viernes, noviembre 25, 2005

No seremos los mismos después de diciembre

No seremos los mismos después de diciembre


No confundir liderazgo nuevo con liderazgo débil. Está fuera de duda que la candidata no organizó su vida para llegar a la Presidencia. Pero la forma como habitualmente se hace política no es la única que existe.


Víctor Maldonado


¿Por qué dijo que ganamos?

La campaña presidencial concentra la más amplia atención. En seguida, cada cual mantiene interés por alguna campaña parlamentaria que le es inmediata o cercana. Con mucha dificultad se puede tener una visión de conjunto.

Es bastante improbable poder plantearse las cosas de otro modo. Sin embargo, desde ya hay que considerar que las elecciones de diputados y senadores tendrán un efecto acumulativo de gran importancia.

En concreto, lo esperable es que la Concertación obtenga una alta votación y una importante mayoría parlamentaria, abultada en el caso de la Cámara.

A primera vista esto sólo puede tener efectos positivos para el conglomerado de Gobierno. En la práctica, no será tan sencillo. Todo depende de a qué sea atribuido semejante resultado.

Erróneamente, puede llegar a estimarse que es producto casi exclusivo de la existencia de una buena cartilla parlamentaria y la implementación de campañas bien llevadas. Sin embargo, es poco creíble que esto corresponderá a la verdad íntegra.

Si cada parlamentario electo llega a considerar que el buen resultado se debe sólo a sus méritos, entonces se corre el riesgo de que se debilite el comportamiento colectivo como conglomerado. En particular, frente a una Presidenta que resultará electa por estrecho margen en primera vuelta, o requerirá de una segunda oportunidad para afianzar su triunfo por un amplio margen. Explicar esta diferencia reviste el máximo interés.

Por eso, obtener mayoría en ambas cámaras no es sinónimo de que se tenga mayoría parlamentaria al momento de votar cada proyecto en específico.

A todo esto, no hay que dejar de considerar como una de las causas más importantes que explican los resultados, el agotamiento político del sistema binominal.

Se trata de una creación que se ha vuelto contra sus padres. El sistema electoral que nos ha regido desde la recuperación de la democracia está pensado para favorecer a la segunda alianza en importancia. Posibilita que una gran mayoría (en un distrito o circunscripción) sea igualada por la alianza que la sigue en preferencias, bastándole para ello tener sólo la mitad más uno de los electorales de la primera.

En otras palabras, si la mayoría no dobla en preferencias a los que los siguen, entonces ambos sacan un parlamentario por lado. Casi por arte de magia, una mayoría contundente -pero no abrumadora- queda con igual representación que quienes logran convencer a muchos menos ciudadanos.

La derecha siempre ha defendido este sistema, que la ha beneficiado, estimando que “le ha dado estabilidad al país”. Es su forma de decir que ha sido el sistema que le ha otorgado cupos seguros con un esfuerzo electoral más bien modesto. Pero en esta oportunidad el sistema no está operando, ¿por qué?

Con galletas no se gana

Para que la oposición saque un parlamentario en un lugar requiere de un cierto grado de generosidad. Se presentan dos candidatos, sale uno, pero su compañero de lista trabaja para obtener un porcentaje de votación lo suficientemente digno como para que, sumados, impidan que la Concertación los doble.

En muchos lugares (escogidos, por lo demás) ese mínimo no se está dando. La oposición ha presentado muchos candidatos “galletas”, como se llama a los que se inscriben pero no aportan gran cosa. Por eso, la derecha corre coja, y la Concertación avanza mucho más de lo habitual, superando “parejas disparejas” con buenas duplas, afiatadas por la oportunidad cierta del doblaje.

Por eso, en los lugares donde a la Concertación le va a ir mejor es donde tiene candidatos competitivos, pero que colaboran entre sí, para conquistar o afianzarse en distintos segmentos del electorado.

Así que la Concertación sacará lo que tiene en las presidenciales y mucho más en las parlamentarias, pero no porque la candidata sea mala y los parlamentarios sean una maravilla, sino porque no enfrentan al mismo adversario. En el primer caso, la derecha pondrá todo lo que tiene, y en el otro, todo lo que quiere. En un caso se encuentra reforzada para la competencia (por acumulación de recursos), para ganar terreno; en el otro caso, ofrece sus puntos de menos resistencia.

