viernes, julio 29, 2005

La carrera para no ser tercero

La carrera para no ser tercero

Piñera puede quedarse con una imagen ganadora (aun perdiendo ante Lavín) si es que RN mejora sus posiciones parlamentarias en relación con la UDI. Si es mezquino, el éxito buscará la alternativa: Allamand.


Víctor Maldonado



Cada vez son más en la derecha aquellos a los que la carrera presidencial los tiene sin cuidado. Piensan que el resultado no tiene ningún misterio y ya se hicieron a la idea. Piensan que concentrarse en quién llega segundo puede ser muy apasionante para los directamente involucrados, pero no para muchos más.

Agreguemos que es bien posible que no exista segunda vuelta, por lo cual el orden de llegada tendría mayores efectos entre los historiadores que entre los perdedores.

En la oposición el interés se concentra en la competencia parlamentaria, y, en especial, en la competencia senatorial. En este escenario más acotado, RN tiene mucho que ganar y la UDI tiene mucho que perder.

La anterior elección fue en el mejor momento que ha tenido el gremialismo en su historia, y eso se ha hecho sentir hasta ahora. La UDI aventajó con mucho a Renovación en cuanto a diputados y en senadores obtuvo la victoria en los lugares más disputados.

Tras el reemplazo de Lavandero, el gremialismo ha quedado con igual número de senadores que la DC (11), de los cuales siete están en disputa en esta ocasión. Mientras, RN arriesga sólo dos. En la cámara baja, la distancia es bien notable, porque el gremialismo cuenta con la bancada más numerosa (34), mientras que RN tiene únicamente 19. En esta ocasión esta distancia podría acortarse.

Este dato no hay que perderlo de vista para entender lo que ocurrirá en la derecha: el panorama puede cambiar: del predominio incontrarrestable de la derecha dura se puede pasar a una situación más equilibrada. Por eso ambos “socios” sacan las cuentas más obvias y se preparan para lo que viene.

Se puede recordar el ambiente que rodeó la proclamación de Sebastián Piñera como candidato. En el nivel de entusiasmo no se relacionaba tanto con sus posibilidades reales, como con la sensación de liberarse de un sometimiento que pesaba como un yugo. Fue un reto de chico a grande, en el momento de mayor debilidad del poco querido aliado.


¡Ay de los vencidos!

El problema se presenta inmediatamente después de la euforia. No fue por exceso de ternura que la UDI desplazó a RN del primer lugar. Saben que las rebeliones tienen que ser sofocadas en ciernes o terminan por triunfar. Cada cual sabe la suerte que puede esperar al vencido y el miedo a salir tercero es todavía más fuerte que el puro deseo de ganar.

Sería mejor llegar a un acuerdo, pero la derecha no sabe de reconciliaciones sencillas. En este instante se enfrentan estrategias que llevarán a dilucidar en pocos meses quién tenía la razón y quién estaba equivocado. Se sabrá quién puede pasarle la cuenta al otro, y tomará el liderazgo por un tiempo prolongado.

En momentos como éstos, cuando lo que se juega es el predominio por años en el sector, no queda mucho espacio para los fingimientos.

Si la derecha se hubiera dedicado -como sí lo hizo la Concertación- durante dos décadas a consolidarse como conglomerado, nadie dudaría sobre lo que hay que hacer. Como es obvio, primaría el interés común.

Pero no se puede cuidar lo que no existe. En cambio, la competencia entre partidos es algo real. Senadores y diputados se pierden o se ganan, superando a sus compañeros de lista.

Y aquí se dan los casos más paradójicos. Estos se presentan en las ocasiones en las que hay un candidato a senador de otro partido con todas las posibilidades de ganar; pero, al mismo tiempo, la Concertación es muy fuerte y puede doblar la votación de la derecha si realiza su mejor esfuerzo.

¿Dónde está el problema? Muy sencillo: en definir el acompañante del candidato principal. Salvo excepciones, un buen candidato de derecha aglutina importante apoyo, pero es el acompañante (aquel que no puede salir, pero que impide el doblaje), el que le asegura su victoria.

