viernes, diciembre 09, 2005

Se puede votar más de una vez, pero se decide el domingo

Se puede votar más de una vez, pero se decide el domingo


Se puede votar más de una vez para Presidente, pero lo cierto es que la decisión se toma este domingo. Si los votos obtenidos por Piñera y Lavín no superan a Bachelet, la Concertación ganó. Enero será una ratificación.


Se obtiene lo que se merece

En la Concertación se imaginó que el cierre de campaña se iba a celebrar unidos. Ha tocado compartir una tragedia, unidos en el pesar. Pero lo que se ha tenido que vivir, se ha enfrentado juntos. Eso tiene una tremenda importancia para el país. En el futuro inmediato, se tiene la convicción de que, lo que venga, también será encarado en conjunto. Por eso se va a ganar.

Por su parte, la derecha sabe lo que le espera. Privadamente, los opositores reconocen que lo merecen, porque no se pueden cometer tantos errores al hilo sin que, finalmente, haya que pagar la cuenta. Tal como ahora está sucediendo.

No recuerdo otra elección, desde la recuperación democrática en que la oposición se diera tantos gustitos juntos, en la proximidad de entrar a las urnas.

Se ha llegado a episodios en los que pareciera que a los dos partidos de derecha les cuesta mantener el foco de atención en Michelle Bachelet, encantados de poder decirse lo que siempre habían pensado unos de otros, y que nunca se habían dicho con tanto descaro.

Es como si todos los diques de contención se hubieran venido al suelo en forma simultánea.

Se han cometido tantas infidencias, se han dicho entre sí tantas cosas, que ya es difícil llevar la cuenta.

En Concepción se están superando todas las marcas nacionales de indiscreción. Son tales las fracturas entre partidos, que no parece que se hubiera encontrado marihuana en la sede de la UDI, si no que lo que se halló fue lo que los dirigentes de la oposición no se pudieron fumar. Tal es el nivel de falta de disciplina exhibida.

Sebastián Piñera había rechazado firmar un acuerdo con Joaquín Lavín; Hernán Larraín dijo que “la Alianza sola no tiene los votos necesarios para ganar a la Concertación”; la “Regalona” realizó un gesto de apoyo a Andrés Zaldívar; Iván Moreira enfatizó que nunca apoyaría al “Capitán Veneno”; el presidente regional de RN en Concepción declaró que trabajará para que la Alianza no continué; la alcaldesa UDI Jacqueline van Rysselberghe agregó -del modo más coloquial posible- que nunca votaría por Piñera. ¿Alguien duda sobre cómo les va a ir?

Hay una cierta propensión en cada bando en dejar en claro desde ya que si las cosas no salen bien, se debe principalmente a lo mal que lo hizo el adversario interno favorito. Nada generosos, desde luego, pero en la derecha esta práctica se lleva a un grado superlativo.

A la segunda vuelta

Se menciona mucho lo importante que resulta la distancia que obtenga Bachelet respecto de la suma de los dos competidores de derecha. Se apunta menos a destacar que es determinante la distancia que separa a los candidatos de derecha entre sí.

No es para menos, porque el peor escenario presidencial para el candidato mejor posicionado de la oposición (aparte de la derrota inmediata), es el de encontrarse simultáneamente con una Bachelet cerca de 50%, y con sus dos candidatos separados apenas por dos o tres puntos.

Y es malo porque esto significa simultáneamente tres cosas: que la derecha no puede ganar la elección presidencial; que no se ha dirimido la competencia en su interior (más si se toma en cuenta los resultados parlamentarios); y que el “ganador” requiere del apoyo de un socio que se sabe en una posición ventajosa.

En estas condiciones, “ganar” tiene mucho de presente griego.

Se puede votar más de una vez para Presidente, pero lo cierto es que la decisión se toma este domingo. Si los votos obtenidos por Piñera y Lavín no superan a Bachelet, la Concertación ya ganó. Enero será una ratificación.

Si Tomás Hirsch obtiene una buena votación, habrá una segunda vuelta, pero no habrá esperanza para la derecha, no importando las contorsiones lingüísticas que intenten.

Si la Concertación (como lo hará) gana la mayoría en ambas cámaras, el impacto será demoledor para la derecha, porque no podrá dejar las recriminaciones de lado, mientras que el oficialismo irá de una celebración a un triunfo.

En otras palabras, votar en enero puede ser un alargue reglamentario, pero no es un enigma. Es la distancia entre dos victorias. No es un drama.

Sin perdón y con olvido

No sabemos si se producirá una segunda vuelta (aunque sea muy probable), sí sabemos es que los preparativos para esta eventualidad se encuentran en ejecución, por parte de todos.

Por supuesto, atribuirse la certeza de que se es el candidato de la oposición que pase a segunda vuelta es parte principal del discurso de campaña. Pero no se trata únicamente de esto.

Se trata de que la guerrilla que hemos presenciado en estos días debe concluir este mismo fin de semana, si se quiere tener alguna opción para mantener la competencia con la Concertación. Algo para lo cual no han hecho ningún mérito. En la derecha se acostumbra a los actos públicos, desprovistos de sinceridad, en que abundan las declaraciones que dan superado todos los problemas. Pero no se trata eso. No se trata de apariencias, ni de decorados, si no de construir realidades. Y eso no se improvisa.

Se hace poco hincapié en el hecho que la oposición no ha tenido nunca antes que pasar ante este predicamento (competir en la presidencial para luego trabajar en conjunto), y que el trabajo colaborativo no se le da fácil.

Desde luego, hay que disponer de un programa común. Hay que integrar equipos. Hay que darle buenas razones a los que salieron terceros para que cooperen y para que trabajen.

Como dijimos, si Michelle Bachelet está muy cerca de obtener la mitad más uno de los votos, esto se hace bastante cuesta arriba.

Por algún motivo desconocido, en la oposición se cree posible pasar de la descalificación mutua a la colaboración entusiasta de un día para otro.

Lo que de todas formas ocurrirá es el rápido desplazamiento del liderazgo público, desde aquellos que se especializaron en marcar las diferencias internas, hacia quienes -en silencio- han estado esperando que se necesitan puentes y conexiones entre los rivales de ayer.

Hay que recordar que en la derecha habrá muchas derrotas parlamentarias, y que ya saben que el Gobierno no los espera. Pero el peligro para los liderazgos es mayor si se quedan pegados, aunque sea por poco, en los lamentos de la derrota. Saben que pueden desaparecer de la escena de forma permanente.

En la derecha no se trabaja por integración si no por olvido. Como las relaciones humanas no se cultivan, se avanza tanto en la mutua descalificación que no es posible integrar a insultados, descalificados, atacados y ninguneados. Son muchos. Por ambos lados.

De allí que se prescinda de ellos. Sólo intentar recomponer lazos, llevaría un tiempo del que no se dispone. Así que no se integra. Simplemente se busca a otros. ¿A cuáles? A los que guardaron silencio. Esos, más aquellos que perdieron y se dan cuenta que no se pueden dar el lujo de dar por ofendidos sin pasar al olvido en tres tiempos.

La Concertación no está en este predicamento. La que tiene lo ha conseguido a pulso y no lo ha regalado el sistema electoral. Si mantiene el pulso firme, sostiene el trabajo realizado y se aplica a la tarea no será supera por sus rivales. Por eso, la decisión se toma este domingo.