viernes, septiembre 29, 2006

La calle es de los demócratas

La calle es de los demócratas

Lo que se ha verificado en estos días es el convencimiento de los demócratas de que las discrepancias no anulan los derechos de las personas. Que estamos dispuestos a manifestar nuestras discrepancias, pero al interior de un marco de respeto mutuo.

Víctor Maldonado


Gobierno nuevo, medición tradicional

Cada gobierno es juzgado de modo distinto al que más le gustaría o le acomoda.
Ésta es una administración que se sabe que marca el comienzo de una nueva etapa. Mucho de lo que realiza, tiene el sello de ser la primera vez que ocurre, casi como algo obvio, desde el momento en que es liderado por una mujer. Todo tiene el toque de la novedad o la apertura.

Así que sería un verdadero agrado para el oficialismo ser juzgado por la apertura de estos nuevos caminos. Por definición o necesidad saldrá bien librado. Incluso, a medida que se demuestra que es capaz de administrar un país en las nuevas condiciones, sin que se produzcan problemas insuperables, es decir, en la medida en que se despejan los temores, se afianza la autopercepción de estar en la línea correcta.

Pero esto es demasiado obvio como para ser empleado por muchos como parámetro principal de éxito. De hecho, el Gobierno está siendo juzgado no por el manejo de lo nuevo, sino por la capacidad que demuestre en la conducción de algo tan antiguo y básico como son los conflictos del día a día.

Por lo demás, éstos no tienen nada de fáciles ni de rutinarios. La amplia sensación de una mayor holgura en las entradas fiscales hace que los movimientos sociales sientan que hay un premio mayor y no aprovechado que está presente para ser repartido entre “las guagas que lloran”.

Desde este punto de vista, esta semana ha sido clave para saber a qué atenerse con la administración de la Presidenta Michelle Bachelet. Mucho más de lo que pareciera a primera vista.

Esto porque se entró en la etapa crítica del importante conflicto de la salud, mientras el movimiento que seguía en importancia, el de los profesores, ya iniciaba sus primeras acciones. Al mismo tiempo, las manifestaciones en curso, daban pie para que se les unieran otros actores.

Por supuesto, la posibilidad de un efecto acumulativo de grandes dimensiones estaba presente. De hecho, los medios de comunicación por lo general dieron la impresión de que el “paro social” iba a tener una repercusión de primera magnitud.

De modo que el comportamiento del Gobierno era en extremo significativo. Entregaba señales en muchas direcciones, dependiendo del tipo de comportamiento que tuviera en los días donde se esperaba la mayor movilización, posterior al movimiento de los pingüinos.

Cuando todos ganan

Con el desarrollo de las últimas manifestaciones todos han salido ganando. Y los que más lo han hecho son las organizaciones sociales que han podido salir a la calle para expresar sus reivindicaciones, en su estilo, bajo su responsabilidad y sin tergiversaciones de mensajes y de acciones. Lo que se ha expresado es lo que se quería y no los disturbios sin mensaje.

Todo el mundo tiene derecho a pedir. Lo que no tiene por qué tener claro con anticipación es dónde están los límites. Mientras ellos no se encuentren no se sabe hasta dónde se puede llegar.

Por eso, lo que se debate, en el fondo, no son los montos, al menos no es eso lo que más efectos sociales tiene en el mediano plazo.

Si para obtener lo que se desea, lo único que hay que hacer es formar un bloque de los peticionarios, entonces la vida sería bastante sencilla... para los que piden. Además, en las movilizaciones, los medios que se escogen lo son decisivos.

Se puede graduar la presión que se realiza para obtener reivindicaciones. Eso es un derecho y es de lo más legítimo. Lo que no se puede hacer es emplear procedimientos en que el control de lo que suceda se pierde en el mismo momento en que las acciones empiezan.

Para las organizaciones de la sociedad civil, las manifestaciones son parte de un diálogo que proponen al país. Quieren mostrar que un tema de fondo no ha sido tratado por todos con suficiente profundidad. Quieren hacer presente que sus argumentos importan y que la opinión de la mayoría es importante, porque pueden cambiar las cosas para mejor.

Su acción es eminentemente constructiva.

La democracia tiene problemas cada vez que las minorías violentas se aprovechan de la expresión normal de las discrepancias para copar la escena, expresar su descontento y su rechazo a todos por igual y obtener notoriedad.

Pero no es aceptable que las mayorías democráticas sean un pretexto para sincronizar la acción de los grupos antisistema, perdiendo el control de lo que ocurre y lo que quieren trasmitir y perdiendo el foco en el que quieren centrar la atención nacional para enfrentar temas de fondo.

