viernes, mayo 12, 2006

Cambio ciudadano, cambio político

Cambio ciudadano, cambio político

La oposición está separando sus liderazgos reales de sus conducciones partidarias. El resultado es más bien desastroso. Se produce una desconexión de las preocupaciones básicas de la gente.

Víctor Maldonado


La participación ciudadana ya está aquí

Se habla de establecer una nueva relación con los ciudadanos desde la política y desde el Gobierno. Esto no es un deseo, sino una respuesta necesaria a una presencia.

Los ciudadanos, en forma significativa, han cambiado su comportamiento ante la política y los políticos. Ello está produciendo múltiples efectos que se han ido amplificando.

El haberse dado cuenta de que esta transformación venía, tiene sus precursores, pero no crea derechos adquiridos. No existen organizaciones expertas en el ejercicio práctico y cotidiano de la nueva relación.

No se trata de una tierra ignota. Muchas experiencias interesantes se han puesto en marcha. Pero nada parecido a un “estilo chileno de participación” ni actores políticos embarcados de modo colectivo en intentarlo.

La razón no es arbitraria. No se trata de asignar otra tarea a las organizaciones políticas, ya bastante saturadas con sus labores habituales.

De tomarse en serio, incorporar la participación ciudadana a la política implica el paso, en los partidos, desde estructuras rígidas a otras flexibles, desde agrupaciones cerradas a abiertas, de instituciones más preocupadas de hablar a otras más atentas a escuchar antes de decidir.

Algunos creen que los partidos son estructuras tan anquilosadas que no son permeables a los contundentes cambios sociales.

No son fáciles de convencer, pero ni con todas sus resistencias atávicas pueden arriesgarse a quedar fuera de juego. A nadie le gusta la obsolescencia. De modo que incentivos para cambiar existen y son poderosos.

Atrapados con salida

Todavía no se ha extendido por completo la conciencia de que los partidos entraron en un período en que reconcursan ante los ciudadanos, no sólo por representantes en las elecciones, sino porque tienen que revalidar su justificación.

No por nada se está cerrando un ciclo político y se está abriendo otro. Un amplio período que se abre con la exclusión y la persecución política tiene un desenlace cuando una de las víctimas llega a La Moneda. Sin importar lo que siga, resulta evidente que lo que se prolongue tras esta culminación es un nuevo comienzo. Cuando los desafíos y las esperanzas del pasado encuentran un desenlace, existe la obligación imperiosa de encontrar nuevos horizontes.

Si algún partido no lo entiende, si sigue enfrascado en sus asuntos, tan intensamente vividos como sobredimensionados, será atrapado en el cambio de página histórica. Quedará en “el capítulo anterior”.

Si antes se trataba de proyectar ideas visionarias, ahora eso nos parece insuficiente. Nada asegura que si el país esté bien, sus habitantes tengan vidas más plenas. Mayor prosperidad no es sinónimo inmediato de lo mismo para todos.

El énfasis al que obliga este despertar de la ciudadanía es la renovada importancia no de ir más lejos, sino estar más cerca, con mayor calidez y efectividad. Un país más integrado es una comunidad multifacética con la vivencia cotidiana de dialogar y llegar a acuerdos.

Casi se hizo lugar común decir que 16 años de dictadura habían afectado el comportamiento de los chilenos, los cuales -se decía- habían perdido tradición participativa, experiencia en organizarse y confianza mutua. Se puede discutir qué tan cierto es esto. Pero lo que no se puede dudar es que una década y media de democracia también tiene efectos profundos, tanto o más perdurables.

Nadie lo sabe más propiamente que La Moneda. No por nada las consultas que llegan cada semana se han multiplicado por diez. No por casualidad, la más típica está cambiando de “¿cómo accedo a este beneficio?” a la más contundente del tipo “¿por qué se tomó esta decisión?”. Si cambian las preguntas es porque han cambiado los ciudadanos y las respuestas rutinarias son obsoletas. Para hacer su trabajo el Estado necesita cambiar, la pregunta es ¿se habrán dado cuenta los partidos?

Dime de lo que hablas y te diré quién eres

Al parecer se está produciendo una reacción muy positiva.

No puede ser casualidad que todos los partidos que han terminado sus procesos electorales hayan concluido por elegir -en la Concertación- líderes con fuerte presencia pública.

Cuando actúan de esta forma sabemos que están movilizándose para ganar liderazgo. Su actitud es de conquista y afrontar los retos. En cada partido se está llegando al convencimiento que la pura legitimidad interna no basta. Se necesita atraer y acercarse a la gente que se quiere representar. Para eso debe haber una correspondencia entre dirección partidaria y credibilidad ciudadana. Son muchos los que se esfuerzan por reducir distancia entre representantes y representados.

Quizá la excepción esté en la derecha. Aquí se encuentran proclives a escoger a personas que responden a lógicas exclusivamente internas: o son componedores, evitando la confrontación; o actúan en representación de líderes fuertes, o son buscados por los demás para contener a líderes fuertes.

Cuando un partido actúa así, sabemos que está administrando las decisiones clave o que los liderazgos reales otorgan un rol menor a sus partidos durante dos años.

La oposición está separando sus liderazgos reales de sus conducciones partidarias. El resultado es más bien desastroso. Se produce una desconexión de las preocupaciones básicas de la gente. Algo bien parecido a la pérdida de la orientación. Los análisis menos altruistas empiezan a predominar por la falta de ponderación que, obviamente, se tendría con liderazgos fuertes en los puestos de conducción.

Los ataques a Ricardo Lagos están mostrando un punto alto en esta línea. Es muy evidente, porque desde fuera de la oposición no cabe la menor duda que por esa ruta la derecha sólo puede perder. Objetivo nulo, efecto contraproducente, intento tan obvio de establecer una cuña que no llega a ninguna parte, pérdida de tiempo y oportunidades. Todo a la vez.

La derecha es una orquesta desordenada, en la que cada cual toca lo que quiere y suena pésimo. Para peor, Lagos se defiende ¡sin necesidad siquiera de hablar!

En fin, cada cual sabrá lo que hace y deja de hacer. Lo importante es saber que este tiempo es de los ciudadanos y de quienes, con humildad y perseverancia, se dediquen a entenderlos y servirlos. En estos días cada cual está tejiendo su destino.