Entre la alternancia y la renovación
Entre la alternancia y la renovación
No es lo mismo que una dictadura se perpetúe en el poder a que en democracia una coalición de gobierno revalide el apoyo ciudadano cada vez que los votantes tienen oportunidad de pronunciarse. Esta idea de la alternancia en el poder no quiere decir que fatalmente se debe reemplazar una coalición. La idea es bastante diferente.
Se trata de impedir que exista un resultado predeterminado cuando la ciudadanía es convocada, que no exista una fatalidad anticipada que afecte el resultado en un sentido u otro. La idea de “ahora nos toca a nosotros” no tiene relación con una necesidad democrática, sino con la estrategia de los que no tienen el poder. Pero lo decisivo es lo que piensan los electores, no lo que es designado como mejor por una campaña interesada.
No es la mala voluntad de la Concertación lo que ha hecho que la derecha no haya vuelto al poder luego de ejercerlo en la dictadura, cuando la palabra “alternancia” ni siquiera pasaba por la mente de sus líderes. Más bien se relaciona con sus propias debilidades.
Sólo la característica mentalidad de mesiánicos y convencidos de poseer la verdad absoluta podría hacer creer que es la profunda maldad de los adversarios lo que explica la permanente derrota de “los buenos” (ellos mismos, por supuesto). En la visión de esos personajes, resulta que hasta ahora han sido derrotados porque ponen los intereses del país primero que nada, no como “los otros”, que “no trepidan ante nada por conservar el poder”.
Los que así se consuelan de sus incapacidades sólo terminan por confirmarse en su posición secundaria en la escena. Aunque lo anterior sea cierto, una coalición de gobierno debe estar siempre atenta a superar las dificultades que, de todas maneras, siempre acompañan un ejercicio prolongado en el Ejecutivo.
El principal riesgo es caer en la reacción rutinaria al enfrentar las principales acciones de gobierno. En otras palabras, lo que hay que precaver es que las más importantes tareas del Ejecutivo no caigan en una repetición constante de respuestas aprendidas.
¿Cuándo se puede apreciar que este fenómeno ha calado en un grupo humano? Muy sencillo: cuando lo que se hace es visto más como un punto de llegada que como un punto de partida.
Es bien comprensible que en un área vital del gobierno quienes han encabezado una tarea con buenos resultados sientan un orgullo por lo que han hecho. Más todavía cuando son ellos mismos quienes han ayudado a hacer realidad los avances que se pueden exhibir.
Estas personas son en particular sensibles a percibir la gran distancia que separa la realidad actual de aquella que se encontró al acceder al poder.
Lo que hoy existe es apreciado como un punto de llegada mucho mejor de aquel de algunos años atrás. Las críticas se replican con un sentimiento que mezcla la respuesta normal a una polémica con una especie de ataque personal. No puede ser de otra forma cuando lo que se cuestiona es aquello que ha significado tanto desvelo obtener.
Pero esta actitud no es siempre la más recomendable para quienes están en el gobierno. No hay que dejarse cazar por los resultados, si no estar atentos a resolver los problemas que ahora ocupan los primeros lugares en la agenda del país.
Esto quiere decir que respecto de aquellas tareas que se consideran de mayor prioridad nacional, lo más recomendable es considerar la situación actual un punto de partida para lo que se desea conseguir, más que un punto de llegada de lo ya logrado.
En otras palabras, se requiere un cierto desprendimiento de la propia obra, no porque se le quite valor, sino porque hay que proponerse metas mucho más lejos del punto donde ahora nos encontramos.
Reconocer los méritos del pasado es tarea de historiadores, estar preparados para responder a los desafíos de hoy es lo propio de la tarea política.
Existen áreas donde las decisiones básicas ya han sido asumidas y requieren darle continuidad a lo ya avanzado. La tarea principal requiere la tenacidad necesaria para darle seguimiento a lo que se tiene. Probablemente en esta condición estén aspectos tan diversos como relevantes: la renovación de la infraestructura vial, de puertos y aeropuertos; el proceso de modernización del Estado y la profesionalización de la gerencia pública; la ampliación de los tratados comerciales; el tratamiento dado a la Defensa Nacional.
Pero donde el próximo gobierno pondrá el acento de su gestión, es la capacidad de innovar respecto de lo que se tiene. Lo que puede llegar a ser necesario es, indudablemente, la renovación en el liderazgo de las tareas que implican un genuino y auténtico nuevo comienzo.
En estas condiciones se pueden contar, a lo menos, cuatro aspectos: la participación ciudadana en las políticas públicas que de forma más directa la afectan; la descentralización regional y local; las políticas de integración social de los más postergados y las de solidaridad social; y la estrategia para promover valor agregado a nuestros productos.
Tenemos que ser muy creativos para que las reformas de la salud, la educación y la justicia involucren efectivamente a los ciudadanos; para que la diferente ubicación en el territorio no sea una fuente de discriminaciones odiosas; para que se proteja mejor a las familias y los que requieren de mayor apoyo público; para desarrollar la ciencia y la tecnología aplicada a nuestras exportaciones. Mostrar cómo se hace todo esto y con qué renovados bríos es tarea de los próximos meses.
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home