sábado, abril 24, 2010

Un punto de confluencia

Un punto de confluencia

Víctor Maldonado


Las ideas de la centroizquierda

Clarisa Hardy es la editora de un nuevo libro: “Ideas para Chile. Aportes de la centroizquierda”, con la que da inicio a sus actividades la Fundación Dialoga, inaugurada por la Presidenta Bachelet la semana pasada.

Ya entonces la ex mandataria había prometido que pondría a disposición de todos quienes se identificaran con las propuestas de centroizquierda, esta nueva casa como un punto de encuentro y convergencia. Se trata de unir pensamiento y acción, dialogando para confluir en un espacio compartido.

Como es de esperarse, en este sector político se parte de la valoración positiva de lo realizado por los gobiernos que lideraron el país por veinte años. Pero no se contempla el pasado para quedarse en lo hecho, sino para, desde un espíritu autocrítico, renovar conductas y conductores, dignificar la política, enfrentar la tarea inmediata de la reconstrucción y actualizar el programa de la Concertación para Chile.

Ahora tenemos un libro que explora las tareas que se abren para la centroizquierda a partir de su obra, de su derrota y de sus posibilidades de volver a ser mayoría. Estas tareas parten de los acuerdos ya alcanzados (que son muchos e importantes), de las posibilidades que sólo ahora existen a disposición y de acotar las discrepancias a aquellas que sean importantes de resolver, a fin de ofrecer al país los resultados en el futuro cercano.

Lo que no hay que olvidar nunca es que los acuerdos existentes en la Concertación son notablemente importantes, como corresponde entre socios que se conocen muy bien unos con otros.

Se tiene un proyecto compartido que articula la permanente ampliación de libertades, con una concepción de la igualdad asociada a la universalización de derechos garantizados. La Concertación representa una apuesta política basada en la confianza en el ciudadano, en la igualación efectiva de derechos y en el énfasis en la promoción de la solidaridad y de la cooperación; en la apuesta por la redistribución del poder, del conocimiento de la riqueza y de los ingresos. Sin ir más lejos, todos los planteamientos concertacionista para la reconstrucción de las zonas afectadas por la catástrofe del 27 de febrero, se han consensuado fácilmente porque se comparten estos criterios, promovidos desde la recuperación de la democracia, con mayor o menor éxito.

Aunque parezca raro decirlo, también el libro presentado por la Fundación Dialoga muestra que hay una conciencia compartida de las falencias a superar. Se puede decir que la Concertación evolucionó más lento que una sociedad que demandaba cada vez más igualdad y menos privilegios injustificados. Los avances acumulados de veinte años de gestión son visibles en todas las áreas, pero los ciudadanos adquirieron –también- una dolorosa conciencia de que ahora la desigualdad se expresaba en un acceso diferenciado a los bienes y servicios de calidad. Había más educación y salud para todos, pero no la misma educación y salud para todos. De allí el descontento. El avance fue social, el retroceso fue político.

Por qué somos necesarios

Sin embargo, la Concertación sabe que sin ella no es posible esperar la descentralización del poder hacia los ciudadanos, de quienes hacen un uso desprejuiciado de la mayor concentración de poder registrada desde la dictadura. Ni habrá reforma a la Constitución. Tampoco las reglas se aplicarán por igual a los poderosos que al ciudadano de a pie. Menos se reformará el Estado para fortalecerlo por la dirección de quienes lo usan, pero no lo aprecian y, cuando pueden, lo hacen delegar sus funciones propias. La participación no será tema y el reconocimiento del pluralismo como un valor irá en retroceso.

Por eso, y en el fondo, ninguno de los autores incluido en esta publicación espera que la derecha supere a la centroizquierda en el ejercicio del gobierno. Y no lo espera por algo distinto a la expresión colectiva de una arrogancia desatada. No lo espera porque, aun cuando esta administración pueda mostrar avances importantes al final de la gestión, nosotros sabemos que se hará en una dirección que no nos satisface. Y porque se está dejando en el olvido aspectos como los señalados más arriba, se empezará a producir un vacío precisamente en aquello que, para nosotros, hace la diferencia sustantiva.