Lo irónico es que el partido que pone el acompañante -el que gasta una gran energía institucional- no gana nada, y es el que permite que el “aliado” obtenga el triunfo.

Pero si tras la elección, lo que viene es el ajuste de cuentas, no hay de qué alegrarse. Si el otro partido saca más parlamentarios, entonces aprovechará su ventaja para intentar someter a sus directrices a sus involuntarios cooperadores. No otra cosa hizo la UDI con la ventaja que obtuvo en la vez anterior.


Mejor reconstituirse después

De modo que para enfrentar al “aliado” se necesitan de tus votos y de tu propio aporte. La pregunta obvia en este caso es preguntarse: “¿para qué realizar un esfuerzo que se vuelve en nuestra contra?”

Y aquí está el nudo de las decisiones a tomar durante la campaña.

Las opciones básicas son dos: o se trabaja en todo lugar para que salga el compañero de lista (donde no se tiene opción), o se presenta un candidato débil en lugares donde el otro lo necesita para poder salir electo evitando el doblaje. En otras palabras, o se juega uno por mantener la representación de la Alianza, pero poniendo en riesgo el futuro de su partido, o se privilegia el maximizar las opciones de su partido, sacrificando la paridad que podría obtener el conglomerado opositor.

¿Usted qué haría? Por cierto no se trata de opciones absolutas. Se trata de decisiones finas en lugares muy escogidos. Pero las opciones básicas existen. En todo caso, por sus opciones los conoceréis. No sólo está definiéndose la disputa entre partidos, sino también quién tendrá mayores posibilidades para llenar el vacío del liderazgo presidencial.

En esta oportunidad el peligro se focaliza en la UDI y sus principales figuras. En cambio, las mejores expectativas están en RN. Esto no ocurre porque sea más probable que desplacen a Lavín del segundo lugar, sino porque esto terminará por carecer de importancia.

Así que Piñera puede quedarse con una imagen ganadora (aun perdiendo coyunturalmente ante Lavín) si es que RN mejora sus posiciones parlamentarias en relación con la UDI. Y eso se mide por número de parlamentarios electos.

Pero para que esto ocurra, es indispensable que los candidatos de RN tengan el convencimiento de que el factor que terminó por desequilibrar la competencia fue el apoyo del empresario.

Si Piñera es mezquino en el apoyo efectivo, el éxito obtenido buscará representarse en una figura. En este caso, la personalidad alternativa es Andrés Allamand. Aunque no haya tenido arte ni parte en las decisiones que llevaron a la actual situación, y aún cuando las decisiones que ha tomado en los últimos años sean más bien deplorables. Una vez más quedaría claro que nadie sabe para quién trabaja.

En esta campaña terminará por morir la derecha tal como la conocemos. Nadie llorará mucho por ella. La regla fue el conflicto y la excepción los momentos de acuerdo. Lo que importa es despejar qué partido y qué líder le pondrá sello e impronta.

viernes, julio 22, 2005

La DC y sus pilares, entre el padre y el hijo

La DC y sus pilares, entre el padre y el hijo


Pensar que una negociación está deteniendo el curso de los acontecimientos, que mantiene en vilo el destino de la patria, no es ingenuo, es retrógrado. La DC puede hacer un mucho mejor papel que el de esta última temporada.


Víctor Maldonado

Los partidos se sostienen en sus convicciones, organización, habilidad política y capacidad para regenerarse. No en uno de esos factores, sino en los cuatro. Hay que preocuparse de cuidar cada uno de estos aspectos para que no se pierdan ni se desgasten.

¿Sobre qué pilares se sostiene la DC? La respuesta es: con fuerza en su habilidad táctica y, en alguna medida, en el cuidado de su organización. Donde falla es en el cultivo de su razón de ser, en la asimilación de los nuevos datos de la realidad y en la capacidad de regenerar cuadros, en especial, a nivel de su dirigencia. Es decir, destaca en la táctica y en mantener algo de lo que ya tenía, pero falla en la visión y la proyección.