El éxito en democracia no se mide por el número de vidrios rotos, de molotov lanzadas ni de semáforos derivados.

La democracia y los pirómanos

Lo que se ha verificado en estos días es un acuerdo. El convencimiento de los demócratas de que las discrepancias no anulan los derechos de las personas. Que estamos dispuestos a manifestar con fuerza nuestras discrepancias, pero al interior de un marco de respeto mutuo.

El respeto de la convivencia pacífica no es una sugerencia. Es un requisito que las mayorías deben hacer respetar para que el diálogo prime sobre el uso de la fuerza.

El orden público no es un fin en sí mismo, pero nadie podría entender que esté ausente o que pede suspendida en determinadas ocasiones.

La caja de Pandora siempre es abierta por un grupo de irresponsables que cree que las injusticias del mundo los justifica para atropellas a los demás. Tienen la capacidad de iniciar un incendio pero no tienen la más remota posibilidad de determinar quien y cuándo terminar por quemarse en él. Eso sí, todo con las mejores intenciones y sin la más remota conciencia de ser determinante en gatillar tragedias.

Al final, los que siempre terminan perdiendo son los inocentes. A la niña que le llega una bala perdida mientas hacia sus tareas en su casa nadie le dio la menor oportunidad de que llegara a enterarse qué es el capitalismo, cuales son las contradicciones del sistema ni que el que disparó estaba pensando en liberarla de algo.

La democracia es un sistema pensado para que las decisiones que se tomen pese la razón por sobre la fuerza de los poderosos. Es en un Estado de derecho donde ser mayoría pesa, cuando empieza pesar la fuerza no son los poderosos los que terminan perdiendo, sino aquellos que pierden la protección de la democracia. Este no es un país que pueda darse el lujo de olvidarlo.

Lamentablemente, no hay atajos para lograr la felicidad humana. Convencer a una mayoría requiere un tipo de coraje que no tiene reemplazo para perfeccionar un sistema de convivencia que nunca será perfecto. De hecho ningún país que merezca ese nombre se puede contentar con los grados de libertad, justicia y solidaridad que ya tiene. Pero no defender lo que se tiene se parece mucho a la locura.

La democracia es un sistema de Gobierno que permite que la gente común sea tomada en cuenta. Estrictamente hablando es sólo una posibilidad, pero es nada menos que una posibilidad.

De momento, partimos de un acuerdo: la calle es de los demócratas.

viernes, septiembre 22, 2006

Sombras y luces en la derecha

Sombras y luces en la derecha

Los partidos de derecha están superando su peor momento. Esto acontece porque al menos una parte de su dirección no está pensando en un horizonte demasiado estrecho. Algunos de sus dirigentes están considerando las encuestas, pero no las de ahora.

Víctor Maldonado


El mal camino: querellas y dispersión

Nadie puede acusar a la derecha de timidez. Se trata del sector político peor evaluado por la opinión pública (en todas las mediciones conocidas), un sector que no conoce de recuperaciones en lo que va de la actual administración, y que, sin embargo, ejerce la crítica contra sus adversarios tal como si estuviera en el mejor de los mundos y pudiera salir airosa de cualquier comparación.

Además -suele ocurrir-, lo mismo que le critica es lo que padece en sus filas. Acusa al Gobierno de tener conflictos internos y descoordinación en los mismos días en que se levanta una gran polvareda propia nada menos que con sus más probables candidatos presidenciales, Sebastián Piñera y Pablo Longueira. Al menos tales querellas están motivadas por la toma de posición diferente de RN y la UDI respecto de la coyuntura.

La gran facilidad por meterse en problemas accesorios queda demostrada en que los comentarios que provocaron mayor polémica ni siquiera se han referido a algo que está pasando hoy, si no al juicio histórico sobre lo que ocurrió por la responsabilidad civil en el régimen militar. Así le ocurrió a Joaquín Lavín: algo que no estaba bajo la mirada de nadie.

Pero ya se sabe que cuando las cosas van mal, siempre es posible empeorarlas si se pone suficiente empeño. Y una de las formas más efectivas que se conoce para lograrlo es abocarse a criticar cosas que sean fácilmente rebatibles. Sobre todo aquellas que se basan en especulaciones.

En este rubro (la crítica especulativa y “por si las moscas”) la derecha ha incorporado algunas dignas de mención. Entre ellas está la de acusar a la Presidenta de gobernar de espaldas al gabinete, con “algunas personas más próximas”, tal como lo dice el presidente de RN.

