viernes, noviembre 11, 2005

El tiempo para una nueva generación

El tiempo para una nueva generación

Cuadra ha caído por la combinación perfecta entre arrogancia y vanidad. No es esa la herencia que debemos dejar a las nuevas generaciones. Hay que reaccionar no porque nos miran, si no por lo que sabemos.



La bandera en nuestras manos

En cualquier reunión de la Concertación, se sabe lo que ocurriría si alguien pidiera que levantaran las manos quienes agitaron al viento una bandera con un arco iris y la palabra No el día del triunfo. Simplemente, se levantarían todas. Eso se sabe. Lo que es más extraño es que nadie parece darse cuenta que eso acontecerá por un muy breve tiempo más.

No es, por supuesto, que alguno empezará a renegar de un momento tan importante en sus vidas. No se trata de un cisma. Se trata de otra cosa. En los días siguientes al 5 de octubre, siguieron naciendo niños y niñas. A mitad del Gobierno de Michelle Bachelet, ellos habrán llegado a la mayoría de edad, es decir, a ser ciudadanos.

Cuando la misma pregunta se haga al término de ese Gobierno, ocurrirá que varias manos jóvenes no se levantarán. Como tampoco la de los actuales dirigentes universitarios, que eran en esa época muy pequeños como para saber, en hombros de sus padres, qué era lo que provocaba tanta algarabía a su alrededor.

En otras palabras, cada vez más miembros de las futuras reuniones no habrán participado del triunfo del No… simplemente porque no habían nacido.

¿Qué significa esto?: el inicio de un cambio de época, acompañado de un relevo generacional. Si al recuperar la democracia, la mayoría de quienes votaron ya lo habían hecho antes del golpe de 1973, en la elección municipal de 2008, representarán menos de un tercio. La dictadura empieza a ser un pasado remoto.

Nada más natural, pero lo que hay que considerar en profundidad es que antes que una transferencia rápida de las responsabilidades principales, lo primero que cambiará -ya está cambiando- es el punto de vista predominante desde el cual se mira al país.

Mientras los que vivieron la “gesta del 5 de octubre” pueden asumir su responsabilidad política como la transformación del dolor en libertad, la generación que viene tendrá que vérselas con procesar la prosperidad en justicia o en equidad. Tal vez los primeros sean más conscientes de los obstáculos y peligros, y los segundos, más abiertos a las oportunidades y los riesgos.

La generación corta

Ocurre que la política y los políticos, que se han venido comportando en el último tiempo más o menos igual, empezarán a ser evaluados más o menos distinto. Dentro de poco el cambio se nos hará presente y patente. Todo esto por que los que miran son otros.

Así que estamos ante una de esas transiciones que verdaderamente importan. No ante las que se decretan o elucubran con un poco de imaginación y otro poco de ociosidad.

Algunos consideran al próximo como un Gobierno de continuidad. Esto puede ser cierto desde el punto de vista de las políticas emprendidas, pero menos desde sus actores.

No será pura continuidad si lo que hacemos cada uno de nosotros tiene el sello de las principales experiencias vitales que nos tocan vivir y compartir. Estamos en un momento en el que comenzará a producirse un giro histórico.

Pero este viraje no se completará sin que antes una generación íntegra haya acabado de dejar su impronta en la fisonomía perdurable del país. Como nunca, tendrá poco tiempo. Como pocas veces, está ante un dilema ético. Por eso, se trata de un momento solemne.

Hubo una generación de líderes políticos que perdió la democracia en Chile. Con el golpe de Estado el proceso de cambio y actualización se contuvo y quedó en suspenso. Década y media después, los mismos que habían vivido la tragedia y sobrevivido, fueron los encargados de encabezar la recuperación institucional.

En otras circunstancias, los jóvenes universitarios del inicio de la década del ’70 hubieran tomado la conducción general del proceso político mucho antes.

Lo que sucedió fue algo bien distinto. En la recuperación democrática convergió una especie de atochamiento de generaciones, desde quienes tenían 40 años de experiencia pública hasta los líderes juveniles de la lucha contra la dictadura.

Desde el punto de vista del liderazgo, la historia de la transición hasta hoy es el relato de la lenta descompresión de este atochamiento.

En la línea gruesa, este proceso ha sido ejemplar. Tal vez nunca antes se había dado un trabajo mancomunado más exitoso entre personas de tan diversas experiencias.

Tal cosa seguirá ocurriendo. Pero, ahora, es a la generación que nació a la vida política en la lucha por la libertad a quienes les toca poner su sello.

Ya no se trata de saldar las cuentas con el pasado. Se trata de saldar las cuentas con el presente, con la propia democracia si se quiere.

