nadie gana es, en realidad, un tránsito, un momento intermedio hasta que la situación termine por dirimirse.

Las encuestas no explican, constatan; no nos eximen de la necesidad de analizar los datos y sacar nuestras propias conclusiones. Lo que hay que preguntarse, sabiendo lo anterior, es qué están haciendo los diferentes actores -en especial en el oficialismo- por romper el cerco que pone techo a su posibilidad de mejorar posiciones. Y, ante todo, ha de tratarse de factores internos porque, cuando nadie crece, la culpa no es del vecino que comparte el mismo mal.

El factor que escapa y se diferencia de los anteriores es, por supuesto, el Transantiago, que ha jugado el papel de una pesada ancla que frena cualquier otra iniciativa. Pero existe el compromiso, sostenido y ratificado en el tiempo, de que el respiro para los usuarios llegará a final de año, con lo que se volverá a tener un margen de maniobra suficiente. Para un relanzamiento, se trata de una precondición de éxito.

Restablecer un funcionamiento regular y ordenado de Gobierno da la oportunidad del lucimiento de los avances de la agenda. Requiere de un esfuerzo exigente la ejecución presupuestaria de un año pródigo y, por tanto, sobredemandante.
Con todo, creo que estamos hablando hasta aquí de la línea de flotación, de hacer bien lo que bien hay que hacer de todas formas. Más que de méritos especiales, a lo que se hace referencia es a cumplimientos.

Para romper tendencias, se requiere algo más. Y ese algo más proviene del ámbito político, lo que supera y complementa la inexcusable buena gestión.

Los demandantes y sus fantasmas

Si se percibe un clamor a nivel político concertacionista es el de que se imponga la disciplina y la coherencia en la acción colectiva. A esto se lo identifica como un asunto del liderazgo y, al mencionar este aspecto, lo primero que se hace es mirar hacia La Moneda. A la cabeza del Ejecutivo se le pide de todo: que conduzca a la coalición; que controle a los díscolos; que emplee sabiamente el garrote y la zanahoria; que sea eficiente en la aprobación de proyectos de ley emblemáticos y, por supuesto, que mantenga y preserve el legado concertacionista.

El Gobierno ha de poner de su parte y mucho para imprimir un impulso adicional que no lo afecte en exclusiva, sino que impacte al resto de los actores políticos. Pero, por mucho que el avance en esto concite el aplauso de los sectores concertacionistas más responsables, no basta.

Todo depende de lo que se quiera hacer. Si estamos esperando simplemente el paso del tiempo para llegar a otra cosa (una elección, desde luego), o si se pretende, de verdad, tomar riesgos desde ya para apoyar un nuevo impulso. Para ser sinceros, es bien sospechoso que se cargue la mata tan redondamente en un solo punto. Y, sin embargo, por algo será que tantos están recurriendo a explicaciones simplistas.

La Concertación siempre ha contado con una elite, no como un grupo de personas acostumbradas a ejercer cargos (que, por cierto, también existe); lo que ha forjado a la Concertación es la existencia de un número significativo de líderes capaces de combinar los intereses de sus partidos con el cuidado de la coalición. La preservación del interés general ha estado presente en las más encarnizadas discusiones interpartidarias. Por supuesto, no es lo único presente, pero nunca ha faltado a la hora de resolver.

Para estos líderes “por partida doble”, en ningún caso ha sido fácil mantener posiciones que no se atienen estrictamente a los intereses inmediatos de los partidos. Siempre tuvieron la amenaza de ser devorados por los cultivadores del descontento, de los que están convencidos de que “los otros siempre nos perjudican”, acompañados de los que, simplemente, no supieron mirar más lejos cuando correspondía. Pero, por años, fue esta elite la que impuso sus términos.

Y eso es lo que se ha perdido. No es una fatalidad. No es un proceso sin salida. Pero lo primero que hay que hacer para encontrar algo es darnos cuenta de que se nos perdió.

La chance de la gobernabilidad

Hoy, la Concertación cuenta con buenos y prestigiados presidentes de partido. No obstante, ninguno de ellos puede decir que disciplina al conjunto de las figuras de su partido. Existe un grupo de irreductibles a estas disciplinas. Lo serían bajo cualquier directiva y lo peor sería tenerlos a ellos mismos en una.

De las bancadas parlamentarias, se puede esperar todavía menos. Allí la situación es tal, que cuando por excepción se logran acuerdos respetados por todos se abrazan. ¡Tan extraordinario se ha vuelto lo que antes fue un comportamiento habitual!

De manera que nadie está logrando en su ámbito de acción y responsabilidad lo mismo que se reclama al Gobierno. Los liderazgos integradores están teniendo problemas donde quiera se encuentren, así que es mejor que colaboren unos con otros antes de desgastarse en la crítica o caer en la añoranza de los buenos tiempos.

Lo cierto es que hoy los incentivos juegan en favor de díscolos, permitiendo sortear las mayorías y las institucionalidades partidarias y hay que hacerse cargo de las nuevas circunstancias.

Ningún parlamentario se tendrá que jugar su elección antes del término del período presidencial y eso no había ocurrido ¡nunca! El que antes se salía de la fila, tenía que vérselas con la figura presidencial y el Gobierno en algún momento durante su gestión. Ahora, nunca se cobrarán la cuenta de las deslealtades.

Los candidatos a parlamentarios o municipales se financian por los votos que consiguen, y si alguien tiene muchos votos en su partido tendrá pocos controles sobre lo que diga y opine. Porque no es fácil de reemplazar y porque se puede ir.

En la anterior campaña municipal, 15% de los candidatos se presentaron por fuera de los partidos (¡y no pocos resultaron electos!). Ahora se espera que esta cifra se duplique.

Sin embargo, ha llegado el momento de reaccionar. De otro modo, las instituciones políticas no recuperarán prestigio y la calidad de la actuación política que vemos a diario seguirá en deterioro.

Tal vez resulte sano acostumbrarse a mayores niveles de disenso, pero no al punto de desdibujar las líneas divisorias entre Gobierno y oposición allí donde importa.

Quien transgreda los acuerdos básicos ha de sentir la presión simultánea desde el Gobierno, el Congreso y su partido.

Los líderes integradores van a tener que aprender a hablar más y seguido, sosteniendo y apoyando las opiniones más sensatas. De otra forma, serán sobrepasados todos y poco importará la distribución interna de culpas.

Desde el Gobierno hay algo más que hacer: lo primero que tiene que perder un Gobierno corto son sus pretensiones excesivas. Llegó el momento que dedicarse a lo medular y marcar la línea de la Concertación hacia fuera, más que las particularidades hacia dentro. Además, algo más de política bien hecha no le vendría mal a nadie. Pero no hay que olvidarlo: en la etapa que viene las responsabilidades son compartidas.