Un rápido vistazo al panorama opositor no puede dejar conformes ni a sus partidarios. Debates entre presidenciables, incorporación de temas extemporáneos, desgaste de energías en polémicas inconexas y de bajo perfil: nada de esto son buenas señales. Sin embargo, aunque todas estas confusas señales son muy llamativas y se tiene el cuidado de ventilar los peores momentos ante las cámaras, no es lo único que está pasando en este sector político.

Está claro que la derecha sigue cometiendo errores. Sigue tentada de ensimismarse en sus querellas, sean actuales o pendientes del pasado. Pero la novedad no radica en la insistencia de varios dirigentes en tropezar con las mismas piedras, sino en que algunos están interesados en enmendar la conducta.

El buen camino: organización y anticipación

Hay dos áreas en que la derecha está empezando a hacerlo bien. Son poco llamativas, pero importantes.

La primera, tiene que ver con la preparación interna para las próximas elecciones municipales. Lo está haciendo bien precisamente porque ha dado continuidad a un trabajo que necesita ser de bajo perfil para dar frutos. Como en todo lo que necesita una lenta maduración, se está mejorando la organización partidaria en RN y en la UDI el trabajo de selección de candidatos es profesional. Para las costumbres del sector, se ha empezado a trabajar con más anticipación que nunca.

Nada de esto se puede apreciar a simple vista -al contrario, lo que se muestra a cada rato son errores manifiestos-, pero este tipo de esfuerzos termina por rendir más puntos en favor que el conjunto de las declaraciones públicas mal preparadas de los últimos meses.

Lo segundo que está ocurriendo es aún más importante. RN ha tomando conciencia que empieza a acumular más poder en la medida que no le deja al gremialismo otra alternativa que seguirlo en sus decisiones.

En el caso de la apertura de conversaciones con la Concertación y el PC respecto del sistema binominal, ha puesto a la UDI en la más inconfortable de las posiciones en una democracia: el aislamiento.

La credibilidad de una posición política se desmorona cuando se cierra a un diálogo por innecesario o inapropiado y todos los demás se involucran en el debate a fondo. Especialmente se desacredita un partido al que su socio desatiende por desubicado. Lo único seguro es que, tarde o temprano, el remiso terminará por ceder, pero ya su nivel de influencia habrá descendido irremediablemente.

Es más, en el caso del debate sobre el binominal, RN sabe que puede establecer los términos que adopte el debate y esa posición privilegiada no deja de resultarle satisfactoria.

Entrando cada sector al debate, imponiéndose la idea que en democracia no son aceptables las exclusiones a priori de sectores importantes, entonces la forma mínima aceptable, tal como se termina por expresar en la práctica, la define aquel que posibilita que este consenso se materialice. Y ese, en este caso, es RN.

Resulta que a este partido lo que le acomoda es el “perfeccionamiento” del binominal y a los otros, que se han allanado a considerar que entre conseguir algo y no obtener nada, es más razonable optar por lo primero que dejar las cosas como están.

Se puede especular mucho sobre la intención y finalidad que tiene un partido de derecha al aportar al perfeccionamiento de la democracia y al reconocimiento del papel que debe jugar el PC como fuerza con representación parlamentaria, pero lo más inmediato es que RN se está haciendo, primero que nada, un gran favor a sí mismo.

Ocurre que es muy importante para un partido comprometerse en iniciativas exitosas que tengan impacto nacional. La coordinación interna que se logra con este propósito cambia totalmente el estado de ánimo y permite fijarse metas, sabiendo que ellas pueden ser cumplidas.

Se trata, por lo demás, de iniciativas colectivas que comprometen a toda la organización y no de un surtido de iniciativas individuales unidas por un vago sentido de pertenencia a algo que existe por inercia. No basta con tener sede, logo y directiva para constituirse como partido cuando no se logra marcar presencia en nada sustancial. Lo que gana RN con todo esto es nada menos que el reconocimiento de su existencia práctica como partido.

La apuesta a plazo conveniente

En política sólo existe por derecho propio aquel que toma iniciativas por sí mismo. Porque, como lo saben muy bien en RN, cuando se es permanentemente arrastrado por otro, se termina hablando con el otro y no con el que asiente pero no decide.

Ahora es la UDI la descolocada, y ella tendrá que hallar un modo para entrar a las conversaciones, a menos que considere bueno pasar a ser irrelevante en una oportunidad que se puede multiplicar en el futuro inmediato no se sabe cuántas veces.

