viernes, noviembre 04, 2005

La amenaza fantasma

La amenaza fantasma


Si la línea demarcatoria se hubiera difuminado, tal vez otro gallo cantaría, pero esto no sucedió y ya no sucederá. Se trata de un intento fallido. Sebastián Piñera no es una amenaza, sino un peligro conjurado.



Se dirime la competencia en la derecha

Es evidente que Sebastián Piñera está resultando mejor candidato que Joaquín Lavín. Al menos así es si se considera la distancia que los separaba a uno del otro hasta hace poco. Cómo es que esta diferencia ha ido disminuyendo hasta casi anularse, y, por cierto, cuánto ha ido aumentando el nivel de rechazo que -como pesada mochila- acumula el candidato gremialista.

Sin embargo, es dudoso que estos resultados parciales de deban principalmente a méritos de la campaña del ex presidente de RN. Se puede sostener que -hasta hoy- lo que ha pesado más ha sido el creciente desgaste de Lavín, sus errores acumulados antes de empezar la campaña y falta de atractivo para los electores.

Resultados no es lo mismo que méritos. Ha influido en mayor medida el desgaste prolongado del gremialista y el gremialismo. No ha sido desalojado por los aciertos de su adversario “en el sector”, más bien lo que ocurre es que su influencia se va difuminando, y eso ha permitido que sea la alternativa la que esté ocupando un espacio vacío.

Pero no se puede decir que la campaña de Piñera se haya destacado por tomar la conducción de los acontecimientos en la derecha, su capacidad de poner temas que sean seguidos por la opinión pública o su habilidad en adelantarse a las iniciativas ante su competidor. Más bien ha estado ocurriendo al revés.

El resultado de la competencia en la derecha es importante, pero no provoca el más mínimo entusiasmo. Es como mirar una pelea de malos boxeadores. La campaña de Lavín es desatinada, pero la de Piñera es insípida. No hay manera de interesarse en ella. La única vez que logró sacudir la modorra del auditorio fue con el episodio del lobo marino, pero hay que decir que, incluso en esa ocasión, el mérito es más bien del lobo marino.

A Lavín le falta atractivo, pero le sobra oficio. Se dio cuenta antes de Piñera de que para fortalecer su posición tenía que hacer creíble la posibilidad de que exista una segunda vuelta. Sabe que el mayor problema que enfrenta es el desaliento en sus filas, por eso no tiene problemas para presentarse -muy suelto de cuerpo- como el candidato que está preparado para seguir la competencia desde diciembre, en su calidad de “seguro” contendor de Bachelet.

Fue el gremialista el que primero anunció que estaba preparando la reestructuración de su campaña para continuar la competencia en diciembre. Como vemos, tiene oficio, lo que no tiene es credibilidad, y si falla no es porque emplee una táctica equivocada, si no por que se lo sabe en el ocaso. La idea expresada por Lavín de que se llegará a una segunda vuelta con él en alza y que “ahí se van a rebarajar todos los votos”, suena a irreal y se ve como una quimera. Con todo, su tesón es admirable.

La tardía amenaza de un peligro conjurado

Habiendo perdido la iniciativa táctica, Piñera sólo días después llegó a reaccionar. Precisamente por ir retrasado, el candidato RN no presenta una propuesta operativa y realista para llegar a La Moneda, reemplazándola por el esbozo utópico de un cambio radical de escenario, mediante la constitución de una nueva mayoría electoral.

El “plan” consistiría en impulsar una coalición con los “desencantados de la DC”, “incómodos” con Bachelet.

Esto no es un plan serio. Hace abstracción de los datos conocidos: unidad partidaria sin fisuras importantes; apoyo ampliamente mayoritario del electorado DC a la candidata; y, también, la aparición o confirmación de fuertes liderazgos falangistas en estas elecciones parlamentarias, que mostrarán los triunfos electorales como logros compartidos de toda la Concertación.

Hay que conocer bien poco a la Democracia Cristiana como para no darse cuenta de que se trata de un partido crecientemente a sus anchas. La falange se siente importante, indispensable incluso, y eso le encanta. Siente a Bachelet como una aliada. Ella no deja de repetírselo cada vez que puede, pero ocurre que, de verdad, “engancha” con ella.

Además, a la DC le agrada sobremanera enfrentar a la derecha. Se siente “cuidando la frontera” y haciendo un buen papel en su empeño. El lema de la guerra civil española unifica a los falangistas: “no pasarán”. La vanidad, mala consejera de los camaradas, les susurra al oído que, si hay una frontera que cuidar, habría más bien que preocuparse del otro lado.

