viernes, junio 24, 2005

La tarea completa: de la prosperidad a la solidaridad

La tarea completa: de la prosperidad a la solidaridad


Si Bachelet se convirtió en figura nacional no fue por un plan concebido y dirigido desde las cúpulas. Al cambiar el país, cambió la mirada. Llega a ser irónico, pero lo que la derecha ofrece es más de lo mismo sin los mismos.




Una campaña es un ejercicio permanente de compatibilizar intereses y perspectivas diferentes. Cuando todo va bien, se las hace confluir. En el caso de la Concertación, el punto decisivo está en producir la convergencia entre la característica “ciudadana” de la candidatura y la necesidad de organizar el trabajo político más habitual.

Ninguno de ambos aspectos puede eliminarse sin que las consecuencias sean desastrosas. Como siempre, los puristas son los que tienen mejores intenciones y más problemas causan. Cada cual pretende ayudar tanto, pero tanto a la candidata, que puede terminar por complicarla.

Si Michelle Bachelet se convirtió en figura nacional, no fue por un plan concebido y dirigido desde las cúpulas. En realidad, fueron ellas las más sorprendidas con esto.

Durante un tiempo prolongado, parecía que casi esperaban que todo retornara a la normalidad. Como no aconteció, se acomodaron a las nuevas circunstancias. Pero acomodarse no implica haber adquirido un pleno convencimiento. Simplemente tienen problemas con los datos nuevos.

Quienes intentan preservar el punto de contacto natural y espontáneo entre la candidata y un amplio número de personas, tienen toda la razón.

Lo que no pueden olvidar es que esas mismas personas saben que apoyan a una candidata que se mueve en el mundo político. La conocieron en ese mundo y no esperan que “no se contamine” precisamente con aquellos con los que ha trabajado. En otras palabras, “lo ciudadano” puede convertirse en otra burbuja, de nueva factura, pero igual de artificial.

Lo único de lo que se debe huir con pavor es del intento de parecerse a otro. Por importante que sea. Porque la impostura mata la naturalidad y los ciudadanos quieren votar por alguien a quien conocen, aceptan tal cual es y con la cual se sienten identificados. Hay quienes trabajan intensamente una vida entera por llegar a este punto sin lograrlo. Otros lo consiguen por breves instantes. Pero lo que está aconteciendo es de nueva y legítima factura y más vale darse por enterado.

De la prosperidad a la humanidad

Algunos encuentran que todo esto es mágico. Que no se sabe cómo y por qué ocurrió (o hasta cuándo durará), pero sienten que las reglas conocidas están siendo superadas. Todavía más, no falta quien se está convenciendo de que es el momento de hacer borrón y cuenta nueva. Pero tal vez lo que explique lo que acontece no sea al fin y al cabo tan misterioso.

Bien puede ser que lo que explique la emergencia de Bachelet sea tanto la perdurabilidad de la Concertación como la estabilidad política y el éxito sostenido del país. Porque es cuando las tareas se han cumplido cuando se piensa en lo que nos falta por alcanzar.

Si Chile hubiera tropezado con una falla estructural grave, si nos hubiéramos enredado en una crisis institucional, si la economía fuera de tumbo en tumbo, no habrían aparecido los líderes del recambio. En las crisis se prefiere lo seguro y la experiencia.

Se puede pensar que exigidos por tiempos duros, las primarias de la Concertación hubieran sido entre Eduardo Frei y José Miguel Insulza. Los méritos les sobran, pero las condiciones que hacían que se les destacara y prefirieran estuvieron ausentes.

Es dudoso pensar que los líderes estén para cualquier situación. En algunos casos, sus cualidades brillan y en otras palidecen o se les presta poca atención.

No estamos enfrentados a tiempos duros, sino que gozamos de un buen tiempo que dura. Las encuestas detectan optimismo, las proyecciones se inclinan hacia arriba, marcar el paso ha llegado a ser casi indecoroso. Pero habiendo obtenido prosperidad, se quiere mayor humanidad entre nosotros.