Hacer política es lo menos parecido a marcar el paso. Esa es la manera de dejar de hacerse presente. En cambio, quienes modelan activamente la agenda pública, lo hacen porque abren espacio a nuevas opciones para los ciudadanos y oportunidades colectivas que no existían. Es sentirse cómodo cambiando el escenario político todas las veces que sea necesario para mejorar la convivencia en el país. Esto crea un hábito que es el inverso al acostumbrarse a ver como pasan las cosas desde la vereda del frente.

Los partidos de derecha están superando su peor momento. Esto acontece porque al menos una parte de su dirección no está pensando en un horizonte demasiado estrecho.

Algunos de sus dirigentes están considerando las encuestas, pero no las de ahora. Saben que cualquier acción responsable termina por impactar a la opinión pública aunque no de inmediato. Lo que importa es lo que marquen las encuestas a fines de año, donde ya debieran empezar a decantar los efectos de estrategias asumidas con sentido de mediano plazo.

Para la Concertación, la moraleja es clara. No puede saber si el camino que escoja la derecha, al final, será el mejor o el peor para sus intereses. Lo que importa es que se prepare igual para un adversario que dé lo mejor que tiene y aun así pueda derrotarlo.

viernes, septiembre 15, 2006

La prueba de los líderes

La prueba de los líderes

Cuando los dirigentes deciden seguir el debate interno a vista de todos, hacen algo más que desorientar a los simpatizantes. Lo que hacen es disminuir la valoración de su colectividad.

Víctor Maldonado


El fondo y las circunstancias

LOS PARTIDOS Y los dirigentes nacionales están en un momento privilegiado para reconcursar por la confianza pública, algo más que necesario a juzgar por todos los datos conocidos. La razón es bien importante: se están dando discusiones de fondo, donde la actitud de los líderes es determinante. En estos momentos se puede apreciar quiénes son los que dirimen en situaciones confusas y quiénes se dejan guiar por otros.

Encontramos ahí la demostración de por qué el tiempo político no puede ser acelerado artificialmente. No estamos tan cerca de las elecciones presidenciales, como creen los más esperanzados en ser elegidos. Antes, hay tiempo de sobra para que cada cual pruebe sus capacidades de conducción.

Las encuestas saben detectar muy bien el nivel de aprobación de los personajes públicos. Muestran también quiénes son más cercanos y son más empáticos con los ciudadanos. Pero eso no es la medida de fondo para los principales líderes. Populares y aceptados lo han sido muchos personajes que se han perdido en la noche de los tiempos. Lo que no puede hacer quien tiene buena imagen pero poco fondo es perdurar.

Tarde o temprano debe decidir, optar, entrar en polémica guiado por sus convicciones, tiene que dirimir sin guiarse por el cálculo sencillamente porque no se puede saber por anticipado cómo es que resultarán las cosas. Si se contara con certezas previas no tendría valor que algunas personas sean capaces de decidirse a tiempo, asumiendo riesgos.

Éste es un tiempo pródigo para probar a los líderes en sus reales condiciones. O, si se prefiere, ahora es cuando ellos tienen la posibilidad de terminar de formarse.

De partida se pueden identificar aquellos que renuncian a la conducción. Son los que, cuando hay que pronunciarse lo hacen adhiriendo a otros personajes o instituciones. Se alinean pero no fijan la línea.

Es como si tuvieran flojera en argumentar y razonar. Lo que hacen es limitarse a decir que hay otro u otros actores que son muy importantes, respetables y prestigiosos, que lo que hay que hacer es respaldarlos. ¿Para qué seguir a un líder que actúa como un guía turístico de las opiniones políticas?

Como se puede ver con facilidad, apelan a otros para justificar la actuación propia como una coartada. Deja toda la responsabilidad en otras manos. Si todo resulta, entonces, el líder de remolque dirá “bien, siempre lo supe, al final la razón se impuso”; si los otros resultan superados por la opinión pública, tampoco se hará ningún problema, les basta con afirmar sueltos de cuerpo: “bueno, a todos nos ha sorprendido la poca consistencia con que personas tan honorables han defendido sus planteamientos”. Lo único que el “líder” no hizo fue arriesgarse. Como inversionista moderado y prudente ha manejado bien el riesgo. Pero nada más.

Cuando el vacío está en el medio

¿Para qué extenderse con los que no escogen posición? Cuando se establece un debate de fondo hay, a lo menos, dos posiciones y un abismo. Algunos prefieren esta última posición y no es buena idea que lo hagan.

No hay político más feliz que el que puede entrar a terciar en una polémica, mostrando que los litigantes han extremado sus posiciones. Es feliz porque puede encontrar los pro y contra, identificando el punto de equilibrio. Pero no siempre es posible. Hay ocasiones en que hay que optar, asumiendo algunos costos, porque de otro modo se asumen todos los costos a la vez.

