Campañas en ajuste
Campañas en ajuste
El reordenamiento fino
Lo que genera dinamismo estos días es que las estrategias presidenciales estén sufriendo ajustes. Acomodándose a los pasos ya dados por los demás, y evaluando las reacciones que producen sus propias iniciativas, cada comando tiene una idea más precisa de qué es lo mejor que puede hacer, qué tiene que evitar y dónde están los puntos débiles. Que el proceso de reordenamiento no concluye, lo muestra la variedad de polémicas y actores que se involucran desordenadamente en cada caso.
Cuando la más heterogénea sea la gama de disputas son enfrentadas con igual entusiasmo, es que todavía faltan decisiones fundamentales por adoptar. Cuando son muchos los que participan en los debates, es que aún no se ha establecido, con suficiente claridad, una nítida separación de funciones, no se definen las vocerías autorizadas y, tampoco, la jerarquía que se desea establecer entre ellas.
Todo esto sin considerar los errores que un candidato pueda agregar a esta combinación para terminar de hacer las cosas un poco más confusas. Una anécdota puede ilustrar este punto. Las declaraciones de Lavín, afirmando que habría votado No en el plebiscito, de haber tenido los antecedentes que hoy conocemos, generaron fuertes reacciones en la derecha.
Está claro que el candidato no esperaba una reacción tan subida de tono de sus aliados. Sí era imaginable que la Concertación lo acusara de oportunismo y “travestismo” político. Pero nada más. Quedó demostrado que el error era grande por dos motivos. Primero, porque los candidatos están para incidir sobre el futuro, no para reinventar el pasado, en cualquiera de sus formas. Todas las frases que tengan la estructura “si yo hubiera sabido… entonces no habría hecho lo que hice”, son tan inútiles como inconducentes.
Segundo, porque Lavín insiste en dar por cautivo el voto duro, por lo cual se toma estas libertades. Pero un candidato no puede agredir o molestar a los cercanos que desde antes dudaban de él, en vista de halagar a los indecisos. Ni los primeros se lo perdonan, ni los segundos se convencen.
Purgante sí, veneno no
¿Por qué se ofendieron en la derecha? No porque, en privado, dejen de compartir el juicio. Pueden estar igualmente desilusionados de Pinochet. Pero otra cosa es subirse a la azotea y gritar a los cuatro vientos que la actuación política de la derecha ha sido errónea y (desde la perspectiva de hoy) éticamente cuestionable. Colaborar con un ladrón no es igual que secundar a un padre de la Patria. Y el razonamiento de Lavín lleva a este sitio. Puede que Lavín se pueda dar estos gustitos buscando subir en las encuestas. Arriesga porque no tiene nada que perder. Si no resulta, se va para la casa y santo remedio.
El problema es que los demás no han pensado irse para la casa y no están para gustitos. Muy amigo será, pero es también un eventual y próximo retirado de la política y a pocos le hace gracia que deje una herencia destructiva que la Concertación sacará en cara. Lavín encontró su límite. Por él, la derecha está dispuesta a tomar un purgante, pero no a tragar veneno. Y punto.
Queda demostrado que, en política, nadie sabe para quién trabaja. Es indudable que no fue la intención, pero es evidente que la posición de Lavín es la que mejor puede proyectar a Piñera como su reemplazo. No solo deja sin piso a su partido (la UDI) sino que legitima la actitud del ex presidente de RN, quien no necesitó de informes para votar “correctamente” en el plebiscito. Deja a Piñera en la posición ideal: alguien de derecha que voto que No.
La UDI siempre consideró a Piñera como un buscapleitos y un advenedizo. Ahora resulta que estaba en lo correcto y era visionario. Tendrá que competir con él en la elección parlamentaria, habiéndolo puesto -nada menos que Lavín- en un sitial que ningún gremialista iguala. Así que la UDI tiene bastante por qué exasperarse.
¿Qué hará Piñera con el regalo? Iniciar su campaña de “no-candidato presidencial”. Suena raro, pero no. Se acercan buenos momentos y el empresario lo sabe. Se prepara para recibir el respaldo de su partido y muchos, en el entusiasmo, le pedirán ser candidato presidencial. Él, magnánimo, desechará la idea otorgando su respaldo al abanderado oficial que, ¡al fin! está reconociendo las posiciones de RN. Por supuesto identificará más posiciones “correctas” y arengará a su partido a lanzarse a las parlamentarias.
Así que concentrará la atención, se mostrará generoso, gozará de un amplio respaldo y agradecerá a Lavín. Nada mal para partir. Si se mantiene, tendrá todas las ventajas, sin ser el candidato que pierda. Es una campaña que trabaja el contraste con el candidato oficial. Quedarán en evidencia las limitaciones de este y las potencialidades de aquel. Bajo costo y alta rentabilidad.
Hacia las posiciones naturales
Volviendo a la competencia inmediata, la tendencia es que las candidaturas se acerquen a sus posiciones naturales. Antes del inicio de la campaña por las primarias de la Concertación el entusiasmo puro y simple, la adhesión espontánea era lo que campeaba. Como Lavín ya no puede entusiasmar, y no tenía mucho que decir, se reflejaba en las encuestas en distancias inusitadas respecto de las candidatas. Pero es el punto de partida.
Las distancias tan amplias no son esperables en un sistema político como el chileno. Mientras más cerca se encuentre la competencia dura, los conglomerados tienen que disminuir su distancia en la medida en que las campañas se ordenan.
No se puede ganar por puras condiciones ambientales. Se gana porque se compite mejor y se desarrolla la mejor estrategia. La derecha definió la suya: su candidato se dirige a Lagos para “quedar a su altura”, toma las banderas de la Concertación -equidad, superación de la pobreza- y cambia la “novedad” de Lavín por su mayor experiencia. Su ideal es saltarse a las candidatas e interactuar con el gobierno. Cada vez que lo logre, avanzará.
Con la Concertación pasa lo mismo. Se compite en cuanto a perfilar una candidata, pero se colabora en obtener la máxima atención en el proceso transparente y democrático mediante el cual se toma la decisión. Ambas se enfrentan a Lavín, pero también a prejuicios atávicos. Representan un nuevo tipo de liderazgo y el ideal es que en esta etapa este sea aceptado y reconocido por todos. Partiendo por casa.
Las estrategias están en ajuste. Lo están candidatas y candidato, comandos y propuestas. Todo cuenta. Los errores están permitidos, pero no encariñarse con ellos. La ventaja está de parte de la Concertación, de sus candidatas depende que la consoliden.
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