lunes, diciembre 20, 2010

La Concertación y su apertura

La Concertación y su apertura

Víctor Maldonado



Más proyecto, más diálogo

Se ha iniciado en la Concertación un debate, a ratos áspero, sobre su apertura y ampliación. De hecho, se ha dialogado mucho sobre… la necesidad de dialogar. En estas circunstancias cabe interrogarse acerca de la pertinencia del enfoque que se ha dado, hasta ahora, al debate político en la centroizquierda.

Podemos partir de la base que, mientras más claro se tienen los objetivos, más fácilmente se encuentran los socios. Lo más importante en un diálogo no es con quienes se conversa, sino saber qué materias se conversa.

Si nadie está pidiendo entrar en la Concertación (los que pudieran hacerlo gritan en todos los tonos que no lo desean), entonces el foco de atención ha de ponerse en actualizar su mensaje propio, antes de dedicarse a pedirle a los demás definiciones precisas.

Si la centroizquierda ofrece un proyecto de país, entonces es sobre los aspectos fundamentales de ese proyecto sobre lo que debe convocar a conversar. Y si ha existido un cambio político importante (y un cambio de coalición política en el poder es de los más significativos que se pueden dar en política), entonces se impone una actualización y renovación del proyecto que se propone.
Para que esto se produzca se necesita un esfuerzo colectivo de grandes dimensiones. Mientras más diálogo hacia fuera se quiera, más trabajo interno se debe desarrollar en la propia Concertación.

Por eso hay que pensar en un esfuerzo equilibrado que se hace cargo de estas dos dimensiones de las tareas de centroizquierda. En el caso que la atención se haya concentrado demasiado en solo uno de estos aspectos, entonces ha llegado el momento de retomar el componente que ha quedado en rezago para no perder la orientación. En contrario, se estará conversando mucho sin demasiada claridad sobre el sentido que tiene el diálogo, o nos encontraremos con tantos sentidos posibles como interlocutores se tenga.

Se puede decir que el conglomerado opositor está retomando el camino que le resulta más provechoso: el duro y cotidiano trabajo conjunto de producir planteamientos en materias de interés nacional, retomar contacto con actores sociales relevantes; fortalecer la coordinación con regiones, y preparar grandes eventos ordenadores, dentro de los cuales, el más importante será –sin duda- el Congreso Municipal que debe tener lugar en mayo o junio.

Nada de esto es glamoroso ni puede llenar titulares en la prensa y, sin embargo, es justamente lo que se necesita hacer para adquirir la suficiente envergadura y consistencia como para proponerse ganar en elecciones altamente competitivas. Este esfuerzo consume mucha energía, porque se trata de una tarea dura y difícil, porque representar intereses partidarios y, al mismo tiempo, confluir con otros suele ser una prueba política de primera magnitud.

Sin vocación de comparsa

Sin embargo, da la impresión que aún falta ratificar un diagnóstico fundamental compartido. Cuando se pierde el gobierno, los que pierden deben evaluar las causas de la derrota y han de decidir hacia dónde y con quiénes se ha de continuar el camino que se tiene por delante.

Esta evaluación no se ha dejado de hacer a nivel individual, en grupos y por partidos. Básicamente los análisis están llegando a dos tipos de conclusiones antagónicas y alternativas. Para algunos la derrota se produjo por falta de Concertación, es decir, por falta de unidad, disciplina, tratamiento adecuado de los conflictos, ausencia de renovación del pacto con su base social. Para otros, en cambio, de lo que se trata es de desistir de la idea misma de la Concertación, reemplazándola por un grupo más homogéneo, circunscrito a la izquierda y en conexión táctica con el centro.

Estas visiones existen, pero no pesan lo mismo. Quienes quieren volver a ser mayoría social y política desde la Concertación, son muchos más que quienes la desechan en el punto de partida.

Hay, sin embargo, un aspecto que nos permite vislumbrar hacia dónde se decantará la más amplia mayoría en el momento decisivo: el de la efectividad en la acción y en las elecciones.

