viernes, octubre 01, 2004

Segundos lugares no sacan premio

Segundos lugares no sacan premio


El cambio de gabinete es un fuerte remezón que altera algunos aspectos del escenario político y deja otros intactos. Ambas cosas son importantes y conviene analizarlas con detención.

Entre los aspectos que cambian están los pronósticos sobre los resultados municipales más esperables, que tienden a converger en un escenario de competencia estrecha.

A un mes de la elección ningún sector espera muchas sorpresas. La elección marcará más todavía el hecho de que nadie entra en la competencia presidencial sabiendo que tiene la partida ganada.

Sin embargo, al escuchar a Joaquín Lavín pareciera que algunos prevén un resultado distinto. El alcalde ha afirmado tres aspectos que merecen una revisión: que “la municipal mostrará una UDI fuerte y una RN en crecimiento”; que “¡nunca! habíamos tenido más posibilidades que ahora de ser gobierno. Incluso la vez anterior partimos 20 puntos abajo”; y que lo que importa son las grandes ciudades. En general, “la Alianza, que tenía 40%, va a subir cinco puntos y la Concertación bajará”.

El abanderado de la derecha se muestra como triunfador, porque “para la presidencial pasada, el mejor resultado de la Alianza en una elección había sido 36%, en la parlamentaria última tuvimos 44%. Y en la municipal va a ser más”.

Las cifras están bien, pero sus conclusiones no. Lavín tiene razón cuando describe la tendencia del último período a que se acorten las distancias entre los dos bloques. Los datos que presenta son ciertos y es efectivo que tiene buenas posibilidades de ganar. Pero no es efectivo que este sea el momento en que la derecha ha estado más cerca de obtener la Presidencia. Eso ya aconteció en la oportunidad pasada, y no supo -no pudo, más bien- aprovechar la ocasión.

Pero la percepción cambia si se amplía la visión y se observa lo que ha pasado a los demás. En la última elección presidencial había una situación económica deprimida; crecientes problemas sociales: una coalición de gobierno acostumbrada a no tener competencia al frente (una candidatura concertacionista confiada en un triunfo seguro); y una candidatura de derecha moderna, novedosa, con un “no político” de candidato.

Al hacer la misma operación pensando en 2005, con una economía en crecimiento y el empleo en recuperación; problemas sociales acotados y de “responsabilidad compartida”; una coalición de gobierno preparada para la competencia, con candidaturas en actitud de conquista, novedosas; y un candidato opositor conocido, asimilado a la imagen tradicional de político “cosista”, pero con pocas cosas que mostrar.

Si se comparan los resultados, Lavín está más consolidado que la vez anterior, pero no para ganar, sino para salir segundo. La derecha es un cohete que despega bien, avanza sin tropiezos, sube alto, pero inicia su descenso poco antes de llegar a 50% de los votos. Todo bien. Felicitaciones. Pero no saca premio.

Sin embargo, hay muchos otros aspectos que el cambio de gabinete altera en profundidad. No hubo quién dudara de que era el momento de la definición presidencial, sin transición ni rodeos.

Ahora se puede hacer una apuesta con algún grado de “maldad”: dentro de poco la derecha estará preguntando a quién se le ocurrió la peregrina idea de que la popularidad e influencia de las ex ministras dependía de sus puestos. Hay ocasiones en política en que un actor -perdido por un mal diagnóstico y una peor evaluación- lucha denodadamente por lograr algo que lo perjudica en vez de beneficiarlo. Este es el caso.

La aparición anticipada de la definición presidencial deja en mala posición a Lavín. De un día para otro, se sitúa como el único candidato que queda mal ocupando un puesto público (el de alcalde), que le importa cada vez menos y al que le dedica mínima atención.

Por esto, pasará del ataque a la defensa, justo cuando más se necesita su presencia en terreno. Esta será la mayor pesadilla de la oposición. Lavín no es reemplazable por otras figuras de derecha porque, comparativamente, estas resultan ser más partidistas y menos atractivas para quienes no han decidido su voto.

Ahora la Concertación dispone de sus figuras más atractivas, con dedicación exclusiva a estar donde se les necesita. Y tiene, además, tres o cuatro personalidades con amplia llegada ciudadana que estarán en lo mismo, incluyendo al propio Presidente Lagos.

Lavín repitió el error anterior de la Concertación, pero en sentido contrario. Esta vez fue él y su comando quienes subestimaron la envergadura del desafío que representan Soledad Alvear y Michelle Bachelet. Organizó su estrategia pensando en personajes débiles y dependientes que, en realidad, no existen.

¿Qué ocurrirá ahora? Muy claro: si Alvear y Bachelet se incorporan a la campaña municipal apoyando a los candidatos de la Concertación sin distinción de partidos, entonces el oficialismo habrá encontrado el camino del triunfo. En caso contrario, nadie evitará la derrota.
Si ellas colaboran con todos, se demostrará que el bien común existe y que las aspiraciones personales están sujeta a un proyecto nacional real y compartido.