Miremos en la coyuntura para ver cómo operan los factores presentes y ausentes. A punto de proclamar a deshora a Michelle Bachelet, la dirigencia de la DC ha estado enfrascada en la negociación parlamentaria. Se dice que en estas tratativas ha pedido “protección” para un alto número de sus candidatos a parlamentarios. El hecho ha sido terminantemente desmentido, y los encargados de la negociación han protestado por las filtraciones a la prensa.

Ha de ser así, puesto que los dirigentes no deben mentir, aunque a futuro es recomendable elaborar desmentidos más pulcros porque, en verdad, ¿cómo se puede protestar por filtrar peticiones que -se afirma- nunca se hicieron?

Lo más probable es que los comentarios trascendieran no tanto por la petición misma, sino por su inusitada envergadura. Este dato es muy revelador. ¿Por qué arriesgar todo pidiendo tanto? Tal vez no haya que llamarlo “protección” y preferir la expresión “mejores condiciones de competencia (que no es lo mismo, pero es igual)”. Pero, ¿por qué se pide y hasta cuándo se podrá hacer? Este no es el camino para crecer o ascender. Son muletas y nadie las usa cuando el cuerpo le responde.

No siempre se actuó así. Hace no tantos años, en una elección parlamentaria, la DC superó en votación a Ricardo Lagos. Se esforzó por competir, con un candidato que quería competir. Hoy pide protección contra el hijo de Lagos. Y lo que pide es que se le salve de la necesidad de competir. Así han cambiado las cosas y no para bien.
Se le está pidiendo a la negociación suplir carencias de fondo. Se le pide que supla la falta de energía por un alarde de habilidad negociadora. ¿Parece razonable?, ¿o sea que si Ricardo Lagos hubiera tenido más hijos interesados en política, la Falange colapsaría?, ¿cómo va a despertar confianza un partido que no parece lo suficientemente confiado de sus méritos?

Un cojo postulante a amnésico

En el fondo, hay tareas cruciales que se han dejado de cumplir (son cojeras institucionales) y esto es algo que no tiene perdón, pero se le busca olvido. El hecho de que, además de cojo, se busque quedar amnésico, no mejora las cosas.

A los candidatos se los protege con votos, no evitando que se vote por otros que los superan. Porque, al final, no hay protección contra la democracia.

Lo más lamentable es que, quienes lideran el proceso, se hayan convencidos de que están logrando salvar a su partido de la decadencia. En realidad, lo que están consiguiendo es convencer a la mayoría de que son superiores los defectos que las virtudes de la organización, y que ella requiere, para sostenerse, de los mismos que terminan por debilitarla.

Quizá el problema no está tanto en lo que hacen, antes bien que en lo que dejan de hacer.

Quien revise, mes tras mes, la evolución del partido verá una sucesión de maniobras, un abanico de declaraciones altisonantes, un conjunto de aciertos tácticos, pero poco que sobreviva a los avatares del día. Al mismo tiempo, es el período de menor producción de ideas y de menor acercamiento a la juventud.

No porque no se haya intentado. Intentos e inicios pueden también hallarse en los últimos años; pero nada que se parezca a un esfuerzo colectivo y continuo. Porque estos esfuerzos, cuando son fecundos, pueden ser orientados, pero no controlados. A los militantes de un partido puede pedírseles convicción y consecuencia pero no adhesión incondicional a algunos líderes.

Quien se dé el trabajo de conocer la historia de la DC se encontrará con que los mejores de sus dirigentes han insistido siempre en que no son ellos el centro del movimiento, sino seguidores de las convicciones y los proyectos compartidos.

El que pide incondicionalidad sólo puede armar un negocio chico, porque nada grande puede constituirse sobre una base tan endeble y un fundamento tan mediocre.

Se trata de despertar lo mejor de todos

Cuando los países cambian, los partidos deben cambiar junto con ellos. Se trata de mantener una identidad colectiva básica pero, al mismo tiempo, de conservar una plena vigencia. Lo que no es otra cosa que asegurar la sintonía con la gente que se quiere representar.

Lo que se debe abandonar es el uso de procedimientos obsoletos, porque terminan por demostrarse inútiles. Los partidos no pueden actuar como si “manejaran” una porción del electorado. Ninguna directiva puede decirle a sus adherentes por quién votar, porque éstos tienen la extraña costumbre de comportarse como mayores de edad y tomar sus propias decisiones.

