viernes, junio 25, 2004

Una chapita en Flandes

Una chapita en Flandes



La derecha entró en campaña con el acento en el tema de la “intervención electoral” de gobierno. Conviene prestar atención a ese modo de encarar el inicio del período electoral fuerte.

Partamos por lo fácil. No está en discusión lo que es materia de ley. Las normas rigen para todos, incluidos los funcionarios, que están expuestos a diario al escrutinio de los ciudadanos. Si hay algo para lo que están preparados es para responder a este tipo de imputaciones. Así que, donde no hay discusión, no hay debate.

Sin embargo, la derecha está irreconocible por su poca efectividad. Parece no poder concentrarse en nada serio, y menos en forma unitaria. Hay que recordar los principales titulares y las noticias destacadas por los medios de comunicación de derecha (casi todos, por lo demás) desde el fin de semana. Son de una auto referencia difícil de creer. Entre el destino del alcalde de Zapallar, la polémica por el grado de sinceridad con que se disculpó Pía Guzmán en su partido y el debate sobre qué tan UDI es el abogado Christian Espejo, no parece haber espacio para nada más. Casi, porque lo anterior es lo que efectivamente ocurre con el grueso del “sector”. Esto no es válido para la dirigencia gremialista, de la que no se puede esperar serenidad sino un alto grado de polarización, predicado y practicado.

Dirigido por Jovino Novoa, que pasa por las circunstancias que conocemos, el gremialismo ha entrado en la lógica del acosado. Parece que cada vez que sus líderes se juntan es para recordarse que están siendo perseguidos.
Aunque, sinceramente, nadie dejaría de mirar de vez en cuando sobre el hombro luego del cuadro pintado por Novoa en la despedida de Pablo Longueira: “Usarán el poder del Estado para intervenir y para amedrentar, harán circular rumores, mentirán y tratarán de confundirnos, harán lo que esté a su alcance para hacernos perder la confianza en el triunfo y para intentar debilitar a Joaquín”.

Como para quedar con insomnio.

¿Por qué la UDI tiene la sensación, concentrada en su cúpula, de que la vida transcurre entre los montajes que cree padecer y los montajes que le fracasan? Por una razón básica y evidente: la falta flagrante de liderazgo. El puesto de líder está ocupado, pero el ocupante no llena el espacio que debería.

Los adherentes de la derecha se están enfermando de desinterés. Reconocen filas, pero no pueden evitar los bostezos. Sienten la llamada del deber, pero no el impulso del entusiasmo sincero. En la campaña pasada la derecha lloraba menos y competía más. Llenaba mejor su propio espacio e incursionaba en el de la Concertación.
Ahora la derecha está notablemente a la defensiva. Hay una actitud de fondo distinta. Pese a lo que dice Novoa, la Concertación no está dedicada a elaborar sofisticadas maquinarias para destruir a la UDI. Más bien está concentrada en su propia campaña municipal.

Más para mal que para bien, la derecha se está centrando en criticar al gobierno, más que en destacar los méritos propios. Sus mensajes adquieren un tono polémico, una carga agria, un dejo de frustración difícilmente compatible con el mensaje optimista y positivo que imprimió a su campaña presidencial anterior. Entonces, se sostenían en la imagen positiva del candidato, que iba muy por delante del conocimiento ciudadano del personaje. Ahora, en la medida que se le conoce, más se acrecientan las opiniones negativas.

Claro que entonces se evitó entrar en cualquier tipo de polémica. Ahora entran en todas. Y dedicar igual intensidad de esfuerzo a cuanto pasa por delante, muestra que no hay prioridades ni conducción.

Hace cinco años, la campaña de Lavín resultó una completa novedad. Se adelantaba con “cuñas” televisivas, que no podían ser contestadas porque ya estaba en la producción de la que seguía. Pero Lavín se repite desde hace años y no representa ninguna novedad. Es él quien debe responder por lo que pasa o no pasa en su comuna. Y son otros los que tienen la iniciativa.

La situación más gráfica se tuvo con el “incidente de la chapita”. En un acto oficial, que contaba con la presencia de Lagos y Lavín, el candidato Jorge Schaulsohn se adelanta, saluda a todos, se pone al lado del Presidente Lagos y hasta cuelga de la solapa de Lavín una “chapita” de su campaña.