Porque como dice Pedro Güell en el texto comentado (aunque con mejores palabras), cuando soñamos el futuro, lo que queremos es un Chile con más equidad, pluralismo y libertad; no simplemente más próspero, moderno y eficiente. Por eso nos sentimos necesarios y sabemos que juntos somos hoy un factor imprescindible y mañana lo seremos más. Por eso también es tan extraño que algunos, entre nosotros, valoren más las diferencias que los acuerdos.

Uno no entiende por qué hay personas que consideran que lo mejor que le puede ocurrir a la Concertación es el distanciamiento de sus componentes básicos haciendo que la izquierda sea más izquierdista y el centro más centrista.

Es como creer que para interpretar a un país que se reconoce cada vez más diverso y pluralista, debemos disminuir la amplitud y la heterogeneidad del conglomerado que lo quiere representar. ¿Qué se gana con ello, a no ser la mayor satisfacción de quienes representan poco en campo abierto y mucho en ambientes controlados? En verdad, los espacios pequeños son para líderes pequeños.

Más al fondo, ¿hay alguien que dude que una mayoría nacional se consigue de la confluencia de vertientes políticas distintas?

Es como proponer que la mejor vía para lograr la unidad -al final tan necesaria como inevitable- es por el camino largo y tortuoso de separarnos todo lo que nos sea posible, y dedicar el mayor tiempo que podamos a acentuar las diferencias. Esto parece todo lo contrario a la sensatez.

Por no mirar hacia fuera, estamos en la oposición

El segundo error que nos espera a la vuelta de la esquina es seguir debatiendo entre nosotros como si la derecha no existiera, y cada cual se pudiera dar las licencias que estime convenientes. Sin embargo, da la casualidad que la derecha está ocupando nada menos que el gobierno, y todos sabemos que quiere seguir allí por una larga temporada.

Algo nos tiene que decir el hecho de que la Alianza haya empleado un expediente bien conocido para llegar al poder: disminuir la expresión pública de sus diferencias y multiplicar los gestos de trabajo colaborativo.

En veinte años de historia conjunta, hemos sabido avanzar gradualmente seleccionando en cada caso las tareas prioritarias del momento y sólo lo prioritario. No se puede discutir por todo, ni se pueden emplear todos los tonos al expresar las discrepancias entre partidos y al interior de cada partido. No se trata de que los otros abandonen sus convicciones sino de trabajar en conjunto. Por eso es tan importante debatir para confluir, más que para mantener las discrepancias iniciales. Por eso este libro es un aporte tan valioso. Aquí se miran las diferencias como áreas donde hay que profundizar el diálogo, no para quedarse contemplando las discrepancias, como si fueran obstáculos insalvables, sino como un reto a la capacidad política de consensuar acuerdos con amplio respaldo.

Para la centroizquierda, reinventarse desde la oposición es renovar el pacto de sus fundadores, no eliminando a parte de sus fundadores.

Michelle Bachelet tiene razón al decir en el prólogo de este libro que "en definitiva, el éxito del gobierno de la Concertación se basa en una mirada estratégica de desarrollo que perduró por dos décadas”.

La frase complementaria, por supuesto, es que, para las décadas que siguen hay que renovar la vigencia de una mirada política que sobrepase –con mucho- la coyuntura.

Así se hizo antes, así se ganará mañana. Para lograrlo, hay que iniciar el diálogo, en espacios comunes, buscando los acuerdos y haciendo del pluralismo convergente la principal de nuestras fuerzas. Eso es lo que se está haciendo y hay que alegrarse de iniciativas pioneras como ésta.

miércoles, abril 14, 2010

Cuando volvamos a decir “nosotros”

Cuando volvamos a decir “nosotros”

Víctor Maldonado


Un buen diálogo de inicio

La Concertación tiene que hacerse cargo de todas las tareas que acompañan su rol de oposición a un gobierno de derecha. Ya el solo hecho de adaptarse a su nueva condición representa un reto exigente, pero si quiere retomar el liderazgo político eso no le puede bastar.