Los debates no se dan en el aire, ni duran eternamente, porque transcurren en el tiempo y no en el limbo. Las opciones no son infinitas, sino que están acotadas a las condiciones y circunstancias del instante.

Lo decisivo está en que cuando alguien importante se pronuncie en un debate en curso, a lo menos se sepa qué quiso decir, cuál fue la posición que tomó. No puede ser tan equilibrada que le encuentre la razón a cada uno de los que ha opinado, por contradictorias que sean sus declaraciones. Tampoco puede ser tan original lo que diga que sepa de qué está hablando.

Si no fuera tan costoso y difícil decidirse, no harían falta los líderes. Pero lo es y la mejor guía es una mezcla de principios claros, prudencia y conocimiento de la realidad del país.

Por eso los fundamentalistas terminan siendo tan rechazados: no toman en cuenta los datos que la realidad aporta. Por eso son tan dañinos los populistas: siempre están “donde calienta el sol” de las encuestas, pero hay ocasiones clave en que ellas no guían a nadie y se quedan al garete.

El liderazgo político también se aquilata por el grado de dispersión de las opiniones que se emiten desde el propio sector. Esto es decisivo. Siempre hay diferencias internas de opinión respecto de los asuntos importantes. El punto esencial está en que no siempre en un partido sus sectores internos se ven impelidos a manifestarlo en público luego que sus instancias de dirección han tomado una posición y las ha dado a conocer.

Cuando los dirigentes del sector deciden seguir el debate interno a vista y paciencia de todos, hacen algo más que desorientar a los simpatizantes de su partido. Lo que hacen es disminuir la valoración pública del conjunto de la acción de su colectividad por desorden, incoherencia y miopía.

El camino para fortalecerse

Como se ve, el apoyo es muy variable cuando la ciudadanía está informada, tiene prioridades claras sobre lo que le interesa y no se deja llevar por operaciones fáciles. Siempre la opinión pública está evaluando y sus resultados pueden cambiar mucho en un período muy corto.

En este momento los datos son por todos conocidos: la conducción del Gobierno por parte de la Presidenta Michelle Bachelet está recuperando apoyo, los desempeños sectoriales, no obstante, tienen cierto retraso en esta tendencia; la oposición está pasando en este período de mal a muy mal; la identificación inicial y anticipada de las personas por un sector ha llegado a ser minoritaria y, por último, la aprobación al Gobierno está subiendo en los extremos de la escala social, pero se mantiene baja en el medio, al tiempo que las mujeres han recuperado su confianza en forma marcadamente distinta de lo que ha ocurrido con los hombres.

En este cuadro, las señales que debieran recibir los actores políticos son especialmente claras y sin rebuscamientos.

En concreto se pide al Gobierno ser asertivo, enfrentar los conflictos y mejorar su desempeño en políticas sociales que repercuten más visiblemente en los sectores medios.

A los partidos y a sus líderes, que empiecen a hablar más allá de sus militancias y recuperen la sana costumbre de la modestia porque están retrocediendo en respaldo como conjunto.

Lo malo es que como se mueven en conjunto hacia atrás, siguen hablando los mismos de lo mismo, sin plena conciencia de su creciente aislamiento del grueso de los ciudadanos. El despertar de una situación tan crítica, pero tan indolora no sería colectivo sino individual. Y los primeros que despierten tendrán una ventaja enorme ante los otros.

Si lo que vemos marca una tendencia -aún es pronto para decirlo- la clase política tendrá que empezar a revisar sus lugares comunes aceptados. En vez de seguir mirándose unos a otros, con opiniones más o menos críticas, hay que saber que la evaluación ciudadana es aún más drástica, decisiva y determinante de lo que termine por ocurrir. Ya debiera haberse aprendido esta lección.

viernes, septiembre 08, 2006

La derecha en reversa

La derecha en reversa

La oposición está equivocando el camino. Como es de esperar este efecto está siempre asociado a una falla en el liderazgo. Les está importando más la competencia interna que el efecto que está teniendo su acción colectiva.

Víctor Maldonado


Ojos de lince

LA DERECHA ha mantenido mucho tiempo una pésima costumbre: confundir predicciones con deseos. Es la persistencia sistemática en una especie de casi ceguera voluntaria, que le resulta muy dañina.

La mayor dificultad de esta manera de proceder es que cambia las tareas políticas al alcance de la mano, por la tozuda convicción de que los adversarios se encaminan inevitablemente hasta la catástrofe.