Como nunca antes, se aprecia la calidez junto a la eficiencia, la cercanía de la mano de la técnica, el saber vivir con el vivir bien, la madurez con el simple desarrollo personal o social.

Al cambiar el país, cambió la mirada. Porque nadie discute el éxito, sino sus consecuencias. Miremos si no a la oposición. Son tan pocas las diferencias que puede presentar, que lo que sus candidatos ofrecen es “poner el pie en el acelerador a fondo” o parten identificándose con la búsqueda de la “igualdad de oportunidades”.

¡Qué más se puede decir! Cuando se está en el camino correcto, lo único que queda es acelerar pero se reconoce que -mal que mal- se está en el mejor camino posible.

Cuando se recurre al lema identificatorio de la Concertación para enfrentarla se reconoce que hay que acoplarse lo más posible a su éxito para intentar llevarlo para otro lado.

Tanto es así que los candidatos de la derecha saben que si ofrecieran un cambio de rumbo, sus opciones pasarían de escuálidas a raquíticas. Para no mencionar el dato obvio de que en este caso “ganar” significa intentar llegar segundo en la elección para que, en segunda vuelta -si se tiene la suerte de que exista- se pueda representar a la oposición entera.

Llega a ser irónico, pero lo que la derecha ofrece es más de lo mismo sin los mismos. Más éxito dentro del éxito. Pero en eso resulta ser una mala imitación, porque no se quiere más prosperidad sino mayor solidaridad y capacidad de integración y, en eso, no tienen los candidatos que llenen esa necesidad y la Concertación sí.

La política ha muerto, viva la política

De modo que hay que tener cuidado de tirar el agua sucia de la tina junto con la guagua. Perder aquello que permite ganar junto con la eliminación de las prácticas obsoletas que ¡en buena hora! requieren pasar a retiro.

Mala práctica es decir una cosa y hacer otra; pedir protección contra la democracia como si se tratara de un peligro; hacerse experto en tácticas, pero dejar de pensar en el rumbo; conformar comisiones para averiguar por qué las otras comisiones no funcionan; actuar como dueños de fundo sin ni siquiera tener fundo; tratar a la gente como si fueran votos y no recordar que tras los votos hay gente. En fin, ya sabemos de qué se trata.

Hay una cierta forma de hacer política, basada en la arrogancia y el cultivo de las pobres vanidades, que debe morir (aunque, para ser realista, bastaría con que quedara gravemente contusa). Pero la política en su mejor expresión no debe confundirse con sus lacras.

Y la mejor política no es sólo la que se preocupa de ganar, sino de hacerse cargo del triunfo. Las encuestas repiten una y otra vez (mejor o peor) lo mismo: el candidato UDI recibe el mismo apoyo que su partido; el candidato de RN, no mucho más que el apoyo de Renovación; y la candidata de la Concertación reúne el apoyo de la totalidad de su conglomerado y más. ¿Alguna duda?

Ocurre que la Concertación se aproxima a la mayoría simple y hoy, con su candidata, puede sobrepasar esa marca en la elección presidencial.

Pero, como no todo es ganar, sino que hay que sostener el triunfo, hay que recordar que para hacer gobierno con calidez, cercanía, solidaridad y la participación de muchos, se necesitan equipos, programas, objetivos y metas. Se necesita política y concertación, y mientras más, mejor.

viernes, junio 17, 2005

La guerra sucia: los enemigos de la democracia

La guerra sucia: los enemigos de la democracia


Quizá alguien se considere astuto para enlodar la campaña, cultivando la sospecha en el pasado de Bachelet. Hay algo que no se puede perder de vista. De la mirada al pasado, la derecha nunca ha salido bien.


