viernes, agosto 25, 2006

Los silencios de la derecha

Los silencios de la derecha

La derecha ha ido de la desilusión de la derrota electoral, pasando por los procesos de cambio de directiva, hasta llegar a la no presentación de un frente común. Acompañado de críticas duras que quieren pasar de la discrepancia a la descalificación personal.

Víctor Maldonado


La paja en el ojo ajeno

Centrarse en el tema presidencial y en las posibles candidaturas es una necesidad y debiera ser preocupación de la derecha. De nadie más. Debe serlo tanto porque es un asunto extemporáneo como porque es un debate propio de una etapa de desconcierto. Y los que tienen motivos para estar desconcertados son los opositores. Ningún otro.

La Concertación tiene motivos para debatir, pero no para estar desorientada. Estamos hablando de otra categoría de problemas.

Es un truco muy viejo ese de alejar las miradas de las debilidades propias llamando la atención sobre lo que hacen otros. La oposición pareciera estar muy activa porque habla mucho, aunque bien puede estar evitando los temas sustantivos, sobre los que pudiera estar pronunciándose y ha dejado de hacerlo.

Los opositores no están mostrándose a la altura de lo que se espera de su sector. No disponen de una estrategia común, su capacidad de coordinar acciones ha sido limitada y más bien parece en retroceso y se presentan al debate público con aproximaciones algo básicas y reactivas.

Bien distinto del panorama que debieran presentar quienes tendrían que estar haciendo méritos para acercarse a La Moneda.

Por eso hay que hacerse cargo de sus silencios, ¿Alguien puede mencionar una propuesta relevante de la oposición en los últimos meses acerca de políticas públicas? ¿Se recuerda algo que la derecha haya mantenido en su discurso, que le diera continuidad y que presentara en conjunto? ¿Se ha visto que disponga de un líder respaldado por todos sus integrantes?

Tal vez cuenten con algo que presentar en seguridad ciudadana pero, sin duda, no ha acontecido lo mismo con los aspectos relevantes del período: educación, salud, infancia, previsión, política agraria, inserción internacional, por mencionar los que primeros que vienen a la mente.

De este modo, la ausencia de programas asumidos y políticamente respaldados (porque, por supuesto, sus elencos técnicos tienen la capacidad para producirlos), los lleva a esperar las iniciativas de Gobierno para ponerlas en duda, cuestionarlas, detectar posibles errores como oportunidades y para ahí centrar la atención.

Sin éxitos y sin carta de navegación

El que no puede en lo poco, menos puede en lo mucho, pero suele hablar de todo: si la derecha estuviera en un buen momento, no estaría dedicándose a un eterno comentario político, sino que se encontraría impulsando una estrategia como sector. No exhibiría varias estrategias en competencia, casi tantas como líderes con pretensiones presidenciales tiene.

Pero así son las cosas. En alguna parte hay que encontrar certezas cuando nada parece ir como debiera.

Aun dejando de lado el tema de la presentación de propuestas, respecto de la oposición, uno debiera preguntarse cuántos y cuáles han sido los éxitos que se les puede atribuir en lo que va de la actual administración. Porque la lista no parece ni siquiera haber empezado.

Cada quien atribuye a los adversarios los males que se sufren en casa: falta de rumbo, sensación de tiempo perdido, ausencia de liderazgo y de carta de navegación, señales erráticas.

No hay que dejarse orientar por lo que dice, sino por lo que efectivamente realizan sus dirigentes. Y lo que están haciendo es estableciendo proyectos políticos de envergadura personal. Se están ofreciendo a despejar el camino de obstáculos a partir de asumir que tienen que escoger un liderazgo principal que se llega a imponer por presencia y que produce un orden que los partidos como organización no han estado en condiciones de establecer por los conductos regulares.

En este cuadro desolador, la UDI se ha convertido en un partido más que cae en las querellas internas, que se ventilan en público y que busca ganar posiciones por los diarios y la televisión. Tenemos al ex candidato, al líder interno y al presidente del gremialismo tratando de imponer un orden desde fuera, desde el debate público y desde dentro, respectivamente. De más está decir que ninguno logra por ahora su propósito.