Hay que estar bien desinformado como para preocuparse de la Democracia Cristiana. Históricamente, la DC ha sufrido quiebres hacia la izquierda y ha tenido fugas individuales hacia la derecha. No es difícil saber para dónde se carga su corazón. Para hacerse una idea de cómo se ven las cosas en este partido, habría que decir (de manera inapropiada, por cierto) que hoy se siente enfrentando a un tránsfuga, aliado a los adversarios, que pretende dividirlos aprovechando lo mucho que los conoce. Justo lo que los saca de quicio.

Cantando desde la otra vereda

Piñera no está recogiendo los frutos de una estrategia correcta, de impacto profundo, validada por el efecto determinante que esté provocando entre los votantes.

Antes de que lanzara su candidatura presidencial no había forma de saber por anticipado si (para emplear una expresión arcaica) “las condiciones estaban dadas” y si bastaba su gesto para que al frente se derribara un castillo de naipes. En efecto, habría reordenado el cuadro político y hoy estaríamos considerándolo un genio intuitivo. Pero al frente se encontró con algo mucho más sólido de lo que esperaba.

Piñera está insistiendo en declarar una intención fallida, que no requeriría convertirse en discurso destinado a convencer si respondiera a algo que efectivamente estuviera pasando. Tiene toda la razón cuando dice que “cada ciudadano es libre para votar. Nadie puede dominar ni la conciencia ni la libertad ni el sufragio”. En efecto, nadie. Y eso lo incluye a él.

Los datos conocidos son de fría elocuencia. Los dos candidatos de derecha están empatados en bajo apoyo. Su desempeño es malo: por cada peso que la Concertación gasta, la derecha pone nueve, y aún así, están donde están. En conjunto pueden llegar a lo que tradicionalmente significa la derecha en nuestro país. Punto. En esta ocasión no da para más.

Son un fenómeno vecinal (del “sector” como ellos mismos dicen). No se han constituido como la esperanza de una mayoría estable para Chile (lo que es la Concertación). Si estuviéramos en la situación que Piñera señala (si fuera una alternativa válida para el electorado DC), en ningún caso se estaría dirigiendo a la cúpula falangista (¿para qué entretenerse en perder el tiempo?). Seguiría en campaña pura y simplemente.

Pero el candidato de RN ha sido identificado precisamente como eso: un postulante de derecha, que le “canta” a la DC, pero desde el otro lado de la frontera. Si la línea demarcatoria se hubiera difuminado, tal vez otro gallo cantaría, pero esto no sucedió y ya no sucederá.

Se trata de un intento fallido. No es una amenaza, sino un peligro conjurado.

Por si fuera poco, en su caso es un intento para el caso hipotético de que se produzca una segunda vuelta. Esto tendría un fuerte efecto en la definición del liderazgo en la oposición (para lo que se quiere seguir en competencia).

Pero, ¿en qué altera eso la definición presidencial? En el peor de los casos, Bachelet habrá quedado al borde la mayoría absoluta. Su victoria estará asegurada en ese mismo momento. Hasta quienes no hayan votado por ella querrán que el próximo Gobierno cuente con un amplio respaldo que le permita hacer una buena gestión.

Siendo todo esto así, ¿a título de qué alguien va a cambiar su voto sólo para darle el gusto a Piñera? En realidad, no tiene sentido.

2 Comments:

At 10:04 a. m., Anonymous Anónimo said...

Encuentro muy interesante el artículo, aunque tiene algunas inexactitudes históricas.
Sólo a modo de ejemplo. señalo la siguiente frase.

"Hay que estar bien desinformado como para preocuparse de la Democracia Cristiana. Históricamente, la DC ha sufrido quiebres hacia la izquierda y ha tenido fugas individuales hacia la derecha. No es difícil saber para dónde se carga su corazón."

Esta frase tiene una inexactitud histórica, ya que en el período de la Unidad Popular, la alianza de la DC con el Partido Nacional no fue "individual", sino institucional. TODA la DC se "fugó" hacia la derecha.

Atentamente
Roberto Jiménez Montecinos
http://elopinologo.blogspot.com/

 
At 10:44 a. m., Anonymous Anónimo said...

A mi parecer estas elecciones dejan poco o nada que desear. Primero vemos a un Piñera que más que competir contra la izquerda compite con Lavín, claramente esa es su lucha. Al otro lado, vemos una candidata que asegura continuidad y, es por ello, que la DC la apoya,pero en el fondo nadie ve a la candidata como la mejor opción, la con más capacidad para gobernar y hacer crecer a Chile. Bachellet es vista como la mejor opción para continuar con el poder,la con más posibilidades de salir. Será suficiente me pregunto.
Mientras tanto sigue la derecha peliando consigo misma los otros en cambio muestran unidad...yo no se la compro a ninguno.

 

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