Cierre por mantención, vuelvo en agosto
Cierre por mantención, vuelvo en agosto
Levantar una candidata, instalar una presidencia
Si la Concertación está planteándose sólo los desafíos que la actual capacidad de la derecha le pone, comete un grave error. El primer lugar porque la derecha esta en un período de refacción, por lo tanto no esta en condiciones de competir a plena capacidad en la presidencial; en segundo lugar, porque luego de este período saldrá con liderazgo político y partidario renovado.
Ponerse a la altura de lo que la oposición puede hacer ahora es demasiado poco; dejar para después el prepararse para una derecha recuperada, puede ser demasiado tarde. Ambas cosas son importantes. En política se toman en consideración todas las variables, pero con un horizonte de tiempo diferente, según la capacidad de cada cual. Algunos planifican sólo el corto plazo, mientras otros toman en consideración períodos largos.
Un horizonte especialmente inadecuado para las candidaturas presidenciales de la Concertación, implicaría considerar exclusivamente lo que ocurra de aquí al día de la elección. Tal vez quienes estén en operaciones muy concretas y absorbentes pueden darse ese lujo, pero quienes tienen a su cargo la conducción, no pueden hacer otro tanto.
Todos saben en la derecha que sus posibilidades electorales se han alejado. Esto los obliga a pensar en objetivos a conseguir en un lapso de tiempo mayor. No está concentrada en lo que ocurrirá con su candidato (todos sabemos como terminará), que parece estabilizarse debajo de las candidatas de la Concertación.
Aunque incómodo, esto genera ventajas. Entre las principales está el hecho de que la oposición ya no tiene los límites que se deben fijar quienes sí saben que –lo más probable- es que se continúe en La Moneda.
Desde la derecha, un trabajo profesionalmente coordinado y con capacidad de tomar la iniciativa puede ser emprendido ahora de un modo persistente y bien dirigido. Pueden experimentar, pueden mostrarse creativos y promover iniciativas arriesgadas. Cambiado el eje de atención hacia un nuevo líder, la situación puede modificarse con rapidez.
La Concertación, a su vez, tiene que vérselas con un nuevo gobierno y prepararse para realizar de la mejor forma posible la transferencia de poder en una situación inédita, que requerirá muchos ajustes. Esto es preferible a aletargarse pensando en lo bien que le va en las encuestas.
La diferencia es notable. Si miramos sólo hasta la esquina lo que importa es la candidata a posicionar. Pero si miramos algo más allá, hay que instalar una presidenta y una presidencia.
Es cierto que no se gana una elección pensando en plazos largos, pero tampoco se puede preparar al país para una auténtica transición exclusivamente con mentalidad de comando. Porque lo que ha pasado en Chile -en parte importante por lo realizado por la Concertación en el poder- es un cambio cultural de gran magnitud, que obliga a los políticos a una puesta al día equivalente. O a salir de la escena antes de lo que piensan.
El rescate ciudadano de la política
El ciudadano de la calle ha irrumpido en los salones de la política de notables, pidiendo cercanía, transparencia, calidez y atención preferente a sus preocupaciones. Una vez que se ha tomado suficiente conciencia de este cambio, ¿qué espacio queda para la política entendida como conciliábulos de iniciados, practicados desde tarimas?
Si alguien cree enfrentar un episodio de circunstancias, que vea lo que está aconteciendo con la cercana realización de elecciones primarias. Cada uno de nosotros puede observar, precisamente, el rescate de la política por parte del ciudadano común. Las primarias de la Concertación son un acontecimiento ciudadano, que se extendió a la convivencia cotidiana.
Si las candidatas fueron señaladas por el apoyo ciudadano es porque se las ve cercanas, accesibles, capacitadas e idóneas. Pensar que tanta gente quiere que solo dos personas se comporten de este modo (de entre tantas personas dedicadas al servicio público), es algo más que insensato. Las han destacado a modo ejemplar entre una multitud de aspirantes que creían precederlas. Es tan significativo que ellas sean las candidatas, como que tantos otros no lo sean.
No hemos estado escasos de personas que se han vuelto expertas en el ejercicio de las técnicas del poder. Todavía tenemos más administradores de recursos públicos. Pero unos ni otros marcan la diferencia. Los entusiasmados por sus propias carreras políticas, no logran despertar suficiente entusiasmo en los demás tras tan acotados objetivos.
Cuando se gana, se está recién en el comienzo
Hacen falta personas que movilicen a la comunidad nacional como un todo. Se trata, nada menos que de encontrar políticos que se sigan viendo a sí mismos como personas normales, de vidas cotidianas reconocidas, a pesar de haber estado expuestas por largo tiempo al ejercicio del poder. La fuerza extraordinaria de las candidatas emana del hecho que no están interpretando a un personaje público. Son lo menos parecidas a una estatua en actitud de “padre de la patria”. Son ellas mismas sin estridencias y con naturalidad.
Al comienzo, esto mismo parecía descalificarlas entre quienes hacen de la práctica política el centro de su actividad diaria. Esto, porque “no hacen lo que se debería”. Pero los que estaban equivocados era el círculo de entendidos. No al revés.
Es indudable que ha ido despertando una energía social dormida, como no se veía desde el lejano tiempo de la recuperación democrática. Quienes despiertan al interés por lo público son los destinatarios (al menos nominales) de todo lo que se hace en política: los jóvenes, las mujeres, es decir, los que antes miraban y ahora opinan. Hay que despertar una responsabilidad equivalente para no dejar que tanta esperanza se malgaste. Se promete el ejercicio compartido del poder, para tener un país más justo, maduro y confiando en sus capacidades.
A cada liderazgo corresponde una forma de organizar la presidencia y el gobierno, para que lo que se promete, se cumpla. Lagos ha obtenido un reconocimiento merecido; no es ajeno a su éxito el haber encontrado un equilibrio entre sus capacidades y la de sus colaboradores. Quien crea que esto sucedió por generación espontánea, no entiende nada de lo ocurrido. Se aprendió de errores y se perseveró en las buenas prácticas.
Ahora se tendrá que hacer lo mismo. Ningún fragmento de la Concertación puede conseguir esto por sí solo. Si queremos más participación y más democracia, habrá que estar preparado para más eficiencia y una mejor gestión. Ahora que prepara diálogos y debates que llegan a las primarias, es bueno recordar que, cuando se haya ganado, se estará recién en el comienzo.
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