La derecha ha ido de la desilusión de la derrota electoral, pasando por los procesos de cambio de directiva, hasta llegar a la no presentación de un frente común. Todo eso, acompañado de críticas duras que, en los casos menos elaborados, quieren pasar de la discrepancia política a la descalificación personal.

Propiamente no dispone de una estrategia asumida. Se trata de un resultado al que se llega por no poder llegar a nada mejor.

Gastar o no gastar, esa no es la cuestión

Claro que esto no significa que, con todo lo básico que parezca, sea imposible que la derecha pueda tener resultados positivos con este proceder. Como se hace descansar todo el peso de la iniciativa en quien tiene el poder, este comportamiento es el de un sector político parasitario, que requiere de la respuesta adecuada del actor principal para que le vaya bien.

En concreto, los resultados penden de que quien dispone del liderazgo sin apelaciones deje de prestar suficiente atención a su propia agenda, se enrede en debates menores (a la altura de los que se le invita) o empiece a cultivar más las discrepancias que el desarrollo de acuerdos con su base de apoyo.

De allí que sea tan importante el modo cómo se aborde el tema del aumento del gasto social en la Concertación.

Hay una petición política muy atendible de parlamentarios oficialistas de llegar a estar plenamente convencidos por el Gobierno al que respaldan en cuanto a que se está tomando una decisión correcta en el uso y monto de los mayores recursos públicos disponibles.

El asunto deriva de la percepción amplia de que nos encontramos en un momento de “vacas gordas”. Pero de allí no todos sacan la misma conclusión.

Para algunos este es el momento para “no volverse locos” y ejercer una vez más la prudencia. Para otros resulta inexplicable que no se amplíe fuertemente el gasto social dado la mayor holgura.

Esta discusión es una prueba política difícil. Hay muchas posibilidades de distorsionar el tratamiento de un tema delicado. Sobre todo, porque tiene relación con decisiones de fondo que, a la vez, tienen gran complejidad técnica y fuertes repercusiones políticas.

No costaría nada empezar a hablar a la galería buscando una oportunidad fácil de congraciarse con los electores. Costaría igual de poco mantener una posición cerrada de defensa, sin entrar en un debate con apertura de mente.

De más está decir que prudencia y aumento del gasto no son cosas completamente antagónicas. En algún punto se interceptan y es este el que ha de buscarse.

La Presidenta Michelle Bachelet ya ha dicho que el Presupuesto 2007 será “el más expansivo” de los gobiernos de la Concertación. De modo que el dilema no está en gastar o no gastar, sino en que se identifique en común que se ha llegado al mayor esfuerzo posible.

La oposición puede darse el lujo de comentar y debatir sin descanso. Por eso está como está y por eso no ha conseguido la mayor responsabilidad política en Chile por casi dos décadas. Ni el Gobierno ni la Concertación pueden actuar igual. Importa mucho que a un debate intenso le siga un convencimiento compartido de presentar la mejor y más viable decisión posible. Y esto es algo perfectamente posible de obtener.

viernes, agosto 18, 2006

Tener claro el mediano plazo

Tener claro el mediano plazo

Si hay una elección a la que los partidos debieran dedicar una atención preferente es a la más cercana y más demandante de un esfuerzo colectivo sostenido. Ganar la elección municipal de 2008 es un prerrequisito para cualquier otra cosa.

Víctor Maldonado


El reino del día a día

Un peligro para la política, tal como se está practicando en la jornada presente, consiste en caer en la inmediatez. Siempre hay que estar atentos a lo que acontece en el día a día o sino se corre el riesgo de terminar habitando en las nubes, pero lo que sucede en la cotidianeidad no se explica sólo por los acontecimientos que anteceden inmediatamente a los hechos del momento. Se puede vivir en una especie de eterno presente cuando no hay cuestionamientos mayores, cuando no hay quien ponga en duda la pertinencia de lo que se hace o cuando no se vislumbran alternativas efectivas a lo que se está haciendo.

