viernes, enero 07, 2005

La decisión del PDC

La decisión del PDC


Un evento significativo

Los eventos partidarios tienen la característica de resultar sumamente interesantes para los que participan de ellos y muy aburridos para el resto. Pero hay ocasiones en que lo que allí ocurre tiene repercusiones más amplias que afectan a todos, incluso a los menos interesados. Este es el caso de la junta nacional del PDC, citada para los próximos días.

En la Concertación hay quienes se tratan de convencer que este es un tema exclusivamente democratacristiano y que, en teoría, “da lo mismo” lo que se resuelva en cuanto al abanderado presidencial. ¡Ojalá fuera tan sencillo!

Hay una cosa segura: si el PDC nomina como su candidata a Soledad Alvear, aún no sabemos qué mecanismo se empleará para escoger entre ella y Michelle Bachelet, pero -aseguramos- el proceso empezará bien, se desarrollará con normalidad y terminará bien. ¿Por qué? Porque los partidos habrán escogido sus mejores cartas; porque ellas mismas tienen experiencia de ser “miembros de un mismo equipo”, y porque pueden colaborar y competir al mismo tiempo. Darán lo mejor de sí para ganar, pero de antemano se sabe que no podrán en riesgo el capital acumulado, del que se sienten responsables. Es decir, luego de la nominación de Alvear, las incógnitas y los temores emprenden un camino de retroceso.

Pero si un partido sigue una ruta ilógica y a contrapelo de la realidad política decide prescindir de su mejor opción, deja de ser un actor predecible y, por lo tanto, confiable. Las certezas quedan reemplazadas por dudas. Todo esto sin ninguna necesidad, sin sustento y sin destino.

Puede que alguien sufra de “encuestofobia”, un mal muy selectivo que afecta a pacientes con bajo apoyo popular, que se expresa en fuertes ataques de rechazo cada vez que la víctima se busca en una encuesta y no se encuentra. Pero esto no tiene ninguna importancia.

Se puede despreciar a las encuestas, pero no se puede despreciar a la opinión pública para luego pedir su apoyo. Esto es lo que alguno está tratando de hacer. Adoptar esta conducta en forma colectiva sería suicida.

Hasta el momento, hay una gran mayoría ciudadana encantada con la existencia de dos candidatas presidenciales. Pensar que el camino del éxito consiste en eliminar a la primera, para aprestarse a hacer lo mismo con la segunda, y que hacerlo convertirá al del estropicio en el personaje más popular del año, es insensato.

Se está haciendo aparecer al partido preocupado de hacerle contracampaña a su mejor figura. Así de simple. Puede que exista alguna buena explicación, pero nadie se ha preocupado de darla a conocer. Si una conducción partidaria consigue que su comportamiento no sea comprensible para el ciudadano común, simplemente no lo está haciendo bien.

En el país de la coherencia, lo que le ocurre a cualquier partido es que todos se alegran cuando una de sus figuras empieza a destacar en el favor popular. En el colmo de la consecuencia, lo que suelen hacer en tan lejanas tierras -cuando no abandonan el sentido común- es que dejan que sean sus adversarios lo que critiquen, en vez de invalidarla -en el hecho- día a día. Cualquier otra organización se dedica a proyectar su mejor figura y los otros líderes contienen sus ambiciones, entregan sus aportes, se validan por su trabajo. Cada cual ocupa el sitio en el que es más útil al bien común.

Pero cuando uno lo quiere hacer verdaderamente mal, no termina nunca por decidirse por la solución más obvia, sino que se dedica a discutir sobre cómo es que se llegará a decidir sobre la decisión. No se trata de ganar si no de demorar. Se ve este tipo de conducta en política, pero rara vez en una conducción partidaria.


Las pruebas de la buena conducción


¿Cuál es el papel de una directiva de partido?

Cualquier lista incluiría al menos cuatro ámbitos: promocionar los liderazgos partidarios; hacer confluir los planteamientos programáticos de todos; mantener la unidad interna; y proyectar la mejor imagen pública.

Por tanto, se puede responder una pregunta paralela sin problemas: ¿Cuándo una directiva empieza a cumplir mal con su función? Cuando neutralizada los liderazgos con respaldo popular, se promociona a sí misma; cuando comunica una oferta programática salvadora, sin diálogo previo; cuando se hace parte de las disputas, en vez de ser un punto de confluencia; y cuando su comportamiento resulta inexplicable para gran parte de quienes se quiere representar.

En nada de esto consiste la mejor tradición del PDC. Si alguien lo olvida, los demás pueden recordárselo con cierta contundencia. Pero eso no basta. La Junta tiene que demostrar a qué está dispuesto como partido, sin excepciones.

En definiciones menores se puede decidir por mayoría, aunque sea estrecha. Pero cuando se trata de optar a la Presidencia de la República, lo que se acuerda debe ser por amplio consenso o no se condice con su finalidad. Al retirar su opción presidencial, el senador Eduardo Frei recordó que en las exitosas campañas de su padre, de Aylwin o de él mismo, se partió con la unidad partidaria asegurada.

Ahora no está en cuestión quién es la candidata del PDC, porque -en cuanto a lo que la ciudadanía respecta- no hay más que una sola opción y es obvia. Lo que está en discusión es saber si el partido sigue teniendo la sensatez de sintonizar con el sentido común del país o si pretenderá sorprender eligiendo a alguien sin ninguna posibilidad de ganar.

La DC da hoy la imagen de uno de esos enfermos que luego de una operación compleja, que apenas siente los primeros síntomas de recuperación, de inmediato se olvidan de las normas mínimas de cuidados y empiezan a exigirse de modo desmesurado. Recuperan las dolencias anteriores y adquieren nuevos males.

Por eso este evento es tan importante. En esta oportunidad el PDC, más que escoger entre nombres, esta escogiendo su destino.