viernes, marzo 03, 2006

Comienzo del Gobierno, inicio de la oposición

Comienzo del Gobierno, inicio de la oposición

El nuevo Gobierno empieza con empuje. Esperemos que la derecha no haga el papelón de responder con una política de tono menor. Del contraste no saldría favorecida.

Víctor Maldonado


Cuando el mayor temor es el aislamiento

Una de las primeras iniciativas del Gobierno entrante, que busca un acuerdo con la oposición para cambiar el sistema binominal, ha puesto a la defensiva a la UDI.

Ocurre de este modo porque los demás pueden llegar a buscar activamente un acuerdo si el diálogo se orienta a un acercamiento creciente en aspectos concretos. El intento gremialista se aboca, entonces, a convencer de que éste no es un tema prioritario ni urgente para ser abordado por la nueva administración.

El problema de esta postura es, desde luego, que la definición de lo que resulta importante para el Gobierno lo deciden sus autoridades, y no el parecer de una fracción opositora.

Esto, sin mencionar el hecho de que la UDI corre el riesgo de que un debate sobre esta materia tome vuelo y comience a concitar interés público. Lo que haría cada vez más difícil de sostener los argumentos evasivos de la discusión de fondo.

Mientras los demás parecen interesados en el diálogo constructivo, la UDI empieza a quedar fija en una posición repetitiva, dedicada a contener los avances. El mayor temor gremialista es evitar este tipo de escenario, en el que quede aislado y sus posiciones resulten derrotadas.

Con bastante habilidad, Andrés Zaldívar anunció que la presentación de un proyecto de ley está condicionada a conseguir un acuerdo con la oposición, con lo que logra poner más presión e interés público en esta materia. Si el acuerdo se logra, mejor que mejor puesto que se consigue la realización de una de las promesas emblemáticas de la campaña. Si no se logra, estará muy claro quiénes tuvieron toda la disposición para lograrlo y quiénes se negaron nuevamente a que sea posible.

Así está el cuadro para la oposición cuando el Gobierno entrante conforma el elenco de sus principales figuras y se apresta a dar inicio a su gestión.

En esta materia, como en varias otras de importancia, está quedando patente la necesidad de la derecha de establecer un plan estratégico que permita enfrentar la relación con el nuevo Gobierno en equiparidad de condiciones.

En el inicio, cada cual decide su camino

Como es lógico, el Gobierno (el actual y el que está en plena conformación) acaparó casi por completo la agenda del verano.

Pero no sólo se trata del obvio predominio en apariciones públicas, también de un casi completo control de la agenda, de la presentación de los temas de relevancia y de la planificación priorizada de lo que se hará de ahora en adelante.

Así que la oposición corre el riesgo de quedar a remolque de los acontecimientos, si no se pone al día. Primero como partidos, y luego como alianza.

De allí que la UDI esté inaugurando el año político con la preparación de un consejo programático, antes, incluso, de afrontar el cambio de su mesa directiva. En RN ocurre otro tanto.

Importa mucho el desafío que se proponga enfrentar la oposición durante el presente año. Para equilibrar la situación, se puede proceder de maneras bien distintas. En estos días, el rumbo básico debe decidirse en la derecha.

Algunos pecan por exceso. Todavía piensan que lo más importante es mostrar “capacidad de ser Gobierno”, por lo cual quieren establecer un programa que se pueda comparar punto por punto al de Michelle Bachelet.

Difícilmente sea éste un esfuerzo acertado. No se puede pasar de las vocerías con un mínimo de preparación a tener planteamientos para todo. Intentarlo es una buena carta de navegación para un instituto de estudios, pero no para un partido.

Lo que una organización política necesita es escoger las batallas que quiere dar y concentrarse en ellas.

Otros están pecando por estrechez de miras, y esto es todavía peor que excederse. Lo que proponen es retirarse por completo de las prácticas habituales de una oposición constructiva, haciendo que la tradicional luna de miel del inicio de Gobierno dure exactamente las 24 horas del día en que se asume el mando.

