viernes, agosto 25, 2006

Los silencios de la derecha

Los silencios de la derecha

La derecha ha ido de la desilusión de la derrota electoral, pasando por los procesos de cambio de directiva, hasta llegar a la no presentación de un frente común. Acompañado de críticas duras que quieren pasar de la discrepancia a la descalificación personal.

Víctor Maldonado


La paja en el ojo ajeno

Centrarse en el tema presidencial y en las posibles candidaturas es una necesidad y debiera ser preocupación de la derecha. De nadie más. Debe serlo tanto porque es un asunto extemporáneo como porque es un debate propio de una etapa de desconcierto. Y los que tienen motivos para estar desconcertados son los opositores. Ningún otro.

La Concertación tiene motivos para debatir, pero no para estar desorientada. Estamos hablando de otra categoría de problemas.

Es un truco muy viejo ese de alejar las miradas de las debilidades propias llamando la atención sobre lo que hacen otros. La oposición pareciera estar muy activa porque habla mucho, aunque bien puede estar evitando los temas sustantivos, sobre los que pudiera estar pronunciándose y ha dejado de hacerlo.

Los opositores no están mostrándose a la altura de lo que se espera de su sector. No disponen de una estrategia común, su capacidad de coordinar acciones ha sido limitada y más bien parece en retroceso y se presentan al debate público con aproximaciones algo básicas y reactivas.

Bien distinto del panorama que debieran presentar quienes tendrían que estar haciendo méritos para acercarse a La Moneda.

Por eso hay que hacerse cargo de sus silencios, ¿Alguien puede mencionar una propuesta relevante de la oposición en los últimos meses acerca de políticas públicas? ¿Se recuerda algo que la derecha haya mantenido en su discurso, que le diera continuidad y que presentara en conjunto? ¿Se ha visto que disponga de un líder respaldado por todos sus integrantes?

Tal vez cuenten con algo que presentar en seguridad ciudadana pero, sin duda, no ha acontecido lo mismo con los aspectos relevantes del período: educación, salud, infancia, previsión, política agraria, inserción internacional, por mencionar los que primeros que vienen a la mente.

De este modo, la ausencia de programas asumidos y políticamente respaldados (porque, por supuesto, sus elencos técnicos tienen la capacidad para producirlos), los lleva a esperar las iniciativas de Gobierno para ponerlas en duda, cuestionarlas, detectar posibles errores como oportunidades y para ahí centrar la atención.

Sin éxitos y sin carta de navegación

El que no puede en lo poco, menos puede en lo mucho, pero suele hablar de todo: si la derecha estuviera en un buen momento, no estaría dedicándose a un eterno comentario político, sino que se encontraría impulsando una estrategia como sector. No exhibiría varias estrategias en competencia, casi tantas como líderes con pretensiones presidenciales tiene.

Pero así son las cosas. En alguna parte hay que encontrar certezas cuando nada parece ir como debiera.

Aun dejando de lado el tema de la presentación de propuestas, respecto de la oposición, uno debiera preguntarse cuántos y cuáles han sido los éxitos que se les puede atribuir en lo que va de la actual administración. Porque la lista no parece ni siquiera haber empezado.

Cada quien atribuye a los adversarios los males que se sufren en casa: falta de rumbo, sensación de tiempo perdido, ausencia de liderazgo y de carta de navegación, señales erráticas.

No hay que dejarse orientar por lo que dice, sino por lo que efectivamente realizan sus dirigentes. Y lo que están haciendo es estableciendo proyectos políticos de envergadura personal. Se están ofreciendo a despejar el camino de obstáculos a partir de asumir que tienen que escoger un liderazgo principal que se llega a imponer por presencia y que produce un orden que los partidos como organización no han estado en condiciones de establecer por los conductos regulares.

En este cuadro desolador, la UDI se ha convertido en un partido más que cae en las querellas internas, que se ventilan en público y que busca ganar posiciones por los diarios y la televisión. Tenemos al ex candidato, al líder interno y al presidente del gremialismo tratando de imponer un orden desde fuera, desde el debate público y desde dentro, respectivamente. De más está decir que ninguno logra por ahora su propósito.

La derecha ha ido de la desilusión de la derrota electoral, pasando por los procesos de cambio de directiva, hasta llegar a la no presentación de un frente común. Todo eso, acompañado de críticas duras que, en los casos menos elaborados, quieren pasar de la discrepancia política a la descalificación personal.

Propiamente no dispone de una estrategia asumida. Se trata de un resultado al que se llega por no poder llegar a nada mejor.

Gastar o no gastar, esa no es la cuestión

Claro que esto no significa que, con todo lo básico que parezca, sea imposible que la derecha pueda tener resultados positivos con este proceder. Como se hace descansar todo el peso de la iniciativa en quien tiene el poder, este comportamiento es el de un sector político parasitario, que requiere de la respuesta adecuada del actor principal para que le vaya bien.

En concreto, los resultados penden de que quien dispone del liderazgo sin apelaciones deje de prestar suficiente atención a su propia agenda, se enrede en debates menores (a la altura de los que se le invita) o empiece a cultivar más las discrepancias que el desarrollo de acuerdos con su base de apoyo.

De allí que sea tan importante el modo cómo se aborde el tema del aumento del gasto social en la Concertación.

Hay una petición política muy atendible de parlamentarios oficialistas de llegar a estar plenamente convencidos por el Gobierno al que respaldan en cuanto a que se está tomando una decisión correcta en el uso y monto de los mayores recursos públicos disponibles.

El asunto deriva de la percepción amplia de que nos encontramos en un momento de “vacas gordas”. Pero de allí no todos sacan la misma conclusión.

Para algunos este es el momento para “no volverse locos” y ejercer una vez más la prudencia. Para otros resulta inexplicable que no se amplíe fuertemente el gasto social dado la mayor holgura.

Esta discusión es una prueba política difícil. Hay muchas posibilidades de distorsionar el tratamiento de un tema delicado. Sobre todo, porque tiene relación con decisiones de fondo que, a la vez, tienen gran complejidad técnica y fuertes repercusiones políticas.

No costaría nada empezar a hablar a la galería buscando una oportunidad fácil de congraciarse con los electores. Costaría igual de poco mantener una posición cerrada de defensa, sin entrar en un debate con apertura de mente.

De más está decir que prudencia y aumento del gasto no son cosas completamente antagónicas. En algún punto se interceptan y es este el que ha de buscarse.

La Presidenta Michelle Bachelet ya ha dicho que el Presupuesto 2007 será “el más expansivo” de los gobiernos de la Concertación. De modo que el dilema no está en gastar o no gastar, sino en que se identifique en común que se ha llegado al mayor esfuerzo posible.

La oposición puede darse el lujo de comentar y debatir sin descanso. Por eso está como está y por eso no ha conseguido la mayor responsabilidad política en Chile por casi dos décadas. Ni el Gobierno ni la Concertación pueden actuar igual. Importa mucho que a un debate intenso le siga un convencimiento compartido de presentar la mejor y más viable decisión posible. Y esto es algo perfectamente posible de obtener.