El empleo de tutores no está contemplado en el sistema democrático y nadie los está pidiendo.

Como sea, la negociación se demoró tanto que fue alcanzada por la encuesta CEP, y esto no hizo otra cosa que ratificar (no develar) que Michelle Bachelet puede perfectamente ser electa en primera vuelta.

Pensar que una negociación está deteniendo el curso de los acontecimientos políticos, que mantiene en vilo el destino político de la patria, no es ingenuo, es retrógrado.

Cuando se deja de cumplir todas las tareas a las que se está llamado, al final las tareas se cumplen sin uno. En política es bastante malo despertar el rechazo de algunos, pero es todavía peor ser irrelevante.

Sin embargo, la DC puede hacer un mucho mejor papel que el de esta última temporada. Es un partido vital para la existencia de la Concertación, para darle gobernabilidad al país y para hacer un buen gobierno. La Concertación es un arco pluralista y si uno de sus polos se debilita, es el conjunto el que paga las consecuencias. De allí la importancia de tener una Falange fuerte y robusta.

¿Qué es lo que le falta a la DC para ejercer un liderazgo que marque el rumbo? Planificación de envergadura. Se queja de la falta de juventud, pero la preocupación (mejor, la ocupación) por ella no ha estado presente. La reflexión colectiva no es la costumbre que dio origen al partido y no alimenta la acción. Diríase que es una organización destinada a alejar de sí a los mejores elementos.

Pero nadie obliga a la DC a persistir en sus errores. Es un partido que cuenta con las personas que pueden cumplir con el conjunto de las tareas que hemos señalado como indispensables. Como siempre, se trata de despertar lo mejor de todos. Cada vez que lo logra, la DC llega muy lejos.

viernes, julio 15, 2005

El relevo para el breve reinado de la UDI

El relevo para el breve reinado de la UDI


La debilidad de los líderes de la UDI es la creciente consolidación del rechazo de los demás. En la campaña municipal detuvo su marcha ascendente. No ha podido llenar el espacio que ganó cuatro años antes.


Víctor Maldonado


La UDI llegó a ser el partido más votado en la elección parlamentaria de 2001 y apenas tres años después, en las municipales, había perdido este sitial por escaso margen ante la DC. ¿Por qué duró tan poco en la cúspide? No se trata de un simple traspié electoral. Algo había comenzado a fallar en un partido que, a semejanza e imitación de la Falange, esperaba liderar el escenario político por décadas.

Méritos no habían faltado. Una de sus características más significativas era una fuerte cohesión interna, ideada por su fundador, Jaime Guzmán, luego de estudiar los principales movimientos de la izquierda y el centro. También ostentaba una visión mesiánica de su destino político. Completaba el cuadro, una preocupación especial por la formación de sus miembros y una incipiente penetración poblacional en las ciudades.

Mientras los demás parecían debilitarse, el gremialismo iba en sentido contrario. Planificaba sus movimientos considerando períodos inusualmente amplios para las costumbres locales y el asesinato de su fundador le confirmó todavía más estar en el camino correcto. Tenía todas las características de un actor que había llegado para quedarse. El haberse convertido en la principal fuerza parecía únicamente el primer paso que, inevitablemente, lo llevaría a La Moneda.

¿Qué falló entonces?

Probablemente tenga que ver con un cultivo más desarrollado de sus defectos que sus virtudes. Un movimiento político puede conquistar un país, pero a condición de no intentar reducir al país en adherentes al movimiento. No en democracia. No por largo tiempo.

Si una nación se mueve en el sentido de valorar el pluralismo y la diversidad, entonces los partidos, para sostener su crecimiento, deben experimentar una apertura equivalente.

El país se movió, la UDI quedó donde mismo


Por fuertes y cohesionados que sean, no pueden contener a una comunidad cada vez más compleja, culta y pluralista. Necesita de otros, sumar voluntades y construir alianzas. No le basta con la fuerza y la determinación. Nadie puede imponerse sin convencer, sin aliados y sin tratarlos de modo que ellos se sientan necesarios y respetados. Atropellar no es lo mismo que ser fuerte.

