Líderes para toda la Concertación
Líderes para toda la Concertación
Los dirigentes políticos que buscan justificar su liderazgo sobre la base de obtener mejores resultados electorales, no han de esperar muy buenas noticias en el futuro próximo.
Las elecciones municipales suelen tener los más variados resultados a nivel local, pero no pueden otorgar lo que no tienen. A nivel nacional, quedará un resultado que se conoce con anticipación: la disputa entre derecha y Concertación sigue siendo estrecha (no tienen la mitad de los votos) y se mantiene la incógnita presidencial.
En la noche del 31 de octubre, cuando se haga el recuento, la competencia por la Presidencia estará más viva que nunca y se convertirá en una exigencia el rápido despeje de la opción concertacionista.
Los dirigentes partidarios podrán estar muy entretenidos analizando los resultados por separado, pero los ciudadanos centrarán su atención en las opciones de los conglomerados y en cuán lejos o cerca estén uno de otro.
Regularmente, luego de una elección viene un período de relajación, pero -en este caso- la tensión aumentará en vez de disminuir. Ningún partido de la Concertación podrá mostrarse demasiado contento por los resultados. En parte porque perder municipios es más fácil que recuperarlos, y porque es mayor la parte de candidaturas “por fuera” que provienen de sus propias filas.
El oficialismo cuenta con ventajas, pero no puede confiarse, abandonar la iniciativa política o perder el tiempo. El discurso sobre los avances moderados en los porcentajes de votos que obtenga un partido sonará -en boca de algunos- demasiado pobre, apto para iniciados y carente de importancia real.
Los partidos tienen siempre dirigentes que sueñan con que sus partidos impongan su hegemonía al conjunto de la coalición. Son aspiraciones menos genéricas de lo que parece, porque donde se dice “partido”, están pensando en la conducción que ellos creen que pueden prodigar a todos por igual. Se trata más de una quimera que de un sueño.
En la Concertación las alineaciones no se deciden sólo por la cantidad de votos que circunstancialmente obtengan unos y otros. Las discusiones de fondo no tienen un corte por partido, sino que se reproducen -con variada intensidad- en cada partido.
Como conglomerado, en cada lugar se está disponible a un debate de ideas. Esto explica el interés “cruzado” por escuchar los planteamientos de cada uno de los precandidatos o precandidatas presidenciales. No es un simple asunto de conveniencias, sino el afán de encontrar un sentido amplio a la acción que se proyecta en el tiempo.
No hay nada peor que empezar a anunciar lo que uno hará con una hegemonía que todavía no tiene. Y su obtención tampoco podría ser atribuida a la acción de una sola persona.
En pocas semanas, la Concertación saldrá de una prueba electoral muy exigente. Al conglomerado le habrá ido bien donde la mayor parte de sus militantes trabajaron y votaron por alguien que no es de su partido. Donde le irá mal será en los lugares en que el candidato actuó de manera hegemónica, rodeándose de los cercanos y desestimando la indispensable ayuda de los demás.
Quienes recorren el país saben que la Concertación no necesita antagonismos internos: lo que requiere es candidatura única, planteamientos comunes, una apuesta compartida y ganadora. Cuando se está aprendiendo esta lección surge el llamado de los que alimentan las diferencias. Es absurdo y fuera de lugar.
Los que predican la hegemonía son siempre quienes tienen aspiraciones desmesuradas. Quieren nadar sin que haya agua. Demuestran lo que quieren ser, pero más lo que no son. Están en un error los dirigentes que apuntan sus críticas a su propia alianza. Lo están por definición, por desequilibrio de juicio, por olvido del adversario principal. No colaboran al encuentro de soluciones y se convierten en parte de los problemas.
Por esto, es tan importante no perder de vista lo fundamental del momento y los resultados previsibles que esperan. En los últimos meses, los partidos de la Concertación se han desvivido –y sacrificado mucho- por hacer una buena negociación, que les permita aumentar sus votos. Tal vez, al que le vaya mejor obtendrá dos puntos más de lo que tenía.
Sonroja un poco decirlo, pero todo lo obrado se justifica por obtener una variación marginal. Por una variación porcentual que desde fuera más bien tiende a no llamar la atención. En lo que nadie ha obtenido éxito es en asociar ese pequeño cambio a un proyecto de envergadura.
Todo quedará casi como estaba, con pequeñas variaciones. Pero lo que espera el país no es definir esa diferencia, sino el cambio de rumbo o las reorientaciones que se consideren necesarias.
Para este efecto, nadie habrá ganado. En la Concertación no se vence. Menos aún cuando se trata de las grandes decisiones. El camino es el diálogo no el análisis electoral. Pero para esto, el sol no se pone en la próxima elección sino en la próxima etapa que vivirá el país.
Por ello, se necesitan auténticos liderazgos. Quien tenga algo que decir, que empiece a hablar ahora.
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home