La campaña y las ideas
La campaña y las ideas
Al parecer, la idea básica de la campaña presidencial consiste en arrebatar las propuestas que el otro bando considera como propias. En el caso de la Concertación, ocurre con el tema de la seguridad ciudadana, y en el caso de la derecha con la equidad social o la igualdad de oportunidades.
El comando de la derecha ha parcelado las responsabilidades: campaña municipal; área programática y políticas públicas; preparación del Bicentenario; y, ahora, programa de igualdad de oportunidades y equidad social. A este último aspecto le asigna creciente importancia y busca convertirlo en un componente transversal del programa. De lograrlo, la oposición competiría en un área clave de la identidad de la coalición de gobierno.
La derecha destaca la equidad social, tal vez porque el acento en el tema de probidad, luego de las cuentas de Pinochet, ha quedado más que relegado, o simplemente porque el tema se impone a todos los que quieran decir algo relevante. O simplemente por estrategia. Lo cierto es que saltará al abordaje.
Pero la Concertación no “llega” a los temas relevantes, “está” en ellos desde hace tiempo y puede mostrar logros. Tiene una historia que lo avala.
Por esto, el centro del debate para la Concertación es la coherencia y la consistencia de lo que se va a proponer. Ni esta campaña ni la que sigue se puede convertir en un ritual de palabras bonitas editadas para spots publicitarios.
Al aterrizar la discusión a un asunto de conductas y de comportamientos prácticos, la derecha pierde gran parte de su atractivo. La oposición no viene llegando de ninguna galaxia: vota en el Parlamento, apoya o rechaza iniciativas, dirige municipios, definen posiciones en los medios de comunicación. Sobre todo ello debe responder.
Es frecuente que luego de cada logro de gobierno, aparezca de inmediato la demanda opositora de una nueva tarea por cumplir. Se entiende esta lógica. Pero no se entendería que el gobierno dejara a la derecha en el cómodo papel de un espectador que da instrucciones a los jugadores para que metan más goles. La Concertación, ante cada comentario insatisfecho, debe preguntar qué hizo el vocinglero comentarista.
En la alianza de gobierno se tiene la impresión de que falta una propuesta de futuro. Esto es un error. Los que idean y desarrollan las reformas más relevantes para el país están mejor preparados para decir cuáles son los desafíos del mañana. El problema es con qué énfasis se continúa y en qué sectores se debe reorientar el esfuerzo.
Si la derecha parece un protagonista en busca de una obra que representar, la Concertación parece un elenco con obra, pero que le falta escoger al protagonista principal. El libreto está; falta la voz que les da vida, tono y originalidad.
La necesidad de siente con más apremio a medida que pasa el tiempo. Hasta hace poco, parecía ser más conducente -para quien ejerce el poder- dejar el tema presidencial para más adelante; ahora, pasa casi todo lo contrario: solo se podrá gobernar bien si se sabe a quién se entregará la posta o al menos como se procederá para que sea escogido.
La respuesta a la derecha es poner el acento en la credibilidad, la coherencia y la consistencia, atributos que se encarnan más en personas que puramente en organizaciones.
Hay quienes temen que el perfilamiento de algunas personalidades complique al Presidente y al gobierno. No hay razones para este temor. Lagos no es de los que necesitan que lo protejan ni de los que tienen dificultad para mantener protagonismo. Precisar la continuidad fortalece al Ejecutivo, en ningún caso lo debilita. Y la continuidad la da un liderazgo que no es el de los presidentes de partido, que cumplen otros roles fundamentales.
Se sabe que este período es el más difícil, pero puede serlo más de lo imaginado. Una cosa peor que un pato cojo es una bandada de patos cojos. Mientras dura el interregno, puede suceder que el gobierno, los partidos y hasta los mismos candidatos pierdan parte de su fuerza y de su capacidad para ordenar el cuadro político.
En democracia, los liderazgos que marcan el rumbo son aquellos que cuentan con apoyo ciudadano; los demás cumplen papeles decisivos, entre las que sin duda se cuenta mantener y proyectar a los partidos políticos. Pero no es desde estos puestos desde donde se dirige a la nación.
En democracia, cada cual habla por sí mismo. No es el gobierno de los voceros, de los intérpretes o de los oráculos. Hay quienes se sobreactúan tanto en la defensa de su candidato que dan la impresión de querer reemplazarlo. Los voceros empiezan diciendo “a ella (o a él) le parece”, luego, insensiblemente encabezan sus comentarios con “nos parece” y, al final, terminan con un desembozado “yo opino”. Razón de más para evitarse sus servicios.
La Concertación lo tiene todo para ganar, pero, por el momento, no tiene con quién. Tiene varios nombres, pero necesita solo uno. Tiene varias formas para escoger, pero no ha identificado cuál. ¿Por qué no empezar a despejar las incógnitas?
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