viernes, junio 24, 2005

La tarea completa: de la prosperidad a la solidaridad

La tarea completa: de la prosperidad a la solidaridad


Si Bachelet se convirtió en figura nacional no fue por un plan concebido y dirigido desde las cúpulas. Al cambiar el país, cambió la mirada. Llega a ser irónico, pero lo que la derecha ofrece es más de lo mismo sin los mismos.




Una campaña es un ejercicio permanente de compatibilizar intereses y perspectivas diferentes. Cuando todo va bien, se las hace confluir. En el caso de la Concertación, el punto decisivo está en producir la convergencia entre la característica “ciudadana” de la candidatura y la necesidad de organizar el trabajo político más habitual.

Ninguno de ambos aspectos puede eliminarse sin que las consecuencias sean desastrosas. Como siempre, los puristas son los que tienen mejores intenciones y más problemas causan. Cada cual pretende ayudar tanto, pero tanto a la candidata, que puede terminar por complicarla.

Si Michelle Bachelet se convirtió en figura nacional, no fue por un plan concebido y dirigido desde las cúpulas. En realidad, fueron ellas las más sorprendidas con esto.

Durante un tiempo prolongado, parecía que casi esperaban que todo retornara a la normalidad. Como no aconteció, se acomodaron a las nuevas circunstancias. Pero acomodarse no implica haber adquirido un pleno convencimiento. Simplemente tienen problemas con los datos nuevos.

Quienes intentan preservar el punto de contacto natural y espontáneo entre la candidata y un amplio número de personas, tienen toda la razón.

Lo que no pueden olvidar es que esas mismas personas saben que apoyan a una candidata que se mueve en el mundo político. La conocieron en ese mundo y no esperan que “no se contamine” precisamente con aquellos con los que ha trabajado. En otras palabras, “lo ciudadano” puede convertirse en otra burbuja, de nueva factura, pero igual de artificial.

Lo único de lo que se debe huir con pavor es del intento de parecerse a otro. Por importante que sea. Porque la impostura mata la naturalidad y los ciudadanos quieren votar por alguien a quien conocen, aceptan tal cual es y con la cual se sienten identificados. Hay quienes trabajan intensamente una vida entera por llegar a este punto sin lograrlo. Otros lo consiguen por breves instantes. Pero lo que está aconteciendo es de nueva y legítima factura y más vale darse por enterado.

De la prosperidad a la humanidad

Algunos encuentran que todo esto es mágico. Que no se sabe cómo y por qué ocurrió (o hasta cuándo durará), pero sienten que las reglas conocidas están siendo superadas. Todavía más, no falta quien se está convenciendo de que es el momento de hacer borrón y cuenta nueva. Pero tal vez lo que explique lo que acontece no sea al fin y al cabo tan misterioso.

Bien puede ser que lo que explique la emergencia de Bachelet sea tanto la perdurabilidad de la Concertación como la estabilidad política y el éxito sostenido del país. Porque es cuando las tareas se han cumplido cuando se piensa en lo que nos falta por alcanzar.

Si Chile hubiera tropezado con una falla estructural grave, si nos hubiéramos enredado en una crisis institucional, si la economía fuera de tumbo en tumbo, no habrían aparecido los líderes del recambio. En las crisis se prefiere lo seguro y la experiencia.

Se puede pensar que exigidos por tiempos duros, las primarias de la Concertación hubieran sido entre Eduardo Frei y José Miguel Insulza. Los méritos les sobran, pero las condiciones que hacían que se les destacara y prefirieran estuvieron ausentes.

Es dudoso pensar que los líderes estén para cualquier situación. En algunos casos, sus cualidades brillan y en otras palidecen o se les presta poca atención.

No estamos enfrentados a tiempos duros, sino que gozamos de un buen tiempo que dura. Las encuestas detectan optimismo, las proyecciones se inclinan hacia arriba, marcar el paso ha llegado a ser casi indecoroso. Pero habiendo obtenido prosperidad, se quiere mayor humanidad entre nosotros.

Como nunca antes, se aprecia la calidez junto a la eficiencia, la cercanía de la mano de la técnica, el saber vivir con el vivir bien, la madurez con el simple desarrollo personal o social.

Al cambiar el país, cambió la mirada. Porque nadie discute el éxito, sino sus consecuencias. Miremos si no a la oposición. Son tan pocas las diferencias que puede presentar, que lo que sus candidatos ofrecen es “poner el pie en el acelerador a fondo” o parten identificándose con la búsqueda de la “igualdad de oportunidades”.

¡Qué más se puede decir! Cuando se está en el camino correcto, lo único que queda es acelerar pero se reconoce que -mal que mal- se está en el mejor camino posible.

Cuando se recurre al lema identificatorio de la Concertación para enfrentarla se reconoce que hay que acoplarse lo más posible a su éxito para intentar llevarlo para otro lado.

Tanto es así que los candidatos de la derecha saben que si ofrecieran un cambio de rumbo, sus opciones pasarían de escuálidas a raquíticas. Para no mencionar el dato obvio de que en este caso “ganar” significa intentar llegar segundo en la elección para que, en segunda vuelta -si se tiene la suerte de que exista- se pueda representar a la oposición entera.

Llega a ser irónico, pero lo que la derecha ofrece es más de lo mismo sin los mismos. Más éxito dentro del éxito. Pero en eso resulta ser una mala imitación, porque no se quiere más prosperidad sino mayor solidaridad y capacidad de integración y, en eso, no tienen los candidatos que llenen esa necesidad y la Concertación sí.

La política ha muerto, viva la política

De modo que hay que tener cuidado de tirar el agua sucia de la tina junto con la guagua. Perder aquello que permite ganar junto con la eliminación de las prácticas obsoletas que ¡en buena hora! requieren pasar a retiro.

Mala práctica es decir una cosa y hacer otra; pedir protección contra la democracia como si se tratara de un peligro; hacerse experto en tácticas, pero dejar de pensar en el rumbo; conformar comisiones para averiguar por qué las otras comisiones no funcionan; actuar como dueños de fundo sin ni siquiera tener fundo; tratar a la gente como si fueran votos y no recordar que tras los votos hay gente. En fin, ya sabemos de qué se trata.

Hay una cierta forma de hacer política, basada en la arrogancia y el cultivo de las pobres vanidades, que debe morir (aunque, para ser realista, bastaría con que quedara gravemente contusa). Pero la política en su mejor expresión no debe confundirse con sus lacras.

Y la mejor política no es sólo la que se preocupa de ganar, sino de hacerse cargo del triunfo. Las encuestas repiten una y otra vez (mejor o peor) lo mismo: el candidato UDI recibe el mismo apoyo que su partido; el candidato de RN, no mucho más que el apoyo de Renovación; y la candidata de la Concertación reúne el apoyo de la totalidad de su conglomerado y más. ¿Alguna duda?

Ocurre que la Concertación se aproxima a la mayoría simple y hoy, con su candidata, puede sobrepasar esa marca en la elección presidencial.

Pero, como no todo es ganar, sino que hay que sostener el triunfo, hay que recordar que para hacer gobierno con calidez, cercanía, solidaridad y la participación de muchos, se necesitan equipos, programas, objetivos y metas. Se necesita política y concertación, y mientras más, mejor.

1 Comments:

At 4:24 p. m., Anonymous Anónimo said...

Los liderazgos se dice que son situacionales, y parece que ahora en Chile queremos un liderazgo mas parecido al de Michelle, arrancando precisamente de un exceso de autoridad

Mi preocupación es que mañana, se nos haya olvidado el autoritarismo y queremos mas ordenes

 

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