viernes, diciembre 26, 2003

El aprendizaje que hace falta

El aprendizaje que hace falta

¿Cómo debe ser un país para que los niños estén seguros y tengan una vida plena? ¿Cómo logramos que los adolescentes se sientan respetados y les ayudamos a que alcancen la madurez? ¿Cómo fortalecemos nuestras familias?


Víctor Maldonado

Hay una gran diferencia entre alegrarse de la desgracia ajena y poner lo que esté de nuestra parte para que esa calamidad no vuelvan a ocurrir. En el primer caso, la falsa alegría proviene de pensar que el daño se concentra en “otros”, sin particular afecto; en el segundo, lo que importa no son los presuntos implicados sino que, por uno u otro lado, en forma constante se presenten casos que muestran la existencia de un mal de fondo.

En política, el modo como enfrentamos esta situación es decisivo. Si pensamos que Claudio Spiniak, la UDI y algunas personalidades están en dificultades actuamos de una manera, y de otra si estamos ante un punto débil de Chile como comunidad.

El problema no es Spiniak, es aquello que permite que surjan tipos como él. El problema no es que se prostituyan los niños de la calle, sino que haya niños de la calle que no tengan otra alternativa que prostituirse.

El problema no es sólo de la UDI, sino de todos los partidos, que tienen dificultades para mirar los temas más incómodos de frente.
El problema no es que tengamos personalidades acusadas de conductas reprochables, sino el de la frecuencia con la que se sostiene una doble moral (una presentable y la otra vergonzante). Vale decir, que la hipocresía se convierta en costumbre.

El problema no es si el juez Muñoz llamará a declarar a este o a aquel, y si encontrará o no culpables. Sabemos que Chile no pasa la prueba de entregar un ambiente sano a todas sus niñas y niños.

Nos gustaría vernos y que se nos viera como un país muy presentable, de gente sensata y de familias felices. Pero Chile no funciona bien de las puertas de las casas para dentro. Las estadísticas de abusos de menores son alarmantes. Y las circunstancias en que ellos se dan señalan que no se trata de gente lejana y extraña. Además, estos delitos se presentan en todas las clases sociales. Y lo que conocemos son las denuncias, que siempre es una fracción de los dramas que ocurren.

No podemos decir que lo estemos haciendo mejor con los adolescentes.
Las mismas familias sufren los más variados embates, ante los que no pocas sucumben. La falta de comunicación, las carencias afectivas y la soledad no son temas íntimos ni individuales, sino vitales para toda la sociedad de nuestro tiempo. Cada uno de estos temas clama por ser tratado en los foros públicos.

Algunos, como la UDI, no están pasando la prueba de darle curso a esta necesidad colectiva. No solo cometió un error desde el principio respecto de la manera de enfrentar un problema difícil. Lo peor ha sido crear un aparato interno encargado de producir errores. La UDI tendría que hacer una buena política, pero está derivando en hacer malas investigaciones. Con esto descuida sus deberes, dispersa su energía, abre nuevos flancos de crítica y se sale de su ámbito más propio y ahonda el error.

El gremialismo marcó sus prioridades y lo que defiende. Todo está circunscrito a los temas político-corporativos, de defensa de sus militantes. No figuran los niños abusados.

Con esto pierde mucho, porque los partidos no se justifican únicamente porque ya existen y deben seguir existiendo. Están comprometidos en la defensa amplia de grupos y personas que requieren ser representadas.

Por cierto, no se puede hablar ya de una sola línea de conducta en la UDI. Una parte ha decidido construirse una torre inexpugnable.

Absorta en su cometido, cambia sus prioridades y el modo como se relaciona con las personas. Con esto, el gremialismo ha perdido una de sus ventajas más notables sobre las otras organizaciones políticas: la dedicación parcial pero constante de su dirección a los temas cotidianos de las personas y la preparación de estrategias de largo plazo.

La UDI empieza, pues, a vivir de sus ahorros. Uno de los principales “depósitos” del pasado vendrá ahora al rescate de la dirigencia que lo generó: el trabajo previo de penetración en poblaciones y su preparación de cuadros de reemplazo.

Otro camino a seguir consiste en centrarse en los problemas de las personas y proponer una convivencia mejor y más sana entre los chilenos. Esta es la opción que debe seguir la Concertación.

Si la actividad política se ha debilitado es porque hay una fuerte tendencia a centrarla en sí misma. Pero la política no es autosuficiente y lo será cada vez menos. En cada tema de interés existen muchas personas y organizaciones que se dedican por entero; por ejemplo, la asistencia a los niños, los jóvenes y las familias. Son ellos los que deben ser escuchados de preferencia.

La Concertación daría un paso enorme si se propusiera aprender de la reflexión, la práctica y el testimonio de los dedicados al servicio ciudadano. Un discurso es primero que nada algo que “suena auténtico” y no que “suena bien”.

¿Cómo debe ser un país para que los niños estén seguros y tengan una vida plena? ¿Cómo logramos que los adolescentes se sientan respetados y les ayudamos a que alcancen la madurez? ¿Cómo fortalecemos nuestras familias?

Hay que empezar por escuchar mucho y a los más calificados, que tienen que salir del segundo plano y hacer sentir su voz. Este es el verdadero cambio que se necesita.