En este caso, la intención es evidente. Se trata de conseguir la más rápida desaparición de este halo de tiempos nuevos y optimismo generalizado que acompaña la partida de la administración de Michelle Bachelet.

La propuesta es la de dejar los mayores espacios a la Concertación para que cope los cargos oficiales, asuma toda la responsabilidad, a la espera de la aparición abierta de diferencias internas. Se trata también de operar, desde el primer día, con comisiones investigadoras de lo que se hizo y de lo que se está haciendo. Se apuesta a presentar un frente común desde el inicio, que marque fuertemente la frontera.

En pocas palabras, la apuesta de fondo que se propone es la del desgaste rápido del oficialismo, activamente promovido desde la oposición.

Este modo de proceder tiene -es evidente- dos problemas básicos. Por una parte, constituye una poco creativa forma de limitar el uso de las alternativas políticas combinadas. Se puede antagonizar o cooperar frente a una propuesta del Gobierno, pero decir de antemano que se pondrán obstáculos a lo que venga, haría que las acciones opositoras fueran un pobre y triste espectáculo.

Por otra parte, se corre el riesgo de que en el oficialismo no predominen las prácticas desintegradoras, sino que, efectivamente, ratifique su probada capacidad de darle gobernabilidad al país. Si este fuera el caso, no sólo la oposición no habrá avanzado nada, antes bien, ocurriría que objetivamente estaría retrocediendo.

Para decirlo de otro modo, está claro que la oposición tomará un camino distinto a los presentados si advierte, desde hoy, que el nuevo Gobierno se muestra sólido, afiatado y resuelto a cumplir con un programa de interés nacional. De allí la importancia de las recientes nominaciones.

Por qué las nominaciones son un éxito

Como todos sabemos, los gobiernos no son planes y propósitos, sino personas y equipos que encarnan planes y propósitos. Al escoger personas, Bachelet ha escogido tanto un sello como un destino para su Gobierno. ¿Acertó al hacerlo? Aunque el movimiento se prueba andando, creo que se puede afirmar, desde ya, que ha tenido un éxito notable.

Algunos tienen su evaluación en suspenso porque “los partidos no están conformes”, pero esperar otra cosa es un despropósito.

Las organizaciones políticas buscan el poder, mientras más mejor. Por eso el partido que se muestra conforme con lo que alcanzó, es porque llegó a donde nunca había estado o porque está cerca de la extinción. Pero contentos, lo que se dice contentos, nunca estarán. De manera que no es este un criterio que sirva para orientarnos.

En cambio, sí nos sirve saber si quienes llegan pueden cumplir las tareas que se encomiendan, si pueden mantener lo bueno y abordar lo nuevo, si puede pensarse en ellas y ellos como un equipo. Y, en este caso, así es.

Un gabinete paritario, que incorpora nuevos y calificados aportes, que baja el promedio de edad de la primera línea, prefigura el tipo de Gobierno, abierto y participativo, que se quiere tener.

Las últimas nominaciones rompen, en buena hora, la diferencia demasiado marcada, entre “caras nuevas” y quienes no lo son. La innovación ya se instaló como característica de esta nueva administración, pero no se puede llegar al punto en que alguien sea excelente, calificado y visionario y sea descalificado… sólo porque ya estaba haciéndolo bien.

Por último, los convocados saben que están allí por quien los convocó, no porque estuvieran en una lista previa. Fueron llamados para trabajar juntos y para colaborar entre sí. Probablemente esta característica se acentúe en las primeras semanas. Cuando eso sucede, se pueden llegar a sentir las tareas nacionales como responsabilidad colectiva y eso es una excelente noticia.

El nuevo Gobierno empieza con empuje. Esperemos que la derecha no haga el papelón de responder con una política de tono menor. Del contraste no saldría favorecida.