jueves, diciembre 22, 2005

La Concertación retoma la iniciativa

La Concertación retoma la iniciativa

Entrando en el receso navideño, la Concertación ha retomado la iniciativa. Ha hecho de esta una competencia de equipos, ha conseguido que se debata por conglomerados y se tomen decisiones por bloques.

Víctor Maldonado


¿Cómo se llama el juego?

Se puede decir que la Concertación consigue sus mejores resultados cuando trabaja como equipo, sin descartar a nadie. Es lo que estuvo logrando en el período final de la primera vuelta. Es lo que está volviendo a conseguir ahora, luego de su reordenamiento interno.

Cada cual tiene derecho a días malos, y no cabe duda de que la Concertación se consiguió los suyos -y acumulados- después de su excelente acto público del Court Central del Estadio Nacional.

Los tropiezos de figuras principales, justo antes del reordenamiento del comando, muestran la importancia del ajuste fino producido.

Ahora da la impresión de que las piezas han terminado por encajar y de que cada cual se encuentra realizando la labor que le corresponde, y en la que es más útil. La candidata ha dejado de estar sobredemandada, con lo que sólo puede salir fortalecida.

Esto resulta decisivo con miras a la realización de la segunda vuelta. Ocurre que cada candidatura es completamente transparente en sus propósitos, y en la forma cómo pretende conseguirlos. Por eso es fácil seguirles la pista, y saber cómo van en su desempeño.

Es evidente que Sebastián Piñera quiere poner en duda el liderazgo de Michelle Bachelet, que se presenta a sí mismo como el auténtico continuador de Ricardo Lagos, y que por ello ha optado por una presentación medial a ratos muy agresiva.

En eso consiste su intento. Pero esta estrategia no funciona sin la complicidad del adversario o, al menos, sin que este le termine por hacer el juego.

No importa cuántas buenas movidas tácticas se hagan, lo que más interesa es saber a qué se está jugando. Para que la derecha gane, se necesita que la elección presidencial se vuelva una lucha de individualidades. Un candidato contra otro. Cientos de miles de decisiones particulares guiadas por su interés personal e inmediato. Escoger por un ranking de prosperidad.

Para que la Concertación gane, se necesita que esta elección sea vista como una competencia de equipos. Y, por cierto, que sea una confrontación en la que no se duda quien tiene el papel de la conducción.

De equipo a equipo

Optando por una constante comparación de cualidades personales, se está muy lejos del centro de gravedad de la propuesta concertacionista. Y esta es la forma segura de perder apoyo. Si se funciona con la lógica que le es más propia a la derecha, se está en su cancha, que es dónde mejor se mueve, ¿para qué seguir este camino?

Pero a la Concertación, lo que opine o deje de opinar Piñera respecto de Bachelet, no le es relevante.

En cambio, es decisivo lo que piensan los electores de la candidata, y para formar una opinión positiva, hay que concentrarse en ellos. Cuando las acciones de campaña se dejaron de centrar en Piñera y se concentraron en destacar a Bachelet, se retomó el camino que permite ganar.

Por lo demás, la autoridad es algo que afianzan aquellos que rodean y apoyan a los líderes. Los demás, terminan reconociéndolo, no porque les guste, si no porque es un hecho al que se tienen que adaptar. Por lo mismo, la Concertación tiene en su mano el destacar las cualidades y méritos de su abanderada. Ahora lo está consiguiendo de buena forma.

Para ello debe cuidar todo gesto público y lograr cuantas muestras de adhesión y respaldo sean necesarias.

En paralelo, es importante que la candidata cumpla su papel en exclusiva. Otros son voceros. Hay quienes coordinan acciones, y quienes administran. Se escoge quienes entran en polémica, y no toda polémica se escoge. Los de más allá cumplen las demás funciones relevantes y todos conocen sus tareas. Cada cual en lo suyo.

La reparticipación de medallitas o de puestos de comando tienen, al final, un interés anecdótico. Lo que interesa es que las funciones se cumplan, tal cual está aconteciendo en estos momentos.

Por otra parte, es igualmente claro que el oficialismo está avanzando en imponer su interpretación de lo que se está dirimiendo en segunda vuelta, que no es otra cosa que escoger entre dos bloques que no son intercambiables.

Se puede constatar que esto no resulta nada fácil de conseguir, en especial ante un electorado que viene de ejercer su derecho a voto con un grado de libertad muy amplio.

Salta a la vista que, como nunca antes, los electores acaban de personalizar su voto en primera vuelta, junto con sus opciones parlamentarias. En estos procesos electorales simultáneos se expresaron todo tipo de agrados y rechazos, de castigos y de mensajes variopintos enviados en todas direcciones.

Queda uno de cuatro votos

Cada elector está disponiendo de una baraja de cuatro votos, que reparte con total soberanía y sin aceptar tutelajes. Ya ha empleado tres, que les queda uno por ocupar y este resulta ser el más importante. Con los tres primeros votos se produjo un amplio abanico de cruces y combinaciones, manejadas con soltura.

Los candidatos a parlamentarios percibieron desde temprano que se enfrentaban a un escenario inédito. Por lo general, lo que hicieron fue buscar mimetizarse con su electorado, más que matricularse con socios o con candidatos presidenciales, menos si ello les significaba restarse apoyo.

Ahora estamos transitando desde un amplio abanico de opciones a disposición a la necesidad de optar entre dos alternativas centrales, plenamente reconocibles. Al quedar vigente un solo foco de interés, la Concertación reagrupa gran parte de sus recursos humanos, antes dispersos.

En estas condiciones no es posible mantener posiciones demasiado ambiguas. No es posible darle el gusto a todos, desde la derecha dura hasta la izquierda tradicional, pasando por los cotizados humanistas cristianos, los humanistas a secas, y tantos otros en los que se puede pensar. Tan cierto es que mostrarlos a todos juntos es prácticamente imposible y, de lograrlo, sus efectos serían contraproducentes.

El que acomoda demasiado su discurso con el paso del tiempo o ante cada nuevo auditorio, termina siendo sospecho para moros y cristianos. Por eso la derecha lo tiene fácil la recta final.

La oposición nos invita a reconocer como verdadero lo que se dice en el momento, sin importar trayectorias y afirmaciones anteriores. Para ganar no prima lo que ya se ha dicho, si no lo que se tiene que decir para ganar. Lo que prima son las oportunidades, la conveniencia del momento. El peligro está, por cierto, en la inconsistencia puede terminar por cansar.

El debate se ha ido simplificando, el comportamiento político de bloques ha vuelto a componerse con claridad. En ese sentido, es el modo de enfrentar una campaña presidencial de la Concertación la que se está imponiendo a medida que transcurren los días.

Entrando en el breve receso navideño, la Concertación ha retomado la iniciativa. Ha hecho de esta una competencia de equipos, ha conseguido que se debata por conglomerados y se tomen decisiones por bloques; ha logrado una creciente identificación del adversario con la derecha, y, muestra una disciplina básica que le permite darle continuidad a su estrategia. Pasamos ahora a la siguiente etapa.