viernes, julio 08, 2005

Longueira: a confesión de parte, relevo de pruebas

Longueira: a confesión de parte, relevo de pruebas


Por si hiciera falta una confirmación de la ausencia de posibilidades de ganar, las declaraciones de Pablo Longueira no dejaron lugar a dudas. Joaquín Lavín está recibiendo un maltrato excesivo, cualquiera sean sus faltas.



Más una espera que una campaña

Los candidatos presidenciales dicen lo que tienen que decir pero no están alterando la situación. La evolución de la campaña parece impermeable a los cambios importantes de los últimos meses. Algunas candidaturas pueden estar más o menos entusiasmadas, más o menos resignadas o más o menos en sintonía con lo que ocurre, pero eso no está cambiando la decisión de los electores y eso hace que exista la extraña impresión de que hay mucho movimiento, pero en el fondo no está pasando mucho de interés.

La contundente presencia ambiental de la normalidad se impone con su fuerza persuasiva. La capacidad de absorción de los elementos nuevos y conflictivos del público ha sido notable. Podríamos estar transitando en medio de mini-crisis o de crisis en escalada. La suma de denuncias, sospechas, acusaciones, investigaciones y juicios daba para eso y más. Pero ha faltado un elemento clave para la espiral de los conflictos en ascenso: que el ciudadano quiera el conflicto.

Al parecer los electores son conscientes del período. Saben que son los destinatarios de mensajes publicitarios y acciones mediáticas destinadas a impactarlos. Cada cual ha adquirido la costumbre de filtrar los mensajes. Por ello, a nivel presidencial, es posible que los programas y las propuestas de los candidatos tengan un efecto acotado. Esto se puede explicar por un doble motivo: los niveles de acuerdo nacional son muy amplios, y porque los mensajes se diferencian poco unos de otros.

No son las propuestas en sí mismas las creíbles, sino las personas que las presentan. Y como los candidatos resultan ser personas conocidas, resulta que los indecisos son pocos, las opiniones están formadas, las adhesiones se han consolidado y esto se está pareciendo más a una espera que a una campaña.


La insoportable levedad de la derecha

En la derecha encontramos una situación hasta hace poco no declarada en público, pero que trasciende. Está llegando a una situación de incomodidad, no tan pronunciada como cuando corría Lavín sin competencia en el sector, pero viene en crecimiento.

A punto de darse a conocer la encuesta CEP, se sabe que sus resultados no pueden ser muy distintos del conjunto de las otras mediciones. A saber: los candidatos de la oposición están recibiendo una votación no muy diferente de la de sus partidos; la distancia entre ellos existe, pero no amerita que uno de ellos se baje en favor del otro; y juntos no le ganan ni en primera vuelta ni (menos) en segunda vuelta a Michelle Bachelet. Luego de campañas agresivas, difamatorias, o alegres y esperanzadoras, con tonos grises o mucho color, nada se ha movido demasiado.

Habría que tener la fe de un carbonero para seguir interesado en las candidaturas presidenciales de la oposición. Es esa fe o confianza la que les está fallando a seguidores, líderes y candidatos. Lavín sabe que perdió, Piñera todavía no se da cuenta. Por si hiciera falta una confirmación de la ausencia de posibilidades de ganar, las declaraciones de Pablo Longueira no dejaron lugar a dudas. Autoproclamarse candidato presidencial futuro deja a Lavín completamente en evidencia.

En la casi década y media de la recuperación democrática, nunca había ocurrido que un dirigente del propio partido le hubiera quitado el piso a su candidato en plena competencia. Es lo que acaba de ocurrir por tres motivos. Primero, porque las declaraciones buscan aglutinar a los cercanos, mostrando un liderazgo sólido (señala a gritos que no lo es el actual); segundo, porque pone en el lugar de honor a una disputa que parecía al Senado, pero que un peldaño convierte en otra meta (por lo mismo, anticipa el vacío que quedará ante la derrota del candidato presidencial); y, tercero, ratifica que estas cosas se piensan, se deciden y se comunican sin avisar a nadie (como aconteció con Piñera, con lo que la sola mención a la leve existencia de una Alianza pasa a ser un sarcasmo).

Olvidado por la Concertación, exigido por RN y ahora “ninguneado” en casa, hay que decir que Joaquín Lavín está recibiendo un maltrato excesivo, cualquiera sean sus faltas.


Tras la violencia intrafamiliar

Si los últimos leninistas que iban quedando optan por las aventuras individuales y se maltratan unos con otros, mal pronóstico tiene el gremialismo en estas parlamentarias, que es donde claramente radica su interés. Este protagonismo lo ostenta la definición parlamentaria, porque es el evento que más consecuencias dejará para la oposición. Si ninguno de los candidatos presidenciales de derecha puede ganar, a la postre el orden en que lleguen (todavía más si no están muy distanciados) no importa tanto.

Piénsese, por ejemplo, en Lavín y la UDI. Si Lavín “gana”, consiguiendo llegar segundo pero el gremialismo pierde algunas campañas senatorias clave, ¿de qué tendrían que alegrarse en la UDI? La votación de un candidato presidencial únicamente importa si gana ahora o puede proyectarse en el futuro. Nada de eso ocurre con Lavín. En cambio, salir derrotado en las senatoriales de Santiago y la X Región, y, además, bajar el número de diputados puede ser un golpe demoledor. Y esto es precisamente lo que puede estar aconteciendo con el gremialismo. El mayor temor sobre lo que puede ocurrir, no lo despierta en la mitad de la derecha nada de lo que pudiera estar aconteciendo en la Concertación, sino lo que le está preparando la otra mitad de la oposición.

Es una quimera competir desunidos contra una coalición gobernante medianamente afiatada. Cada vez que el Gobierno y la Concertación se ordenan, la oposición vuelve a un estado parecido a la confusión, que en realidad no es tal, sino que es una ausencia de unidad de propósitos. Si se tratara sólo de atacar y ello fuera lo suficientemente aglutinante, no tendrían problemas en la derecha, pero no es así. Porque incluso cuando un ataque les resulta, a la oposición les mejoran las condiciones (un rato) pero no le aumentan los méritos (lo que necesita). Está dividida y compitiendo entre sus componentes.

El triunfo no está a su alcance ni ha hecho lo que se requiere para dar gobernabilidad al país. Lo sabe y lo transmite. El gesto de Longueira resulta a la postre demoledor. A confesión de parte, relevo de pruebas.