Lo que ha cambiado
Lo que ha cambiado
La inscripción de candidatos marcó el inicio oficial de la campaña municipal. Al mismo tiempo, señala una nueva etapa de la definición presidencial.
Por el lado de la Concertación, la característica más notable es que está dispuesta a afrontar una competencia exigente. Recuérdese que su momento de mayor debilidad lo vivió cuando llegó a instalarse en el poder como si fuera su lugar obvio y natural. Con esta actitud, vino el alejamiento de la gente, el refugio en la administración y la baja de las defensas ante un verdadero desafío opositor.
La derecha no había planteado un desafío auténtico desde la recuperación de la democracia. Pero esta situación no podía ser eterna. El cambio se produjo en la campaña presidencial pasada. Lavín intentó ganar y lo hizo utilizando técnicas que, en parte, surgieron de la observación de los éxitos de la Concertación.
Realmente exigida, la alianza de gobierno primero reaccionó con sorpresa y con desconcierto. Sólo al final de la campaña se empleó a fondo, y, con más empeño que elegancia.
Sin embargo, el impacto de la experiencia fue profundo y perdurable. Bastante tiempo después del triunfo, la Concertación aún parecía en estado de shock. Simplemente se negaba a la idea de que la derecha hubiera estado tan cerca de ganarle. En ese momento el estado de ánimo no era el de los mejores, porque se pensaba que era improbable escapar dos veces por un pelo y que la oposición venía en alza.
¿Qué sucedió por el camino que tanto las condiciones como el estado de ánimo variaron significativamente?
Que la Concertación dejó de buscar justificaciones y retomó su vocación política. Contrariamente a lo que podía esperarse, lo que sacó al conglomerado de su estupor han sido las sucesivas crisis que ha enfrentado.
Lo cierto es que en las crisis la Concertación está en su elemento. No por nada las ha superado todas por más de una década. Y si llegó al poder fue porque supo escoger el improbable camino de la sensatez, superando las astutas barreras que le habían puesto los administradores de la dictadura.
A medida que enfrentó grandes problemas, la Concertación fue recuperando confianza y seguridad. También cosechaba reconocimiento público. Cuando dejó de pensar en la derecha y se centró en sus tareas, empezó la recuperación.
La otra razón importante es que Lavín hace mejor campaña que política, y eso lo notan todos.
Durante la última competencia presidencial, el alcalde de Santiago supo ponerse en el mejor escenario posible para un contendor con posibilidades de triunfo; es decir, encarnar la esperanza del cambio en un período de crisis económica, de aumento del desempleo y pesimismo generalizado. Además, se había producido una mutación importante entre los electores: la disminución de los que dan su apoyo incondicional a los mismos partidos y alianzas.
Por eso, la opción de Lavín resultó atractiva para personas que no tenían su voto decidido. Hizo una presentación simple, sencilla y amigable, que había pocas razones para rechazar.
Nunca nadie había tenido el camino tan despejado como Lavín, mientras las crisis golpeaban al gobierno una tras otra. Sólo una cosa falló. Y es que, incluso en su mejor momento, en la derecha a Lavín siempre se le reconoció que tenía votos, pero nunca se le reconoció que tuviera suficiente autoridad.
Algunos consideraron que tuvo un gran acierto al dar el golpe de autoridad contra los presidentes de RN y la UDI. No lo creo así. De alguien que oscila entre hablar en susurros y eliminar políticamente a ciertas personas no se puede decir que sea un político de manejo fino y experimentado. Y eso es lo que debería ser a estas alturas.
Ahora ya es tarde para que Lavín enmiende su imagen con operaciones comunicacionales. Él mismo construyó su imagen y “vendió” un producto; ahora que este empezó a cansar, no resulta tan fácil deshacerse de la imagen pública construida.
La encuesta CEP detectaba, en junio del 2001, que Lavín concentraba el 76% de opinión positiva y un limitado 9% de evaluación negativa, siendo el primero en la lista de mejor evaluados. En la última medición del mismo CEP, Lavín llega al 54% de evaluación positiva y al 26% de evaluación negativa. Y es ahora el quinto mejor posicionado luego de cuatro figuras de la Concertación: Bachelet, Alvear, Lagos y Trivelli.
Los problemas de Lavín se reflejan en la secuencia de encuestas que se han realizado desde la elección presidencial hasta ahora. Allí se aprecia claramente una tendencia declinante -situación francamente mala para él-, y un futuro en el que no se ven posibilidades de recuperación.
Lo fundamental es que la Concertación está pensando lo que viene como una competencia estrecha, en la que no puede cometer errores graves. Y Lavín está volviendo a ser visto como un personaje de derecha, y está aumentando su margen de derecha entre los indecisos y los que no se identifican con la oposición.
Lavín entra al inicio de la campaña con alivio, porque encuentra que en ella puede desplegar mejor sus habilidades. Pero lo que la política no da, las campañas no lo prestan.
La Concertación entra sabiendo que supera a la derecha, pero por margen estrecho. Y que si quiere ganar el futuro, debe conquistarlo desde ahora. Por eso en octubre las elecciones municipales serán mucho más que eso.
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