¿Cuántos son los que quieren a la UDI como aliados? No los que se quedan sin alternativa y están obligados a presentarse junto con los gremialistas, sino a cuántos son los que desean tenerlos como compañía. La verdad pocos, porque cada vez que han podido han intentado subordinar o someter a quienes debían tratar como pares.

A medida que fueron creciendo han ido confirmando su orgullosa soledad política. Y ahí está el problema, porque llega el momento en que ya no se crece: se confluye… o se termina por retroceder. Esto no tiene nada de extraño, puesto que nadie conserva lo que nunca cuida.

La debilidad de los principales líderes de la UDI, que les está pasando la cuenta sin misericordia, no es que le falte la casi incondicional adhesión de los cercanos, sino la creciente consolidación del rechazo de los demás. En efecto, es usual que las mediciones muestren un consenso mayoritario respecto de Lavín, Longueira y Novoa… pero no para apoyarlos, sino para repudiarlos. La situación del gremialismo se ve comprometida.

Los primeros síntomas de decadencia estaban presentes desde hace un tiempo. La UDI había pasado por un momento decisivo en el que mostró sus falencias. En la campaña municipal detuvo su marcha ascendente. Lo decisivo no fue una baja de la votación, sino la demostración práctica de que no había podido llenar el espacio que había logrado ganar sólo cuatro años antes. No pudo dar un buen gobierno en localidades claves. Los que fueron derrotados no lograron poner un sello distintivo a su gestión. Mediocridades sin estilo. Para hacerlo bien tenían que convivir con otros y eso nadie se los había enseñado. Cometían iguales o peores errores que los que habían criticado.

La mística colectiva vive de la consecuencia. De mostrar la diferencia y la calidad de lo propio respecto de los demás. No ocurrió algo que diera sustento a la mística original y ésta se fue desgastando. Los cientos y miles de jóvenes que abarrotarían las municipalidades para servir a los pobres, no llegaron; los problemas no desaparecieron, ni siquiera quedaron mejor tratados.

Una encuesta que llega demasiado tarde

Da la impresión de que la encuesta CEP simplemente llegó demasiado tarde. Eso sucede cuando la realidad se va volviendo demasiado evidente o predecible. ¿Qué importa una diferencia remontable a favor de uno u otro candidato de derecha, si ambos han hecho una apuesta previa sin retorno?

El futuro de los partidos de derecha no está en lo que suceda con el competidor, sino lo que cada cual sea capaz de resistir.

Ambos tienen debilidades, pero saben que el otro flaquea tanto o más por otros motivos y, sobre todo, ninguno puede darse el lujo de abandonar el campo sin que su caída arrastre a un número inusitado de personas. Lo que mantiene las candidaturas no es la esperanza de ganar, sino el miedo a perder ante el aliado. Pero el susto se percibe y trasmite más rápido que las propuestas electorales de un mañana mejor que no tiene piso político en el cual sustentarse.

Puede que los candidatos de derecha estén trabados en conseguir que alguno de ellos pase a segunda vuelta. Pero lo cierto es que, en conjunto, están logrando que no valga la pena que exista la segunda vuelta: no tiene ni emoción ni duda posible.

A la oposición le será imposible convencer a una mayoría que, por arte de magia, tras la derrota de uno de ellos, se habrán convertido en una comunidad fraterna, a la que le encanta trabajar junta para dar gobernabilidad al país. Nada de lo que está haciendo y hará en los próximos meses haría creíble semejante voltereta.

La oposición está dando la más clara de las señales de que está empleando el evento electoral como larga y desgastante primaria que le permitirá en las presidenciales siguientes competir como es debido. Es ahora cuando deciden cuál partido cumple el papel de eje y quién tendrá un candidato con posibilidades de triunfo.

