La elección en la DC: el método es el candidato
La elección en la DC: el método es el candidato
Víctor Maldonado
Hay ocasiones en que al escoger el método se escoge el resultado. Esto es lo que ha acontecido en la última Junta Nacional de la DC. En ella se enfrentaron dos posiciones que medían fuerzas y que dirimieron una competencia al inclinarse por un procedimiento para escoger directiva.
Quien ganó, por estrecho margen, fue la posición de Soledad Alvear: mantener la elección directa, por la base militante. Si se toma en cuenta que esta definición de adoptó en el escenario más favorable para la actuar dirección, es fácil sacar las conclusiones de qué ocurrirá en un proceso que culmina a fines de mes.
En otras palabras, Alvear está en creciente predominio en la DC. La iniciativa cambió de manos. En semejantes circunstancias, lo que cuenta es aumentar su base de apoyo, disminuyendo los temores de quienes aún no deciden a quién apoyar.
En política, no es ninguna novedad que el que tiene todas las de ganar, termine viendo frustradas sus expectativas. Claro que para que eso suceda, aquí es necesario que se enrede en una serie continua de errores tácticos que le resten apoyo.
Lo importante es que el control de los acontecimientos es, en gran parte, autocontrol.
Por eso, si tras imponer un método, se continúa de inmediato con señales de amplia convocatoria, el efecto acumulado es incontrarrestable. Y es esto lo que ha ocurrido hasta ahora.
En el caso de este y de otros partidos, los temores iniciales por superar cuando emerge un liderazgo se concentran en dos aspectos. Primero, que se perciba que la conducción de unos pocos y sus defectos sea cambiada por la conducción de otros pocos, e iguales defectos, pero con ganas de empezar a practicarlos con más entusiasmo.
El otro temor a despejar es parecido. Es la aversión a ver -visto en otras ocasiones- cómo se desanda el camino recién transitado sin iniciar otro. Es la incomodidad que siente quien sospecha que tendrá que recomenzar una y otra vez. Nunca se hacen las cosas del todo mal, los avances pueden ser parciales e igual se pueden perder en la mudanza.
El mensaje ha sido contundente para enfrentar estas inquietudes: de un lado, el equipo encargado de la conducción representa un estilo abierto y un cambio generacional; por otro lado, el discurso apela a todo el partido y no a una fracción.
Las interrogantes del partido
A sabiendas de que está en un puesto de privilegio, a suficiente distancia de sus competidores, Alvear se ha dedicado a ejercer desde ya el liderazgo, sin mostrar dudas y titubeos.
Está convencida, con razón, que si no se aparta de la senda que ha escogido encabezará su partido y se convertirá en un referente obligado de la política chilena.
Pero una cosa es despejar las incógnitas al interior de la DC y otra es despejar las incógnitas que el propio partido genera más allá. De hecho, cualquiera sean los resultados de las elecciones internas, y cualquiera resulte ser el vencedor, las dificultades a enfrentar para que la Falange recupere el liderazgo que tuvo son básicamente las mismas.
En la práctica, los puntos débiles de la DC son resumidamente dos: una referida a la percepción ciudadana y la otra, a su capacidad de enfrentar desafíos políticos de magnitud.
En cuanto a la percepción ciudadana, la dificultad de fondo consiste en que la DC no es asociada a ninguna característica positiva de un modo inequívoco y singular.
Hay partidos asociados a la modernidad, al progresismo, a la protección del medio ambiente, la defensa de los ciudadanos, los valores tradicionales, el conservadurismo valórico, la defensa del laicismo, la identificación con una clase social... en fin. En cierta medida, todos “son” algo y eso determina rechazos o adhesiones primarias.
En cambio, por los datos que disponemos, se puede decir que el PDC tiene un poco de todo y de todo un poco, pero nada que marque una identidad vigente. Mientras más historia recuerde un ciudadano, más puede asignarle atributos a la DC, pero quienes están en esta condición son cada vez menos, y tal vez no sean los sectores más dinámicos.
Del mismo modo, a lo primero que se asocia el PDC es al ejercicio del poder y a las disputas por alcanzarlo. En otras palabras, la Falange está, ocupa su espacio, marca su presencia, pero no la justifica. Como colectivo, es un protagonista con alma de actor de reparto.
En seguida, este partido se ha fijado siempre grandes metas, pero ha ocupado para ello las plenas energías de una parte de sus afiliados. La estrategia con que enfrentó la última elección parlamentaria fue muy ambiciosa. Se quiso, al mismo tiempo, estar en todos lados, sacar muchos votos, obtener más parlamentarios y, además, desplazar a otros partidos del liderazgo.
La idea era buena (cómo no) y, además, no era descabellada. Pero a condición de movilizar todo el partido y tener el entusiasmo de muchos más que simpatizaran con estos propósitos. Y allí estuvo la falla.
Se quiso hacer con medio partido lo que sólo podía “partido y medio”. La organización no daba el ancho para propósitos ambiciosos. Quien conduzca la DC debe afrontar esta realidad, sin entretenerse en vanidades personales, sectarismos de grupo, consuelos de nostálgicos y envidias de desplazados.
La fuerza del partido
La DC puede ejercer un rol conductor en la política. A condición de aprovechar todo lo que tiene e incorporar la generosidad a su práctica política (recuperarla, más bien).
La Democracia Cristiana cuenta con un gran número de líderes, que tienen respaldo público y una buena evaluación ciudadana. Hasta hoy los democratacristianos pesan más de a uno que juntos. Quien conduzca debe potenciar los liderazgos, sin importar las diferencias internas que representen. Ya la ciudadanía escogerá, como ocurre en cualquier democracia. La misión partidaria no consiste en torpedear sus figuras sino en levantarlas. Es lo primero a concordar entre quienes ganen y pierdan en esta elección.
En seguida, la DC está presente en muchos lugares. De lo que se trata es que esta presencia sea asociada a un ejercicio de una política de alta calidad. Los valores se cultivan, los militantes se forman, las opiniones se fundamentan, los jóvenes son tratados como la mayor riqueza que se puede tener. En otras palabras, un partido debe dedicar mucho esfuerzo a constituirse en una comunidad cuya convivencia ayuda a unos y a otros a ser mejores. Si esto nunca hubiera existido, no valdría la pena mencionarlo; pero en varias ocasiones la DC ha dado ejemplo al respecto. Puede volver a hacerlo.
Cuando las figuras de un partido pesan más que el colectivo, eso significa que hay mucha energía disponible que se está desperdiciando. Lo mismo con las ideas. Hasta ahora la DC visita los temas de la agenda nacional, pero no toma posesión de ellos. Puede y debe hacerlo con un número escogido de ellos. Familia y protección; integración regional y cohesión social; participación y Gobierno local; innovación y pymes; son temas que tienen estas características.
Son temas grandes. Se sabe que la DC elige directiva, queda saber es si escogerá un rumbo.
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