Víctor Maldonado



Un ex policía corrupto investiga a una candidata presidencial, junto a su pareja urdía el desprestigio de la abanderada desde un comando opositor, sin conocimiento del resto, según se ha dicho. Las reacciones de estudiado escándalo se adelantan a cualquier situación a investigar. Las descalificaciones entre los representantes de las diferentes candidaturas se suceden. Es lo que se llama la “guerra sucia” en política y representa su lado más oscuro y repudiable. Es una guerra contra la democracia.

En un sistema de convivencia pacífica se compite fuerte y se busca convencer sobre las virtudes de una propuesta y de la idoneidad de aspirantes a representar a los ciudadanos desde el poder político.

Se trata de poner a disposición de los ciudadanos un proyecto de bien común en competencia con otros proyectos igualmente legítimos. Se propone, no se impone. Es el ciudadano quien decide sobre la base de sus preferencias, sus necesidades y anhelos y es el llamado a ponderar lo que escucha.

En una democracia sana, escoge entre alternativas transparentes. Pero se escamotea este derecho con intentos deliberados por divulgar información distorsionada que desprestigie a un contendor, sembrando la sospecha sobre su conducta, queriendo conseguir su descalificación ética antes de llegar a las urnas.

Es el eterno juego de los manipuladores, que nos dice tan poco sobre sus víctimas y tanto sobre ellos mismos.

Uno sabe que este tipo de personajes está operando porque el debate pasa del análisis de proposiciones a la suposición de intenciones, de la crítica de ideas al ataque a las personas mismas, del diálogo en positivo se transita a desacreditar adversarios. Es el sistema de convivencia el que se empieza a deteriorar sin que nadie sepa cómo.

Las guerras siempre tienen generales

Los que importan no son los operadores de la manipulación. Son los soldados de esta guerra, pero donde hay soldados hay también generales y estos son lo que deciden (en este caso, desde las sombras) las acciones a emprender. Los operadores ejecutan y mientras más alto apuntan, más importantes son quienes los han movilizado.

Quizá alguien se considere astuto para enlodar la campaña, cultivando la sospecha en el pasado de Bachelet. La radio Kyoto pasa ahora a ser libro. Esta manera de competencia quedó anulada. No porque puedan dejar de intentarlo en el futuro, sino porque, precisamente, hemos quedado advertidos de que tal cosa puede suceder. Pero sin contar con la sorpresa inicial, no es lo mismo.

Sabemos cómo responder. No se responden las acusaciones que “casualmente” aparecen en un momento crítico. La mirada se centra en develar el tinglado que requiere que la ponzoña llegue al libro, reportaje, grabación o lo que sea.

Si detrás hay una operación de inteligencia, lo que menos importa es ocuparse del producto preparado. Lo que importa es la plena identificación de la red, quién la financia y desde dónde opera.

Los sembradores profesionales de cizaña surgen cuando no se puede ganar en buena lid, puesto que nadie llegaría a tales extremos si pudiera vencer recurriendo al juego limpio.

Pero no está en esta confesión implícita lo más dañino. Lo peor de los manipuladores es el enorme desprecio que muestran por la gente y la arrogancia infinita de creer que pueden conducirla hasta donde se desea. Por eso, no es el problema de una candidatura. El objetivo circunstancial es Bachelet, como antes pudo ser un opositor y mañana se verá. No importa el atacado, sino el atacante.

Los insensatos se alegran cuando estos ataques se dirigen a otros y no a ellos. Tarde o temprano les llega el turno. Los demócratas deben proteger la democracia de sus enemigos.

El auténtico debate

Hay algo que no se puede perder de vista. De la mirada al pasado, la derecha nunca ha salido bien. Cada vez que intenta señalar con el dedo qué hicieron los opositores durante la dictadura, vuelve a recordar a todos lo que la dictadura fue y lo que hizo.

A fin de cuentas, no fue el conflicto lo que primó en Chile. El pasado se mira desde la paz recuperada y vivida. No quedamos atrapados en el dolor ni la violencia. La diferencia de nuestro país es que aquí no se grita por venganza si no que se clama por justicia. Por eso es tan poco lo que se puede conseguir optando por ese camino.