Aunque no sea nada de popular ni central para la ciudadanía en pleno proceso de reconstrucción, ha de emprender el proceso de autocrítica que le permita digerir los errores cometidos y replantearse su obligación para renovarse.

Pero si ha de hacerse cargo de las tareas del presente y del ajuste de cuentas con su pasado reciente, está claro que no puede darle igual tratamiento a ambas cosas. Si la Concertación se va a dedicar a definir su estrategia para el presente, ya cuenta con las instancias para hacerse cargo del cometido. Al menos, puede hacer que entren en funcionamiento. Si va a evaluar su propia actuación, la centroizquierda ha de partir con consultas concéntricas que permitan iniciar la reflexión con puntos de vista comunes y compartidos.

En este proceso, hay etapas que un conglomerado no se puede saltar. No se parte por el final. Ni reduciéndose a los notables. Ni con prensa. Ni debatiendo sobre los invitados y los excluidos.

Por eso se tomó una gran decisión cuando los presidentes de partido cambiaron un cónclave destinado a analizar las causas de la derrota presidencial, por un evento de inicio para consensuar propuestas para la reconstrucción.

Siempre resulta positivo identificar grandes consensos, como ocurrió en este caso.

El primero de los acuerdos alcanzados es que no hay una sola forma de entender la reconstrucción. La centroizquierda entiende este proceso como reconstruir vidas en comunidad, no sólo como la reposición de bienes y servicios.

En seguida, se advertía en este primer evento que no hay que confundir la colaboración activa en la reconstrucción con el apoyo o subordinación al gobierno. La centroizquierda es y seguirá siendo oposición y ejercerá su rol asumiendo, ante el gobierno, la perspectiva y las demandas de las comunidades afectadas por la catástrofe.

En realidad, la posición asumida es bastante crítica al considerar que en la reconstrucción el Estado no puede renunciar a su papel de promotor del bien común, ni el gobierno dirigir la reconstrucción desde la desconfianza al Estado.

Para la oposición es bastante claro que Chile cuenta con recursos propios, como nunca antes en nuestra historia y que puede disponer de los recursos necesarios para financiar la reconstrucción. Por lo mismo, no hay que reconstruir a costa de los programas sociales o de los más débiles o afectando a otras regiones.

Tras la catástrofe hay que replantearse el desarrollo de diferentes regiones, ciudades y localidades. Esto no se puede hacer con espíritu patronal sino con la participación de las comunidades que han de decidir cómo vivirán de ahora en adelante. Y a la cabeza de las comunas hay reconocer el papel fundamental que juegan las municipalidades. A ellas hay que dotarlas de mayores recursos humanos, materiales y financieros para que puedan afrontar en mejores condiciones las consecuencias de esta crisis.

Contra los artistas de la distracción

Pero en el evento concertacionista pasó algo más importante que el haber consensuado las definiciones ya señaladas. En su primer encuentro tras la derrota presidencial, la Concertación identifica sus principales fortalezas.

El resumen de lo que se dijo en el encuentro, por parte de los principales oradores, es que nuestros problemas como coalición se derivan del deterioro de la cohesión interna. Por eso, el propósito expresado por todos es, ante la nueva etapa, responder con mayor unidad y no con mayor dispersión.

A lo que nos enfrentamos en conjunto es a la mayor concentración de poder de nuestra historia. Corremos el riesgo de una evolución regresiva, y por eso la misión de la centroizquierda consiste en la construcción de un auténtico contrapeso político y social. Por definición, contrapeso es algo que nadie puede lograr por sus solas fuerzas sino que es producto de la unidad.

De manera que podrán existir todos los matices que se quiera, las renovaciones partidarias están a la orden del día, pero la Concertación seguirá siendo necesaria y ella vive de respetar el pluralismo de opiniones y se propone prolongar su trayectoria común de entendimientos, acuerdos y proyectos de futuro sostenidos en conjunto.