¿Por qué la derecha ha llegado a esta situación? Muy simple. Ha empezado el paulatino relevo de la UDI como partido líder. Esta será una de las herencias más perdurables de esta competencia electoral.

viernes, julio 08, 2005

Longueira: a confesión de parte, relevo de pruebas

Longueira: a confesión de parte, relevo de pruebas


Por si hiciera falta una confirmación de la ausencia de posibilidades de ganar, las declaraciones de Pablo Longueira no dejaron lugar a dudas. Joaquín Lavín está recibiendo un maltrato excesivo, cualquiera sean sus faltas.



Más una espera que una campaña

Los candidatos presidenciales dicen lo que tienen que decir pero no están alterando la situación. La evolución de la campaña parece impermeable a los cambios importantes de los últimos meses. Algunas candidaturas pueden estar más o menos entusiasmadas, más o menos resignadas o más o menos en sintonía con lo que ocurre, pero eso no está cambiando la decisión de los electores y eso hace que exista la extraña impresión de que hay mucho movimiento, pero en el fondo no está pasando mucho de interés.

La contundente presencia ambiental de la normalidad se impone con su fuerza persuasiva. La capacidad de absorción de los elementos nuevos y conflictivos del público ha sido notable. Podríamos estar transitando en medio de mini-crisis o de crisis en escalada. La suma de denuncias, sospechas, acusaciones, investigaciones y juicios daba para eso y más. Pero ha faltado un elemento clave para la espiral de los conflictos en ascenso: que el ciudadano quiera el conflicto.

Al parecer los electores son conscientes del período. Saben que son los destinatarios de mensajes publicitarios y acciones mediáticas destinadas a impactarlos. Cada cual ha adquirido la costumbre de filtrar los mensajes. Por ello, a nivel presidencial, es posible que los programas y las propuestas de los candidatos tengan un efecto acotado. Esto se puede explicar por un doble motivo: los niveles de acuerdo nacional son muy amplios, y porque los mensajes se diferencian poco unos de otros.

No son las propuestas en sí mismas las creíbles, sino las personas que las presentan. Y como los candidatos resultan ser personas conocidas, resulta que los indecisos son pocos, las opiniones están formadas, las adhesiones se han consolidado y esto se está pareciendo más a una espera que a una campaña.


La insoportable levedad de la derecha

En la derecha encontramos una situación hasta hace poco no declarada en público, pero que trasciende. Está llegando a una situación de incomodidad, no tan pronunciada como cuando corría Lavín sin competencia en el sector, pero viene en crecimiento.

A punto de darse a conocer la encuesta CEP, se sabe que sus resultados no pueden ser muy distintos del conjunto de las otras mediciones. A saber: los candidatos de la oposición están recibiendo una votación no muy diferente de la de sus partidos; la distancia entre ellos existe, pero no amerita que uno de ellos se baje en favor del otro; y juntos no le ganan ni en primera vuelta ni (menos) en segunda vuelta a Michelle Bachelet. Luego de campañas agresivas, difamatorias, o alegres y esperanzadoras, con tonos grises o mucho color, nada se ha movido demasiado.

Habría que tener la fe de un carbonero para seguir interesado en las candidaturas presidenciales de la oposición. Es esa fe o confianza la que les está fallando a seguidores, líderes y candidatos. Lavín sabe que perdió, Piñera todavía no se da cuenta. Por si hiciera falta una confirmación de la ausencia de posibilidades de ganar, las declaraciones de Pablo Longueira no dejaron lugar a dudas. Autoproclamarse candidato presidencial futuro deja a Lavín completamente en evidencia.

En la casi década y media de la recuperación democrática, nunca había ocurrido que un dirigente del propio partido le hubiera quitado el piso a su candidato en plena competencia. Es lo que acaba de ocurrir por tres motivos. Primero, porque las declaraciones buscan aglutinar a los cercanos, mostrando un liderazgo sólido (señala a gritos que no lo es el actual); segundo, porque pone en el lugar de honor a una disputa que parecía al Senado, pero que un peldaño convierte en otra meta (por lo mismo, anticipa el vacío que quedará ante la derrota del candidato presidencial); y, tercero, ratifica que estas cosas se piensan, se deciden y se comunican sin avisar a nadie (como aconteció con Piñera, con lo que la sola mención a la leve existencia de una Alianza pasa a ser un sarcasmo).