Casi se puede llegar a la conclusión de que se trata de un consuelo de muchos. Es la adopción de un trato displicente y altanero por parte de quien no se explica cómo es que nunca ha ganado una elección presidencial, no obstante parecerle obvio que quienes han ejercido el poder en cuatro administraciones son y han sido unos ineptos y, en cambio, quien actúa de pitoniso tiene todo claro y ha sabido siempre cómo hacer bien las cosas.

Claro, el no haber convencido a una mayoría ciudadana de algo tan evidente, no deja de ser un problema. Pero eso es otro asunto.

Estamos ante una esperanza mesiánica convertida en condena divina. Algo muy de la especialidad de Pablo Longueira, pero que tiene muchos otros cultores en la oposición.

Cualquiera que tenga la paciencia de seguir las predicciones del ahora senador durante lo que va de la democracia, verá que siempre se ha adelantado a la próxima e inminente destrucción de la Concertación.

No es una práctica que pretenda abandonar. Porque no le provoca ningún problema el desacierto constante.

Esa es una característica de las personas que siempre consideran que tienen la verdad de su lado. Cuando la realidad no se ajusta a lo que dicen, peor para la realidad, nunca peor para ellos.

Ahora, en su versión más reciente, la idea es que existe un “germen de inestabilidad social”, que va a “reventar”, porque se estaría abandonando el manejo de situaciones con una visión exclusivamente de corto plazo. Y por si fuera poco, si el crecimiento económico es bajo en los años que vienen, lo que va a suceder -de modo inevitable- es que “Chile explote socialmente”.

Es una lástima que afirmaciones como ésta se dejen pasar con tanto frecuencia. La política va a empezar a mejorar mucho el día en que se empiecen a coleccionar las declaraciones, sobre todo las rimbombantes, y se las contraste con la realidad a su debido tiempo. Ninguna impunidad es saludable.

Hay que hacerse cargo de lo que se dice porque las palabras deben tener valor y deben producir efectos. De otro modo, las malas costumbres seguirán actuando con impunidad.

La realidad mirada de frente

Este es un Gobierno que, como todos, se puede juzgar por el tipo de problemas de los que se hace cargo.

Es bien notorio que las dificultades que la gestión ha estado escogiendo son de aquellas que se asumen porque se considera con responsabilidad el largo plazo. Ahora mismo es lo que está ocurriendo con el debate sobre prevención de embarazos en adolescentes. Aquí quedará claro algo muy básico: las posiciones fáciles y extremas son de tiro corto.

En política, los conservadores y fundamentalistas creen que es cosa de marcar una línea artificial entre los que están por la vida y la familia, por un lado, y las fuerzas del mal, por otro, para ganar un debate serio. Los que plantean una polémica en estos términos gritan primero y gritan fuerte, pero no resisten un debate en profundidad.

Aquí es donde pesa el sostener posiciones coherentes y consistentes. Se ha planteado el debate y, ya que está aquí, hay que ganarlo. Se trata de saber quién está en mayor sintonía con el país real, con los adolescentes tal cual viven, con las familias tal cual son, las necesidades de apoyo y asistencia tal cual se presentan.

Pero ese modo de conducirse no es aislado. Así, se ha procedido en los temas económicos y sociales clave. Si éste fuera un Gobierno irresponsable habría transado con facilidad frente a las presiones. Y no ha sido así.

El comportamiento que se ha tenido está en las antípodas del populismo. Es más, la duda que siempre se presenta en las propias filas del oficialismo no es la del riesgo del descontrol. Es precisamente el peligro inverso, es decir, si no estará ocurriendo que se esté dejando de ocupar todo el margen de maniobra que dispone para entregar beneficios sociales.

La sola presencia de debates como éste muestra la diferencia de lo que ocurre con la mayoría de países que se pudieran encontrar en situaciones similares.

La pregunta en Chile es cómo se preserva un desarrollo sostenido, no simplemente cómo se ocupan los excedentes que la prolongación de una buena temporada nos puede entregar.

No es necesario llegar a afirmar que se están tomando puras decisiones acertadas para reconocer que el horizonte de tiempo que se usa en decidir qué caminos se adoptan es bastante más amplio que el de un mandato presidencial.

No por nada se tiene plena conciencia de la importancia que reviste el haber sabido mantener políticas públicas por espacios prolongados.

La decisión de perder el tiempo

En cambio, cuando se varía un diagnóstico ajustado a la realidad por otro que es el que más nos acomoda, se puede llegar a conclusiones muy difíciles de sostener con sinceridad.