La idea de que nos va a ir mejor a todos divididos en trocitos, frente a una derecha que acumula un amplio espectro de poder, se asemeja bastante al absurdo.
Importan mucho los resultados prácticos y, por más que se tenga el más radical de los discursos progresistas, nada puede ocultar el hecho de que quien divide a la oposición trabaja para la derecha, es alentado por la derecha y es la derecha la que le entrega tribuna.

Al final, lo que se consigue radicalizando el discurso es llegar a ser la “cabeza de ratón” de una postura minoritaria, condenada permanentemente a acompañar a la Alianza como contraparte opositora.

Como moraleja se puede decir que no todo lo que parece como una apuesta de izquierda tiene como consecuencia un resultado positivo para la izquierda.

No se ve la necesidad de reincidir en los errores del pasado. Sin duda que una de las causas de la derrota presidencial es que se proyectó una imagen de división del entonces conglomerado gobernante. Puede que MEO haya establecido una tienda aparte con toda propiedad durante el proceso electoral. Pero continuaba siendo visto ampliamente como parte de “este sector”. Al mismo tiempo el candidato validó su postulación por la ausencia de un mecanismo que le dejara competir dentro de la Concertación y esta tuvo un eco positivo en una amplia audiencia.

Ahora el diálogo parte desde un piso distinto. La derrota enseña, hay tiempo suficiente como para que cada cual defina bien su perfil y cada quien sabe que ha de llegar a la próxima elección con representantes legitimados sin sombra de duda.

La Concertación es una opción de gobierno. Se encuentra en la oposición, pero no quiere quedarse en ella. Está pensada para conducir y liderar. La centroizquierda no tiene vocación de comparsa ni espíritu de dama de compañía.

El camino válido para la Concertación es el de crecer fortaleciéndose en ideas y en organización. La propuesta de mejorar mediante la eliminación de la posibilidad misma de recuperar la mayoría no tiene sustento ni toma en cuenta el más elemental sentido común.

Cantos de una sirena desafinada

Lo que destaca de la Concertación tras la pérdida del gobierno, no es su debilidad sino su fuerza, pese a los errores que su dirigencia pudiera estar cometiendo.
En estos días, el oficialismo ha dado inicio a una campaña para dar la impresión –falsa, claro- de que busca atraer al PDC a sus filas.

Pero los hechos hablan por sí mismos. La Democracia Cristiana no ha tenido una sola deserción hacia las filas oficialistas, y en su elección territorial votaron más de 28 mil militantes. Es casi imposible que esta situación varíe producto de la verdadera persecución a los militantes de la Concertación que se está dando en la administración pública, donde los despidos o la no renovación de contratos llegan a varios miles. Cada cierto tiempo, se repiten los llamados a la unidad y un amplio reconocimiento retórico a la supuesta mayor cercanía de RN con la DC, pero su sinceridad y efectividad es cercana a cero.

Los intentos mediales que sugieren que se está trabajando efectivamente en el acercamiento rondan lo patético. Al parecer se reducen a la conversación con un alcalde con buenas relaciones con sus pares y que gusta de tener reuniones. Bastante poco para tanto ruido.

Para marcar todavía más la distancia entre lo real y lo supuesto, basta con constatar que todos los que dicen que hay mucha cercanía entre RN y la DC son todos de RN y ninguno de la DC. En otras palabras, se trata más de un monólogo que de un diálogo. Y sería de desear que en la Concertación se dejara de prestar oídos a todo intento del oficialismo de instalar cuñas en su interior, aún a las menos verosímiles.

Simplemente, y desde la acción fuerte y sistemática de gobierno, esta es una línea de acción cerrada y tapiada. Sea lo que sea que ocurra, las diferencias de opinión se dirimirán en las urnas y no por aproximación.

La prueba de fuego de la centroizquierda no va por aquí. Si la Concertación quiere volver a gobernar tiene que ser una coalición cohesionada, con suficiente disciplina interna como para definir un rumbo y hacer que sus propios líderes lo sigan. No es aceptable pretender mantener todas las ventajas de pertenecer al conglomerado, saltándose todas las responsabilidades que ello conlleva.