Cuando el alcalde de Santiago reacciona, en términos comunicacionales, ya ha pasado mucho tiempo. Dice que “el gobierno no debiera intervenir electoralmente”. La prensa de derecha lo llamó “una provocación”. O sea, se reacciona con un coro de quejas.

Schaulsohn se adelantó. Estaba donde tenía que estar. Nadie sabía (incluido Lavín) dónde estaba “su” candidato, el de la continuidad. Entonces, la derecha se queja de Lagos, de Schaulsohn, de los intendentes. Pero no muestra fuerza. Mira para el frente en vez de dedicarse a lo suyo. En privado, los dirigentes de la derecha se preguntan dónde estaba Alcaíno. La respuesta es sencilla e incómoda: tan perdido como la capacidad de conducción de su líder.

viernes, junio 18, 2004

Esclavos de sus palabras

Esclavos de sus palabras



A la UDI le cuesta hacer buena política. Eso se nota en la forma en que enfrenta las acusaciones y analiza el escenario político.

Es clave cómo se enfrenten las acusaciones. El cultivo de la sospecha como práctica política no respeta ni a propios ni a ajenos. Le toca a la UDI responder ahora ante acusaciones graves relacionadas con la compra de un testigo.

Pero más importante que esto, es que se trata del cultivo de la sospecha. Las acusaciones se tienen que probar, no basta con que se presenten. Menos que se “intuyan” que son verdaderas. Hay que tener prudencia para esperar que se despejen las incógnitas.

No toda actuación de un militante compromete de inmediato a su partido. Lo que se está investigando es la “compra” de un testigo, cómo se produjo y si ello es responsabilidad institucional de una organización política. Hay que dejar que la justicia investigue y sancione lo que a ella le corresponde.

La derecha tiene una dificultad congénita para absorber las situaciones difíciles sin agravarlas. Simplemente no puede mantener la calma. Jovino Novoa reaccionó sin mesura y, por tanto, agregó problemas a su partido en vez de prepararlo para los embates. Antes de sus palabras, la UDI tenía un problema, pero cuando terminó de hablar tenía dos: el judicial que hay que dejarlo en su espacio natural, y el político, sobre el cual todos podemos opinar con pleno derecho.

Los dirigentes de la UDI se han convertido en esclavos de sus palabras. Estamos notificados: cuando un militante de la UDI se vea acusado por una falta, su partido no negará la acusación, ¡negará la militancia del afectado! Santo remedio. Cuando se tiene que hacer el “trabajo sucio,” algunos califican. Pero si empiezan las dificultades, entonces los demás deben creer que actuó solo y por su cuenta.

Se pide demasiado. Se pide no tener memoria. Olvidar que durante meses el mismo “no militante” UDI, daba entrevista tras entrevista a los más diferentes medios, opinando sobre la pertinencia de la forma de actuar del gremialismo, para investigar por sus medios. Ahora, que pasa de investigador a investigado, nadie se acuerda de él.

La UDI no asimila la idea de que estamos en democracia. La amnesia colectiva no funcionó ni siquiera en dictadura. Pretender que esto pase ahora, sólo porque al presidente de la UDI se le ocurre, es pedir lo imposible. Por esto es que se agrega un problema y se hace un nudo dentro de un lío. El mismo error básico de la oportunidad anterior.

La UDI sabe agredir con saña, pero se defiende muy mal. Tartamudea mucho cuando no está gritando. Con una conducta tan anómala, sólo logra hacer evidente que se encuentra ante un tema que le incomoda hasta el extremo. Un área en la que no tiene respuestas. Tiene excusas malas, muy malas.

Pero la situación es más compleja aún. Se pudiera pensar que es una situación que afecta a Novoa en exclusiva. O, más bien, que la presidencia de la UDI provoca un comportamiento en extremo peculiar a quien ocupa el puesto.

