viernes, octubre 22, 2004

El próximo gobierno empieza en el municipio

El próximo gobierno empieza en el municipio



El domingo 31 será la undécima vez en que los chilenos tenemos la oportunidad de votar desde que recuperamos la democracia. Hay un par de certidumbres que anteceden al recuento de votos: los resultados serán estrechos y la Concertación obtendrá más votos que la derecha, porque ha terminado el tiempo de las victorias fáciles.

Hay que mantener ese dato presente, porque en la última etapa de una campaña electoral es difícil orientarse. En lo más crucial de la competencia, no queda mucho espacio para la objetividad.

Dentro de poco empezará una batalla por la interpretación de lo que ocurrió en las urnas, porque los números no hablan por sí solos, no reemplazan a la política. Hay que alzar la mirada por sobre lo obvio para comprender por qué unos hacen mejor política que otros.

Esta campaña se caracterizó al principio por la competencia por fijar temas de interés ciudadano; establecer hechos que marcaran los hitos del período; mostrar coherencia y persistencia. Ahora, al culminar la campaña abierta, quedan pocas dudas sobre quienes establecieron su predominio en cada una de estas facetas.

En estos días hay quienes consideran que está bien que el Presidente llame a votar por los candidatos de la Concertación; otros, por el contrario, lo critican. Pero todos centran sus opiniones en torno a lo que Lagos dice o deja de decir. Así, se logra imponer la totalidad de la agenda de prioridades del oficialismo.

El gobierno marcó el episodio más determinante de este período. Cuando el Presidente Lagos hizo por sorpresa el cambio de gabinete, se produjo un giro anímico y práctico que tuvo un efecto extraordinario. Aunque no haya sido directamente la intención, cada vez quedan más claras las implicancias energizantes de liberar a las ministras como principal recurso político de la Concertación. La tendencia al alza se constató en todo el país, y por cada aparición de Lavín se pueden constatar cuatro o cinco por parte de la Concertación, con más figuras siempre en terreno.

La Concertación fijó la atención pública en las dos opciones centrales: polarizó las alternativas para los ciudadanos y puso en evidencia las implicancias políticas nacionales en juego. Si esto no hubiese pasado, los alcaldes de derecha podrían haber arrastrado una enorme cantidad de votos en las ciudades grandes. En cambio, los partidarios del gobierno han tenido una razón para mantenerse y conquistar votos, aun sabiendo que -en algunos casos- no lograrán obtener la alcaldía. Los cambios obtenidos caso a caso son pequeños, pero sumados dan justo la variación que hace la diferencia.

La derecha simplemente quedó sin rumbo. A principios de año, y tras derribar a dos presidentes de partido, Lavín notificó que partía la carrera presidencial. Después, cuando presentó a sus candidatos a alcaldes vaticinó que iban a “arrasar” en las principales comunas. Hace unas semanas, adelantó un cambio histórico: la derecha sobrepasaría a la Concertación en votos. Luego dijo que estar separado por dos o tres puntos se podía entender como un empate. Y hace unos días afirmó que esta campaña era municipal y que no se podía cometer el error de confundirla con la carrera presidencial. En verdad, Lavín impresiona más por la inconsistencia que por la variedad de sus opiniones.

A la Alianza no le va a ir mal. Al que le va a ir mal es a su candidato presidencial, por su ostensible falta de conducción. Lavín no instaló ninguno de sus temas de campaña, a pesar de tener muchas facilidades para ello. Hizo lo posible para sacar a las ministras del gabinete hasta que logró ponerlas donde le causaban más daño. Nada de lo que hizo -salvo ese autogol- tuvo efecto significativo.

Para peor, a los candidatos que les va a ir mejor en la derecha será a los que han sido menos entusiastas en aparecer con Lavín, quienes se resistieron a seguir los consejos de su abanderado y no presidencializaron la campaña, con lo cual no disgustaron a sus electores que no son de derecha.

Recuerdo el dato central: la Concertación ganará en forma estrecha. A esto hay que agregar que los empates no existen y que esta no ha dejado de ser una elección municipal, es decir, en que los factores locales inciden con un peso irrepetible en las elecciones nacionales. Para los ciudadanos lo fundamental es cómo se va a administrar su comuna en los próximos cuatro años, y no cómo se lean los resultados en las sumas nacionales.

Los empates no existirán ahora ni en la presidencial. La derecha con menos votos es -parece obvio- una derecha que pierde. A nivel de alcaldes, con varias listas, con candidatos por fuera, con los más diversos liderazgos e historias locales operando, el oficialismo no es mayoría absoluta. Nunca se dijo que lo fuera. La Concertación no saca las cuentas con versiones de temporada primavera-verano y otoño-invierno. Ha dicho algo simple: ganará a la derecha en votos, en alcaldes electos y en número de concejales. Pero sus dirigentes dirán algo más en la noche del recuento: cuando la definición sea presidencial, la distancia con la derecha aumentará. Por eso es que el próximo gobierno empieza en el municipio.