En la elección parlamentaria, la Concertación es todo lo que es, más el suplemento que le otorga la debilidad del adversario. En este caso no se trata únicamente del menor peso relativo de candidatos aislados, sino de la inexistencia de una alianza que merezca ese nombre.

Al terminar la elección, RN habrá crecido no tanto por el aumento de sus parlamentarios como por la disminución de los representantes gremialistas en el Congreso. Estará todavía abajo, pero la distancia entre bancadas se habrá acortado mucho.

La derecha tendrá un mejor desempeño presidencial, porque lo ha apostado todo a esta carta. Mediante este procedimiento, se habrá dirimido el liderazgo en la oposición. Pero habrá demostrado también que ocupa un lugar en geografía política, pero sólo eso: personas o subgrupos que están uno al lado del otro, sin constituir una unidad.

Aquí hay proyectos individuales, a lo más hay proyectos de sub-equipos, pero la Alianza como tal no existe, puesto que no tiene existencia algo compuesto por dos socios que están, a lo menos, tan interesados en debilitar al otro como en enfrentar al resto.

La derecha tiene candidatos presidenciales veteranos (Sebastián Piñera fue el último en presentarse, pero sería el más antiguo si no hubiera desarrollado la extraña costumbre de bajarse en los momentos más inoportunos) y un conglomerado que es más bien un conjunto de retazos.

¿Liderazgo débil o liderazgo nuevo?

La Concertación tiene una candidata de nueva factura y es un conglomerado que existe, y tiene tanta o más existencia que sus partes componentes. Esta combinación es más fuerte que la que presenta la oposición y por eso vencerá.

No hay que confundir liderazgo nuevo con liderazgo débil. Y esta es ya una equivocación frecuente que se comete en el caso de Bachelet.

Lo que está absolutamente fuera de duda es que la candidata no organizó su vida para llegar a la Presidencia. En política eso no es algo muy usual, puesto que llegar a La Moneda suele requerir un esfuerzo concentrado y prolongado en el que “no se da puntada sin hilo”, como se dice entre nosotros.

Como esto no ha ocurrido, no faltan los que experimentan una especie de suspicacia profunda, una incomodidad que no saben definir. El mejor modo de graficarlo es que cuando ven a Bachelet no pueden dejar de pensar, al compararla con lo que conocen mejor, “no es así como se hace”.

Pero la forma como habitualmente se hace política y que conocen los más experimentados no es la única que existe, ni agota la forma en la que emergen los liderazgos, más en una sociedad que está llegando a ser tan diferente de la que conocimos en el pasado.

Si se hubieran dado el trabajo de conocer antes de prejuzgar, hubieran llegado a tres conclusiones: que nadie puede ser débil teniendo la vida de Bachelet; que lo que la define mejor es una hermosa palabra castiza, “entereza”, y no es algo que se quite de la noche a la mañana; y que lo que no sabe, lo puede aprender, pero que lo que tiene no se compra en las farmacias (como ya ocurrió con Patricio Aylwin, con Eduardo Frei Ruiz-Tagle, con Ricardo Lagos, y como ocurrirá con otras y otros en el futuro).

Lo más cierto es lo más sencillo. Bachelet no gana sin la Concertación. Nadie podría. La magia de Bachelet se llama Concertación. Ni antes ni ahora se gana con un esfuerzo mediano, si no con uno grande. Como siempre. Como vale la pena que sea.

2 Comments:

At 11:10 a. m., Blogger Unknown said...

Victor:
Interesante tus comentarios, muy bueno tu Blog.
Enhorabuena.
Carlos Muñoz Parra

 
At 2:52 p. m., Blogger Elecciones said...

Buenísimo el análisis.
Pero creo que la idea de que la conertación va a tener una amplia mayoría en el parlamento no es correcta.
Con el sistema binominal no importa tanto que la alianza ponga candidatos de relleno. Igual generalmente sacará un diputado, principalmente por la gente que vota por sector político. Lo que hace la diferencia, es cuando la concertación pone dos candidatos muy fuertes.

 

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