El asunto no parece detenerse ahí. Las dificultades para adaptarse a las nuevas condiciones pueden llegar a ser un gran problema para la derecha. De esto ha dado alguna señal el propio Longueira, el cual sinceramente espera que Lavín entre luego en campaña, porque “una vez que empiece la campaña, Lavín va a volver a ser el fenómeno que fue. Porque en el país nada ha cambiado en estos cuatro años”.

No obstante, lo más probable es que sea mucho lo que ha cambiado en estos años. Resulta sorprendente que quienes hicieron del cambio el mensaje básico de la campaña presidencial anterior, se resistan tanto a la idea que los cambios sociales y políticos no se detienen. Como si desearan que las cosas hubieran permanecido estáticas desde la competencia anterior.

Pero más de algo cambió y todavía puede cambiar más. Ha cambiado a favor la adhesión al gobierno y al Presidente Lagos. Ha cambiado a favor la percepción económica y las expectativas futuras para el país y para las personas. Ha cambiado la percepción de los candidatos: a favor en el caso de figuras de la Concertación y con tendencia a la baja en el caso de Lavín. Ha cambiado el conocimiento que los electores tienen de los líderes: la novedad pasó de la oposición (que se repite con el mismo haciendo lo mismo) al oficialismo (donde emergen figuras nuevas).

Y si la inscripción pasa a ser automática, la situación cambiará todavía más a favor de quienes estén dispuestos a ver la realidad tal cual es, no como quisieran que fuera. Comprometer más ampliamente a las personas en la práctica de la ciudadanía, refuerza en forma decisiva la democracia, y es vital para una mejor calidad de la política.

Un electorado más viejo vota por lo que le tocó vivir en el pasado. Condiciona su voto a las grandes divisiones de la ruptura democrática y de la recuperación de la misma. Un electorado mas joven define su voto por lo que esta ocurriendo hoy, y por lo que ahora se haga o deje de hacer.
Por ello no favorece esta medida a un bloque sobre otro, sino que a aquellos que, en cada bloque, están dispuestos a actualizar sus ideas y sus acciones. Como sea se trata de un remezón democrático.

¿Está preparándose la derecha, en particular la UDI, para un país que tenga más y mejor democracia? Sinceramente, es para dudar.

viernes, junio 11, 2004

Guía para presidenciables

Guía para presidenciables


En la Concertación nadie se puede quejar por la ausencia de candidatos presidenciales: se van sumando a medida que transcurre el tiempo. La presencia de tantos que se sienten llamados a conducir los destinos de la nación es interesante, porque da cuenta de la cercanía de una etapa decisiva, donde no nos limitaremos sólo a elegir a un personaje para el principal cargo público.

No todas las candidaturas (o disposición a encabezar una) son iguales. Hay candidatos porque se lo piden o porque se presentan solos; porque aspiran al puesto o porque -en realidad- quieren otro; porque se lo pide el partido o porque al partido no le queda otra; porque es el tiempo justo o porque ya no queda más tiempo.

En fin, cada situación es diferente. Conviene dar un vistazo al panorama, para orientarnos entre tanto nombre en circulación.

Están quienes han llegado a una situación “presidenciable”, quiéranlo o no, simplemente por la opinión de la gente. Su primer problema consiste en contener el entusiasmo de sus adherentes, que poco saben de que “cada día tiene su afán”. El dilema de estas personas es decidirse a aceptar la representación que tienen a mano. ¿Aceptarán? Aunque parezca extraño a los involucrados, no todos quieren ser presidente. El que no quiere, ya ha informado que sus aspiraciones no van por ahí; los demás Los que no hayan hecho algo tan simple como esto, están en carrera.

Siempre existe quien, analizando sus propios méritos, llega a la conclusión que al país le convendría que él fuera Jefe de Estado. Aunque los demás aún no se han dado cuenta. Razón por la cual deben llamar la atención sobre sí mismos. Creen que los seguidores aparecerán apenas haga acto de presencia. Es efectivo que quienes se encuentran en esta situación suelen tener muchísimos méritos en diversos ámbitos. Pero los merecimientos no son permutables por opciones presidenciales. Por esto, suelen pensar que la vida es injusta. Tal vez lo sea. Pero, en realidad, no son verdaderas opciones.