No se puede pedir a la Concertación lo que no se entrega a la Concertación. El que siempre privilegia sus intereses personales por sobre el bien común, puede ser tratado más como una dificultad que como un aporte. Eso sí es decisivo.

domingo, diciembre 05, 2010

Sin estrategia, buscando oportunidades

Sin estrategia, buscando oportunidades

Víctor Maldonado


El desgaste de la política de anuncios

Más allá del aprovechamiento de oportunidades mediáticas, lo que el gobierno ha mostrado hasta ahora es la imposibilidad de definir una estrategia coherente de conducción política.

En ocho meses de gestión se ha caracterizado por dejarse todas las opciones abiertas, sin llegar a optar por una específica. La pertinacia en mantener los ataques al gobierno anterior, por propia voluntad y sin mediar provocación, es parte de un comportamiento políticamente irresoluto, que limita severamente la posibilidad de llegar a acuerdos ampliamente mayoritarios.

La ausencia de directrices positivas comunes ha sido un incentivo para las agendas individuales. Al mismo tiempo, da la sensación de que aquella iniciativa que no concita la atención directa de Piñera, simplemente no consigue el visado para su implementación.

Es sintomático que, cuando aún no se cumple ni un año de gobierno, ya se habla abiertamente en los círculos oficialistas de las posibilidades presidenciales de un ministro u otro. De hecho, el propio ministro del Interior se hace parte del coro de comentaristas, no se sabe si en su calidad de jefe de gabinete o de aludido.

Tal parece que la verdadera agenda del gobierno es la búsqueda constante de oportunidades que se presenten y ante las cuales pueda presentar medidas de alto impacto comunicacional.

Pero la receta tiene sus límites. Y es que, luego del rescate minero es bien difícil alcanzar niveles siquiera aproximadamente equivalentes de atención pública.

Es más, el recurrir en cada ocasión a la presentación deslumbrante de anuncios parece tocar techo, aun cuando Piñera no parece que se percatara de un hecho que las encuestas sí detectan. El modelo comunicacional oficialista se repite una y otra vez, pero el efecto es cada vez de menor intensidad. No es para menos puesto que si los titulares de políticas se acumulan y su concreción se demora, lo que sigue no será el aplauso sino la exasperación.

En otras palabras, lo que se necesita con urgencia es llegar al cumplimiento de lo prometido, en especial en lo que se refiere a la reconstrucción. Hay que reconocer que nada muestra más las falencias opositoras que la incapacidad actual de destacar el inusitado grado de incumplimiento agregado en las distintas carteras. Pero los sondeos de opinión evidencian a las claras el juicio ciudadano en materias de importancia como son salud, empleo, seguridad, vivienda, descentralización y transporte. Es el desgaste por incumplimiento o por lenta ejecución lo que está minando la confianza en la actual administración.

El cambio del consenso por la sorpresa

Destacar las principales deficiencias del Ejecutivo requiere capacidad de selección, de establecer mensajes compartidos y de combinar vocerías. Todo ello aún no se logra –y hasta tropiezos se han tenido-, pero es evidente que el nivel de coordinación opositora ha sorteado bien el debate por el presupuesto y el actual sobre el reajuste del sector público.

El escenario inmediatamente anterior era que el gobierno imponía, ante la opinión pública, su interpretación de lo que ocurría en el Congreso. Ahora la situación se ha vuelto mucho más matizada, puesto que, en los últimos episodios, el gobierno se ha mostrado disperso y algunos contratiempos provinieron de faltas a la disciplina de sus propias filas parlamentarias.

Todo esto sin mencionar las elecciones en la ANFP, de donde el oficialismo solo puede obtener malas noticias y desgaste continuo. En este sentido la encuesta Adimark sólo ha confirmado una percepción previa muy generalizada en el ambiente político.

Como nunca antes y a partir de este momento, los resultados de la selección nacional en un partido, van a tener una connotación política. Van a ser un hecho deportivo, desde luego, pero si el reemplazante de Bielsa (de llegar a tenerlo) no emula sus resultados, todos se preguntaran a quién se debe que hayamos perdidos una buena senda con resultados basados en un esfuerzo sistemático de largo plazo. Y de seguro que los hinchas-ciudadanos no detendrán su búsqueda de responsables en la ya oscura (en más de un sentido) figura de Segovia (“con el fútbol nos topamos, Sancho”).