En otras palabras, se está notando demasiado la casi ausencia de oposición efectiva. La falta de un contrapeso real resulta al principio cómoda, pero termina por ser nociva. En la derecha la dispersión con que se abordan los temas es grande. No logra darle continuidad a nada en particular y las últimas semanas uno de sus partidos se la ha pasado entre querellas internas y “señales de distensión”.

Es decir, nada que oriente y nada que recordar. No extraña, entonces, que los partidos de la Alianza hayan entrado en una especie de espiral de la irrelevancia. Pesan poco, marcan menos, son tomados menos en cuenta.

Es casi un milagro que un sector electoralmente significativo pueda pasar una temporada tan larga casi sin hacerse notar.

Lo que le sucede no tiene las características de un drama evidente, pero sin que nadie se moleste en dar señales de alarma, lo efectivo es que es uno de los peores momentos de la derecha.

Sin contradictores de nota y sin agenda pública que disputar, la Concertación puede empezar a darse lujos de los que después se puede llegar a arrepentir.

La coalición gobernante se disciplina en la adversidad, pero a nadie le es fácil ordenarse y cerrar filas en medio de la prosperidad y en ausencia de peligros externos.

En la confianza está el peligro

Cada cual se está tomando libertades más amplias de lo habitual. Los partidos se están dejando tentar por los primeros aprontes de las candidaturas presidenciales. Esto sería darse un lujo de dudosa pertinencia.

Los candidatos, por cierto, son aquellos que se esmeran por afirmar (cada vez con mayor frecuencia y ante mayor número de cámaras) que es demasiado temprano como para que se piense en ellos. Todo esto con estudiada modestia.

Pero las elites políticas siguen con creciente atención las secciones de las encuestas dedicadas a la evaluación ciudadana de figuras públicas.

Por lo demás, es comprensible que los partidos se comporten de este modo, existiendo media docena de personajes con amplia aceptación ciudadana, que se encuentran en situación expectante. La sensación colectiva de que hay que tomar la iniciativa para empezar a dirimir, puede llegar a ser muy fuerte.

En la relación entre partidos y Gobierno, ya es habitual que las diferencias propias del proceso de toma de decisiones se ventile por los diarios. Ello está ocurriendo antes de que se alcance a completar la evolución natural donde los acuerdos son logrados, después del continuo procesamiento de las diferencias.

De este modo, se genera una doble necesidad: mantener las conversaciones que permiten llegar a consensos respaldados y, también, la de contestar -también por la prensa- los trascendidos que se generan a cada nuevo paso.

Este modo de proceder muestra un completo relajo y la ausencia de señales de alarma. Todo lo cual puede llegar a convertirse en la más peligrosa de las costumbres.

Incluso el propio Gobierno se puede estar adelantando a anunciar posibles pasos tácticos ante eventuales hechos políticos que ni siquiera terminan de decantar. Y esto puede ser considerado un problema. En política, tomar por sorpresa puede ser una excelente idea, a condición de que los sorprendidos sean los adversarios y no los aliados.

Lo que a todo esto puede pasar al olvido es que la responsabilidad principal de una coalición es la de responder ante la ciudadanía por los resultados que se están teniendo en el ejercicio del poder. Se responde a la confianza pública, no entreteniéndose en especular quién puede llegar a tener el poder en el futuro, sino ocupándose en respaldar a quien lo ejerce ahora.

Hay que retomar el buen camino. Para eso hay que partir de las constataciones más obvias: no hay país ni coalición que resista tener gobiernos de cuatro años sin reelección y campañas presidenciales de tres años y medio sin autorregulación.

Además, cuando nos enfrascamos en una discusión lateral, lo que hay que preguntarse es qué es aquello sobre lo que hemos dejado de ocuparnos y que tiene una importancia central. Como siempre, se trata de ponderar.

Gobierno todo terreno

Hay que hacerse cargo de todo el tiempo a disposición, sin ambigüedades. Se puede saber desde el inicio que las condiciones en las que se ejerce el poder varían significativamente teniendo una elección cerca. Por eso, este Gobierno (y todos los que sigan, mientras se mantengan las reglas del juego) tiene dos etapas claramente definidas, en donde el punto de quiebre es la elección municipal del 2008.