Distinto es el uso de recursos legítimos de campaña. Así, por ejemplo, las candidaturas de derecha pueden realizar emplazamientos políticos y pedir definiciones. Distinto es decidir cómo se les contesta.

Desde la derecha se gusta definir a Bachelet como “candidata ausente”, preocupada de mantener su popularidad y sin posiciones. Claro, una cosa es que lo digan, otra que lo crean y una tercera que les convenga transmitirlo. Están tratando de definir una pauta para la candidata de la Concertación. No se puede permitir. La definición de la agenda lo que les permite a las candidaturas avanzar y ganar posiciones.

Con pleno conocimiento de esto, la oposición prepara eventos paralelos muy vistosos para del lanzamiento oficial de sus dos campañas. Bien pensado, puesto que pretenden fijar un punto de partida mediático que mejore el estado de ánimo, ordene acciones y ponga temas en el debate. Ante el ordenamiento de los adversarios, la Concertación debe hacer un giro equivalente. El único lujo que el conglomerado no se puede dar es condicionar la estrategia de su campaña y la movilización de sus partidarios a la negociación parlamentaria.

Demora mucho, es elitaria en extremo, acentúa intereses partidarios, deja a los adherentes de brazos cruzados y pone a su abanderada en un lugar demasiado discreto. La campaña consiste en convencer a la gente -no a la derecha- de ser la mejor opción de gobierno.

La Concertación está unida, la propuesta central se puede sistematizar mejor, las acciones pueden ganar en envergadura y los diálogos ciudadanos en profundidad. Es el momento para un nuevo punto de partida.

viernes, junio 10, 2005

La derecha no gana sin la ayuda de la Concertación

La derecha no gana sin la ayuda de la Concertación


La Concertación no puede caer en el error de convertirse en comentarista de lo que ocurre en la derecha. Debe mostrar iniciativa propia.


¡Al fin separados!

La derecha no puede ganar por sí sola en Chile. No ahora. Méritos para bastarle con lo propio no ha realizado. Aunque sí puede obtener la victoria en la elección presidencial si la Concertación colabora para que ello ocurra por error u omisión. Por supuesto, la idea de que algo así llegue a acontecer no está en la mente de nadie. Pero hay que investigar cuáles podrían ser las conductas y acciones que pueden trabajar -objetivamente- en favor de la oposición.

Hay que decir que si la derecha no gana en estos momentos es porque ha seguido un camino de confrontación interna y de disolución de vínculos, justo el camino inverso que el que se dirige a La Moneda.

Puede que ahora los dirigentes opositores encuentren todo tipo de virtudes en el hecho de ir con dos candidatos. Pero se contradice con cuanto dijeron antes y con las loas que se prodigaban congratulándose por la fuerte unidad que demostraban.

Con dos candidatos pueden lograr mejores resultados electorales, sobre todo si se trabaja con un cierto acuerdo para dirigirse a grupos distintos y luego sumar esfuerzos. Pero no todo lo que importa se puede acotar a los resultados electorales. La derecha no llegó a dos candidatos porque sacara cuentas, sino porque unos a otros se pasaron la cuenta.

Se confesaron que nunca se habían tolerado y que lo mejor era resolver el problema de quién manda y se impone para sólo después volver a reunirse. Es una coalición que se confiesa a sí misma y al resto del país que no existe más que en la formalidad y en la fatalidad. Están “juntos” porque no pueden hacer otra cosa. No lo desean ni les satisface.



La posibilidad del candidato mágico

Apenas llevan unas semanas de campaña y ya una candidata a senadora de RN -en una etapa tan preliminar- declara que “la Alianza no existe” y se ha “pulverizado”. ¡Bien poco se necesitó para que se confesara que la derecha dispone de partidos, pero no de una coalición para dar gobierno al país! Ahora se ven contentos, hasta exultantes de entusiasmo, como en el caso de RN. Pero, ¿a qué se debe tanta efervescencia? La situación electoral no ha experimentado un vuelco. Esto se debe a que se han liberado los unos de los otros. Ahora pueden decir lo poco que confiaban en el candidato común. Se basa en el sentimiento de RN de haber dejado de ser simple comparsa de la UDI. Es decir, en muchas cosas que pueden ser muy interesantes, pero que no tienen nada que ver con aquello que se juega en una elección.