También se puede llegar a candidato por la opinión de “los partidos” (o sea, de sus directivas o grupos influyentes). Esta es la opinión más desorientadora. Para poner un solo caso del pasado, se puede decir que Allende rara vez tuvo el apoyo mayoritario de su partido, y, si fuera por su organización, no hubiera sido candidato en 1970.

La vida cotidiana de un partido está muy marcada por muchas competencias entrecruzadas, tanto internas como externas. El tema presidencial es uno entre varios, pero no siempre el más importante. Pesa más asegurarse porcentajes de votación o cupos para el Congreso.

Donde los ciudadanos ven candidatos, los dirigentes suelen ver cartas de negociación. Tal cual suena: tener candidatos presidenciales permite disponer de “cupones”, una carta con la cual negociar. En la negociación municipal, por ejemplo, cupos de alcaldía fueron "canjeados" por otras.

Quien no tiene candidato presidencial, tiene menos "cupones" para jugarlos en la mesa de negociación que vendrá. Los partidos, por esto, no miran con mala cara tener más de un candidato… aunque no sea la Presidencia lo que buscan. En el proceso (o antes) el interesado empezará a verse cada vez más como senador y recibirá con alegría esta nominación.

Más de un presidente de partido o encargado de campaña estará tentado con la idea de ampliar la representación de su tienda en el Congreso, por lo que se verá tentado convertir todos sus "cupones" presidenciales en parlamentarios. Como los candidatos lo saben perfectamente, suelen estar siempre mirando con el rabillo del ojo a sus dirigentes partidarios, para evitar que los canjeen, por decirlo de alguna forma.

Otro factor que no se puede desconocer al momento de pensar en las candidaturas es el tiempo disponible por cada cual: hay quienes no tienen más posibilidades que ser candidatos ahora, y hay quien no se imagina a sí mismo sin poder. Ambas cosas sacan a flote candidatos.

Un gran número de dirigentes ha estado en la primera línea desde el inicio de la transición o desde la crisis de la democracia. Ahora les queda solo subir un peldaño o bajarlos todos con mucha rapidez. Sienten que no pierden nada con intentarlo. Por último, no sería la primera vez que los que llevan la delantera sufran tropiezos, y, entonces, emergerán los que siguen. O sea, ellos.

Si se tiene mucho tiempo por delante, ahora es el momento para empezar a jugar un rol destacado. Entonces, los “jóvenes" también tienen algo que decir. No será esta la última elección presidencial.

Además, hay que tomar en cuenta lo que le puede suceder con quienes están en los puestos más destacados del gobierno y que, de no mediar algo inusitado, volverán a ser ciudadanos comunes a plazo fijo. Se siente nostalgia por el poder aún antes de perderlo. Este síntoma suele presentarse al término del período de un gobierno. Pero sería un error confundir un proceso natural de adaptación a nuevas condiciones de vida con… una candidatura presidencial.

Para guiarnos entre los precandidatos, hay que empezar a hacer la resta. Dejar sólo a quienes despiertan adhesión por sí mismos; a quienes trascienden a sus partidos; y, a quienes están en condiciones de decidir que éste es su mejor momento, teniendo otras alternativas. Los demás “dicen que le hacen, pero no le hacen”, como sabiamente acota la canción popular.

Así, la lista se acorta bastante.

viernes, junio 04, 2004

El tiempo de la sospecha

El tiempo de la sospecha


El gobierno está subiendo en el reconocimiento y la aceptación de los ciudadanos. En cambio, la aceptación de la oposición y de su candidato presidencial baja o se muestra estancada. Este es el gran problema para quienes quieren alcanzar La Moneda.

Cuando se confía en los méritos propios y en los del abanderado, el camino es enfrentar al oficialismo con propuestas e ideas. Pero en lo que va del año, esta no ha sido la senda escogida. No deja de ser significativo que el Mensaje Presidencial esté aún sin contestar por parte de la oposición.

La derecha se muestra disconforme, crítica, todo le parece poco. Pero no destaca en la presentación de alternativas. No es su punto fuerte. En cambio, cada semana dispone de una cuota de “escándalo”. No es que todas las semanas exista una situación de cuidado, sino que se presenta así. Sólo publicitar acusaciones sin interés en las pruebas.