A partir de ahí, los condicionantes son mayores. Pero eso no afecta en nada el hecho que la gestión dura cuatro años y tiene un programa que cumplir, sea en terreno plano o cuesta arriba. Hay que tener un Gobierno todo terreno.

Hay que estar atento a dejar que predominen los aspectos tácticos de la política. Para que esto sea posible se requiere que el Ejecutivo se fije una estrategia de mediano plazo, para darle coherencia a sus acciones y para posibilitar un trabajo de mutua colaboración con los partidos que lo respaldan.

El Gobierno tiene cuatro transformaciones que quiere dejar como herencia y tuvo un plan para los primeros 100 días. Pero se requiere de orientaciones para temporadas, que permitan de desarrollo de políticas públicas con resultados visibles.

Ocurre que enfrentar los desafíos políticos con suficiente amplitud permite planificar acciones convergentes entre la Concertación en el Gobierno, en el Congreso y en los partidos.

Ponerse en el lugar del otro ayuda muchísimo para llegar a entenderse. Si hay una elección a la que los partidos debieran dedicar una atención preferente es a la más cercana y más demandante de un esfuerzo colectivo sostenido. Ganar la elección municipal de 2008 es un prerrequisito para cualquier otra cosa.

Sin un Gobierno que pueda mostrar realizaciones a lo largo del territorio, en regiones y localidades, no hay manera de triunfar. Sin un progreso serio en descentralización, con respaldo parlamentario, tampoco se conseguirá respaldo ciudadano.

Todos se necesitan cuando los objetivos políticos resultan ser incluyentes y se dispone de programas de trabajo en conexión mutua. Éste es un ejemplo, pero se puede pensar en varios más.

En cualquier caso lo que se requiere es levantar la vista, adquirir perspectiva, proponerse metas conjuntas y hacer lo posible por alcanzarlas. Algo bien distinto de quedarse en la inmediatez.

viernes, agosto 11, 2006

Tomando velocidad de crucero

TOMANDO LA VELOCIDAD DE CRUCERO

Víctor Maldonado


La prueba de la consistencia

Una de las pruebas más importantes por la que están pasando los actores políticos, en esta etapa, es el de la consistencia de sus acciones. Tanto los partidos como el gobierno se encuentran realizando una fuerte actividad. Lo importante ahora es saber si están en condiciones de adaptar comportamientos colectivos y mantener la coherencia en sus presentaciones.

Hemos visto que nada de esto es fácil. Los partidos están volviendo a hacer noticia por las relaciones internas entre sus líderes y diferencias internas. Esto sólo ocurre cuando las posiciones en una organización se encuentran en ajustes y acomodos.

Cuando una tienda política tiene varios liderazgos proyectables, bien puede caer en la tentación de comenzar a hacer públicos sus matices y diferencias de opinión. No por las diferencias en sí mismas sino por las disputas por posiciones internas más o menos ventajosas, en beneficio de alguno de sus protagonistas.

Siempre hay que tomar en cuenta que las diferencias son pan de cada día en los partidos. Pese a esto, estos conflictos “de baja intensidad” no habían trascendido a la opinión pública excepto, por supuesto, en momentos de definición de directivas. Ahora está ocurriendo y esta es una señal clara de un cambio en el clima político prevaleciente.

En parte por lo anterior, en parte porque ya no basta con quedarse en posturas genéricas, están apareciendo temas de alto interés ciudadano, en los que se necesita tomar posición y los partidos están produciendo más de una. Algunos están respondiendo agrupados por tendencias antes que como colectivos. Esto genera una tendencia a la dispersión de mensajes públicos que pueden llegar a ser nociva.

Lo que necesita el sistema democrático son partidos políticos fuertes, no tendencias irreductibles a una disciplina común.

Los partidos se mantienen como tales, cuando las discrepancias internas reconocen límites, respetados por todos.

Nunca se recordará lo suficiente que los partidos se fortalecen desde el momento mismo en que comienzan a cuidar de sus figuras públicas. Atacarlas debiera ser la especialidad de los adversarios, no de los que comparten la misma militancia.