En la reunión conjunta UDI-RN se llegó a una descripción tan dantesca de la realidad chilena que pide demasiado a quienes con sinceridad se quieren sentir interpretados por la oposición.

En realidad, pocas dificultades se pueden tener cuando una alianza política parte por excluir de su debate el principal punto de controversia que los separa (en este caso, la discusión sobre el sistema binominal). Se puede llegar a acusar a los adversarios de estar provocando nada menos que una crisis institucional cuando sus posibles candidatos presidenciales ni siquiera pueden coincidir en darse la mano en público dado lo poco que se quieren. Se puede afirmar que los demás cometen errores o, más bien, son la encarnación del error, mientras se distingue a los aliados entre los “profetas de la esperanza” y los “profetas del Apocalipsis”.

Todo esto se puede hacer pero tiene su costo. El principal es que, cuando alguien se ocupa mucho de describir lo malos, perversos e inútiles que son los otros, deja muchas tareas pendientes por hacer.

Tal vez la derecha debiera recordarse de las sabias palabras de Nikita Krushchov cuando, en pleno régimen soviético, escuchaba a uno de sus colaboradores directos decir las peores cosas de los países capitalistas. El líder comunista sólo replicó: “Compañero, la propaganda hay que hacerla. No hay que creérsela”. Así, la derecha puede estar tejiendo una hermosa telaraña, con el único resultado de quedar atrapada.

La pregunta para la oposición no es la de plantearse si está siendo lo suficientemente dura al criticar al Gobierno. Si a la Concertación le va bien en su gestión, esto no le servirá de nada. No está en su mano convencer a los ciudadanos, sobre todo si su crítica es tan extrema que no resulta verosímil.

Lo que siempre ha estado en su poder es mostrar positivamente sus puntos de vista. Entrar al debate desde una confrontación de propuestas y puntos de vista. Reemplazar el festival de vanidades en que la tienen sumida sus liderazgos más conocidos por el trabajo metódico y sistemático que construyen todas las grandes coaliciones políticas que se conocen.

La derecha está equivocando el camino. Como es de esperar este efecto está siempre asociado a una falla en el liderazgo. Les está importando más la competencia interna que el efecto que está teniendo su acción colectiva. Si se toma como norte llegar a La Moneda, está claro que la oposición ha aplicado reversa.

viernes, septiembre 01, 2006

Del repunte a la consolidación de tendencia

Del repunte a la consolidación de tendencia

El conflicto extremo no está siendo premiado, si bien se ve que las polémicas se centran en la pertinencia de expresiones verbales, de contra respuestas acaloradas, fenómenos de superficie. Pero nada decisivo.

Víctor Maldonado


De lo que se habla y de no que se dejó de hablar

EN POLÍTICA, HAY que estar atento a dos tipos de señales: a aquellas cosas sobre las que se habla y a aquellas cosas sobre las que se deja de hablar. De ambas se pueden obtener lecciones importantes.

Así, por ejemplo, de un tiempo a esta parte se ha dejado de mencionar la capacidad de conducción del Gobierno o de su manejo de crisis.

Simplemente, dejaron de ser temas de los comentarios o éstos están en abierto retroceso. Quienes insisten en mencionarlo se hallan entre los que hablan sobre los comentarios, además con cierto retraso.

No es que los problemas desaparecieron. Al contrario, el número de los conflictos con los que debe lidiar cada día no bajan de la media docena. Además, septiembre, donde siempre se produce todo tipo de expresiones sectoriales, parece que se ha adelantado.

Algunos de los actores importantes de las movilizaciones de temporada están bien interesados en extender las manifestaciones como parte de un ciclo que funciona como una posta.

Pero, con todo, aun sabiendo que los conflictos son múltiples, afectan a sectores importantes, son vistosos y no piensan en terminar, la duda de si el Gobierno podría llegar a verse sobrepasado por las dificultades ya no está en la escena.

En efecto, no obstante se mantiene un elevado número de conflictos en la cartelera, estos son distintos. Algunos ya han sido resueltos (demandas municipales, trabajadores de la salud), otros están en vías de solución (Escondida), mientras algunos más se van agregando. Pero sin saturar el sistema en el que se toman las decisiones.

Esto no podría estar ocurriendo sin que el Ejecutivo hubiera ganado en capacidad de anticipación y en pericia en el manejo de situaciones complejas. En una actividad donde no se pueden esperar elogios muy seguidos, este silencio equivale a un reconocimiento.

Pese a que le cueste reconocerlo a los más recalcitrantes detractores (y que son algo más que simplemente los opositores), lo cierto es que también se puede apreciar un cambio respecto de la imagen presidencial. También, en este caso, se ha terminado la etapa de instalación. Se nota una mayor comodidad en el cargo.