Para peor los estados de euforia no se mantienen demasiado tiempo. Tarde o temprano hay que sostenerse en algo más. En lo más duro de la competencia empiezan a pesar factores como el respaldo institucional que pueden dar los partidos, la inserción a lo largo del territorio y la credibilidad de poder hacer un buen gobierno.

Cuando llega el momento de la prueba, la derecha no cae por un problema de ausencia de candidatos, si no por una falta de consistencia. Su comportamiento no avala la promesa de ser una alternativa sólida y contundente a la Concertación.

Por eso es que se confía tanto en las capacidades del candidato, que es en quien se depositan las esperanzas, a falta de algún otro sustento creíble. Se espera de él que sea casi mágico.

Y así está el problema, porque muestra que la derecha no puede ganar basándose sólo en lo anterior. No con una Concertación existente y con presencia activa en la competencia. La razón es sencilla: la oposición, en estas condiciones tiene como techo algo más de 40% de los votos. Algo muy significativo, pero no para alcanzar la Presidencia. Los candidatos disponibles pueden crecer. Pero siempre a costa del otro. Se produce un trasvasije de votos entre uno y otro, según como vaya la campaña, pero, sumados -lo que importa- siguen teniendo el techo señalado.

La derecha necesita que “algo” pase en la Concertación que le haga posible permear una votación que hasta ahora es muy sólida y que la supera. En otras palabras, necesita de la Concertación para ganar.


¿Han notado lo catastrófico que resulta que yo no esté?

Pero, ¿qué podría hacer la Concertación para perjudicarse a sí misma y hacerle el juego a sus adversarios? Básicamente dos cosas: ponerse a disposición de su campaña y perder la iniciativa.

Ponerse a disposición de la campaña de la derecha es empezar a centrar la atención en lo que los otros están haciendo, en vez de dedicarse a desarrollar metódica y empecinadamente la estrategia propia.

Requeriría que las principales figuras pasaran de líderes a comentaristas políticos. Que se dedicaran a especular sobre las posibilidades de tal o cual candidato de derecha, sobre si llegará o no permear al electorado DC, sobre si se está en riesgo o no, etc.

De hecho, hacía tiempo que no se veía a tanta gente lúcida especular tanto y hacer tan poco. Y esto es, sospecho, porque el político es un personaje de acción directa; alguien que no contempla cómo vienen las cosas si no que pone toda su voluntad en moverlas de su sitio.

Pocas cosas son tan peligrosas como un político con mucho tiempo libre. A un político desocupado se le reconoce a la primera: empieza a pronosticar catástrofes y calamidades. En realidad no es nada tan irreversible, es lo que cualquier parvularia identificaría como “carencia de atención”. Pero lo importante es que es un síntoma.

Un político meditabundo es un político no integrado. Esto quiere decir que la realidad clama por dar cabida a la participación de todos, desde ya y a todo nivel. Puede que los estrategas tengan razón al creer que se puede entrar en un compás de espera para dar tiempo a que se despeje la situación en la derecha. Se entiende el razonamiento, sólo que lo que ocurre es que están viendo demasiado hacia la oposición y poco a la necesidad de los cercanos. Si muchos quieren hacer su aporte y no todos pueden, algo se está haciendo mal y hay que enmendarlo.


Empezar la transferencia de poder

Hay algo más importante que esta enfermedad de temporada. Hay que preocuparse de no perder la iniciativa. Pero hay algo más importante que esta enfermedad de temporada. De lo que hay que preocuparse es de no perder la iniciativa. La situación es distinta cuando hay que hacerse cargo exclusivamente de una campaña (como es el caso de la derecha) que cuando se tiene que instalar una candidata de nuevo estilo, una presidencia, un programa de gobierno y un plan de acción inmediato.