Que la gente decida en el momento oportuno

No son las organizaciones políticas las llamadas a dirimir por anticipado quienes tienen mayor adhesión entre los ciudadanos. Al revés, su misión más propia es la de facilitarle una amplia exposición de sus líderes mas reconocidos, a fin de que sea la aprobación externa más alta y sostenida la que dirima entre buenas opciones.

Cada vez que una tienda política intenta sancionar por anticipado entre sus rostros más competitivos, comente un error flagrante. Mucho más cuando algunos de los competidores buscan ganar ventajas tratando que algún otro pierda puntos o quede descalificado por secretaría.

Es más que preferible que los partidos busquen evitar entrar en una dinámica de promoción diferenciada de personeros. Cada cual sabe cuándo y cómo se entra en estas espirales, pero no se conoce por anticipado en qué se suele desembocar. Construir un partido demora años, desordenarlo es cuestión de semanas.

En todo caso, este no es el momento indicado para gastar energías en las tensiones internas. Esto por la sencilla razón que las tensiones entre partidos están a la orden del día y requieren ponerle toda la atención posible.

En un escenario tan dinámico y complejo como el descrito, es imprescindible que el gobierno muestre un comportamiento de equipo.

No son los ministros en forma aislada los que pueden enfrentar los conflictos en curso, si no es porque están actuando en representación del Ejecutivo considerado como un todo, y son defendidos por sus colegas en forma coordinada.

En este sentido, la naturaleza de la función de gobierno y la evidente jerarquización de sus funciones no puede responder a una lógica de segmentos ni al predominio de individualidades.

Desde esta perspectiva, es evidente que el gobierno ha ganado mucho en el último tiempo en capacidad de gestión práctica. Ha estado enfrentando conflictos en diversos frentes sin ser sobrepasado.

De hecho, en una misma semana se ha tenido que hacer cargo del conflicto con los alcaldes de Chiloé, los huelguistas del cobre, las protestas en Lota, las manifestaciones estudiantiles de los secundarios, las movilizaciones de allegados, las presiones del sector salud, y las turbulencias en el parlamento.

Pocas cosas más complejas para una administración que el enfrentar diversas tensiones sin coordinación entre sí, pero que sumadas pueden generar un efecto de conjunto desestabilizador. Pues bien, estas situaciones complejas se han presentado en los mismos días, pero están encontrando una contención adecuada. Incluso, lo más duro de la polémica por el puente sobre el canal de Chacao ha sido enfrentado y resuelto.

Sin embargo, lo que muestra una recuperada capacidad de conducción es el hecho que el procesamiento de los conflictos nos ha consumido el tiempo y la dedicación del gobierno y en particular de Bachelet.

Por el contrario, se está ganando terreno. Bien puede ser que en los últimos días hayan sido los mejores en cuanto a posicionamiento de Chile en relación con los países vecinos. Afianzada la relación con Perú, despejado el camino para las negociaciones con Bolivia, sea firma un acuerdo comercial con Ecuador y se está a las puertas de un tratado de libre comercio con Colombia. Nada de mal para unos pocos días en los que fructifica el trabajo sistemático y perseverante en nuestras relaciones exteriores.

Un gobierno “en régimen”

La mantención de líneas coherentes de comportamiento actúa por acumulación. No producen resultados por un lento pero sostenido efecto agregado. No alteran la realidad de la noche a la mañana pero terminan por imponerse. Y, sobre todo, lo que producen son efectos perdurables que escapan a las variaciones de temporada.

Los datos conocidos permiten evaluar las tendencias gruesas. En términos generales, el actual gobierno fue recibido con expectativas altísimas y amplios niveles de apoyo. A esto le siguió la aparición de conflictos con manejo deficiente y una secuencia de caída es el respaldo. Ahora la información disponible nos permite afirmar que la caída se detuvo y la tendencia bien puede cambiar a la recuperación de apoyo.

Es bien posible que el cierre adecuado de los conflictos en tratamiento, permite consolidar esta nueva tendencia. Al menos, lo que se percibe es un diferente nivel de control de la situación y ningún conflicto en desborde.