Este comportamiento es una segunda alternativa para acortar dicha distancia. Es el camino negativo: intentar quitarle reconocimiento al adversario, con una estrategia de desgaste que mine su prestigio y aceptación pública. Con mucha probabilidad, no tendrá buen éxito. Muestra debilidad respecto de cómo un comando presidencial aborda la competencia. Con estos métodos no se gana la iniciativa política. Cuando el atacado es el gobierno, las miradas se dirigen hacia el en búsqueda de explicaciones, opiniones o réplicas. En cualquier caso, lo que sí se consigue es mantener la atención en el Ejecutivo, y la oposición queda relegada a un segundo plano.

También da cuenta de un comportamiento reñido con los intereses de los mejores candidatos municipales de la oposición. La polarización es muy mala para las campañas municipales de derecha. En la anterior, los candidatos de derecha en varias comunas se cuidaron mucho de presentarse como una alternativa posible para los votantes laguistas. La comuna era una cosa, las opciones nacionales otra. Ahora, Lavín y su comando los deja sin este espacio.

El juego de desgaste termina por consumir a su promotor. Nadie opta por este tipo de campaña cuando tiene pruebas. Los culpables reciben sanciones, no pifias. Tras los ataques no hay el intento de desacreditar culpables. Tan solo culpabilizar a alguien que resulta creíble.

La repetición del “escándalo” semanal genera efectos. Uno de los más obvios es que se aprende a distinguir y a diferenciar. Así, por ejemplo, no es lo mismo un ataque medial que una denuncia. El desafortunado titular de La Tercera -“nuevo escándalo en Codelco”- muestra hasta dónde puede llegar la ansiedad por lanzar ataques sin controles ni chequeos.

Una denuncia es lo mismo que una acusación responsable, en la que alguien pone la cara para respaldar sus dichos. En las denuncias, alguien pone la boca para que algo suene mal. Si lo dicho es verdadero o falso, no es para aceptarlo de inmediato sólo porque alguien lo afirma. Una acusación tampoco es sinónimo de pruebas valederas ni constituye sentencia.

Con este tipo de trabajo corrosivo, en fin, no se prueba nada, porque sólo se busca instalar la sospecha contra las autoridades. Se siembra cizaña para cosechar desconfianza. Nadie puede estar muy orgulloso de dedicarse a este trabajo de alcantarillas. Pero es lo que se tiene y se hace.

Hay otro elemento que permite mostrar hasta dónde tal conducta constituye un error. Se recordará la reacción inicial de descontrol de la UDI ante una denuncia genérica que involucró a algunos dirigentes en casos de pedofilia. De inmediato, la atención pasó de la investigación de un hecho a demostraciones desusadas de indignación de ese partido. La vorágine de desmentidos, presiones, actitudes agresivas, reuniones de emergencia y hasta visiones sobre el más allá, parecía no tener salida.

El gremialismo no se recuperó por su propia capacidad, sino por agotamiento. Para los observadores externos, quedó una sensación extraña. El transcurso normal de la investigación, ha empezado a alejar las sospechas. Pero como la UDI reaccionó de modo tan desusado, sus dirigentes dejaron la impresión de que se había tocado un área sensible, que los puso muy nerviosos y hasta descontrolados. Definitivamente, no hicieron un buen papel.

Esto se explica, en parte, por la presentación pública que el gremialismo siempre hace de sí mismo: el que dicta las conductas morales del resto. Sus líderes siempre tienen un cierto aire de infalibilidad ética, de allí lo difícil de digerir que les resultan las fallas y las faltas.

La Concertación y el gobierno no tienen por qué adoptar esta línea de conducta. El oficialismo nunca se ha presentado como perfecto. Sus aliados permanentes han sido la transparencia y la incorporación de más y mejores procedimientos. Por esto, es confiable en medio del rumor y de la sospecha. En medio de problemas y crisis, mantiene un apoyo considerable. No tendría por qué no seguir teniéndolo.

Entramos en una etapa de competencia dura. Ella se ganará más por hacer una buena política que una mala prensa.