viernes, septiembre 24, 2004

Los líderes emergentes

Los líderes emergentes



No cabe duda que los nuevos liderazgos -a pesar de sus características personales irrepetibles- tienen un largo camino por recorrer… para ser reconocidos en sus casas. A los líderes de recambio, como Michelle Bachelet, Soledad Alvear y Marcelo Trivelli, les sale más fácil conseguir el apoyo popular que el de los cercanos.

Una de las razones que más pesa es que los responsables tradicionales de los partidos creen que “se las saben todas”: ellos deben aprobar a quienes ascienden como aspirantes. Actuar así se asemeja al disgusto, como si les molestara que aparezcan personas que no tenían en sus sabios cálculos.

Raro, pero cierto: para conseguir que las organizaciones partidarias “den la pasada” hay docenas de porteros, cada uno con su manojo de llaves.

¿Por qué tan poca modestia para reconocer los méritos ajenos? Quizá porque -al fin y al cabo- ellos los vieron crecer, dar sus primeros pasos en política y los han dejado de ver como son ahora, precisamente de puro familiares que les resultan.

No hay que identificar “nuevo” con “débil”. Quienes han podido destacar lo han hecho porque lograron superar a otros liderazgos tradicionales, acumulando una trayectoria extensa, con solvencia en los puestos que les ha tocado desempeñar y -en igualdad de condiciones- demostrar adaptación a los nuevos tiempos y rebasar los círculos de iniciados.

Más allá de los gustos, resulta hoy exigible que los líderes sean -a la vez- cercanos, cálidos, telegénicos, hábiles, propositivos y con estilo propio. Y, si de escoger Presidente se trata, a esta abultada lista se agrega el disponer de experiencia reconocida y suficiente madurez.

Los partidos tienen muchos dirigentes que destacan por alguna de estas características, pero que -aunque ellos mismos son conscientes de sus méritos- no han logrado destacar. Nadie se los ha impedido, y han tenido tiempo para intentarlo. Por eso son tantos los que se sienten llamados… pero tan pocos los elegidos por los ciudadanos como referentes públicos.

Sorprende que en el mundo de la política se plantee con tanta frecuencia la interrogante sobre cuán fuertes son los liderazgos emergentes. Aunque la pregunta más pertinente sea sobre la debilidad de los otros, es decir, de los que pudieron estar en primera fila y no lo están.

No es efectivo que una persona conocida por una de sus características (simpatía, capacidad de trabajo, etc.), carezca de otras igualmente necesarias para la conducción política. Se trata de un abierto prejuicio. En realidad, se pueden tener amplias sospechas en el sentido contrario. No son pocos los que así como fulguran, luego se apagan. Luego de las primeras pruebas exigentes, se vienen abajo.

Los personajes públicos sin contenido y con una alta exposición pública siempre están tratando de entretener. Preparan mini show para los noticiarios, en los que aparecen de parte de quienes tienen problemas o necesitan defensa. Han apostado más a ser amenos que consistentes, más a las encuestas que a las personas, más al efecto inmediato que a las consecuencias perdurables de sus palabras y gestos. Al final, terminan por aburrir, aquello a lo que le tienen mayor pavor. Cuando no pueden crear un ambiente de farándula, cuando de verdad les toca tomar posición ante un problema serio (del que no los puede sacar la frase vacía y la sonrisa de ocasión), entonces vacilan y, como tantos, quedan en el camino.

Este no es el caso de los nuevos líderes. Las principales figuras emergentes han pasado por más de una prueba exigente, tomando decisiones difíciles, soportando presiones, asumiendo riesgos, mostrando visión de conjunto. ¡Otro cuento es que algunos no se hayan querido enterar!

Cuando la gente no quiere divertirse, sino definirse, toma la decisión de mantener su apoyo a alguna persona por tiempo prolongado. Si ese vínculo es fuerte, los liderazgos son sólidos. Por esto interesa tomar conciencia de que los “nuevos” liderazgos sólo lo son en relación con otros que son inamovibles por mucho tiempo. Solo son “nuevos” o “recientes” en comparación con un cuadro político más bien anquilosado.

Los conservadores tienen dificultades para asimilar los cambios. Son como aquellos padres para quienes sus hijos son siempre pequeños, aunque peinen canas. Una cierta incomodidad debería hacérseles presente al tomar conciencia de que hace mucho tiempo que ven a las mismas figuras como “emergentes” (por varios años, en algunos casos).

Es como si las nuevas figuras sólo hubieran crecido cuando empezaron a figurar en las encuestas. Después parecería que se hubieran quedado suspendidas en el tiempo. No es así. Algunas figuras han comprobado que son muchos los que quieren que los representen. Si hay dudas, de seguro se despejarán en las próximas semanas.

Quienes terminan por formar un político de primera magnitud son sus adversarios, en especial cuando se proponen atacar con todo lo que tienen. Y estamos en el tiempo de los ataques, de las emboscadas, de las trampas escondidas y hasta, del “fuego amigo”. Quien sobreviva a todo eso estará preparado para lo que sea. Sólo seguirán dudando los aprendices de San Pedro.