Así que la administración Bachelet ha entrado “en régimen” y a su velocidad de crucero en el terreno propio de la gestión pública.

Pero eso no ha de bastar. Las dificultades se están trasladando de escenario. Antes las dificultades parecían estar instaladas a nivel de gestión y de manejo; ahora es el apoyo político y las relaciones con y entre partidos los que deben ser cuidados.

De manera que no se puede cantar victoria, pero se tiene la oportunidad de consolidar posiciones. Junto con ello, habrá llegado el momento del despliegue de iniciativas de envergadura.

viernes, agosto 04, 2006

El diablo y el hormiguero

El diablo y el hormiguero

El que no está chamuscado empieza a correr en hacia donde juzga más conveniente o toma el camino que tiene más a mano. En otras palabras, la actual situación opositora está lejos de poder ser descrita como evidencia de orden y disciplina monolítica.

Víctor Maldonado


Fuego en el hormiguero

La derecha fue impactada por la encuesta CEP. Constituyó una verificación contundente de que iba por mal camino. Después de todo cuanto había intentado había conseguido un retroceso neto.

Pero la oposición carece de una instancia de decisión en que se analicen, decidan y verifique cambios de dirección. Y como no pueden ponerse de acuerdo (no es claro que siquiera lo intenten), en la práctica sus varios centros de decisión se embarcan en iniciativas que pueden coincidir o no entre sí.

De modo que en la oposición ni ellos mismos saben dónde van a dar hasta que verifican, en el devenir de los acontecimientos, hacia dónde se carga la balanza, por agregación de decisiones parciales. Se trata de un comportamiento más bien elemental, con ventajas y desventajas.

Por una parte, como se opera con varios cursos de acción simultáneos, remotamente coordinados, siempre ocurre que algunos responden mejor a la situación del momento, mientras otros constituyen un lastre.

Por la otra, nunca parecen estar por completo de acuerdo en seguir una conducta unitaria y por eso los aciertos pesan poco en momentos decisivos.

Así resulta tan difícil encontrar a la oposición manteniendo una estrategia que la haga merecedora a triunfos políticos decisivos.

No es que sean imposibles. Pero de ganar, sería más debilidad ajena que fortaleza propia. En el último tiempo, la derecha se encuentra con el biorritmo tan bajo que sus signos vitales no reaccionan ni siquiera ante los momentos de dificultad del oficialismo.

En una situación tan comprometida como la actual, la encuesta hizo el mismo efecto que meter fuego en un hormiguero. Todos están saliendo rápido y sin mucha elegancia desde sus posiciones originales. El nivel de actividad crece como por encanto, y el que no está demasiado chamuscado empieza a correr en hacia donde juzga más conveniente o toma el camino que tiene más a mano.

En otras palabras, la actual situación opositora está lejos de poder ser descrita como evidencia de orden y disciplina monolítica. Será necesario esperar a que cada cual recupere el aliento tras la carrera inicial para saber a qué atenerse.

En otras palabras, la situación actual opositora está lejos de poder ser descrito como la demostración de un orden y de una disciplina monolítica. Será necesario esperar a que cada cual recupere el aliento tras la carrera inicial, para saber a qué atenerse.

Una integración bien asimilada

Ante semejante escenario, se puede pensar que la Concertación se apresta a pasar por un período fácil. Y esto sería un error aunque hay un importante número de ventajas que inducen a dejarse llevar por un exceso de optimismo.

Por cierto, la situación de la coalición tiene mucho de favorable. Mientras la derecha, antes y después de la encuesta, se ha seguido comportando del mismo modo, no pasa igual con el oficialismo.

Desde el Gobierno se puede pensar en esta encuesta como una fotografía esperada de su momento más complejo.

Justo después de terminado el trabajo de campo, se produjo el cambio de gabinete. Éste fue un ajuste bien recibido, pero lo más significativo es que se trata de una integración bien asimilada.
Por ahora no puede percibirse bien el efecto dinamizador de la incorporación de nuevos elementos en puestos neurálgicos de la administración. Algunos hasta lo han estimado una iniciativa “deslucida”. Bien poco conocen el Estado los que opinan tan taxativa como sumariamente.