Olvidado por la Concertación, exigido por RN y ahora “ninguneado” en casa, hay que decir que Joaquín Lavín está recibiendo un maltrato excesivo, cualquiera sean sus faltas.


Tras la violencia intrafamiliar

Si los últimos leninistas que iban quedando optan por las aventuras individuales y se maltratan unos con otros, mal pronóstico tiene el gremialismo en estas parlamentarias, que es donde claramente radica su interés. Este protagonismo lo ostenta la definición parlamentaria, porque es el evento que más consecuencias dejará para la oposición. Si ninguno de los candidatos presidenciales de derecha puede ganar, a la postre el orden en que lleguen (todavía más si no están muy distanciados) no importa tanto.

Piénsese, por ejemplo, en Lavín y la UDI. Si Lavín “gana”, consiguiendo llegar segundo pero el gremialismo pierde algunas campañas senatorias clave, ¿de qué tendrían que alegrarse en la UDI? La votación de un candidato presidencial únicamente importa si gana ahora o puede proyectarse en el futuro. Nada de eso ocurre con Lavín. En cambio, salir derrotado en las senatoriales de Santiago y la X Región, y, además, bajar el número de diputados puede ser un golpe demoledor. Y esto es precisamente lo que puede estar aconteciendo con el gremialismo. El mayor temor sobre lo que puede ocurrir, no lo despierta en la mitad de la derecha nada de lo que pudiera estar aconteciendo en la Concertación, sino lo que le está preparando la otra mitad de la oposición.

Es una quimera competir desunidos contra una coalición gobernante medianamente afiatada. Cada vez que el Gobierno y la Concertación se ordenan, la oposición vuelve a un estado parecido a la confusión, que en realidad no es tal, sino que es una ausencia de unidad de propósitos. Si se tratara sólo de atacar y ello fuera lo suficientemente aglutinante, no tendrían problemas en la derecha, pero no es así. Porque incluso cuando un ataque les resulta, a la oposición les mejoran las condiciones (un rato) pero no le aumentan los méritos (lo que necesita). Está dividida y compitiendo entre sus componentes.

El triunfo no está a su alcance ni ha hecho lo que se requiere para dar gobernabilidad al país. Lo sabe y lo transmite. El gesto de Longueira resulta a la postre demoledor. A confesión de parte, relevo de pruebas.

viernes, julio 01, 2005

La probidad y el efecto saturación

La probidad y el efecto saturación


Cuando el primero en responder es el nivel superior se agotan los recursos en la reacción inicial. Sólo cuando se es fuerte se puede sacar algo bueno para el país de los peores ataques, ¿por qué no hacerlo una vez más?


Víctor Maldonado


En los próximos días será raro que los diarios no asombren con una nueva acusación de falta de probidad dirigida contra el Gobierno. La “denuncia del día” no tiene porqué ser igual de impactante. Mal que mal, uno tiene sus días creativos y otros más rutinarios. Pero hay que destacar el empeño.

Se intenta producir la saturación del público. Uno tiene que escoger entre dos juicios: todos estábamos equivocados respecto del país en el que creíamos vivir (nadie es confiable y aún menos las autoridades, puesto que son corruptas, en diverso grado) o todos sabemos que estamos en campaña electoral y alguien corrió la valla de las armas políticas permitidas.

Lo que puede orientarnos para saber qué actitud adoptar es percatarnos de que nadie parece dedicarse a resolver denuncias, mientras abundan quienes parecen querer acumularlas. Cuando el denunciante debería estar ocupado probando que su acusación tiene fundamentos, pone cara de desolación, abrumado por tener que informar de otro “hecho” escandaloso. A los pocos días no se puede saber si habla de la denuncia dos, tres o cuatro (¿cuántas van?). Desea que se empiece a hablar del “clima generalizado” de corrupción del que el Gobierno no puede defendernos porque es responsable de tamaño desaguisado.

Las formas de responder

Estos ataques siempre provocan al comienzo parte del efecto deseado. La gente no está acostumbrada a ser cuestionada en su honra de una manera tan brutal.

