jueves, diciembre 15, 2005

¡Muchachos, la contienda no es desigual!

¡Muchachos, la contienda no es desigual!

Si hemos de confiar en sus declaraciones, en la oposición se cree posible pasar de la descalificación mutua a la colaboración entusiasta de un día para otro. “Lo que no han hecho en 16 años, no lo harán ahora”.

Víctor Maldonado



La segunda vuelta es diferente

Vamos a enfrentar la elección más reñida desde la recuperación de la democracia. La Presidencia está al alcance de las dos coaliciones, por lo que cada uno dará lo mejor de sí para ganar. Tras la primera vuelta, la competencia ha quedo abierta.

Desde la Concertación, es un error realizar una suma simple hacia la izquierda y declararse ganador. Lo usual, hoy, no es el comportamiento por conglomerado, si no que las decisiones sean individuales y desprejuiciadas. Se puede, entonces, trabajar para conseguir el máximo de transferencia en votos, pero no es realista pensar que ésta será completa.

No se gana sin que al menos una parte del apoyo de Joaquín Lavín en sectores populares sea conquistado por Michelle Bachelet. Para completar el cuadro, también se requiere que parte importante de los que no votaron y deseen hacerlo en la nueva oportunidad lo hagan por el oficialismo.

Todo esto representa mucho trabajo bien hecho y un esfuerzo focalizado con precisión. Quien gane lo hará por mantener el ánimo muy templado, movilizar el conjunto de sus capacidades y evitar los errores innecesarios.

En el caso de la Concertación, se hará necesario evitar los errores más recurrentes cometidos hasta la fecha. Entre ellos, desde luego, se pueden contar el exceso de confianza; la discontinuidad del esfuerzo electoral común; y la exposición pública de diferencias.

En su favor, cuenta con la experiencia de un buen y efectivo trabajo de terreno, en especial el desplegado en las últimas semanas de campaña; darle continuidad e impulso a este buen desempeño alcanzado en los últimos días de la campaña de primera vuelta; la posibilidad de recurrir y hacer valer el mayor apoyo parlamentario obtenido el 11 de diciembre; y el tener meridiana claridad sobre qué tipo personas y en qué lugares debe focalizar el esfuerzo de estos pocos días.

Por cierto no le haría mal acompañarlo con una postergación consciente, para un poco más tarde, de las diferencias partidarias y personales, herencia típica de la competencia parlamentaria, en vista de un objetivo superior.

Hay sumas que restan

La verdadera ventaja de la Concertación es que el modo cómo se comportó cada conglomerado en primera vuelta pesa de manera inversa en esta oportunidad.

En efecto, el conglomerado de Gobierno no enfrentó al mismo adversario en las presidenciales que en las parlamentarias. La derecha reforzó y especializó sus campañas presidenciales. En la parlamentaria pasó de todo: compitió con la Concertación, a veces entre ellos, en otras ocasiones abandonó socios o tuvo deserciones. En lo global, su énfasis fue presidencial y su debilidad fue parlamentaria. Y así les fue.

Al revés, en el territorio, la Concertación reforzó sus campañas parlamentarias y desde ellas apoyó la presidencial. En la práctica, las campañas de senadores y diputados compitieron hasta ahora por la concentración del esfuerzo de militantes y adherentes. Ahora el foco es único y la posibilidad de sumar refuerzos es mucho mayor.

Comparativamente, se está en mejor pie para enfrentar la segunda vuelta si se aprovechan las ventajas.

La idea de una campaña en segunda vuelta es que allí donde ya había muchos, lleguen otros sumando adhesiones. La Concertación tiene que conseguir apoyo “hacia los bordes”, pero sin necesidad de sufrir transformaciones políticas de ocasión.

En cambio, el problema básico en la derecha es que allí por donde entren algunos, saldrán otros, porque todos sus posibles apoyos juntos no constituyen un conjunto posible. El diseño aguanta mucho, pero la política efectiva mucho menos.

