Una candidata, un pacto, un comando
La Concertación tiene que verse en acción. Necesita que la vean. No puede cometer el mismo error de las pasadas elecciones presidenciales, en que la iniciativa pasó a quienes no la esperaban.
La legitimidad incuestionada
En una entrevista Ricardo Lagos dijo una idea sencilla, pero de múltiples consecuencias: “Nadie discute hoy la legitimidad de Michelle Bachelet como candidata única de la Concertación”. El “nadie discute” no hace referencia a los dirigentes políticos. También quiere decir que entre quienes se identifican con la Concertación, el gesto de Soledad Alvear fue comprendido y asimilado con sorprendente rapidez.
Nos parece natural el proceder sensato de las personas involucradas. Pero no es una feliz coincidencia, sino un logro político fino. Basta hacerse una idea de qué pudo pasar pero no pasó. La DC pudo haber entrado en un proceso de crisis y, en vez de eso, ha privilegiado su unidad. Pudo haberse despertado un malestar ciudadano por la invitación frustrada a una primaria, y no sucedió. Pudo producirse un vuelco hacia un candidato de derecha -canto de sirena incluido- y pocos se movieron.
Así que el conglomerado absorbió el nuevo escenario, evitando calamidades. Lo consiguió en esta oportunidad porque en muchas ocasiones anteriores había sobrepasado duros obstáculos. Ha cultivado lo que provoca envidia en la derecha: un “espíritu concertacionista”. Lo que una y otra vez derrota a la derecha es “la superioridad de una historia”. Así que se sorteó el momento más difícil, por la responsabilidad de muchos y la buena conducción de Alvear y Bachelet. ¿Está todo listo? No. Pero, ¿es que alguien cuestiona a Bachelet? No, nadie, y menos que nadie la DC.
Estas afirmaciones son más enigmáticas para quienes no participan de la política partidaria. Explica este aparente sin sentido la necesidad de cerrar la negociación parlamentaria. El procedimiento es conocido pero no resulta fácil de implementar: es algo así como “el que tiene el candidato a la Presidencia compensa”.
No sólo de parlamentarios vive la Concertación
Para mantener los equilibrios, el o los partidos sin abanderado obtienen más y mejores cupos. Se ha empleado a favor de cada componente de la Concertación. Hasta dónde se llega en el esfuerzo es algo debatido.
Nunca el cutis poco terso de unos y los arranques dramáticos de los otros, convencen mucho a la contraparte. ¡Cada cual se conoce el libreto de memoria y pueden intercambiar papeles sin problemas! Cada cual, también, sabe anticipadamente hasta dónde llegar. Sabe donde lo razonable pasa a excesivo y donde lo justo pasa a tacañería.
Íntimamente saben que toda esta puesta en escena se podría acortar bastante, pero ¿quién apreciaría el invaluable papel que cumplen los negociadores si resolvieran pronto?, ¿dónde iríamos a parar si las cosas se hicieran fáciles?
Son “los ritos” y son respetados por sus fieles y adictos. Nunca hay que olvidar que no estamos en el territorio del glamour. Mejor no enterarse de los entretelones. Cualquier hijo de vecino que se encontrara en una mesa de negociación palidecería de escuchar lo que se dice y ver lo que se hace.
Los que conocen los ritos saben que se está ante un equivalente laico de un cónclave. Tiene sus códigos y señales. La fumata negra es cuando unos dicen “nosotros no usamos el chantaje” y los otros, que “hay quienes hacen demandas excesivas”. Significa: “si esto sigue así, no vamos a llegar a ninguna parte”. Luego aparece la fumata blanca: unos dicen “creemos que ha ganado Chile” y otros “hemos dado muestras de una gran generosidad y del espíritu concertacionista que siempre nos ha animado”. Traducción: “Hemos conseguido (o salvado) todo lo que pudimos”.
No se pueden olvidar los hechos fundamentales. Primero: la negociación es imprescindible, es vital para los partidos y es sustantiva para dar gobernabilidad y respaldo a un gobierno. Segundo: no se puede reducir la política a la pura negociación sin grave daño de la opción común.
En el principio fueron los gestos
Si de algo sirve la historia es para dar lecciones. Todos pueden recordar que en la ocasión anterior, Lagos nunca estuvo mejor que cuando terminó las primarias y su opción parecía imbatible. Dado este convencimiento, aflojó la presencia en terreno y entró a un compás de espera. Una espera larga, excesiva, marcada por la burocracia política. Resultado: la pérdida de la ventaja, el desánimo, la aparición de dudas. La iniciativa pasó al lado de los que no esperaban y ocupaban todos los espacios que la inacción iba dejando.
Es insensato caer dos veces en el mismo hoyo. En las próximas cuatro o cinco semanas de define más que los candidatos parlamentarios, se establecen tendencias.
En una elección el que pierde de vista a los electores va por mal camino. La Concertación es voto de militantes de partido y, cada día más, adherentes a la Concertación misma. Son estos últimos los que hay que cuidar, alentar y hacer crecer.
Pero para que la Concertación sea atractiva, es decir, para que de motivos a los no militantes para respaldar a la candidata presidencial y a los parlamentarios, tiene que verse. No puede irse para la casa o encerrarse en los sótanos de la negociación.
Cada partido debe pensar en sus intereses, pero en su versión más íntegra. La DC crece en Concertación y los ataques contra la falange vienen de fuera, como veneno envuelto en dulce. Pasar una temporada centrada en reuniones, procesos y eventos puramente militantes es un daño para sus candidatos y, mientras mejores sean, más daño reciben. Lo cierto para la DC es cierto para los otros partidos y la campaña de Bachelet.
No es momento para caminar en un pie. Lo único que se consigue es cansarse y cojear.
Por las declaraciones de todos los dirigentes de la Concertación, sin excepción alguna, se puede decir que hay tres certezas: tenemos una candidata, estamos en proceso de finiquitar un pacto, tendremos un comando a un mes plazo.
Si nadie duda ni de la ruta ni del destino, es el momento de los gestos. La Concertación se puede dar el lujo de confraternizar a lo largo del territorio, en contraposición a la derecha, que se confronta con virulencia.
La Concertación tiene que verse y necesita que la vean. Es el bien común y lo mejor para los unos y para los otros. Al final del proceso estará el comando, las comisiones, las programaciones, los eventos formales. Se necesita anunciar el próximo trabajo conjunto, preparar el juego limpio y colaborativo. Como Lorenzini en el Maule, Carlos Montes llevando a visitar a Soledad Alvear. El cálculo tiene su espacio, la visión política tiene su sitio. Nadie ha dicho que tengamos que ser tan torpes como para creer que hay que optar entre una cosa y otra.
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