Hay un conjunto de tareas que requiere sincronizar agendas, coordinar actores y definir los próximos pasos. La Concertación tiene que hacer pesar el hecho de que es una alianza capaz de gobernar y de preparar el futuro. Es a la oposición a la que le conviene hacer de esta campaña una confrontación de titanes con una amplia galería mediática de observadores.

A la Concertación le conviene establecer la competencia entre equipos, porque se sabe bien representada y necesita acentuar la mayor diferencia con una oposición disgregada y mediocre. Mantener la iniciativa es dejar que la derecha entierre a la derecha, sin meterse en peleas de casados o de separados. Es mostrar elencos fraternos capaces de conducir al país. Es transferir influencia y la posta del liderazgo desde Lagos a Bachelet sin dudas y con generosidad. Porque si la Concertación se dedica a lo propio sólo puede ganar.

jueves, junio 09, 2005

Una candidata, un pacto, un comando

La Concertación tiene que verse en acción. Necesita que la vean. No puede cometer el mismo error de las pasadas elecciones presidenciales, en que la iniciativa pasó a quienes no la esperaban.


La legitimidad incuestionada

En una entrevista Ricardo Lagos dijo una idea sencilla, pero de múltiples consecuencias: “Nadie discute hoy la legitimidad de Michelle Bachelet como candidata única de la Concertación”. El “nadie discute” no hace referencia a los dirigentes políticos. También quiere decir que entre quienes se identifican con la Concertación, el gesto de Soledad Alvear fue comprendido y asimilado con sorprendente rapidez.

Nos parece natural el proceder sensato de las personas involucradas. Pero no es una feliz coincidencia, sino un logro político fino. Basta hacerse una idea de qué pudo pasar pero no pasó. La DC pudo haber entrado en un proceso de crisis y, en vez de eso, ha privilegiado su unidad. Pudo haberse despertado un malestar ciudadano por la invitación frustrada a una primaria, y no sucedió. Pudo producirse un vuelco hacia un candidato de derecha -canto de sirena incluido- y pocos se movieron.

Así que el conglomerado absorbió el nuevo escenario, evitando calamidades. Lo consiguió en esta oportunidad porque en muchas ocasiones anteriores había sobrepasado duros obstáculos. Ha cultivado lo que provoca envidia en la derecha: un “espíritu concertacionista”. Lo que una y otra vez derrota a la derecha es “la superioridad de una historia”. Así que se sorteó el momento más difícil, por la responsabilidad de muchos y la buena conducción de Alvear y Bachelet. ¿Está todo listo? No. Pero, ¿es que alguien cuestiona a Bachelet? No, nadie, y menos que nadie la DC.

Estas afirmaciones son más enigmáticas para quienes no participan de la política partidaria. Explica este aparente sin sentido la necesidad de cerrar la negociación parlamentaria. El procedimiento es conocido pero no resulta fácil de implementar: es algo así como “el que tiene el candidato a la Presidencia compensa”.


No sólo de parlamentarios vive la Concertación

Para mantener los equilibrios, el o los partidos sin abanderado obtienen más y mejores cupos. Se ha empleado a favor de cada componente de la Concertación. Hasta dónde se llega en el esfuerzo es algo debatido.

Nunca el cutis poco terso de unos y los arranques dramáticos de los otros, convencen mucho a la contraparte. ¡Cada cual se conoce el libreto de memoria y pueden intercambiar papeles sin problemas! Cada cual, también, sabe anticipadamente hasta dónde llegar. Sabe donde lo razonable pasa a excesivo y donde lo justo pasa a tacañería.