Este tipo de aproximación estratégica llega justo a tiempo, porque ya se estaban produciendo las reacciones espontáneas de algunas figuras de la Concertación, que estaban realizando una autocrítica tal como si el espacio público fuera el living de la casa, como si todo se pudiera decir por la prensa y cada cual se enfrascara, sin consecuencias, en la interesante ocupación de dedicarnos unos a todos los más fuertes ataques.

Cuando hay que concentrarse en lo importante, no faltan los encargados de quedarse contemplando las ramas. Son los que hacen mucho ruido, pero se excusan a la hora de concretar un aporte que permita mejorar las situaciones que denuncian y en las que se suelen enredar ellos mismos.

Es un artista de la distracción todo aquel que escoge, como el principal de sus blancos, a otro miembro de la Concertación, al que le atribuye todo tipo de errores cometidos en el pasado.

Y es un distractor el que encuentra que la principal causa de la derrota de la centroizquierda se debe a todos los demás, pero no a él mismo, cuya única falta consiste en haber tenido siempre la razón… sin haber podido convencer de sus magnificas ideas al resto.

Todos los análisis de la derrota presidencial que parten señalando con el dedo a algún otro u otra (según los gustos), yerra por definición. Los procesos colectivos que terminan en una derrota importante, no se explican por fallas individuales. Es más, es posible que quien analice la situación en estos términos siga siendo él mismo parte del problema y, para nada, identifique los caminos de salida.

El problema somos nosotros

Lo que más asombra es que sean señalados como culpables de los mayores errores, justamente aquellos que más dieron la cara en los momentos difíciles. Lo que se les atribuye, además, es que no lograron por sí mismos revertir la situación. ¡Como si aparte del esfuerzo que hicieron tuvieran, además, que garantizar resultados, contra viento y marea!

Creo que la derrota puede ser enfocada desde otro punto de vista. Abriendo la mirada más allá del último episodio.

Lo que explica la derrota, más allá de algún suceso aislado y de una responsabilidad personal, es el largo tiempo consumido por la centroizquierda en convencer al país de que ya no era una mayoría estable y sólida capaz de dar gobierno al país. Lo que terminó por perder a la Concertación fue la falta de unidad y las permanentes muestras de divisiones internas. Esta es la verdad que hemos vuelto a encontrar.

Puede que ahora no se destaque, pero no hay que olvidar que tres partidos importantes de la Concertación sufrieron procesos de ruptura: el PPD generó el Chile Primero; la DC al PRI y el PS fue pródigo en generar candidatos presidenciales, que abandonaron sus filas.

Antes de las rupturas, se vivieron muchas inconsistencias con quienes se preparaban para emprender rumbos propios. Después de las rupturas, los partidos de la Concertación no dieron la imagen de haber recuperado la disciplina interna. Más bien, se llegó a dar la impresión de que la disciplina misma era mucho más un comportamiento excepcional que la norma que guiaba a la mayoría.

Cuando a lo anterior se le agregó la presentación oficial de listas separadas en las elecciones municipales, ya nada podía agregar la derecha con sus críticas que no estuviera siendo confesado por el comportamiento práctico de la Concertación.

Comparativamente, el año previo a la elección presidencial fue el de mayores muestras de unidad por parte de la derecha. Por cierto, las diferencias existieron y no dejaron de presentarse, pero no fueron alimentadas. Discurrieron básicamente por instancias internas y evitaron presentarse principalmente por los medios de comunicación.

¿Cuál es el comportamiento que llevó a la derrota? El que abandona las tareas principales dejándose llevar por la irresponsabilidad de los distractores. Persistir en el error es seguir intentando endosarle la responsabilidad compartida a otro.

¿Cuándo nos vamos a recuperar? Cuando frente victorias y derrotas, virtudes y defectos, volvamos a decir “nosotros”.