En realidad, lo que se ha recuperado es el comportamiento de equipo. Y esto tiene un efecto de irradiación de dentro hacia fuera que, al final, acaba convirtiéndose en un elemento cohesionador muy potente. En forma creciente el comportamiento gubernamental se hace mucho más comprensible a quienes entran en contacto con él. Con esto se recupera confianza y, junto con ella, la evaluación pública mejora.

No es que desaparezcan las dificultades, pero ministros mejor posicionados y más presentes permiten a la Jefa de Estado concentrarse en su función propia. Y eso es bueno para todos.

Cuando la Presidenta se dedica a proteger a sus ministros se está mal, cuando son los ministros los que cubren por completo su rol despejando de tensiones excesivas a la Mandataria, se está bien.

Así que el Gobierno se sabe evaluado con severidad y sabe que el camino para recuperar terreno es el persistente y duro trabajo cotidiano. Ahora lo que tendremos es al Ejecutivo centrado en hacer sus tareas, aplicado a sacar adelante sus compromisos.

Además, cuenta con la credibilidad para hacerlo. De las doce figuras mejor evaluadas, diez son de la Concertación. En términos de liderazgo, el oficialismo campea. ¿En dónde están los problemas, entonces? Precisamente en el “exceso”.

El diablo existe y está de visita

Mientras más se miran los datos de la encuesta, lo que se ve es una amplia variedad de líderes concertacionistas, casi todos muy cerca unos de otros.

Por cierto la figura del ex Presidente Lagos es la más sólida. Soledad Alvear se mantiene en un destacado primer plano. La presencia de Michellet Bachelet es obvia. Y aunque esta sea la información más vistosa, no parece ser la más significativa.

Lo decisivo radica en que, tras ellos, el número de líderes en posición expectante son muchos. Además, no son todos los que se puedan sentir convocados, porque se puede pensar en la inclusión de José Miguel Insulza, Andrés Velasco y las figuras del gabinete.

Hay, como digo, muchas personalidades potencialmente capaces de salir del pelotón, pero los espacios no son muchos.

En la centroizquierda, hay líderes alternativos, de perfil semejante, que se pueden desmarcar. Pero no todos lo pueden hacer a la vez. En otras palabras, son factores en competencia.

El tono tenso lo da que, en tal circunstancia, prima la posición en la que cada cual se encuentra, no la cercanía política o el efecto que puedan tener unos para otros.

Son varios los que parecen señalados por la mano del destino. Se aprecia que la oportunidad está cerca, pero no hay nada asegurado. Es aquí, como dicen en el campo, donde el diablo mete su cola.

La tentación para empezar a competir es prácticamente irresistible. Lo malvado de la situación es notorio: se trata de competencia entre aliados, en un momento por completo inoportuno y ante el riesgo de olvidar la obligación mayor, que es ejercer bien el poder que ya se tiene.

Si alguien hubiera planificado dejar la cizaña instalada, no lo habría podido haber hecho mejor.

Pero eso es anecdótico, lo efectivo es que la proximidad entre quienes aspiran a la conducción, la posibilidad de que otros se adelanten y el estímulo de los seguidores actúan todos en el mismo sentido. La lucha por desmarcarse no se hace en equipo.

En el período que se abre, encontrarnos un aumento significativo de apariciones en los medios justo de las figuras que están en las encuestas. También será típico el surgimiento de propuestas ingeniosas destinadas a darle lucimiento al autor.

Esto es bien importante porque lo que está por establecerse es el centro de atención político. He dicho que el Gobierno ha iniciado su recuperación tras el ajuste ministerial.

Lo importante es que, cuando ocurra, éste siga estando en el centro del interés nacional y no encuentre a la dirigencia política enfrascada en disputas anticipadas.

A partir de ahora, será indispensable que partidos y Gobierno se concentren en ser aglutinantes. Tendrán que recordar a menudo este papel, porque los olvidadizos serán varios.