Las damas primero
Las damas primero
La Concertación entra en un período de competencia. Esto implica confrontar méritos e ideas y tratar de convencer a indecisos. Hay formas apropiadas y otras inapropiadas para enfrentar este tiempo. Algunas prestigian a la política y otras no. La forma apropiada consiste en despejar las dudas existentes respecto de las alternativas reales en juego.
Se trata de mostrar la sensatez básica de sintonizar con las ya marcadas preferencias ciudadanas (los electores tienen la extraña costumbre de rebelarse cuando le pasan gato por liebre). No se puede perder de vista que se trata, ante todo, de una etapa preparatoria para la competencia con los verdaderos adversarios, mientras que ahora lo que toca es dirimir entre aliados. Ya sabemos quienes son del gusto de los electores, ahora se trata de saber quién –entre las candidatas- puede cumplir mejor la función presidencial, aquí y ahora.
Este ejercicio requiere urgencia, porque se va a competir con la derecha y se tiene la obligación de gobernar bien. Antes de la elección presidencial, la Concertación tiene que ponderar todo de cara a los ciudadanos: carisma y experiencia; estilos y habilidades; énfasis programáticos y capacidades de conducción.
Un paso que no pueda saltarse. Cualquiera sea el mecanismo que se emplee para la definición, lo fundamental es que sea transparente, que motive el interés ciudadano, que se concentre en los méritos presidenciales, y que, al final, cada uno de los involucrados quede con menos dudas y con más entusiasmo que el que tenía al iniciarse el proceso.
El mayor error sería entrar en una competencia presidencial falsa, en que uno de los contendores no busca la nominación si no mejorar posiciones para negociar. Es falsa una competencia en la que no se presenta la mejor carta disponible por razones aptas para iniciados y para nadie más. Un partido que actuara así no dejaría de ser penalizado por sus propios adherentes. En democracia, la confianza en la sensatez de los ciudadanos y actuar en consecuencia resulta irreemplazable. ¡No se puede convocar a una cruzada a Tierra Santa para terminar haciendo negocios en Constantinopla!
Por eso hay que evitar autoengañarse y conversar tanto con los amigos. Alguien pudiera creer que lo elegirán, porque tiene un discurso tan atractivo que a los demás no les quedará otra que irse para la casa una vez que lo escuchen. La interrogante es obvia: ¿por qué ha esperado tanto tiempo para revelar la buena nueva? La verdad es que en esta ocasión no hay mucho espacio para las sorpresas programáticas... El invento del agua tibia ya es patrimonio de la humanidad.
La primera preocupación de los candidatos es asegurar que serán capaces de mantener lo básico del rumbo establecido, porque después de un liderazgo tan marcado como el de Lagos, la continuidad en lo básico es en sí mismo un desafío.
Está en juego la capacidad de enfrentar nuevas metas como alianza política y como nación. Prueba de esto es la extraordinaria respuesta al discurso del ministro Nicolás Eyzaguirre en Enade. Sabemos lo que hay que hacer, lo que se discute es quién está en mejores condiciones para llevarlos a cabo. Como país, hemos llegado a las diferencias finas.
Cuando alguien de la derecha asegura que no conoce el pensamiento de alguna candidata de la Concertación, lo que en el fondo dice es que no sabe si es que piensa “correctamente”, es decir, parecido a la derecha misma. Un mundo en que los empresarios aprueban un candidato y la ciudadanía los ratifica, no es un modo de organizar las cosas que guste a la Concertación.
Los candidatos exitosos son los que consiguen aglutinar primero a su propia base de apoyo. Su objetivo es representar a la mayoría, porque sin interpretar los anhelos de los grupos menos privilegiados del país, se puede conseguir suficientes halagos pero nunca los votos para ganar.
Algo resulta preocupante a todo esto. En la derecha están demasiado callados y en la Concertación se habla mucho. Ninguno es un buen síntoma.
No es planificado el silencio de la derecha. Quedó así porque resultó muy golpeada en la última elección y requiere de tiempo para recuperarse. Además, los acontecimientos la sobrepasan una y otra vez. Esto sin hablar de la temporada en la que se realizó la APEC, donde parecía que a Chile venían líderes de todas partes y la derecha se había ido a cualquier parte. Nadie supo de ella.
Las reacciones respecto del informe sobre la tortura es una buena muestra de ello. Las declaraciones de Lavín no marcaron ningún hito, fueron pasadas casi por alto, y, cuando llegaron a provocar alguna reacción, esta fue negativa y provino de la propia oposición.
La derecha está en un período de sinceramiento y reacomodo en serio. El candidato ni convence ni aglutina y nadie tiene ánimos para sonrisas de circunstancias frente a las cámaras.
En estos días se repite una constante: la Concertación, y en particular Lagos, le hablan más y mejor al país, sobre temas trascendentes y con una altura de miras.
Si la oposición se queda pegada en su frustración, terminará por afectar hasta a sus adversarios, porque cada vez que esto ocurren se sienten con licencia para dedicarse a sus diferencias internas. No parece que ello vaya a ocurrir ahora.
La reacción opositora está siendo seria, no está buscando excusas y no tiene la menor intención de darse por perdida o de ceder espacios parlamentarios. En la Concertación el problema es inverso. La incontinencia verbal amenaza con causar estragos. Algunos parecen querer apoyar tanto a su candidata dan la impresión de estar más interesados en demostrar primero su propia influencia. Otros se ofrecen como alternativa cuando nadie parece estar solicitándoselos.
En ambos casos, la iniciativa es de las candidatas, y se espera que tengan la habilidad para emplear el poder que la ciudadanía quiere que ejerzan. Las damas primero.
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