viernes, diciembre 24, 2004

Las dos campañas de la derecha

Las dos campañas de la derecha



En la próxima elección se enfrentará Lavín con una candidata de la Concertación. La derecha no tiene muchas esperanzas de éxito electoral, y no pretende engañarse a sí misma con posibilidades que están en retirada.

Pero esta no será la única competencia en liza. También estará enfrentándose la forma cómo se organizan los partidos y la manera en que realizan su tarea. En esta segunda competencia, las cosas están mucho menos claras. Por ahora, los partidos de la oposición aún terminan de decidir la modalidad que emplearán para ganar esta competición más subterránea, en la que ni se conforma ni pretende salir derrotada.

Las coordenadas básicas de lo que pretende la derecha apuntan a consolidar la coalición como tal: mejorar sus propuestas, mostrarse como una alternativa de gobierno viable, más allá de Lavín. Gonzalo Cordero, asesor del candidato, llama a esto construir “una alternativa seria, abierta, innovadora y estable”. Es decir, la oposición se ha dado cuenta de que, si ha sido derrotada por la Concertación en todas las elecciones desde 1989, es porque ésta se ha presentado como la mejor alternativa política, sabe superar sus problemas y despierta más confianza. La derecha quiere enfrentar la razón de fondo que la hace perder.

Puede ser que ahora la Concertación esté casi absorbida por los problemas de bajo tonelaje y de alta intensidad. Pero esto no quita que -calladamente- la derecha se esté remodelando, con éxitos parciales y trabajo en conjunto.

Cerrada las puertas en el corto plazo, la derecha puede preparar el mediano plazo. Es lo que está haciendo. Así que se puede esperar que experimente una cierta renovación política. Pero es más dudoso que el centro de ésta se localice en el comando de Lavín y en quienes han puesto el tema en debate. Lo que emergerá con más fuerza provendrá desde el interior de los partidos, donde está y permanecerá el piso real que permite sostener un esfuerzo prolongado.

Quienes hablan desde el comando a los partidos, más que al interior de ellos, están perdiendo posiciones internas. Las reformas estructurales políticas nunca se hacen anunciándolas tanto que logren despertar todos los mecanismos de defensa, aún antes de haber empezado. Por su afán de reformar la derecha rompiendo resistencias, los adictos a las entrevistas conseguirán que los partidos consideren al comando de Lavín un lugar al que hay que integrarse con recelo. Los partidos de la oposición han dejado ya áreas muy importantes -como la negociación parlamentaria- fuera del alcance del candidato y sus colaboradores. Otros aspectos pueden seguir el mismo rumbo si en el comando siguen tan locuaces y -al mismo tiempo- tan débiles.

Si Lavín pierde la próxima elección ya no será más un presidenciable y sus asesores dejarán de tener influencia. Estos acertaron al identificar el tema de mejorar la forma de hacer política como una preocupación central. Pero se equivocan al intentar trasvasijarlo a un debate sobre una orgánica. Con el tiempo en contra, intentan aprender de la Concertación, pero lo hacen de mala forma. Por esto, quienes llevarán a puerto esta idea no son lo que la han puesto en el tapete, si no quienes desde los partidos pueden darle continuidad. Tanto en la UDI como en RN piensan que para estructuras basta la de la campaña presidencial, mientras que la potencia de los partidos -según Novoa- no puede ser reemplazada por “una superestructura de laboratorio”.

El reordenamiento de la derecha es importante, pero no se ve por qué ha de quedar definido en el período de campaña por quienes perderán la elección presidencial. Que se converse tan abiertamente es una señal más de que el horizonte de este plan excede la campaña, aunque no está tan claro que Lavín lo considere así. La renovación de un sector político se hace tras un liderazgo claro (que es lo que empieza a debatirse) y no por las figuras que comienzan a eclipsarse.

En realidad, los impulsores de la iniciativa ya se han excedido y con creces. En la medida que más se explayan en sus explicaciones, con mayor intensidad los partidos declaran que “no es necesario que entre el candidato y nosotros haya intermediarios”, como dice Sergio Diez. Por supuesto, no puede ser muy buena una iniciativa promovida por los mismos promovidos por la iniciativa. Quienes dieron el paso en falso están quedando reducidos al papel de asesores del candidato y desalojados del intento de coordinar un conglomerado que sus tiendas políticas no quieren que exista.

Si alguien se imaginó que su peso específico lo autorizaba a pedir como regalo de Navidad a los partidos de oposición, queda en evidencia que se equivocó. No hay que confundir el primer intento con la iniciativa de fondo. La derecha tiene la oportunidad de mejorar la calidad de sus propuestas, de presentarse como un aspirante serio. Las señales son que -pese al comando más que por su iniciativa- seguirán está línea de un modo permanente.

Por esto, la Concertación debe persistir en superar a la oposición por la calidad de la política que representa. El camino de su derrota y destrucción es caer en el populismo. La Concertación tiene que ser coherente con su trayectoria. A Lavín le fue mal con el populismo. No hay para qué ir a buscarlo a la orilla del camino donde se quedó.

Una cosa es un programa de gobierno y otra una especie de oferta navideña del tipo “si yo gano, cobre el premio en la caja”. Una cosa es competir y otra es hacer como que se compite. Una cosa es hablarle al país y otra en hablar pensando solo en los participantes del próximo evento partidario. Lo primero justifica que exista la política, lo segundo pasa por astucia, pero es mediocridad.

La Concertación no puede confiarse. La derecha está preparándose.