La piedra al inicio del camino

Cuando llega alguien a La Moneda, la primera duda es si sabrá ejercer su puesto. Como el Gobierno tuvo una partida difícil con el conflicto secundario -mal llevado en su inicio y largamente pagado hasta hoy-, el término de este dilema no significó el despeje inmediato de las incógnitas sobre la conducción.

Esto es explicable. Después de todo, el problema había sido superado, una vez que el Gobierno destinó a sus principales figuras a ocuparse de él y la misma Presidenta tuvo que encabezar los movimientos decisivos.

Hay victorias sumamente costosas: ésta había sido una de ellas. Nada irreparable, pero sí preocupante. Se había terminado el momento difícil, sí. Pero el punto delicado estaba en que si tal comportamiento gubernamental se repetía hacia delante y otros conflictos nuevos iban apareciendo, no era sensato que cada vez se emplearan procedimientos similares de resolución.

Al revés, sin intención se podía estar haciendo que los manifestantes ingresados recién en la escena nacional se vieran incentivados a producir actos de alta intensidad para ser muy vistosos y ver tomadas en cuenta sus demandas.

Así que no sólo la opinión pública había quedado expectante, sino que estaba más que atenta a las siguientes señales importantes en el difícil campo del tratamiento de los planteamientos sociales ampliamente sentidos.

Pues bien, a partir del cambio de gabinete, las señales dadas han sido ampliamente tranquilizadoras. Como la propia Presidenta Bachelet lo ha señalado recientemente ante los empresarios, el tratamiento del puente en el Canal Chacao era todo menos fácil. Pese a lo dolorosa de la situación y si se ven sobre todo sus efectos nacionales, no cabe duda de que fue bien resuelta.

Lo mismo ha sucedido en los movimientos posteriores en el caso económico, donde destaca el encuentro en el CEP y los anuncios de políticas de largo aliento, como ha sido el caso de los planes para las pymes, la muy significativa de vivienda, los avances en los tratados de libre comercio con China y dos países latinoamericanos, etc.

Las semanas que siguen también están jalonadas de anuncios importantes en políticas públicas. En cuanto al tratamiento de las demandas sociales, da la impresión de que está resultando mejor para los demandantes llegar a un acuerdo conveniente y de largo plazo con el Ejecutivo que enfrascarse en interminables disputas para alcanzar un resultado menos conveniente.

En otras palabras, el conflicto extremo y sin regulación no está siendo premiado, si bien se ve que las polémicas se centran en la pertinencia de expresiones verbales, de muestras de deseos, de intenciones, de críticas fuera de tono, de contra respuestas acaloradas, es decir, de fenómenos de superficie. Pero nada decisivo.

El cambio escondido

La consolidación de estos cambios no debiera extrañar. La modificación de gabinete fue un acierto y además habría que agregar que fue lo suficientemente efectiva como para producir una evolución apreciable en sentido positivo, sin canjear unos desbarajustes por otros.

Y lo que acontece cuando se acierta es que las percepciones no cambian de inmediato, sino que se expresan de modo acumulativo. El Gobierno ha ganado en envergadura, pero su traducción ante la opinión pública tiene una expresión retardada.

Durante un tiempo, las opiniones mayoritarias se mantienen tal cual se habían forjado en una primera etapa. Ocurre lo mismo que si no hubiera pasado nada. Pero esto termina por variar si la nueva conducta de la gestión gubernamental se manifiesta como una tendencia y no como un breve respiro.

Eso es lo que ha acontecido en este caso. Lo que haría que un repunte de una temporada se convirtiera en una tendencia a firme sería la ocurrencia de dos cosas simultáneas: que la Concertación persistiera en la búsqueda de acuerdos finos en la implementación de las principales políticas públicas, y que el Ejecutivo tome las medidas necesarias para que la ejecución de dichas políticas sea eficiente, homogénea y oportuna.

Con todo, el foco de atención ha pasado de las líneas gruesas a las dudas específicas. Ya no es tema el de la toma de decisiones. Lo que se plantea a nivel de los empresarios, por ejemplo, es la capacidad de implementar con rigurosidad aquello que ya se decidió. En esto estriban las dudas de hoy.

Pero estas alteraciones en lo que se conversa y lo que se deja de conversar es muy decidor. De la oposición, en cambio simplemente no se dice nada. Simplemente no es tema de conversación ni para bien ni para mal. Salvo que se considere un asunto los argumentos dados a favor y en contra de los “chupasangre”. En general, nada que horade la superficie.