Derecha: primarias no, derrota sí
Derecha: primarias no, derrota sí
El vacío de liderazgo es un tema que se hace sentir en la derecha. Lo lógico era que la Alianza se centrara en las parlamentarias, con un decoroso papel en la presidencial. Pero el descontento es tan notorio que hay menor espacio para las conductas prudentes.
Se plantea la idea de una primaria presidencial. La viabilidad y oportunidad brillan por su ausencia. Pero es significativo que no se evite la discusión a puertas abiertas, no obstante ser perjudicial para la campaña del candidato. Como arrojarle un salvavidas de plomo a Joaquín Lavín cuando intenta salir a flote.
Las preferencias se concentran en el ex alcalde porque ha sido el candidato indiscutido por mucho tiempo. Pero cuando en la próxima medición nuevamente baje, la paciencia parecerá agotada. El electorado de derecha (no solo sus dirigentes) empezará a plantear la posibilidad de su reemplazo antes de diciembre o inmediatamente después.
En las encuestas, Lavín es el personaje más conocido de la oposición, pero también uno de los de mayor rechazo. Hay otros menos conocidos y por eso pueden crecer si se ponen en campaña. En otras palabras, ajustada la lectura de las encuestas, considerando un momento en que todos fueran igualmente conocidos -lo que se consigue en campaña-, y si se profundiza el rechazo a Lavín, las primarias no lo favorecen.
Motin en la derecha
Este escenario es el menos probable -no imposible-, porque la elite de la derecha no lo desea. En realidad, si hay un lugar donde Sebastián Piñera provoca aversión es en la elite. Da que pensar que una parte no despreciable de quienes lo conocen de cerca, terminan oponiéndosele. Es probable que el trato directo no sea lo más gratificante.
Pero en la política la última palabra no la tiene la elite, en ninguna de sus expresiones. Como han demostrado liderazgos como el de Soledad Alvear y Michelle Bachelet, está en las manos ciudadanas. Ningún poder oculto lo alteraría. Todos los barones socialistas unidos no podrían bajar a Bachelet y lo mismo acontecería con los falangistas y Alvear. Pese al hábito de ajustar piezas desde lugares poco visibles, nadie lo intenta salvo excepciones que se explican más por genética que política.
La gente común y silvestre puede dar piso a un motín en la derecha. Esto es clave. Si se hace un símil con la Concertación, se puede aclarar con rapidez. En el caso de la coalición de gobierno, la gente quiere a las candidatas, pero no confrontación entre ellas. Quiere dirimir sin descalificar, excluir ni rechazar.
La moderación no la pondrán los comandos, sino los ciudadanos a los que está destinado los esfuerzos de uno u otro. Tal vez el electorado de derecha no sea tan diferente. Quizá tampoco le parezca buena la confrontación entre personalidades y partido. Eso a pesar de que sus dirigentes rara vez tengan la sensatez de evitar meterse de lleno en el primer atisbo de conflicto.
Si te mato, me muero
Este es el tiempo de Lavín para bien o para mal. Para perder... por mucho o por poco. Pero es su tiempo. A Piñera le conviene hacer pesar su ausencia. Ganar una elección, pero no la presidencial. Mostrar la diferencia entre su “rendimiento” y el de Lavín. Pero sin torpedear sus esfuerzos por salir a flote. Sin embargo, el descontento es el descontento y ya no se puede ocultar.
¿Alguien se sorprendería de saber que en un evento de estas características sería Piñera el que tendría la mejor opción y no Lavín?
Si lo hace, nunca se estará completamente seguro de que esto se deba a la mala influencia que ejerció Piñera al desviar votos y distraer esfuerzo o a un desfondamiento natural.
Desde luego, tal vez hoy no se vea cómo, pero lo cierto es que “el que a hierro mata, a hierro muere”. Y lo que hoy le haga Piñera a Lavín, alguien se encargará de devolvérselo en su oportunidad.
Lo que detiene el motín es la necesidad de presentar una lista única parlamentaria, algo que no es posible sin candidato presidencial único. Pero la razón es esta, no el tremendo arrastre popular que tenga Lavín en comparación a su contrincante. Hay que reconocer que Piñera es más potente como amenaza que como candidato. Tiene enemigos y muchos. Pero ninguno de ellos ha llegado a decir que lo considera poco inteligente.
Pues bien, presentarse como candidato en una elección primaria en la derecha lo haría partícipe de la derrota de Lavín o la figura principal de su propia derrota ante la Concertación en el caso que ganara (probablemente para alivio del propio Lavín).
Al presentarse dividiendo, solo puede perder. Visto desde fuera la primaria puede ser buena idea en la oposición; siempre lo ha sido en el oficialismo. Pero no. En la Concertación ha habido primarias porque ha existido antes Concertación, propósitos comunes, experiencia de trabajo, respeto de la palabra empeñada, márgenes conocidos de discrepancias, capacidad de soportar tensiones.
La derecha no es así. Tal como está ahora, no sabría cómo detenerse en el momento álgido. No le es fácil caminar y masticar chicle. Enfrentada en una competencia interna absorbente, olvidaría a los adversarios para dedicarse al placer que cultiva con más refinamiento: darle al otro el tratamiento más rudo. Sabría cuando entran en primarias, pero no tendría la menor idea de cómo salir. En las primarias se cosecha lo que se ha sembrado antes, y la derecha ha sembrado demasiados vientos para no cosechar una fuerte tempestad auto inflingida.
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