viernes, julio 29, 2005

La carrera para no ser tercero

La carrera para no ser tercero

Piñera puede quedarse con una imagen ganadora (aun perdiendo ante Lavín) si es que RN mejora sus posiciones parlamentarias en relación con la UDI. Si es mezquino, el éxito buscará la alternativa: Allamand.


Víctor Maldonado



Cada vez son más en la derecha aquellos a los que la carrera presidencial los tiene sin cuidado. Piensan que el resultado no tiene ningún misterio y ya se hicieron a la idea. Piensan que concentrarse en quién llega segundo puede ser muy apasionante para los directamente involucrados, pero no para muchos más.

Agreguemos que es bien posible que no exista segunda vuelta, por lo cual el orden de llegada tendría mayores efectos entre los historiadores que entre los perdedores.

En la oposición el interés se concentra en la competencia parlamentaria, y, en especial, en la competencia senatorial. En este escenario más acotado, RN tiene mucho que ganar y la UDI tiene mucho que perder.

La anterior elección fue en el mejor momento que ha tenido el gremialismo en su historia, y eso se ha hecho sentir hasta ahora. La UDI aventajó con mucho a Renovación en cuanto a diputados y en senadores obtuvo la victoria en los lugares más disputados.

Tras el reemplazo de Lavandero, el gremialismo ha quedado con igual número de senadores que la DC (11), de los cuales siete están en disputa en esta ocasión. Mientras, RN arriesga sólo dos. En la cámara baja, la distancia es bien notable, porque el gremialismo cuenta con la bancada más numerosa (34), mientras que RN tiene únicamente 19. En esta ocasión esta distancia podría acortarse.

Este dato no hay que perderlo de vista para entender lo que ocurrirá en la derecha: el panorama puede cambiar: del predominio incontrarrestable de la derecha dura se puede pasar a una situación más equilibrada. Por eso ambos “socios” sacan las cuentas más obvias y se preparan para lo que viene.

Se puede recordar el ambiente que rodeó la proclamación de Sebastián Piñera como candidato. En el nivel de entusiasmo no se relacionaba tanto con sus posibilidades reales, como con la sensación de liberarse de un sometimiento que pesaba como un yugo. Fue un reto de chico a grande, en el momento de mayor debilidad del poco querido aliado.


¡Ay de los vencidos!

El problema se presenta inmediatamente después de la euforia. No fue por exceso de ternura que la UDI desplazó a RN del primer lugar. Saben que las rebeliones tienen que ser sofocadas en ciernes o terminan por triunfar. Cada cual sabe la suerte que puede esperar al vencido y el miedo a salir tercero es todavía más fuerte que el puro deseo de ganar.

Sería mejor llegar a un acuerdo, pero la derecha no sabe de reconciliaciones sencillas. En este instante se enfrentan estrategias que llevarán a dilucidar en pocos meses quién tenía la razón y quién estaba equivocado. Se sabrá quién puede pasarle la cuenta al otro, y tomará el liderazgo por un tiempo prolongado.

En momentos como éstos, cuando lo que se juega es el predominio por años en el sector, no queda mucho espacio para los fingimientos.

Si la derecha se hubiera dedicado -como sí lo hizo la Concertación- durante dos décadas a consolidarse como conglomerado, nadie dudaría sobre lo que hay que hacer. Como es obvio, primaría el interés común.

Pero no se puede cuidar lo que no existe. En cambio, la competencia entre partidos es algo real. Senadores y diputados se pierden o se ganan, superando a sus compañeros de lista.

Y aquí se dan los casos más paradójicos. Estos se presentan en las ocasiones en las que hay un candidato a senador de otro partido con todas las posibilidades de ganar; pero, al mismo tiempo, la Concertación es muy fuerte y puede doblar la votación de la derecha si realiza su mejor esfuerzo.

¿Dónde está el problema? Muy sencillo: en definir el acompañante del candidato principal. Salvo excepciones, un buen candidato de derecha aglutina importante apoyo, pero es el acompañante (aquel que no puede salir, pero que impide el doblaje), el que le asegura su victoria.

Lo irónico es que el partido que pone el acompañante -el que gasta una gran energía institucional- no gana nada, y es el que permite que el “aliado” obtenga el triunfo.

Pero si tras la elección, lo que viene es el ajuste de cuentas, no hay de qué alegrarse. Si el otro partido saca más parlamentarios, entonces aprovechará su ventaja para intentar someter a sus directrices a sus involuntarios cooperadores. No otra cosa hizo la UDI con la ventaja que obtuvo en la vez anterior.


Mejor reconstituirse después

De modo que para enfrentar al “aliado” se necesitan de tus votos y de tu propio aporte. La pregunta obvia en este caso es preguntarse: “¿para qué realizar un esfuerzo que se vuelve en nuestra contra?”

Y aquí está el nudo de las decisiones a tomar durante la campaña.

Las opciones básicas son dos: o se trabaja en todo lugar para que salga el compañero de lista (donde no se tiene opción), o se presenta un candidato débil en lugares donde el otro lo necesita para poder salir electo evitando el doblaje. En otras palabras, o se juega uno por mantener la representación de la Alianza, pero poniendo en riesgo el futuro de su partido, o se privilegia el maximizar las opciones de su partido, sacrificando la paridad que podría obtener el conglomerado opositor.

¿Usted qué haría? Por cierto no se trata de opciones absolutas. Se trata de decisiones finas en lugares muy escogidos. Pero las opciones básicas existen. En todo caso, por sus opciones los conoceréis. No sólo está definiéndose la disputa entre partidos, sino también quién tendrá mayores posibilidades para llenar el vacío del liderazgo presidencial.

En esta oportunidad el peligro se focaliza en la UDI y sus principales figuras. En cambio, las mejores expectativas están en RN. Esto no ocurre porque sea más probable que desplacen a Lavín del segundo lugar, sino porque esto terminará por carecer de importancia.

Así que Piñera puede quedarse con una imagen ganadora (aun perdiendo coyunturalmente ante Lavín) si es que RN mejora sus posiciones parlamentarias en relación con la UDI. Y eso se mide por número de parlamentarios electos.

Pero para que esto ocurra, es indispensable que los candidatos de RN tengan el convencimiento de que el factor que terminó por desequilibrar la competencia fue el apoyo del empresario.

Si Piñera es mezquino en el apoyo efectivo, el éxito obtenido buscará representarse en una figura. En este caso, la personalidad alternativa es Andrés Allamand. Aunque no haya tenido arte ni parte en las decisiones que llevaron a la actual situación, y aún cuando las decisiones que ha tomado en los últimos años sean más bien deplorables. Una vez más quedaría claro que nadie sabe para quién trabaja.

En esta campaña terminará por morir la derecha tal como la conocemos. Nadie llorará mucho por ella. La regla fue el conflicto y la excepción los momentos de acuerdo. Lo que importa es despejar qué partido y qué líder le pondrá sello e impronta.