Sin embargo, la peor noticia para el oficialismo no estriba en comprobar la disminución de su popularidad, sino en el hecho de que esto acontezca aún cuando ya estuviera en plena implementación una estrategia de contención que, se esperaba, estuviera dando resultados.

En efecto, el reemplazo de la acción de los mineros como centro aglutinante, ha sido el impulso a las reformas en educación, salud y modernización del Estado; también en materia de pobreza, innovación y reformas políticas,.

Todas estas iniciativas requieren movilizar a los ministros respectivos, recorriendo el país contando las voluntades de las reformas propuestas.

El procedimiento empleado para lograr el máximo impacto comunicacional, consiste en evitar todo intento de consensuar previamente las iniciativas con los actores involucrados en cada caso.

La sorpresa sería la norma de los anuncios. Se quiere ganar a la opinión pública y así imponer las iniciativas a la oposición ante una fuerte mayoría ciudadana.

Otra manera de explicar el comportamiento gubernamental es decir que el Ejecutivo se apuesta a tomar la iniciativa política desde ya y por todo el próximo año, para luego llegar a la elección municipal con un crecimiento económico fuerte, una agenda política controlada y con demandas sociales controladas.

Claro que privilegiar la imposición por sobre el diálogo tiene sus inconvenientes: la argumentación en cada caso puede no ser todo lo persuasiva que se quiere; puede despertar reacciones corporativas y puede que no capte el interés ciudadano.

El cualquier caso, la apelación a los grandes acuerdos nacionales han quedado en la trastienda, sin más espacio que la retórica.

El momento de la diferenciación

En otras palabras, el gobierno basa su éxito en sus propias fuerzas y, si se quiere, en la confianza en que las debilidades de la oposición le imposibiliten presentar un frente común.

Esto tiene un cierto mérito, puesto que deposita la confianza en un despliegue de eficiencia política, técnica y comunicacional, por parte el oficialismo. Tiene, también, la desventaja de que la eficiencia y la pulcritud de los detalles no han sido el sello de la administración. Allí está la marcha de la reconstrucción para probarlo.

El tiempo dirá si estas reformas fueron presentadas a tiempo. En campaña, la derecha alardea de tener las respuestas a todas las preguntas y que era cosa de que los dejaran operar para que todo empezara a funcionar menor.

Pero las reformas han demostrado ser más esbozos que proyectos aterrizados. El caso de Educación es emblemático porque es evidente que los primeros meses de Lavín se han dedicado a definir qué hacen y, según parece, la misma reforma anunciada se vendió “en verde”.

Creo que se puede adelantar, sin mucho riesgo de equivocarse, que el procedimiento señalado no va a rendir los frutos que se esperan de ella.

Es más, estimo que el éxito de las gestiones ministeriales particulares dependerá de la capacidad de los secretarios de Estado de desmarcarse de las orientaciones, más bien rudimentarias, que les están llegando desde el centro de decisión política.

Si se quiere tener una mayoría parlamentaria que apoye una iniciativa oficialista importante, no se puede tratar de “sorprender” a la oposición ni de ponerla entre la espada y la pared. El consenso es lo contrario del sometimiento.

Quien quiera una reforma con respaldo amplio tiene que estar dispuesto a ceder en algunos aspectos, acoger ideas y no puede partir adoptando el injustificado tono del que se cree poseedor de la verdad suprema.

Algunos se darán cuenta de ello, tendrán la habilidad suficiente para tender puentes y negociar de un modo fructífero. Los que se queden siguiendo las instrucciones básicas que les lleguen, no llegarán a buen puerto.

Me atrevo a pensar que serán las personalidades con mayor experiencia política los que saldrán mejor librados de esta dura prueba. Entre ellos, desde luego, se encontrará Joaquín Lavín.

En todo caso, llegará el momento en que se tendrá que reconocer que el director de la orquesta oficialista ni lo puede todo, ni lo sabe todo, ni es un guía infalible, ni tiene el prestigio personal suficiente para superar él mismo los obstáculos que se presentan a su gestión.

A fin de cuentas, lo que está fallando es la conducción y no las actuaciones de los principales colaboradores.