Se entiende que la primera reacción no sea la mejor por el impulso irrefrenable al desmentido. Pero no se puede enfrentar un esfuerzo sistemático con la pura espontaneidad.

La forma de enfrentarlo es someter la denuncia al conducto regular. Dejar que conteste el afectado, de manera que la vocería quede circunscrita al caso en particular.

Si el conflicto gana en intensidad, la autoridad superior puede, a su debido tiempo, tomar cartas con datos consolidados y la separación lograda entre hechos e imputaciones.

Pero cuando el primero en responder es el nivel superior se agotan los recursos en la reacción inicial. Se corre el riesgo que el conflicto y sus efectos queden radicados donde los atacantes esperaban: en la cúspide.

Sin embargo, inevitablemente se impone el ordenamiento, en parte por lo reiterado del ataque, en parte porque la reacción política termina por primar sobre la reacción emocional.

En la contra-respuesta no hay que perder de vista algo que los que atacan no se plantearon: el efecto acumulado de la guerrilla de imputaciones cruzadas. No se puede llegar a justificar cualquier cosa simplemente porque se ha entrado en período de campaña. La democracia debe ser defendida, sin tomarse vacaciones o aceptar paréntesis.

Es frecuente caer en distorsiones mientras más incorporado se esté en el mundo público o partidario. Es fácil suponer que una comisión de la Cámara concentre el interés; es difícil pensar que ocurra otro tanto con la atención ciudadana. Comisiones han existido muchas, si tratamos de recordarnos cuántas y sus resultados la mayor parte de nosotros se quedará con la mente en blanco.

Ni defenderse ni atacar: reformar

En esta oportunidad se cuenta con una comisión integrada y presidida por personas de reconocida calidad, pero no quita que el debate parlamentario no se preste para una amplia discusión. Importa la opinión ciudadana sobre los temas de fondo: la transparencia y la ética pública.

Estamos advertidos de cuál será la línea de un sector radicalizado de la oposición. Es el comienzo, no el punto culminante. Se busca desgastar y corroer, sin diferenciar mucho entre Gobierno y sistema de convivencia.

Pero el centro del mundo no está en la oposición ni en lo que en ella se teje o desteje. En el oficialismo, tras tantos ataques, las opiniones sobre qué hacer parecen dividirse entre quienes ponen acento en la defensa y quienes quieren devolver la mano. Ninguna es correcta: sigue dejando a la oposición como el elemento más importante.

Cierto que el ataque es envenenado, las denuncias han venido atadas a la suposición de la peor intención, no se busca solucionar lo que se denuncia. Pero lo relevante es lo que ocurre con el país.

Hay que ver si de tanto mal no se puede sacar algo bueno. Tenemos un festival de denuncias: se puede partir del supuesto que en algo pueden estar identificándose errores, procedimientos mal definidos, vacíos legales, prácticas visadas por la costumbre. ¿Por qué no reformarlas, si tenemos la oportunidad y la atención para hacerlo?

La defensa cerrada de cuanto se hace no es prudente. Cuando ambos bandos se atacan uno al otro, cual si fuera un conflicto entre el error y la verdad, lo más probable es que nadie tenga la razón. El que gana es el primero que se flexibiliza para encontrar el camino de la cordura.

De una parte de la oposición no partirá un gesto de estas características puesto que la estrategia que asume la lleva a polarizar y agredir. Si se le contesta, sus promotores serán felices, puesto que es lo que buscan. Pero no a todos les puede gustar el aglutinamiento en los extremos. Las posturas más sensatas en la oposición están pasando a un segundo o tercer plano y esto no puede ser bien visto por los afectados.

No importa únicamente lo que los opositores piensan, sino lo que se medita en la propia casa. No hay quien no defienda lo que se ha hecho, pero tal vez muchos quieran que más de algo se evite hacer en el futuro.

Este Gobierno cuenta con un inusual apoyo ciudadano. Lo es más si se piensa que está en su período de término. Sólo cuando se es fuerte se puede sacar algo bueno para el país de los peores ataques, ¿por qué no hacerlo una vez más?