viernes, junio 16, 2006

En el término de una etapa

En el término de una etapa

Fiel a su estilo, Bachelet nunca deja de adelantar lo que va a hacer. Además, da la impresión de estimar que ha tomado el camino correcto. El liderazgo ejercido es fuerte de certezas. Tras superar con éxito sus primeras pruebas importantes, es evidente que la Mandataria no estima que su Gobierno se haya equivocado de rumbo.

Víctor Maldonado


Poniendo los temas

Hay ocasiones en que lo que importa no es la opinión que muchos dan sobre lo que acontece, sino qué es lo que se está discutiendo. Quien pone los temas ya ha conseguido gran parte de sus objetivos, porque concentra la atención general en el foco que pone, y porque todos parten de los términos en que plantea las cuestiones fundamentales.

Se han dado toda clase de opiniones sobre la intervención de la Presidenta Bachelet en su reunión con la primera línea de Gobierno.

Por supuesto, una intervención fuerte y pública no puede ser del agrado de todos, aun cuando a juzgar por una reciente encuesta, los “ciudadanos de a pie” lo han evaluado en forma positiva. Aun así, cualquier actuación en política es esencialmente debatible y esta no es la excepción. Lo único indudable es el impacto que tuvo dentro y fuera de la Concertación.

Hacía tiempo que no se vertía tanta tinta comentando un hecho político distinto a una elección o a una movilización masiva.

Las interpretaciones sobre el significado de este hecho se han sucedido. Pero quienes buscan entender lo acontecido como un hecho aislado tienen que errar casi por necesidad.

Fiel a su estilo, Bachelet nunca deja de adelantar lo que va a hacer. Además, da la impresión de estimar que ha tomado el camino correcto.

El liderazgo ejercido es fuerte de certezas. Tras superar con éxito sus primeras pruebas importantes, es evidente que la Mandataria no estima que su Gobierno se haya equivocado de rumbo. “Ordenar la casa” –en una frase que se le atribuye- equivale a realizar ajustes, no a mudarse de inmueble.

Lo que se observa en este y otros hechos es el evidente fin de la etapa de instalación del nuevo Gobierno. En pocos días se entrega la carta de navegación para los cuatro años; se cierra un importante conflicto social; tiene que dar cuenta de su plan de acción inmediata; se realiza un cónclave de partidos, parlamentarios y autoridades ministeriales del conglomerado de gobierno; y, se tiene al frente a una derecha reordenada.

De manera que lo que se hace presente es que se mantiene el control de la agenda política, y que lo que se requiere ahora es la nueva alineación con los partidos y bancadas de la Concertación. Pero no exclusivamente eso, como se puede apreciar con sólo mirar un poco a la oposición.

En busca del tiempo perdido

La derecha parece empeñada en recuperar el tiempo perdido, luego de su derrota electoral. En realidad, puede ser visto como todo un logro el que un sector político importante consiga casi desaparecer de la escena política por meses.

Es innegable que ha tenido oportunidades abiertas para criticar, para proponer alternativas o simplemente para hacer de contrapunto a las iniciativas del Ejecutivo. Si no lo ha hecho es porque no pasa por su mejor momento y porque ha estado volcada a la definición de sus liderazgos partidarios.

Pero, ahora, que ha logrado despejar su agenda interna, los partidos se están afanando por ponerse al día. Adicionalmente, se está dando una competencia entre RN y la UDI por adelantarse a marcar el perfil de la oposición con su propio estilo.

De la noche a la mañana el presidente de la UDI ha sorprendido con una frase altisonante: “¡Se hace lo que nosotros planteamos o que el Gobierno asuma las consecuencias!”. Una manera de decir las cosas que no le son características y que no vienen a cuento.

No se trata del comportamiento de una persona. Las críticas se multiplicaron sobre todos los temas y con los más variados alcances, algunos de una profundidad más que discutible. La derecha parece disparar a la bandada, a lo que se mueva, sin gran priorización ni selección de objetivos, con una cierta ansiedad en lo que toca.

El despertar opositor se ha producido. Es más, es probable que el desorden inicial que estamos presenciando termine por acotarse.

No está claro que abandone por completo el predominio unilateral del predominio de la confrontación de trinchera. Sin embargo, respecto de sus propios análisis internos, se puede decir que la derecha no puede contentarse con un desempeño tan básico.

Si sigue así, al final lo que se debate es si el gobierno está cumpliendo o no con lo que ha prometido. Es decir, la oposición ayuda, por pura falta de imaginación a que todo gire en torno a lo que hace o deja de hacer el Gobierno de Bachelet.

El Ejecutivo dice cuales son sus prioridades para el país para el período y la oposición se queda mirando. Los secundarios tienen la mayor movilización en décadas y la derecha no dice esta boca es mía. Termina su plan de los primeros cien días, y al frente lo que tenemos es una discusión de porcentajes de realización, pero nada que cuestione -de verdad- lo que se está haciendo. La Concertación tiene un encuentro estratégico y la derecha se lo lleva en coordinaciones tácticas. En otras palabras, así no puede seguir y lo sabe.

Los focos son tres

Supongamos que la derecha comienza a cumplir con su papel de forma integral y seria. ¿Qué tendría que hacer el conglomerado oficialista en la etapa que se abre?

Probablemente lo que toca es hacer política atendiendo a sus tres focos de dirección y decisión. La Concertación tiene el Gobierno, es mayoría en el Parlamento, está representada en direcciones partidarias. Cada foco tiene sus especificidades, ámbito de acción propia y deberes que cumplir. Pero las tres son indispensables.

Como el Gobierno ejerce el mando de la nación, es lógico que reclame del resto apoyo y disciplina. Pero no puede pedir de los parlamentarios oficialistas y de los partidos que le dan sustento político es que el reclamo de atención sea en una sola dirección.

También las bancadas y los partidos tienen su propio papel que cumplir, y no lo pueden hacer en forma debida sin interlocución con el Gobierno. Se trata de una relación más fina que la que se obtiene por un puro juego de intereses de presiones. Se necesita colaboración, dedicación de tiempo y atención mutuas.

En buena hora se ha puesto de moda el diálogo y la participación social o ciudadana. Pero a mayor diálogo social, mayor necesidad de resolución política entre un número más amplio y rico de opciones y propuestas en circulación abierta.

En otras palabras, mientras más aumenta la participación de los ciudadanos, también obliga a un debate político de mayor calidad a la que estamos acostumbrados.

Las decisiones políticas se toman en instancias políticas y requieren el respaldo reflexionado y convencido de los representantes populares y de los dirigentes partidarios. Lo lógico es que los partidos y los parlamentarios de la Concertación sean interlocutores privilegiados a considerar previamente a las resoluciones presidenciales.

Con esto en nada se afectan las atribuciones y prerrogativas de cada cual, pero crea un clima de colaboración y mutuo respeto que es indispensable para mantener una coalición fuerte.

Siempre es bueno aprovechar las oportunidades que se tiene para ponerse al día y adaptarse al despertar ciudadano que se ayudó a forjar.