Íntimamente saben que toda esta puesta en escena se podría acortar bastante, pero ¿quién apreciaría el invaluable papel que cumplen los negociadores si resolvieran pronto?, ¿dónde iríamos a parar si las cosas se hicieran fáciles?

Son “los ritos” y son respetados por sus fieles y adictos. Nunca hay que olvidar que no estamos en el territorio del glamour. Mejor no enterarse de los entretelones. Cualquier hijo de vecino que se encontrara en una mesa de negociación palidecería de escuchar lo que se dice y ver lo que se hace.

Los que conocen los ritos saben que se está ante un equivalente laico de un cónclave. Tiene sus códigos y señales. La fumata negra es cuando unos dicen “nosotros no usamos el chantaje” y los otros, que “hay quienes hacen demandas excesivas”. Significa: “si esto sigue así, no vamos a llegar a ninguna parte”. Luego aparece la fumata blanca: unos dicen “creemos que ha ganado Chile” y otros “hemos dado muestras de una gran generosidad y del espíritu concertacionista que siempre nos ha animado”. Traducción: “Hemos conseguido (o salvado) todo lo que pudimos”.

No se pueden olvidar los hechos fundamentales. Primero: la negociación es imprescindible, es vital para los partidos y es sustantiva para dar gobernabilidad y respaldo a un gobierno. Segundo: no se puede reducir la política a la pura negociación sin grave daño de la opción común.

En el principio fueron los gestos

Si de algo sirve la historia es para dar lecciones. Todos pueden recordar que en la ocasión anterior, Lagos nunca estuvo mejor que cuando terminó las primarias y su opción parecía imbatible. Dado este convencimiento, aflojó la presencia en terreno y entró a un compás de espera. Una espera larga, excesiva, marcada por la burocracia política. Resultado: la pérdida de la ventaja, el desánimo, la aparición de dudas. La iniciativa pasó al lado de los que no esperaban y ocupaban todos los espacios que la inacción iba dejando.

Es insensato caer dos veces en el mismo hoyo. En las próximas cuatro o cinco semanas de define más que los candidatos parlamentarios, se establecen tendencias.

En una elección el que pierde de vista a los electores va por mal camino. La Concertación es voto de militantes de partido y, cada día más, adherentes a la Concertación misma. Son estos últimos los que hay que cuidar, alentar y hacer crecer.

Pero para que la Concertación sea atractiva, es decir, para que de motivos a los no militantes para respaldar a la candidata presidencial y a los parlamentarios, tiene que verse. No puede irse para la casa o encerrarse en los sótanos de la negociación.

Cada partido debe pensar en sus intereses, pero en su versión más íntegra. La DC crece en Concertación y los ataques contra la falange vienen de fuera, como veneno envuelto en dulce. Pasar una temporada centrada en reuniones, procesos y eventos puramente militantes es un daño para sus candidatos y, mientras mejores sean, más daño reciben. Lo cierto para la DC es cierto para los otros partidos y la campaña de Bachelet.

No es momento para caminar en un pie. Lo único que se consigue es cansarse y cojear.

Por las declaraciones de todos los dirigentes de la Concertación, sin excepción alguna, se puede decir que hay tres certezas: tenemos una candidata, estamos en proceso de finiquitar un pacto, tendremos un comando a un mes plazo.

Si nadie duda ni de la ruta ni del destino, es el momento de los gestos. La Concertación se puede dar el lujo de confraternizar a lo largo del territorio, en contraposición a la derecha, que se confronta con virulencia.

La Concertación tiene que verse y necesita que la vean. Es el bien común y lo mejor para los unos y para los otros. Al final del proceso estará el comando, las comisiones, las programaciones, los eventos formales. Se necesita anunciar el próximo trabajo conjunto, preparar el juego limpio y colaborativo. Como Lorenzini en el Maule, Carlos Montes llevando a visitar a Soledad Alvear. El cálculo tiene su espacio, la visión política tiene su sitio. Nadie ha dicho que tengamos que ser tan torpes como para creer que hay que optar entre una cosa y otra.