En paralelo, hasta el menos informado sabe que, al hablar de Concertación, se está haciendo referencia a una coalición existente, consolidada y operando. La situación en bastante diferente al frente, donde se promete una “nueva alianza” allí donde ni siquiera se ha podido hacer funcionar a la antigua alianza. Por lo tanto, se trata de hacer creer a un país entero que el que no ha podido lo menos, podrá lo más sólo por que se le promete. Tal como, cada año, a lo menos tres veces, se ha refundado la Alianza en el último tiempo, diciendo que, ahora sí serán buenos compañeros y no se tratarán de destruir los unos a los otros.

Para usar una frase que les gusta: “Lo que no han hecho en 16 años, no lo harán ahora”.

La derecha vela a sus fantasmas

Cada cual conoce bien sus puntos débiles, y tiene temor que se les reviertan en contra ahora. La derecha vigila a sus fantasmas, temiendo que despierten.

Lo cierto es que tiene puntos débiles manifiestos. Viene de enfrentarse sin contemplaciones, no cree que sea posible el traspaso completo de votos a Piñera (el gremialismo viene saliendo de una campaña en la que se aplicó en convencer de que no había que hacerlo) y sus cúpulas han asimilado mucho mejor la situación que sus bases. Esto significa que les resulta muy difícil retener votación “blanda” en relación con Piñera. No lo quieren, nunca lo han querido y agitar una bandera con su nombre les parte el alma.

Si hemos de confiar en sus declaraciones, en la oposición se cree posible pasar de la descalificación mutua a la colaboración entusiasta de un día para otro. No había tenido nunca antes que competir en la presidencial entre sí y ahora espera un trabajo conjunto y colaborativo que no se da fácil ni siquiera en tiempo normal.
Repito, pues: ¿se cree en la derecha que es posible el trasvasije completo de votos desde Lavín a Piñera? No, no se cree en absoluto.

La situación de su ex abanderado llega a ser conmovedora. Lavín quedó en manos de su verdugo. Buscará convencer a otros de que esto es bueno para el país, que sus adherentes tienen que aceptarlo de corazón y que la UDI está contenta de trabajar por Piñera.

No es difícil que en cada lugar donde llegue encuentre las declaraciones sobre su persona y el gremialismo repartidas con profusión por el ex presidente de RN hasta hace unos pocos días.

La campaña de Lavín será muy extraña. Visitará muchas ciudades pidiendo a sus electores que voten ahora por una persona que, no ha mucho, pasaba por las mismas ciudades ninguneándolo.

Dura y triste tarea. Con mal pronóstico, por lo demás. Porque de la pura constatación de cómo él trata a quién lo derrotó, y cómo fue tratado él mismo cuando estaba en competencia, más de uno sacará una conclusión distinta a la que se le recomienda.

Es mucho más fácil imaginar a la UDI recorriendo el país para restañar heridas y ponerse en pie como partido que cantando loas a Piñera. Honrarán sus compromisos, pero no morirán en el intento. Si el empresario pierde en enero, las lágrimas en las sedes gremialistas cabrán con holgura en un gotario.

Con todo, sigue siendo cierto que la Presidencia está al alcance de las dos coaliciones y nadie se puede confiar. Menos la Concertación. Cuando no se gana por amplia mayoría, esto se puede deber a los méritos de los adversarios, a lo que se hizo bien, pero no en suficiente medida y a lo que se hizo mal, más allá de lo tolerable. Sin autocrítica y enmienda, no se gana.

De momento, la campaña concertacionista ha actuado con más ímpetu que precisión. Sigue siendo cierto que un buen silencio es preferible a una mala declaración. Por su parte, el comando se ha fortalecido.

Lo fundamental, no obstante, es que la activación ha sido casi simultánea al conocimiento de los resultados. El principal recurso del conglomerado de Gobierno está “en la calle”, y es de vital importancia. Si la Concertación hace honor a su nombre, habrá ganado.