“Las soluciones de ayer son los problemas del presente”, escuchábamos decir hace poco. Y esta frase encierra una gran verdad.

Quienes perdieron la democracia sabían hasta dónde podía llevar el cultivo de las diferencias. No estuvieron dispuestos a recaer en ese error. Reconstruyeron el sistema de convivencia cultivando los acuerdos. Se volvió a valorar la tolerancia y la capacidad de negociar.

Los resultados están a la vista. Son magníficos. Pero no todo lo que tenemos es lo que queremos. Algo se nos coló de la dictadura que nos resulta dañino. Algo que no se resuelve con tan amplios acuerdos que ya no se sepa dónde están las diferencias, si no por la capacidad de dar la cara por lo que se cree, avanzando mediante un más sano y abierto debate.

Ese sello, menos acomodaticio y menos dócil, más franco y más directo, es el sello de los que ganaron la democracia desde abajo y que hoy se necesita. Si no, veamos lo que ocurrió con Francisco Javier Cuadra.

La diferencia entre convivencia y conviviente

Nadie puede pasar por una dictadura y mantener la inocencia. No existe aquel que haya sentido los efectos de la represión, que no sepa cómo funciona la maquinaria de la muerte.

Ya en democracia, los responsables políticos de la dictadura han trabajado mucho para llegar a ser amnésicos. Se entiende por qué. Pero nadie de la Concertación puede mirarse al espejo y decir que no sabía quién era Cuadra. Una cosa es aceptar la convivencia con el adversario y otra distinta es ser un conviviente. Y ahí está el punto.

Sin tocar la conciencia de nadie, llamo la atención sobre el síntoma. Cuadra ha caído por la combinación perfecta entre arrogancia y vanidad. Se fue de lengua. Pero si lo hizo fue por exceso de seguridad, y eso lo había obtenido de la aceptación social de su persona y de lo que representa.

Estimados amigos: nos hemos relajado demasiado. Eso no es aceptable.

Embriagado en su ego, en estado de intemperancia emocional, Cuadra hace declaraciones que lo dejan al descubierto. Cuando todos recuerdan lo que hizo y representa, entonces los que están alrededor reaccionan. No es esa la herencia que debemos dejar a las nuevas generaciones. Hay que reaccionar no porque nos miran, si no por lo que sabemos.

La nueva generación, la juventud de hoy, tendrá que decidir entre gozar de la cosecha de lo que otros sembraron o abrir nueva tierra con el arado. Si hacen lo primero serán rostros nuevos con alma vieja.

¿Cuál es la formula que resume desde la transición hasta hoy?, ¿Será algo así como “tus intereses + mi mayoría = nuestro modelo”? ¿No sería mejor que fuera algo del tipo: “todo lo que pudimos + todo lo que resistieron = aquí es donde vamos”?
El sello final lo pondrán quienes un día hicieron hondear una bandera con un arco iris y un “no” por lema. El tiempo es corto, pero es suficiente. Sinceramente, no creo que tengamos derecho a fallarle a los que vienen.

3 Comments:

At 9:40 a. m., Blogger Iván said...

Carlos Peña dijo en El Mercurio "la única manera de homenajear el ethos de la Universidad en este trance, es evitar las condenas anticipadas y fulminantes que no dejan respiro a la reflexión. En vez de eso -confío que sobra recordarlo a los alumnos y a los profesores de la Universidad Diego Portales- es nuestro deber dar lugar al diálogo deliberativo y moroso que es propio de nuestro oficio de universitarios y al que nos obliga, no hay que olvidarlo, el
pertenecer a una misma comunidad." Creo que efectivamente hay que reaccionar no porque nos miran sino porque sabemos, y hasta ahora ha sido todo lo contrario. Es como si estuviera de moda eso de "superar las diferencias" sin importar el costo. O acaso no es probable que el próximo Comandante en Jefe del ejercito haya pasado por las "aulas" de la CNI? Quién pone el límite?. No creo que sean aquellos que no agitaron banderas con arcoiris. Me parece que les corresponde a los llamados a poner su sello.

 
At 2:11 p. m., Blogger Unknown said...

Gracias Victor.
Muy útil análisis.

Me impactó el análisis que haces del cambio generacional y el riesgo de perder la fuente que lo ha mantenido unido

La otra reflexión, que creo la necesitamos mucho, es la importancia de cuidarnos del orgullo y la vanidad que el éxito nos genera. Creo que esto se está convirtiendo en el talón de aquiles de la concertación
Un abrazo

 
At 3:13 p. m., Anonymous Anónimo said...

Super bueno el articulo !!!

Ojo con el formato blog que tiene exigencias distintas a los formatos tradicionales

 

Publicar un comentario

<< Home