Llegó la hora de tomar posiciones
Llegó la hora de tomar posiciones
Tomando posiciones
Algo ha cambiado visiblemente en el país. El ambiente electoral ha empezado a dominar a los principales actores. Primero importa definir qué es lo que cada cual desea hacer y dónde. De forma imperceptible, una transformación decisiva se habrá completado de aquí a la primera semana de mayo. En ese tiempo cada personaje estará ubicado en el lugar en que desea competir o entregar su aporte. Pero deberá estar sólo en un lugar o cometerá errores que lamentará.
En estas condiciones, cada cual tiene una cierta misión que cumplir que lo hace indispensable. Pero cada cual puede hacer una y solo una cosa bien, para que sirvan de algo sus papeles tienen que estar bien definidos. Aun cuando sus potencialidades den para varios roles.
Esto es indispensable para quienes se encuentran desempeñando funciones desde el Estado. Lo más importante es que desde el gobierno se prepara la entrega de la última posta hasta el cambio de la administración.
Es bien distinto del papel -igualmente vital- que desarrollan, por ejemplo, los partidos y los comandos. Estos últimos tienen una vida corta pero intensa. Están preparados para diferenciarse. Para definir acentos y mostrar los nuevos estilos de gestión. Conectan con el sueño compartido de muchos. No se acotan a lo que es posible hoy, si no que presentan lo que llegará a ser posible mañana. Generalmente son los encargados de arriesgar, de apostar, de asumir riesgos si están ocupando las posiciones de “retador” o buscar el que se consoliden las ventajas que ya se tienen, en el caso que se vaya liderando las preferencias.
Desde los comandos se puede y debe ser críticos. Ningún conformista ha ganado una elección y si un comando se pone a defender en exceso lo que existe haría un triste papel. Se toma lo realizado o lo que queda por realizar como dato para remontar la mirada. Proponiéndose nuevas metas y renovados objetivos.
El papel de los partidos es velar porque su presentación colectiva sirva de apoyo y complemento a la campaña presidencial. El gran centro de atención es el Parlamento y su preocupación no está en una competencia, sino en múltiples competencias a lo largo del territorio. Los partidos sueñan menos pero están más presentes en las decisiones del día a día. Para apoyar una iniciativa, toman en cuenta varios factores. Ahora están abocados a negociar la forma y condiciones en que se presentarán sus candidatos al Congreso.
A diferencia de un comando, un partido nunca tiene un solo propósito. A diferencia del gobierno, respalda pero no ejecuta acciones públicas, por lo cual puede combinar crítica con respaldo. Su horizonte es intermedio.
La entrega de la posta más larga
El gobierno está en otra cosa. Se está en el cumplimiento de la palabra empeñada. Hay un programa que se debe cumplir hasta el final. En el caso actual, aun cuando todos dan por felizmente cumplida la mayor parte de lo prometido, no es lo mismo para quienes les toca llevar a puerto el navío. Mientras no se llega, por cerca que se esté, no se puede dar la misión por cumplida.
El gobierno tiene la obligación de ir cerrando compromisos, evitando abrir nuevos giros, porque no habrá tiempo para hacerse cargo de las nuevas iniciativas. En el gobierno se trabaja para realizar tareas compartidas y en común. La regla no es diferenciarse, sino ser, a plenitud, la casa común de todos los que se sienten identificados con la Concertación.
Desde el gobierno se defienden los logros alcanzados, comparándolos con el punto de partida y las condiciones en que se recibió el mandato popular. Terminar bien es un arte que requiere gran dominio de escena. Requiere liderazgo y uno muy importante. Se necesita el mejor de los líderes para terminar bien, tal vez más que para empezar bien.
Lo más complejo no es gobernar hasta el último día. Los que conocen a Lagos saben que en esto no tendrá ninguna dificultad. El verdadero problema radica en producir un lento pero inexorable traspaso de poder hacia las nuevas autoridades. Dejar espacio para que ellas se vayan perfilando, crezcan y ocupen el lugar a los que están destinadas.
Se requiere que esto lo realicen de capitán a paje. Donde más se nota es a nivel de la primera y segunda línea. La prueba más dura para personalidades con capacidad política reconocida es, sin duda, no participar en los debates sobre definiciones futuras. Pero en eso consiste precisamente la “pega” que han decidido ejercer. El gobierno es el dueño del presente y los comandos y los candidatos son los lugares donde se forja el futuro. Estamos hablando del debate público y con publicidad, puesto que puertas adentro todos son llamados a opinar.
En pocos días cada cual quedará ejerciendo las funciones que escoja. Decidirse por una es bueno y noble, lo único no permitido es la ambigüedad. ¿Por qué es necesaria tanta claridad? Para hacer “política de la buena”: transparente y responsable. Pero también porque al frente, en la oposición, se ha ido produciendo un proceso de decantamiento paralelo.
Hay que estar muy ciego para no darse cuenta que la asesoría de primera línea, la atención partidaria y la concentración de recursos se está alineando (en la derecha) a nivel parlamentario y, en especial, a nivel de las contiendas senatoriales. La derecha despertó y está empezando a ejercer su rol de oposición en campaña. Su contendor no serán las campañas de las candidatas oficialistas, sino la acción de gobierno en regiones y provincias. Razón de más para tener la casa ordenada, cada cual en su puesto y cumpliendo sus tareas propias.
Además, Lavín y su comando ya han hecho la pérdida. Está consciente de sus posibilidades y limitaciones. Por eso puede remontar. Pocas cosas son peores que enfrentar a un adversario al que se deja de observar. Hay tareas de comando, de partido y de gobierno. Se distinguen, se complementan y se necesitan. Esperemos que todos lo entiendan.
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